lunes, 23 de julio de 2018

El crimen de Almonte (X): La confusa evidencia genética




El discurso de la acusación respecto a la prueba de ADN se va adaptando al tipo de interlocutor, cambiando o modificando dicho discurso cuando sus manipulaciones se van haciendo cada vez más evidentes. Llevan meses insistiendo en que Jose Antonio Lorente y Juan Carlos Álvarez, peritos de parte, contradecían al Instituto Nacional de Toxicología (I.N.T), formado al parecer por imparciales y angélicos representantes públicos. Por supuesto, es falso, como quedó acreditado por los informes y por lo declarado en el juicio. Los profesores Lorente y Álvarez (expertos reconocidos a nivel mundial) aceptaron los informes del I.N.T (alabando su profesionalidad, por cierto) y redactaron su propio informe a partir del de ellos. Curiosamente, esa es otra de las críticas que plantea el abogado acusador, que los peritos de la defensa no efectuaron sus propios análisis, sino que se basaron en los del I.N.T. Queda una vez más de manifiesto que contradecirse nunca ha sido un problema en el entorno de la acusación.

Algo que parece no entenderse es que entre las funciones del I.N.T no está la de dar su opinión sobre como ha llegado un rastro genético a determinado lugar. Su trabajo es descubrir si hay ADN en una muestra, y si es así tratar de relacionarlo con algún perfil genético conocido, o introducirlo en un una base de datos automatizada tratando de identificarlo. Pueden también informar sobre la cantidad de ADN hallado, su soporte biológico, su integridad o degradación, y algunas características más. Pero no sobre como llegó ese ADN a la muestra, como el propio I.N.T informó a la Juez de Instrucción dos veces. 

Esto tiene mucho sentido, ya que los técnicos no tienen porque tener acceso a información relevante sobre el caso, y en la mayoría de las ocasiones tienen poca o ninguna. Decidir si un perfil de ADN ha llegado a determinado lugar depositado directamente por un sospechoso o a través de una tercera persona, de forma voluntaria o casual, está más allá de las funciones y capacidades de los técnicos del Instituto, y no tienen, o no deberían tener, toda la información necesaria para emitir una opinión. En sus informes, y pese a las apremiantes cuestiones que les plantaba la Juez, se negaron, correctamente, a dar su opinión sobre algo que no les correspondía.

Extrañamente, en el juicio dijeron más de lo que debían, afirmando que el ADN encontrado era compatible con una trasmisión directa, sin descartar una trasmisión indirecta. Esto, que sin ser falso podría haber llevado fácilmente a confusión a los jurados, no era, a pesar de todo, lo que pretendían y necesitaban la fiscalía y la acusación, pero al menos les ofreció combustible para seguir manipulando la información. Resulta preocupante cuando la Guardia Civil, por ejemplo, condecora a técnicos del Instituto Nacional de Toxicología o a periodistas, estableciendo relaciones y alimentando lealtades que pueden provocar una nube de sospecha (probablemente injusta en la mayoría de los casos) sobre determinadas actuaciones, declaraciones o informaciones. Ya se sabe, la mujer de César…

Creo haber demostrado en un escrito anterior que ni la UCO ni la Juez de Instrucción ni el Fiscal comprendían bien toda la prueba relacionada con el ADN, y que se equivocaron gravemente cuando afirmaron que no se había encontrado en la casa otro ADN distinto al de la familia o Medina. Resulta especialmente chocante el comportamiento de la Juez de Instrucción: 

1) En mayo de 2014 recibió el informe del Instituto Nacional de Toxicología en el que se informaba del hallazgo del ADN de Francisco Javier Medina en tres toallas.

2) El 16 de junio la Juez preguntó por escrito al Instituto, entre otras cosas, si ese ADN había llegado a las toallas por trasmisión directa o pudo haberlo hecho por trasmisión indirecta.

3) El 18 de junio, el I.N.T respondió con una larga explicación, en la que casi al inicio se daba respuesta a esa pregunta en concreto:

Los análisis genéticos permiten establecer, en la mayoría de los casos, la identificación de restos celulares depositados sobre una muestra, y no así establecer la forma ni la data en la que dichos restos fueron depositados. (Subrayado mío)

4) A pesar de ello, la Juez, animada por la fiscalía, decidió que los restos celulares habían llegado a las toallas por trasmisión directa del donante. Al poco detuvieron a Francisco Javier Medina, y tres días después la Juez lo envió a prisión.

5) Varios meses después, y tras un nuevo informe del I.N.T que advertía del hallazgo de ADN del acusado en nuevos análisis de las toallas, la Juez volvió a preguntar si el ADN pudo haber llegado a dichas toallas a través de una tercera persona o tuvo que producirse por transferencia directa del donante.  

A estas alturas, Francisco Javier Medina llevaba 5 meses en prisión, basándose sobre todo en la interpretación que la Juez había dado a la respuesta a la misma pregunta que ahora volvía a plantear.

6) Desde el  INT contestaron indicando que ya habían respondido a esa pregunta meses atrás:

Como ya se describió en nuestro oficio de fecha 18/06/14 los análisis genéticos permiten establecer, en la mayoría de los casos, la identificación de los restos celulares depositados sobre una muestra, pero no permiten establecer ni la forma ni la data en la que dichos restos fueron depositados
(Subrayado mío)

Este sorprendente intercambio nos muestra como se gestionó todo el asunto del ADN, y que la acusación, procesamiento y encarcelamiento de Francisco Javier Medina lo llevaron a cabo personas que no entendían bien la prueba sobre la que estaban sustentando sus actuaciones. Si bien parece una broma, nos impide tomarlo como tal el hecho de que una persona pasó tres años en la cárcel a causa de ello.

Lo que el Instituto Nacional de Toxicología indicó es que la cantidad de ADN que había en las toallas indicaba que no se estaba ante un hallazgo casual, alguna partícula suelta que se habría hallado tan solo en una sola muestra y que pudo llegar allí de muchas formas. Lo que apareció fue mucha cantidad de ADN de Medina, sobre todo en dos de las toallas, en las que se encuentra por todas partes. La cantidad de ADN hallada por el I.N.T provocó que UCO y Juez concluyeran que como no podía haber llegado allí casualmente, tan solo lo podía haber hecho por transferencia directa, algo que no es cierto, y que no había dicho el I.N.T. Interpretaron, de forma incorrecta, que el que un depósito de restos celulares se puede catalogar como casual o no casual puede determinar la identidad del agente que depositó esos restos en la muestra.

LA HIPÓTESIS DE LA DEFENSA

Lorente y Álvarez utilizaron precisamente la gran cantidad de ADN de Medina que se halló en las toallas para señalar una gran incongruencia de la acusación: Si había tanto ADN del acusado presente y se debía, como se pretendía, a que el acusado se había secado tras ducharse, o a que se había secado el sudor, no era creíble que no hubieran aparecido rastros identificables. Un secado tan vigoroso como para dejar tanta cantidad de AND en un único uso debía necesariamente haber dejado, al menos, pelos. Como no se habían encontrado pelos del acusado en las toallas, los peritos concluyeron que un secado difícilmente podía ser el origen de ese ADN. 

Este podría haber encontrado su camino hacia las toallas a través de Marianela, que mantenía frecuentes relaciones sexuales con su novio en el coche. Bien directamente, por tener rastros de semen en sus ropas o manos al manipular las toallas, bien indirectamente, al lavar sus prendas conteniendo ADN de su novio con las toallas, ejerciendo la lavadora como distribuidor. Esta segunda opción tenía además la virtud de superar un argumento de la acusación, el de que los análisis de las toallas habían dado negativo para sangre y semen, indicando que las células origen del ADN encontrado tan solo podían ser epiteliales. El lavado en la lavadora puede romper las células seminales dejando ADN puro flotando, sin los elementos biológicos que señalarían la presencia de semen. Volveremos sobre este argumento al final, porque hay otra posibilidad para explicar la ausencia de positivos a la prueba de semen.

La acusación plantea últimamente como algo significativo que el ADN de Medina no se halló en ninguna otra prenda, donde debería estar si se hubiera transferido en la lavadora o a través de Marianela. Este argumento tiene muy poco recorrido, ya que se quedaron sin analizar la inmensa mayoría de prendas que había en el domicilio. Por no analizar, no se analizaron ni siquiera el resto de toallas de la casa, limpias o usadas, tan solo las cuatro que estaban a la vista en los dos baños y la utilizada como alfombrilla.

Algo más consistente parece el argumento de que el ADN de Medina no apareció en la toalla donde el asesino limpió el cuchillo, donde debería estar si los rastros genéticos llegaron a las toallas a través de la lavadora. Ese argumento se lo leí por primera vez a Hellín en Facebook poco después del juicio. Hellín afirmó que esa toalla la cogió el asesino del armario bajo el lavabo del otro baño, y la llevó al del pasillo para limpiar el cuchillo.

Esa hipótesis en realidad debilita mucho la crítica contra la hipótesis de la transferencia, ya que si la toalla estaba en el mueble bajo el lavabo, limpia, seguramente no habría sido lavada y manipulada con las demás, con lo que pierde fuerza el posible significado de la ausencia del ADN de Medina en ella. Lo cierto es que estamos ante otra ocurrencia del perito Juan Hellín, que propone hipótesis tras hipótesis, sin analizarlas apenas, y sin importar lo flojas que puedan ser o que se contradigan con otras anteriores.

La hipótesis de que esa toalla donde el asesino limpió el cuchillo la recogió del mueble bajo el lavabo se basa en que en los pomos de dicho mueble había manchas de sangre, que indicarían que el asesino lo había abierto, y de ahí se concluye que cogió una toalla, que sería la utilizada para limpiar el arma del crimen. Es una hipótesis posible, pero innecesaria y totalmente prescindible, porque obliga a proponer otra hipótesis auxiliar, la de que el asesino tuvo que llevarse una toalla al marcharse. Efectivamente, si la toalla de baño con manchas de sangre hallada encima del lavabo del pasillo la hubiera cogido el asesino del armario del otro baño, el de la habitación de matrimonio, entonces nos faltaría la toalla con la que iba a secarse, o se había secado, Miguel Ángel. 

Es mucho más sencillo suponer que esa toalla era la que el padre utilizaba para secarse cuando se duchaba, y que incluso la habría dejado sobre el lavabo para tenerla a mano al salir de la ducha. El asesino podría haber abierto el mueble del otro baño buscando algo, y podría haberlo encontrado, o no, pero es muy improbable que de allí saliera la toalla donde limpió el cuchillo.

Algo que se opone a eso es que en los análisis de ADN de esa toalla se encontró el de Miguel Ángel en todas las muestras, 47 en total, sumando las analizadas por la Guardia Civil y por el I.N.T, lo que indica que la había usado de forma repetida y no era una tolla limpia. Es más, aparte de su perfil genético, tan solo apareció una mezcla del mismo y del de su hija. Esa mezcla de ADN de Miguel Ángel y María únicamente apareció en las muestras de la toalla donde habiá manchas de  sangre. En los recortes sin manchas de sangre tan solo se encontró el ADN del padre, y se encontró en todas y cada una de las muestras. Era una toalla usada durante un tiempo considerable, y solo por Miguel Ángel.

Pero volvamos a la pregunta de la acusación. ¿Por qué en esa toalla no se encontró ADN  de Medina, cuando debería haberlo si el mecanismo de transferencia del ADN hubiera sido el lavado o la manipulación de Marianela? Puede responderse que tal vez esa toalla en concreto no se lavó con las otras, y que por tanto podría haberse librado de la transferencia. Pero la pregunta da lugar a una fuerte contrapregunta: ¿Por qué no se halló tampoco el ADN de Marianela?


UNA CURIOSA CORRELACIÓN

El ADN de Marianela es el gran olvidado de este caso, porque todos se han centrado en el del acusado, pero se ha pasado por alto el que puede ser un elemento clave para la interpretación de toda la evidencia genética. Y es que el ADN de Marianela se encontró en las mismas toallas donde fue encontrado el de Francisco Javier Medina, pero no en las toallas donde no se encontró el de él. Es más, en una de las tres toallas, donde había poco ADN de Medina, había poco ADN de Marianela. En las dos toallas donde había mucho ADN de Medina, había mucho ADN de Marianela. Esta correlación resulta demasiado evidente como para ser soslayada, pero eso precisamente hizo la Juez, que pareció basarse en que no en todas las muestras el ADN de Medina y Marianela estaba mezclado, algo que no es necesario para la hipótesis de la transferencia indirecta, pero que ella, con su poca comprensión de la prueba, consideró muy significativo. Afirmó que se halló ADN de Marianela en solitario, cierto, y que también se halló ADN de Medina en solitario, que no es cierto. Este hecho también debería llamar la atención: No se encontró en ninguna de las muestras ADN de Medina en solitario, siempre se encontró mezclado con el de otros. Sí se halló en las toallas ADN en solitario de Miguel Ángel, Marianela y María, pero nunca el de Francisco Javier Medina.

¿Cómo explica la acusación esa evidente correlación entre los lugares donde se  encontró el  ADN de Medina y el de Marianela? No la explican, la obvian por completo, ya que es un torpedo en la línea de flotación de su argumentación. Durante el juicio la acusación trató a toda costa de demostrar que el ADN del acusado no pudo llegar a las toallas de forma indirecta, apoyándose sobre todo en la sorprendente (y sospechosa) memoria de Marianela, que dijo recordar que lavaba las toallas solas, con temperaturas y productos poco creíbles, y que además ni siquiera bastarían, de ser ciertas esas condiciones, para descartar la trasmisión indirecta. 

Pero el gran problema que se trata de escamotear, y que hay que responder independientemente de cuando y como hiciera la colada Marianela, es cómo llegó su ADN a esas toallas. Fiscal y acusaciones trataron por todos los medios de demostrar que el ADN del acusado no podía haber llegado a las toallas a través de su novia, y para ello hicieron recordar a Marianela  que había dejado las toallas limpias y que no las volvió a tocar más, en ninguna ocasión, lo que eliminaba, en su opinión, la posibilidad de la trasmisión indirecta. Si esos rastros de ADN hallados en varias toallas se debieran exclusivamente a su manipulación normal tras el lavado, para recogerlas, tenderlas, doblarlas y guardarlas, sería de esperar menos disparidad. Se pueden plantear de inmediato dos preguntas:

1) ¿Por qué entonces el ADN de ella aparece en unas toallas en gran cantidad y en otras no aparece en absoluto?

2) ¿Por qué el ADN de Marianela aparece en gran cantidad donde hay gran cantidad de ADN de Medina (dos toallas de lavabo), escasamente donde hay escaso ADN de Medina (toalla de baño salmón), y está ausente donde no hay ADN de Medina (toallas con sangre)?

En la toalla de baño no había ADN de Marianela en ninguna de las 47 muestras. En las tres famosas toallas aparece en 27 de 42 muestras, y en dos de las toallas en 24 de 28 muestras. Si ese ADN se debe a la manipulación normal de recogida y doblado, ¿cómo es posible que esa manipulación no deje ni un solo rastro en algunas toallas y deje rastros por prácticamente toda la superficie de otras?

No parece aventurado suponer que el ADN de Francisco Javier Medina podría haber llegado a esas toallas junto con el de Marianela, fuese cual fuese la forma en que ella dejó su ADN en esas toallas.  Si Marianela dejó tantas de sus células epiteliales en las toallas, pudo dejar igualmente las de su entonces novio. Pero todos estos análisis, hipótesis y posibilidades deberían haber esperado a que se resolviera el principal problema con la prueba de ADN en este caso, el misterio del ADN que no aparecía en unos análisis.

EL ADN AUSENTE

Es una de las claves para analizar la prueba genética, y parece haber pasado desapercibida para todo el mundo, incluyendo a la defensa y sus peritos. UCO, fiscalía y Juez de Instrucción no lo explicaron, y los mismos técnicos de los laboratorios fueron bastante tímidos, probablemente para no comprometer el caso. Pero el hecho cierto, indiscutible, importante, muy importante, es que el Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil no encontró ADN extraño en las toallas. Es decir, halló ADN de Miguel Ángel, María y Marianela, pero de nadie más, lo que significa que el ADN de Francisco Javier Medina no estaba en las muestras analizadas.

Esto, que no necesitaría de explicación si el ADN del sospechoso se hubiera hallado posteriormente en una o dos muestras por el Instituto Nacional de Toxicología, la necesita de forma apremiante desde el momento en que el ADN de Medina fue hallado de forma masiva en las toallas, en la mayoría de las muestras.

Durante la segunda inspección ocular, en la  cual se recogieron la toalla sobre el lavabo y la utilizada como alfombrilla de baño, ambas ensangrentadas, los técnicos no se llevaron las otras tres toallas, una de baño y otras dos de lavabo. Estaban colocadas correctamente en sus respectivos lugares, sin manchas de sangre ni señal alguna de haber sido utilizadas por el asesino, así que las dejaron en su sitio. No fue hasta varios días más tarde, durante la tercera inspección ocular, que fueron recogidas para proceder a su análisis. Es decir, ya desde el comienzo las toallas formaron dos grupos separados, por un lado las dos ensangrentadas, y por otro las tres toallas sin señales.

El Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil (L.C.G.C) analizó las cinco toallas en busca de ADN y lo halló en todas ellas, pero todos los perfiles genéticos correspondían a miembros de la familia, Miguel Ángel, María y Marianela, sin que apareciese ningún otro extraño. El análisis realizado por el L.C.G.C fue uno estandarizado, de perfil genético de STRs autosómicos, que es usado en laboratorios de todo el mundo de forma habitual. 

Posteriormente, las toallas fueron enviadas al Instituto Nacional de Toxicologia y Ciencias Forenses, donde recortaron más trozos de las toallas (en dos análisis diferentes) y los sometieron al mismo procedimiento en busca de ADN. En su caso encontraron los mismos perfiles  que había encontrado el L.C.G.C, pero hallaron además otros tres rastros genéticos. Uno de ellos correspondía a un miembro de criminalística de la Guardia Civil, lo que indica una contaminación. Otro es un perfil que no se pudo identificar, pero como tan solo se halló en una de las muestras, se pueden extraer pocas conclusiones a partir de el. El tercer perfil genético hallado era otra cuestión, ya que apareció en las tres toallas sin sangre, en dos de ellas en casi todas las muestras.

El Instituto Nacional de Toxicología volvió a analizar las toallas, recortando nuevos trozos, y obtuvo resultados muy similares. No podía haber duda, había en las tres toallas gran cantidad de ADN de una persona ajena a la familia. Se tomaron muestras de ADN a decenas de personas, y una vez analizadas se encontró que el perfil genético correspondía a Francisco Javier Medina Rodríguez. A partir de este punto, y sin consultar  a verdaderos expertos, personas bastante ignorantes en el tema comenzaron a extraer sus propias conclusiones, lo que acabó llevando a la detención y encarcelamiento de Medina.

Hay algo que pasó desapercibido para casi todo el mundo, pero que me preocupó de inmediato, y es la evidente disparidad ente los resultados del Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil y el Instituto Nacional del Toxicología. Todo el mundo se fijó en que el I.N.T había  encontrado rastros genéticos de Medina, pero pocos repararon en que Criminalística no los había encontrado. Resulta insólito, porque el I.N.T encontró el ADN de Francisco Javier Medina de forma masiva, en la mayoría de las muestras, y Criminalística ni en una sola de ellas. Durante el juicio, el encargado de la investigación achacó los resultados diferentes a que el I.N.T había utilizado otras técnicas, se supone que más avanzadas. Yo sospeché de inmediato que esa no podía ser la respuesta, y ahora sé que no lo es.

La analítica efectuada por el I.N.T difería del la del L.C.G.C en dos elementos:

-Un análisis de STRs autosómicos que incluía unos pocos marcadores más que los 17 que ya había analizado el L.C.G.C . Es un análisis más preciso, pero en este caso resulta redundante y esos  marcadores extra no aportan nada significativo. Pueden ser útiles para asegurarse si debido a la mutación hay uno o dos alelos que no coinciden, pero no es el caso. En las mezclas aparecen todos los alelos de Medina en los 17 marcadores, por lo que no hacen falta más comparaciones.

-Un análisis de STRs de cromosoma Y (que solo detecta rastros genéticos de hombres), que no había sido realizado por el L.C.G.C. En este caso sí aportan algo, aunque de importancia muy limitada. Este análisis hace aflorar rastros genéticos de Miguel Ángel en 3 muestras, y de Medina en 2, rastros que no aparecían en los análisis de STRs autosómicos. En el total de resultados tiene una importancia escasa. Hay que indicar que fue este análisis el que encontró el rastro genético de un desconocido en una de las muestras de la toalla usada como alfombrilla de baño. Como este análisis no fue efectuado por el L.C.G.C, lo eliminé de mis cálculos, ya que si no sería imposible la comparación.

El análisis de STRs de cromosoma Y podría haber sido importante si todos, o casi todos los perfiles genéticos de Medina se hubieran encontrado con el, lo que explicaría que no hubiera sido hallado en el laboratorio de criminalística, que no realizó ese análisis. Pero no, casi todo el ADN de Medina se encontró con el análisis de STRs autosómicos, el mismo efectuado por el L.C.G.C. Que en este análisis se estudien 17 o más marcadores resulta irrelevante, ya que los rastros genéticos encontrados aparecieron claramente. Las técnicas empleadas por ambos laboratorios no son, con certeza, la causa de la disparidad de resultados.

Había que considerar otras opciones. Al principio se me había ocurrido que podría haberse producido algún tipo de contaminación en un laboratorio, o tal vez algún fallo en el etiquetado de muestras, o algún error de interpretación. Sí, era demasiado atrevido suponer que alguno de esos dos laboratorios de élite podría haber cometido algún error de ese tipo, pero esos extraños resultados necesitaban de hipótesis atrevidas. Los errores ocurren incluso en los laboratorios de élite, aunque no los reconozcan, y no hace falta más que recordar el caso del asesinato de la niña Asunta Basterra y el penoso papel del laboratorio en el análisis del ADN.

Tal vez, conjeturé, los técnicos del I.N.T habían dejado la muestra de ADN de Medina muy cerca de las toallas, o tal vez habían utilizado los mismos instrumentos para manipular las muestras. Hipótesis errónea, porque la recogida de una muestra del ADN de Medina (y de decenas de personas más) no se efectuó hasta bastante después de haberse efectuado los análisis en el laboratorio. Es decir, primero apareció un perfil genético no identificado, que no correspondía a los conocidos de Miguel Ángel, María y Marianela, y posteriormente se requirió ADN de varias personas para la comparación.

¿Podría ser que hubiera habido alguna confusión en el etiquetado, la manipulación o la identificación, y que ese ADN no fuera el de Francisco Javier Medina. No, porque más tarde se analizaron prendas del detenido en busca de ADN y apareció el mismo perfil que había sido hallado en las toallas. No hay duda de que se trataba de su ADN.

Pudiera ser que, tal vez, los técnicos del laboratorio hubieran sobrevalorado algunos resultados poco claros y sujetos a discusión. Tampoco. En las distintas mezclas aparecía claramente el perfil genético completo de Medina, con bastante cantidad de ADN en algunas muestras. Los electroferogramas son bastante claros. 
Electroferograma similar a los utilizados en este caso

No hay duda: El Instituto Nacional de Toxicología halló ADN de Francisco Javier Medina en tres toallas, en dos de ellas de forma abundante y en muchas muestras.

Había que volver la vista al Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil. ¿Tal vez se les podría haber escapado un ADN no identificado en las muestra analizadas? Tampoco, los perfiles genéticos mezcla contenían exclusivamente los perfiles genéticos de los tres miembros de la familia y no había posibilidad de confusión o de que hubiera algún ADN extraño oculto tras los resultados. Ni un solo alelo extraño que pudiera señalar en otra dirección.

No hay duda: No había ADN de Francisco Javier Medina en las muestras analizadas por el Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil.

Si no había ADN en ninguna de las 17 muestras de las tres toallas analizadas por el L.C.G.C, y se encontró en 14 de las 25 muestras analizadas por el I.N.T, y considerando las hipótesis ya descartadas, tan solo nos quedan dos, y solo dos, posibilidades:

1) Todo se debe al puro azar, a una gran casualidad.

2) El ADN de Francisco Javier Medina llegó a las toallas con posterioridad al análisis del Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil, y antes de su envío al Instituto Nacional de Toxicología.

CASUALIDAD

Consideremos el resultado del I.N.T, y supongamos por un momento que ese resultado representa el número de muestras de las toallas en el que hay ADN de Medina, es decir, un 56 % (14/25). En ese caso, la probabilidad de analizar 17 muestras sin encontrar al menos un rastro de ADN de esa misma persona es de una entre 1.151.608. Una entre un millón. Si suponemos que la distribución del ADN en las toallas era menor, y que ese 56 % era un resultado casualmente alto, la probabilidad de no encontrar ni un positivo en 17 muestras aumentará, pero a costa de la disminución de encontrar el 56 %. Lo único que estaríamos cambiando sería una muy alta improbabilidad por dos altas improbabilidades.

Estos números también cambiarán si tan solo utilizamos las muestras donde se obtuvieron resultados, o si vamos analizando toalla por toalla, pero hagamos como hagamos, el resultado que obtendremos indicará que dado uno de los resultados obtenidos, el otro resulta extremadamente improbable. Y eso independientemente de si el ADN llegó a las toallas por transferencia directa, a través de un tercero o de una lavadora. (Nota: La probabilidad entre un millón se usa por su rotundo significado, pero soy consciente de que otro tipo de cálculos, por ejemplo tomando en consideración tan solo las muestras donde apareció ADN identificado de alguien, resultan en una probabilidad de uno entre 200.000. En cualquier caso, más que las cantidades, importa la consideración del resultado como muy improbable. Para entendernos con un ejemplo, la probabilidad de sacar 20 caras seguidas lanzando una moneda es de aproximadamente una entre un millón, y la de sacar 18 caras es tan solo de una entre 260.000. Más allá del cálculo, resulta muy improbable obtener 18 o 20 caras)

Muy improbable no significa que sea imposible, pero sí que estamos ante una anomalía que debería haber sido considerada con mucha precaución. Las grandes casualidades, cuando aparecen en la prueba usada para detener y acusar a una persona, necesitan de un estudio profundo y completo, para garantizar que realmente se está ante una casualidad, y no ante una situación de otro tipo.

LA OPCIÓN DE LA CONTAMINACIÓN

Esa situación de otro tipo es la otra única explicación para los resultados obtenidos. Una vez descartadas las demás opciones, y aparte del resultado improbable, tan solo nos queda suponer que el ADN de Francisco Javier Medina llegó a las toallas después de ser estas analizadas. Esto sería muy difícil de probar, ya que los implicados en la manipulación y custodia de las toallas negarán siempre que haya podido ocurrir (como ocurrió en el caso de Asunta Basterra), pero no es imposible. Es cierto que la muestra de Medina no se obtuvo hasta que el I.N.T efectuó el análisis de las toallas, pero eso no elimina la posibilidad de una contaminación.

Depende de quien y como custodiara esas toallas entre unos y otros análisis, y quien las manipulara. En el Juicio se pudo presenciar (ver el capítulo 2 de esta serie) como se manipulaban las toallas con muy poco cuidado, delante de Juez, Fiscal y abogados, sin que nadie pusiera objeción. Sí, las personas que las manipulaban llevaban guantes, y las toallas estaban guardadas en bolsas, pero en algunos momentos se depositaron, sin protección, en lugares donde podrían haberse contaminado.

Una vez que el Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil terminó sus análisis, devolvió las toallas, y seguramente estuvieron custodiadas en el juzgado de La Palma del Condado hasta su remisión al Instituto Nacional de Toxicología. Allí pudieron ser manipuladas por personas que habrían podido estar en contacto poco antes con Francisco Javier Medina o Marianela Olmedo, bien directamente, bien a través de un agente intermedio. Si un investigador entrevistó a Medina o Marianela, y les dio la mano o se sentó donde ellos se habían sentado poco antes, podría haber recogido ADN de uno o de los dos. Si después entró en contacto con las muestras, podría haberlas contaminado. 

O podría haber entrado en contacto con otra persona que trabajara en el juzgado (que algunos investigadores visitaban con frecuencia) traspasándole el ADN de Medina, que esa persona posteriormente habría dejado en las muestras al manipularlas. Ese tipo de transferencias (y más complejas todavía) están documentadas, así que no hay duda de que pueden tener lugar. La pregunta es si había alguna persona en el juzgado con acceso a las muestras que pudiera haberse contaminado a través de alguno de los investigadores. Es una cuestión interesante.

Improbable, sí, pero mucho menos improbable que el que por puro azar un laboratorio obtenga cero positivos de 17 muestras y otro 14 positivos en 25 muestras de las mismas toallas. En este caso no podemos escapar de la improbabilidad y eso debería haber provocado que todos los que intervinieron fueran mucho más prudentes.

Recupero ahora algo mencionado anteriormente. La acusación alega que el ADN de Medina hallado en las toallas proviene de células epiteliales, ya que no se halló ni sangre ni semen en las muestras. Aparte de que la hipótesis de la lavadora puede explicar eso, hay que señalar que las pruebas de detección de fluidos no son del todo fiables, y sobre todo, que no se efectúan sobre toda la muestra, tan solo sobre una pequeña parte de esta. Eso significa que se puede realizar la prueba en una parte de la muestra donde no está, por ejemplo, una partícula de semen, resultando negativo al semen, pero positivo en ADN. Esto necesitaría de una explicación más extensa, pero sirva de momento que es una explicación perfectamente válida.

Resulta improbable, hay que reconocerlo, que en todas las muestras ocurra eso, pero no tan improbable como el citado resultado divergente de dos laboratorios. No se puede desechar una hipótesis como incorrecta por ser improbable, a la vez que aceptamos algo mucho más improbable. Hay que ser consecuente.


RESUMEN

En resumen, el ADN de Francisco Javier Medina fue encontrado en tres toallas que no habían sido analizadas inicialmente, que no tenían manchas se sangre ni ninguna señal de haber sido utilizadas durante el crimen, y que estaban perfectamente colgadas en su lugar habitual. El análisis del Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil no encontró ADN de Medina en ninguna de las 17 muestras analizadas de las tres toallas, obteniendo el de Miguel Ángel, María y Marianela (9, 9 y 10 muestras).

El Instituto Nacional de Toxicología halló ADN de Medina en esas tres toallas, pero no en las que sin duda había utilizado el asesino, que estaban manchadas de sangre, y donde además se encontró un perfil de ADN de un desconocido. El ADN de Medina en las toallas guardaba una correlación bastante evidente con el de Marianela, ya que los dos estaban ausentes de las toallas con sangre, y presentes en las otras tres, guardando incluso la proporción: En una toalla donde el ADN de Medina apareció en pocas muestras, lo mismo ocurrió en el de Marianela, y en las otras dos toallas el ADN de los dos apareció en casi todas las muestras. Tan solo esto ya debería haber frenado el ímpetu de los que querían procesar al entonces sospechoso.

Para rematar, los resultados de ambos laboratorios implican un resultado muy improbable, una improbabilidad difícil de aceptar por algunos, o una contaminación posterior al primer análisis, que resulta una improbabilidad difícil de aceptar por otros. En cualquier caso una improbabilidad que no se puede soslayar.

Investigadores de la UCO, fiscalía y Juez de Instrucción, ansiosos por resolver el caso, y con poco entendimiento sobre la prueba, decidieron, de forma imprudente, interpretarla por sí mismos. Ante lo confuso de los resultados, la Juez debería de haber solicitado la opinión de varios expertos contrastados antes de tomar ninguna decisión. No lo hizo, y una vez encarcelado Medina y plasmada por escrito su opinión de que se estaba ante una transferencia directa, ya no había marcha atrás, a riesgo de quedar en evidencia.

Así se encarcela a un inocente en la España del siglo XXI.