lunes, 20 de agosto de 2018

El crimen de Almonte (XI): El embuste como estrategia defensiva.

Una mentira no tendría ningún sentido a menos que sintiéramos la verdad como algo peligroso. (Alfred Adler)

Vamos a encontrar unas cuantas

La lectura del último artículo de Pérez Abellán sobre el crimen de Almonte tan solo me reafirmó en lo que ya sabía, que él y otros periodistas pueden escribir sobre el caso durante meses y meses sin hacer otra cosa que repetir lo que les dictan desde el entorno de la acusación. Francisco Pérez Abellán, Natalio Blanco, Raquel Rendón y alguno más, son todos ellos altavoces de una determinada versión, sin aportar ni una sola idea propia. 

Lo más notable es que entre las cosas que dicen o escriben hay varias mentiras. Ellos y algún otro personaje, como Blanca Estrella Ruiz, presidenta de la Asociación Clara Campoamor, no tienen empacho en repetir y difundir embustes. ¿Mienten? Bueno, para ello deberían saber que lo que están diciendo es mentira, y en este caso dudo que lo sepan. No creo que haga falta acudir a otras hipótesis cuando determinado comportamiento puede ser explicado mediante la ignorancia y la irresponsabilidad, como creo que es el caso. Los que mienten como bellacos son los que proporcionan la información. Mienten a sus periodistas amigos, y mienten durante sus propias apariciones en los medios, aunque las falsedades más groseras las suelen dejar para los despistados que les compran la mercancía sin comprobar que sea buena.

Esas mentiras me tuvieron perplejo durante algún tiempo. ¿Por qué incluso en breves resúmenes adaptados al formato de un artículo, o de una intervención en televisión, se dicen mentiras? No entendía el motivo de esos embustes, que podían dañar el caso de la acusación. No mucha gente se da cuenta de que se están contando mentiras, y los afines, periodistas y otros, no tienen el interés ni las ganas de comprobarlo, pero basta con que alguien señale lo evidente para que una persona neutral e inteligente pueda poner en duda todo lo que le cuentan desde la acusación. Un artículo como el del señor Pérez Abellán, por ejemplo, que contiene falsedades evidentes, es extremadamente vulnerable a la crítica, y puede comprometer su caso cuando quedan al descubierto esas mentiras, tergiversaciones, medias verdades y manipulaciones que vertebran todo el argumentario de la acusación.

Hay que aclarar que no considero mentira todo lo que no sea cierto. Aunque sea falso que apuñalaran a las víctimas 150 veces, o a la niña más de 100 veces, no lo considero en este contexto como una mentira, sino como una exageración destinada a atraer al público. Tampoco considero una mentira afirmar, por ejemplo, que el ADN de Medina llegó a las toallas de forma directa cuando se lavó tras cometer los crímenes. Es una interpretación, errónea en mi opinión, pero no una mentira. 

Mentira es, siguiendo el ejemplo, cuando se oculta que esa afirmación es una interpretación particular y se dice que ha sido certificada por algún organismo prestigioso. 

La clave, acabé por comprender, es la debilidad extrema del caso de la acusación. Es tan flojo, tiene tantos agujeros, que no se atreven a presentarlo tal cual, y necesita trufarlo de mentiras para tratar de que resulte convincente ante una audiencia no cautiva. Para algunos de sus sus fieles suele servir con la simple apelación a la UCO, pero incluso periodistas y personajes no especialmente sagaces, como los ya citados, pueden plantear preguntas incómodas si se les presenta la verdad desnuda. Desde la acusación se sienten débiles e indecisos, y confían tan poco en ese supuesto arsenal probatorio que necesitan engañar y mentir como método de defensa. Si tuvieran tantas pruebas, tanta evidencia para probar su tesis, ¿por qué necesitan mentir varias veces en un resumen de tres párrafos del caso? Vamos a verlo.

1) EL ADN

La mentira más persistente es la que se refiere a la prueba de ADN. La versión de Pérez Abellán es de lo más exagerado, ya que según él los técnicos del Instituto Nacional de Toxicología (INT) determinaron en su peritaje que el acusado había estado en la escena del crimen (se entiende que el día en que fue cometido este), algo que no es cierto. Pérez Abellán lo escribe porque no sabe nada del caso, pero los que se lo han contado saben que es una mentira.

Las versiones menos extremas de la patraña afirman que el INT determinó que el ADN de Medina había llegado a las toallas por transferencia directa, y no indirecta. Falso de nuevo. En este caso, como en el primero, sería fácil demostrar que no mienten, sin más que indicar en que parte de que informe del INT se afirman esas cosas. No lo harán porque no pueden, porque es una mentira que desde el INT se haya afirmado algo así. 

Otra derivada del embuste es la que plantea dos opiniones enfrentadas, por un lado la de un organismo oficial e imparcial, como el INT, y por otra la de los peritos de parte. Es otra falsedad, ya que los peritos de parte, Lorente y Álvarez, aceptaron en su totalidad y sin reservas los resultados ofrecidos por el INT, y ofrecieron su interpretación partiendo de esos resultados.

Este último punto es el que nos da la clave del porqué de las mentiras. Y es que lo que se enfrenta no es la interpretación del INT, casi inexistente, con la de los peritos. Lo que se enfrenta en este caso es la opinión de dos grupos sobre unos mismos informes del INT. Uno de los grupos está formado por miembros de la UCO, fiscalía y Juez de Instrucción, todos ellos legos, y por otro lado el grupo formado por los científicos Jose Antonio Lorente y Juan Carlos Álvarez, con prestigio a nivel mundial.

Es decir, la interpretación de unas personas sin formación en el tema contra la de dos prestigiosos científicos. El principio de autoridad es bastante peligroso, y personas informadas pueden discutir la interpretación de unos científicos, pero poca confianza se puede tener en quienes se escudan en imaginarios informes, y mienten sobre la procedencia de su hipótesis.

Esa es la verdad, y como no pueden asumirla, tienen que mentir, y asignar al INT una interpretación que puede ser más o menos acertada, pero que en realidad han efectuado personas legas y que, en algún caso, demuestran bastante poco conocimiento sobre el tema. A los periodistas no les pueden contar eso, porque incluso los menos espabilados captarían enseguida la debilidad estructural del caso de la acusación. Así que les mienten, y esos periodistas, por ignorancia o irresponsablidad, o por las dos cosas, propagan la mentira. 


2) LA TESTIGO INCÓMODA

Otra mentira recurrente, y bastante evidente, se centra en la testigo Raquel G, a la que acusan de mentir en el juicio y proporcionar a su exnovio una coartada, al declarar que lo vio salir del supermercado con los demás trabajadores. Aparte de una campaña de acoso y de amenazas de un futuro procesamiento por falso testimonio (alguno debería dejar de fantasear y preocuparse más por su propio horizonte penal) se afirma que ha retomado su relación con Francisco Javier Medina. Hay que aclarar que si fuera cierto, si hubieran recuperado el contacto, o incluso la relación, sería legítimo y no estarían haciendo nada malo, pero el hecho, la verdad, es que no han recuperado nada, ni siquiera el contacto, y los periodistas y personajes que difunden alegremente el infundio deberían tener en cuenta que no se puede mentir y acusar de delitos a las personas sin consecuencias.

Esa mentira se la cuentan a todos, así como la de que visitó en el hospital de la cárcel a Medina. ¿Por qué mienten de esa forma? En este caso la respuesta es bastante fácil, porque si no mienten nadie se traga su historia. 

Raquel G y Medina habían roto definitivamente un par de años antes del crimen, y desde entonces su relación no había sido buena, con su exnovio ignorándola por completo, incluso en el trabajo. Tras la detención de Medina, ella no lo visitó en el hospital de la prisión, como sí hicieron otros compañeros del Mercadona, y nunca lo ha vuelto a ver. No solo es mentira que hayan retomado la relación, es que ni siquiera se han vuelto a ver ni a hablar desde hace 4 años. No han coincidido, ni por casualidad, desde que Fran salió de la cárcel, y no hay relación alguna entre ellos.

Esta es la verdad, pero claro, si esta es la verdad y se cuenta así, ¿cómo explicarían entonces las acusaciones de falso testimonio? ¿Por qué iba una persona que tiene su propia vida, que apenas se relacionaba con su ex, y que no lo ha vuelto a ver desde hace más de cuatro años, a mentir para proporcionarle una coartada? No hay explicación, y casi nadie aceptaría la tesis del falso testimonio si se presenta la verdad desnuda, y por eso hay que mentir y difamar.


3) LAS TOALLAS ¿CON SANGRE?

El tema las toallas donde se halló el ADN de Medina también suele dar lugar a sus tergiversaciones y medias verdades. Como la información correcta ha aparecido en prensa, desde el entorno de la acusación no se atreven a decir directamente que el ADN de Medina se halló en toallas ensangrentadas, pero sí que presentan la información a sus interlocutores de tal modo que muchos de ellos interpretan eso, y no los sacan de su error. Hay una grabación de un programa de televisión donde interviene Aníbal, hermano y tío de las víctimas, y donde se dice dos veces que el ADN de Medina se encontró en la toalla manchada de sangre hallada encima del lavabo, sin que él pusiera objeción o aclarara la cuestión. Alguno de los periodistas afines, haciendo gala de su monumental ignorancia, sigue afirmando, casi un año después del juicio, que el ADN apareció en toallas con sangre.

De nuevo la verdad les resulta tóxica, y no se atreven a plantearla abiertamente, porque si se le dice a una persona neutral que:

1) El ADN del acusado se encontró en tres toallas limpias, perfectamente colocadas en su sitio, sin una sola gota de sangre ni señal de haber sido usadas por el asesino.

2) El ADN del acusado no se halló en las dos toallas ensangrentadas (una toalla de baño y un utilizada como alfombrilla) y que sí fueron usadas por el criminal.

Esa persona neutral puede empezar a sospechar que hay algo que no funciona bien en la tesis de la acusación. Así que hay mentir de nuevo, o al menos confundir y tergiversar.

Por eso rehuyen el debate y la confrontación de hipótesis. Ellos necesitan mentir, porque la debilidad de su caso lo exige, y para ello deben conseguir ser la única fuente de sus interlocutores, las víctimas de sus mentiras, y tratar de evitar que pueden acceder a otra información. Por eso yo no tengo inconveniente en enlazar lo que ellos escriben y que el lector pueda comparar y juzgar por sí mismo.

OTROS

Hay más mentiras, y también medias verdades y tergiversaciones. Una relativamente novedosa, como podemos ver en el artículo, es la de que entre los jurados había uno con discapacidad intelectual. ¿Creen ustedes que uno de los jurados que dictaminó sobre la culpabilidad o inocencia de Medina era discapacitado intelectual? Pues no, no es cierto.

Mediado el juicio, uno de los jurados suplentes dijo padecer una discapacidad intelectual, algo que había ocultado durante la selección del jurado, y presentó pruebas de ello. Fue eximido de inmediato, y fiscal y acusaciones rechazaron que se suspendiera el juicio. De forma sorprendente, el jurado con discapacidad fue una de las razones que alegaron ante el TSJA para solicitar la repetición del juicio. El Tribunal dictaminó, de forma contundente, que el jurado era suplente, y no había participado en ningún momento en las deliberaciones, por lo que no había provocado ningún perjuicio a ninguna de las partes.

¿Qué interés puede tener plantear a estas alturas la deficiencia del jurado si no es para engañar y confundir? 

Lo cierto es que cuando un grupo de personas sin prejuicios pudo escuchar las versiones de acusación y defensa, el resultado fue contundente. Cuando no pueden presentar sus mentiras con impunidad, y cuando se pueden contrarrestar sus tergiversaciones, su caso acaba quedando en nada. 

-----------------------------

Vamos a finalizar con un tema totalmente alejado del anterior, sobre el que me gustaría obtener algunas opiniones.

EL TROZO DE PAPEL

Un pequeño trozo de papel de posiblemente 2 x 1,5 centímetros fue hallado en la mano derecha de Miguel Ángel, pegado a uno de los dedos, y recogido durante la autopsia. En principio no parece nada fuera de lo habitual, ya que se encontraron trozos de papel, pañuelos o papel higiénico en varios lugares de la casa, y parece evidente que el asesino los utilizó para limpiarse, o limpiar algo. 

Al final del pasillo principal se halló un papel (que se identifica como papel higiénico una vez, mientras que en el resto de ocasiones de denomina de forma genérica como papel) con sangre y con un pequeño trozo desgajado a unos centímetros. Ese trozo es similar al encontrado en la mano de Miguel Ángel, así que ese papel hallado en el pasillo podría ser su origen, o podría serlo otro. En cualquier caso, hay algo que no acaba de encajar.

Podemos suponer que el papel del que procede el trozo hallado en la mano de la víctima intervino en al pelea de alguna forma. Que en algún momento se rompió, quedando un pequeño trozo adherido a un dedo de Miguel Ángel, y que el resto se cayó al suelo, o fue arrojado por el asesino, o este se lo llevó a otro lugar. 

Pero si ocurrió así, si ese papel se rompió durante la agresión, no podemos proponer que fue utilizado para limpiar algo, como se supone de todos los demás. Si no era para limpiar algo, ¿para qué llevaba el asesino un papel en una de sus manos mientras apuñalaba? O tal vez, se puede suponer, el papel lo llevaba Miguel Ángel y se rompió igualmente durante la pelea.

En cualquier caso me gustaría saber su opinión sobre el tema, y lo que les sugiere, si les sugiere algo, o si simplemente lo consideran algo poco importante. Pueden dar su opinión en comentarios, o escribirme al email, y en una o dos semanas volveremos sobre el tema aquí mismo.