lunes, 15 de agosto de 2016

El asesinato de Jill Dando (II): De repente, un extraño.


Anterior: El asesinato de Jill Dando (I): Muerte en Fulham.

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Todas las pistas prometedoras acababan en nada, y el desánimo comenzó apoderarse del equipo de Oxborough. En una de las frecuentes revisiones del caso alguien propuso volver al principio. En los casi diez meses transcurridos desde el asesinato habían recibido miles de llamadas e informaciones, pero los detectives conjeturaron que las primeras, las más próximas temporalmente al momento del crimen, podían contener información de más calidad que las más tardías, tal vez contaminadas estas por las informaciones aparecidas en prensa y los rumores. Era posible que inicialmente se le hubiese prestado poca atención a alguna de esas primeras llamadas para seguir pistas que en ese momento parecían más prometedoras.

SOSPECHOSO

Hafad
Al revisar las llamadas los agentes encontraron varias que provenían del mismo lugar y que todavía estaban pendientes de investigar. La primera comunicación se había recibido el miércoles 28 de abril, y la interlocutora era Lesley Symes, directora de Hafad (Hammersmith And Fulham Action for Disability), una organización que ayudaba y asesoraba a personas con discapacidad. La señora Symes había contado que un hombre con problemas mentales había estado en sus instalaciones el día del asesinato de Jill Dando, sobre las 11 horas, y que se había comportado de forma extraña. Pese a que tan solo recibían con cita previa, el hombre había insistido en hablar de sus problemas de salud, y de un convenio que había para que las personas con discapacidad difrutaran de viajes gratuitos en los taxis locales. Finalmente, lograron deshacerse de él concediéndole una cita para el día siguiente.

No acudió a la cita el martes, pero había regresado la mañana del miércoles, y por eso llamaba la directora Symes. El hombre se había presentado muy agitado, dirigiéndose a varios empleados, pretendiendo que le dijeran a que hora había estado allí el lunes y la ropa que llevaba puesta. Les dijo que ya había tenido problemas con la policía, y que temía que la policía lo considerara sospechoso del asesinato de Jill Dando. Quería la información para pasársela a su abogado. Formó un escándalo considerable mientras los empleados trataban de quitárselo de encima, hasta que se marchó. La directora Symes no le dijo a la policía el nombre del sujeto, por cuestiones de confidencialidad.

El incidente fue introducido en el sistema informático (HOLMES), pero no se le asigno ninguna acción. Los empleados de Hafad esperaban que algún policía los visitara para ampliar la información, pero como nadie se presentó, realizaron un nuevo intento. El 12 de mayo quien llamó fue Elaine Hutton, encargada de las finanzas. Ella sí le dijo a la policía el nombre del sujeto, Barry Bulsara, y les comunicó su dirección. Ofreció una hora diferente para el momento en que el hombre había estado allí el día 26, las 11:50. También comentó que algunos de los empleados opinaban que Barry Bulsara se parecía al retrato robot del hombre sudoroso visto en la parada del autobús. Esta vez se introdujo en el sistema una acción para entrevistar a Bulsara, algo rutinario, pero se le asignó una prioridad baja.

El 19 de mayo telefoneó otra empleada, Susan Bicknell, que era quien había pasado más tiempo con Bulsara. Ella no creía que se pareciese al retrato robot, pero le había dado la impresión de que el hombre parecía muy nervioso, y que tal vez podría haber sido testigo del crimen. También señaló que la visita había tenido lugar poco antes del mediodía.

Finalmente, el 14 de junio volvió a llamar Elaine Hutton, que afirmó estar sorprendida porque después de varias semanas ningún policía había visitado Hafad para interesarse por el tema. Añadió algunos detalles que no habían sido comunicados en anteriores llamadas, como que el día del asesinato Bulsara llevaba puesta una chaqueta informal y una camisa amarilla, y que portaba una bolsa con documentos. Estos datos, en vez de interesar a la policía, como se pretendía, lograron el efecto contrario, ya que la ropa y la bolsa de documentos no coincidían con ninguna de las descripciones que la policía había recibido de otros testigos, así que a Bulsara se le continuó asignando una prioridad muy baja. Los empleados de Hafad desistieron y ya no volvieron a llamar.

El 24 de febrero de 2000, casi diez meses después del crimen, la misión de investigar a Barry Bulsara se le asigno finalmente a un agente. El encargado, que tenía pendientes otras 25 tareas similares, era el detective John Gallagher. Este visitó Hafad a principios de marzo, y allí escuchó la historia de la visita de Bulsara de las cuatro personas que habían tenido más contacto con él. Lo más notable es que algunas empleadas opinaban que la visita había tenido lugar más tarde de lo que las primeras llamadas habían sugerido. La recepcionista, Rosario Torres, creía que el hombre había llegado sobre las 12:30. La directora Symes opinaba que la visita se había producido después del mediodía, mientras que Elaine Hutton decía que había sido al mediodía. Susan Bicknell, por su parte, seguía afirmando que la visita había tenido lugar a las 11:50.

Las diferencias en cuanto a las horas entre las empleadas hacían imposible extraer conclusiones en esta fase de la investigación, así que había que hablar con el sospechoso. Tras comprobar en los archivos que el verdadero apellido de Barry era George, y revisar sus otros alias y su historial delictivo, Gallagher se dirigió a Crookham Road para entrevistarlo. Pero no iba resultar tan fácil. No había nadie en el domicilio, y un vecino le contó que Barry acababa de salir, y de paso, que era primo de Freddie Mercury. Gallagher visitó el lugar unas cuantas veces las siguientes semanas, pero nunca conseguía encontrar a Barry. En una de las ocasiones le dejó una nota explicándole que la policía quería hablar con él, y solicitándole que se pusiera en contacto, pero sin resultado. Gallagher no informó a Hamish Campbell sobre Barry hasta el 5 de abril, un mes después de su visita a Hafad.  


Barry George
Finalmente se optó por una estrategia indirecta. Averiguaron el lugar y la fecha en que el sospechoso iba a recoger su cheque de discapacitado, y Gallagher y un colega lo esperaron allí. El 11 de abril Barry George apareció por la oficina y se encontró con los policías. Nada más identificarse estos, Barry, que cojeaba de forma ostensible, les comenzó a hablar de un atropello que había sufrido mientras montaba en bicicleta. A la pregunta de por qué no había respondido a la nota que le habían dejado, explicó que pensaba que se refería al accidente y que se la había entregado a su abogado.

Le propusieron a Barry ir a su domicilio para entrevistarle allí, pero él no quiso, alegando que estaba muy desordenado. Lo trasladaron a la comisaría de Fulham, pero debido a que Barry George era un discapacitado debido a su epilepsia, no podía ser interrogado salvo en presencia de un adulto autorizado. Gestionarlo a través de Servicios Sociales iba a demorar mucho el trámite, así que decidieron llevarlo a casa de su madre, que vivía cerca, y que ella actuara como representante. Gallagher transcribió la entrevista, que fue firmada por Barry.

A preguntas de los agentes respondió que aunque no lo recordaba bien era posible que el 26 de abril no hubiera salido de su casa hasta las 12:30 o 12:45, y que se había dirigido caminando hasta Hafad para consultar unos problemas de salud que tenía. Había empleado unos 10 o 15 minutos en llegar, y no estuvo mucho tiempo allí. Al salir se había dirigido a las oficinas de London Traffic Cars, una compañía de taxis en la cercana Fulham Road, dónde consiguió que le llevaran gratis hasta Rickett Street. Allí estaba el Colon Cancer Concern, una organización de caridad, donde pretendía obtener información sobre sus problemas de intestino. Después regresó caminando hasta su casa, y no se enteró del asesinato de Jill Dando hasta esa tarde, por medio de un vecino.

Preguntado sobre la ropa que llevaba ese día, tampoco lo recordaba, pero dijo que podía haber llevado un traje oscuro y un abrigo, con una camisa blanca y una corbata roja; o bien una camiseta, unos pantalones vaqueros y unas zapatillas de deporte. Era posible, continuó, que llevara barba de un par de días. No, nunca se había encontrado con Jill Dando, ni supo donde vivía hasta después de su asesinato. En cuanto al tema de las armas, había sido miembro de los Territorials, y había recibido entrenamiento para disparar rifles.

Finalmente le convencieron para ir con él hasta su apartamento, ya que querían ver el abrigo o sobretodo que podía haber llevado. Los policías no se podían creer el estado del lugar. No pudieron atravesar el pasillo debido a la cantidad de cajas y bolsas que se amontonaban, y tuvo que ser Barry, quien prácticamente trepando sobre ellas, alcanzó el abrigo y lo sostuvo para que la pudieran ver. Después se marcharon, y comenzaron a verificar la información que habían recibido.

London Traffic Cars
La declaración del sospechoso había aclarado una información que los investigadores ya tenían en sus archivos. El mismo día del asesinato, por la tarde, Ramesh Paul, encargado de London Traffic Cars, una compañía de minicabs (vehículos que pueden funcionar como taxis, pero tan solo mediante viajes establecidos, no pueden ser parados en la calle), había llamado a la policía para informar sobre un extraño sujeto. El hombre había llegado a su oficina sobre la una de la tarde, pretendiendo que un taxi lo llevara de forma gratuita hasta Rickett Street, al Cancer Colon Concern. Paul se había reído de él y le había contestado una grosería. Después le había dicho que la tarifa era 4 libras, y que 4 libras eran como 400 para sus conductores. Pero en vez de marcharse, el extraño había permanecido en la oficina unos minutos, paseando, inquieto, mirando de vez en cuando por las ventanas. Por casualidad habían pedido un taxi desde un lugar cercano a Rickett Street, y Paul aprovechó para quitarse de encima al molesto visitante, que acabó consiguiendo su viaje gratis.

Dos días después, el miércoles, Ramesh Paul volvió a llamar a la policía para informarles de que el mismo hombre había regresado y acababa de marcharse. Le había hecho bastantes preguntas, tales como si le recordaba del lunes, o la hora a la que había estado. Cuando Paul respondió que no recordaba el color de la camisa que llevaba, tuvo lugar una surrealista conversación:

Sospechoso: Mira al cielo. ¿De qué color es?
Paul: Azul.
Sospechoso: No, ese no es el color. ¿De qué color es el sol?
Paul: Amarillo.
Sospechoso: Sí.

Paul pensó que estaba ante un completo chiflado, tal vez relacionado con el crimen. A petición del sujeto consultó la hora en que había salido el taxi que le había trasladado y la anotó en el reverso de una tarjeta de la empresa: 1:15 p.m. El hombre, aparentemente satisfecho, se marchó. La policía se tomó en serio estas llamadas y entrevistó a Paul y al taxista. Pero no tenían ni idea de la identidad del hombre, y Paul había declarado el primer día que el hombre tenía el pelo rubio y hablaba con acento del este de Europa, y en la segunda llamada habia señalado que tenía el pelo marrón. La descripción no encajaba con ninguno de los sospechosos vistos por los testigos, y no se relacionó con el hombre que había visitado Hafad hasta que el mismo Barry George se lo contó a Gallagher. 

Preguntado por las razones de las visitas el miércoles a los dos lugares, Barry contestó que lo hacía para poder entregarle la información a su abogado si algún día le consideraban sospechoso del asesinato de Jill Dando.A partir de la entrevista Barry George se convirtió en el principal sospechoso del caso. Tenía edad, altura y complexión compatible con el sospechoso, el color del pelo también era el adecuado, y alguna de la ropa que dijo que podía haber llevado, también coincidía. Vivía cerca de Jill Dando, menos de diez minutos caminando, y tenía antecedentes por agresiones contra mujeres. Había recibido algún entrenamiento con armas, y había actuado de forma sospechosa el día del crimen y poco después No había nada concreto contra él, pero la hora del viaje en taxi y las horas señaladas por George en su declaración aclaraban el lío horario de las empleadas de Hafad, y dejaban al sospechoso sin coartada.

En las llamadas de Hafad se había señalado inicialmente las 11:00 de la mañana para la visita del sospechoso, y posteriormente las 11:50. Ninguna de las dos horas encajaba bien con la posible culpabilidad de Barry, ya que la ropa que las empleadas recordaban era diferente a lo declarado por los testigos. Llevaba una camisa amarilla, y sobre esta una chaqueta o cazadora, oscura y corta, por la cintura, y unos pantalones vaqueros o de chándal.

Las 11:50 hacían casi imposible que Barry pudiese haber participado en el asesinato. Saliendo hacia la izquierda desde el 29 de Gowan Avenue, para llegar a su domicilio, el 2b de Crookham Road, tendría que haber recorrido a pie casi un kilómetro, cambiarse de ropa, salir de casa e ir caminando hasta Hafad, en Greswell Street, más de 1.200 metros. Demasiado para 20 minutos, sobre todo porque nadie en Hafad notó en Barry signos de haber estado corriendo. Como no tenía carnet, ni coche, ni nadie le había visto nunca conduciendo, debía haber ido a pie. Por otra parte, no se había encontrado ninguna chaqueta por los alrededores, lo que descartaba que hubiese podido quitarse la chaqueta negra, deshacerse de ella, e ir directamente a Hafad desde Gowan Avenue. Las 11:50 le proporcionaban una coartada al sospechoso, pero si había llegado después de las 12:00, como habían declarado varias empleadas a Gallagher, la situación cambiaba. En 35 minutos, por ejemplo, si habría tenido tiempo para ir a su casa, cambiarse de ropa e ir caminando hasta Hafad. 

Mapa de la zona:

 

No había pruebas, nada concreto, pero los detectives lo consideraron suficiente para justificar un registro en el apartamento del sospechoso.


VIDA DE BARRY

Barry a los 10 años
Barry Michael George había nacido en Londres en 1960. Su padre, Alfred George, un hombre con pasado militar y que fue conductor de autobús y guardia de prisiones entre otros, se casó en 1954 con Margaret Burke, una chica irlandesa. Después de dos niñas, Michelle y Susan, llegó Barry. En 1967 el matrimonio se separó y Alfred se marchó a Australia y se desentendió de sus hijos. En ese momento ya era evidente que Barry tenía bastantes problemas. 


Había venido al mundo con el paladar hendido, y aunque se corrigió con cirugía,  tuvo problemas de dicción durante su infancia y  adolescencia, que seguramente afectaron a su desarrollo emocional. Incluso de adulto, algunas personas notaban el problema o encontraban extraña su forma de hablar, aunque otros muchos no hallaban nada raro en su pronunciación. Aunque su epilepsia no fue diagnosticada hasta su adolescencia, estaba claro que algo no funcionaba bien. Asistió a varios colegios especiales para niños con problemas de conducta, incluso en un internado para lo que se llamaba chicos inadaptados, hasta que a los 15 años dejó de estudiar y volvió a Fulham con su madre.

Fotografías de Barry durante su juventud
Nada más cumplir los 16 años obtuvo su primer empleo. Lo consiguió él, sin ayuda de nadie, y fue uno de los pocos motivos de orgullo en su vida. Entre mayo y septiembre de 1976 trabajó como mensajero para la BBC, en lo que era probablemente un contrato de verano. Recogía y entregaba cartas y paquetes. Hay que señalar que no utilizaba su verdadero nombre, y a todos les dijo que se llamaba Paul Francis Gadd. Este era el verdadero nombre del músico Gary Glitter, que a mediados de los setenta gozaba de un éxito considerable. Cuando terminó su contrato se quedó sin trabajo, y no lo volvieron a llamar. De hecho, nadie lo volvió a llamar, y probablemente este fue el único empleo real que tuvo en su vida. Poco después su epilepsia le proporcionó una paga como discapacitado, y pronto se adaptó a ella. No fumaba ni bebía, y apenas tenía gastos, así que era suficiente.

Otra foto de joven
En 1977 lo consideraron sospechoso de espiar a mujeres desde los jardines de sus casas, pero no se presentaron cargos. Hasta 1980, cuando contaba veinte años, no tuvo el primer encontronazo con la ley. Había presentado una solicitud para entrar en la policía y le enviaron una carta rechazando su pretensión. Recortó la cabecera y la utilizó para fabricar una tarjeta de identificación como policía, y se presentó con la tarjeta en casa de una mujer y pidió hablar con ella. Ante la más que evidente falsificación llamaron a la policía, que detuvo a Barry. Este dijo llamarse Paul Gadd, y pretendía ser primo de Jeff Lynne, el líder de Electric Light Orchestra. Se declaró culpable de suplantar a un policía y recibió una multa de 5 libras, un castigo bastante poco severo. La historia apareció en un diario local en mayo de 1980. Poco después fue acusado de varios asaltos indecentes contra mujeres. Las seguía y trataba de besarlas, las tocaba y trataba de introducir su mano bajo sus camisas o faldas. Fue declarado culpable en uno de los casos y condenado a tres meses de cárcel, con suspensión de sentencia, y absuelto o exonerado en el resto de casos.

En agosto de ese año Barry entró en las oficinas del West London Observer con un trofeo que dijo haber ganado en el campeonato británico de karate, por haber roto 47 baldosas con una patada. Afirmó llamarse Paul Gadd, y dijo que era primo de Jeff Lynne. El diario publicó un reportaje con fotografías, añadiendo el detalle de que cuando Gadd no estaba entrenando era el cantante de una banda llamada Xanadu. El diario comenzó a recibir quejas e informes de que todo era una mentira, y tras una investigación publicó un nuevo artículo anunciado la falsedad.

Como Steve Majors, a punto de saltar
Poco después Barry comenzó a utilizar otro alias. Pretendía ser Steve Majors, que era un compuesto del nombre de un actor (Lee Majors) y el personaje que este interpretaba en la serie The Six Million Dollar Man (Steve Austin). Utilizando esta identidad pretendía ser un campeón de patinaje, y aunque esto era falso, lo cierto es que Barry era bastante bueno con los patines. De alguna manera consiguió convencer a alguien para organizar una gala en la que Steve Majors iba a saltar con sus patines sobre varios autobuses dobles, y lo hizo delante de algunas miles de personas y una televisión local, con lluvia y fuerte viento. Aunque golpeó el último obstáculo y no aterrizó bien (y parece ser que se lesionó de consideración), lo cierto es que se levanto y se consideró que había completado el desafío y fue aplaudido por el público. Fue otro de los grandes momentos en la vida de Barry.

En diciembre de 1981, con 21 años, se apuntó en el Ejército de Reserva, en el Regimiento Paracaidista, bajo el nombre de S.F Majors. Estuvo 11 meses, y participó en 29 entrenamientos. En agosto de 1982, también pretendiendo ser Steve Majors, se apuntó en un club de tiro, como miembro en pruebas, y recibió al menos 8 clases. A mediados de septiembre le negaron convertirse en miembro oficial del club, y en noviembre tuvo que dejar el Ejército de Reserva, al fallar en algunas pruebas que medían su capacidad y competencia.

Por esta época Barry parecía fuera de control. La policía le paró e hizo preguntas varias veces al encontrarlo merodeando por zonas residenciales. Un día siguió a una estudiante de veinte años, entabló conversación mientras caminaba junto a ella, y de repente la agarró, le tapó la boca cuando ella gritó, y le quitó algunas ropas con la intención de violarla. Por alguna razón, Barry se asustó en el último momento, y tras pedir perdón se marchó corriendo. La mujer denunció el ataque.

En enero de 1983 fue sorprendido por la policía agazapado entre los arbustos fuera de Kensington Palace, donde residían Carlos y Diana. Llevaba ropa militar, incluyendo un pasamontañas, una cuerda de 15 metros y un cuchillo. Lo llevaron a comisaría, pero quedó libre poco después, sin cargos. Parece ser que no lo consideraron una amenaza contra la seguridad del Príncipe y su esposa. Sin embargo es posible que esa visita a comisaría estuviese relacionada con la detención que sufrió poco después. A finales de mes Barry George fue detenido acusado del intento de violación de la estudiante. Se declaró culpable y fue condenado a treinta meses de cárcel, más los otros tres meses de condena suspendida que tenía pendientes de un asalto anterior.

Al salir de la cárcel, en 1985, estuvo una temporada residiendo en un hostal bajo el nombre de Thomas Palmer. Este era un miembro del equipo SAS que había participado en el asalto a la embajada iraní en 1980, y que había fallecido en un accidente de tráfico en 1983. Barry se hacía llamar Thomas o Tom, y pretendía ser miembro de las fuerzas especiales. Por esta época su interés en las armas alcanzó su punto más alto, e incluso adquirió dos pistolas, una Heckler & Koch de imitación y una Bruni que disparaba balas de fogueo. Un día Barry se puso ropa militar y un pasamontañas, y entró disparando con la Bruni de fogueo en el apartamento donde vivía un joven conocido, David Dobbins. Este y su familia se llevaron un buen susto, pero a Barry le pareció muy divertido. Poco después se trasladó al apartamento de Crockahm Road, donde residiría durante los siguientes 15 años.

En 1986 su hermana Susan, que también sufría de epilepsia, murió durante una crisis de esta enfermedad. La epilepsia que sufría Barry era de tipo menos agresivo, y no se manifestaba mediante violentos ataques, sino más bien por pequeñas ausencias en las que parecía desconectar del mundo. Solían durar pocos segundos, pero podía tener varios episodios al día.

No hay registros de que volviese a tener un empleo formal nunca, aunque es posible que realizase algunos trabajos esporádicos y se sabe que realizó algunas tareas como voluntario. Vivía de sus cheques como minusválido. No bebía, no fumaba y podía viajar gratis en el transporte público. Es probable que su madre, que vivía cerca, le lavara la ropa y le hiciese comida algunas veces, así que tenía muy pocos gastos. Sin nada que hacer, se pasaba el día paseando por el barrio, entrando en los comercios a charlar con los propietarios, entablando conversaciones con extraños, sobre todo mujeres, en la calle. En general se le consideraba un tipo raro, bastante raro, pero inofensivo. Algunas mujeres, sin embargo, lo encontraban inquietante. Se daba importancia, pero a la vez resultaba infantil. Un simple, pensaban muchos.

Podía ir vestido con ropa militar, o con prendas llamativas, como un músico. Un día, de repente, se colocaba en un cruce y comenzaba a dirigir el tráfico, marchándose al rato a hacer cualquier otra cosa. Pasaba mucho tiempo en las bibliotecas, leyendo sobre temas que le preocupaban, y años más tarde comenzó a interesarse en internet. Sus diarios acercamientos a las mujeres no le daban demasiado resultado práctico, pero lo cierto es que Barry acabó casándose, en un episodio que no está demasiado claro.

El 2 de mayo de 1989, Barry George, de 29 años, se casó con Itsuko Toide, de 34. Ella era una estudiante japonesa de inglés, y se habían conocido en un centro comunitario japonés (Barry estaba bastante interesado en la cultura japonesa), donde el novio había realizado tareas como voluntario una temporada. El matrimonio apenas duró unos meses, y la esposa pronto abandonó el piso de Crockham Road. Parece que hubo violencia doméstica, y aunque ella le contó a la policía que había sido agredida, no quiso presentar denuncia. Algunos sospechan de un matrimonio de conveniencia, aunque eso tampoco quedó acreditado.

Continuó entablando conversación con las mujeres en la calle, pero hacía algo más siniestro, bordeando la legalidad. Barry se paseaba por Londres, y cuando veía a alguna mujer que le gustaba, la seguía y la hacía algunas fotografías. Después se olvidaba de ella y pasaba a la siguiente. Lo curioso es que nunca reveló esas fotografías (2.597 fotos de 419 mujeres distintas), simplemente las hacía. En 1991 falleció Freddie Mercury (cuyo verdadero apellido era Bulsara), y Barry encontró una nueva identidad. Desde ese momento fue Barry Bulsara, un supuesto primo de Freddie. De vez en cuando todavía utilizaba alguna de las otras identidades, pero Bulsara fue la dominante durante los siguientes años.

A tenderos, vecinos o desconocidos les contaba sus preocupaciones, y estas no dejaron de aumentar con los años. Visitaba los organismos oficiales varias veces al mes para quejarse por cualquier cosa: vecinos, ruidos, arreglos pendientes… A veces se ponía furioso y tenían que echarlo. Pero era su salud la principal preocupación, y en su creciente hipocondría estaba convencido de sufrir varios males, que los médicos no eran capaces de diagnosticar o que no trataban correctamente. Leía en la biblioteca sobre diversas enfermedades que creía sufrir y después discutía con los médicos sobre ellas. Muchos médicos de Fulham no lo querían recibir, y era bien conocido en varios hospitales.

Así pasaba la vida de Barry, paseando, saludando a todo el mundo, intentando relacionarse con mujeres, siguiendo y fotografiando a algunas, quejándose de todo y todos, contándole a la gente sus problemas y preocupaciones, en la biblioteca, en internet… Se tomó muy en serio su identidad de primo de Freddie Mercury. Tenía una tarjeta con el nombre de Barry Bulsara, llevaba encima una foto falsificada donde se le veía junto al cantante, y visitaba todos los aniversarios el domicilio de Mercury, donde entablaba conversación con otros fans, sobre todo mujeres, provocando quejas de algunas. En una ocasión estuvo ahorrando varios meses y el día del aniversario de la muerte de Mercury alquiló una limusina y se bajó de ella ante los fans, disfrazado como su ídolo. Llegó incluso a consultar con un cirujano plástico sobre una posible operación para parecerse a Freddie Mercury.


EL CASO CONTRA BARRY GEORGE

A las 8 de la mañana del 17 de abril un equipo especial llegó al 2b de Crockham Road para realizar un registro. Como no había nadie forzaron la puerta y entraron, encontrándose un caos difícil de describir. Parece ser que Barry no limpiaba nunca, y simplemente llevaba cosas a la casa y las dejaba caer. Había por todas partes montones de cajas, bolsas, basura, periódicos, todo tipo de objetos, tablones… Debido al estado del lugar, el registro duró dos días completos, y entre todo el material que el equipo se llevó estaba el sobretodo Cecil Gee que Barry le había mostrado a Gallagher
Estado del apartamento de Barry George

Además de las fotos no reveladas de mujeres, se encontraron revistas de armas y de temática militar, y entre los muchos periódicos había varios con noticias sobre la muerte de Jill Dando. Se hallaron mensajes de condolencia por la muerte de Dando, que Barry había recolectado por las tiendas de la zona. También un par de manuscritos suyos con el mismo texto, en el que contaba como había estado presente en una entrevista de Dando a su primo Mercury. Probablemente era un borrador para un discurso que Barry soñaba con dar en algún lugar.

El registro tuvo lugar cuando se acercaba el primer aniversario del asesinato y se reavivó el interés de los medios. Hamish Campbell fue entrevistado por periódicos y televisiones, y anunció novedades. Se habían ido dejando de lado otras hipótesis, y ahora estaban convencidos de que el asesino era un solitario, emocionalmente aislado, alguien con mucho interés en las armas, obsesionado con Dando o con otras mujeres. El psicólogo criminal Adrian West había propuesto en un informe, pocas semanas después del crimen, la teoría del solitario, pero el equipo de Oxborough lo había dejado de lado con escepticismo. El cambio de perspectiva se debía, dijo Campbell, a que se habían agotado las otras líneas de investigación. Sin embargo, no dijo nada acerca de que ahora tenían un sospechoso que encajaba, o eso parecía, con ese perfil.

Los investigadores comenzaron a encontrar más y más cosas sospechosas. En unas fotografías halladas en el apartamento aparecía un hombre con ropa militar, una máscara antigás y una pistola, y la policía estaba convencida de que se trataba de Barry.

Pasaron 15 días hasta que el abrigo Cecil Gee fue analizado. El científico Robin Keeley encontró dentro del bolsillo izquierdo de la chaqueta una única partícula de residuos de disparo. Estas partículas salen del arma junto con los gases tras un disparo, y pueden depositarse en cualquier lugar cercano al arma, generalmente la mano de quien dispara. Suelen desaparecer con rapidez, en unas horas, debido a los roces y las manipulaciones habituales. Sin embargo, no se degradan, y si caen en algún sitio protegido, en teoría pueden permanecer en ese lugar de forma indefinida.

La composición de la minúscula partícula era igual a la de algunas partículas halladas en el pelo y la ropa de Jill Dando. Hay muchas municiones que contienen esa composición, así que no era posible relacionar esa partícula con el disparo que mató a Jill, pero había dos cuestiones que Keeley y los detectives encontraban significativo:

1) La partícula podría haber sido de distinto tipo a las encontradas en la víctima, lo que la habría eliminado como prueba. Pero era del mismo tipo.

2) Se había hallado en la ropa de una persona que era sospechosa por otras razones.


Hamish Campbell y algunos de sus hombres cada vez estaban más convencidos de estar en el camino correcto. Decidieron seguir al sospechoso en todo momento, e instalaron una cámara frente a su apartamento. Pudieron observar el extraño comportamiento de Barry, que igual podía caminar en una dirección para inmediatamente deshacer sus pasos, o podía salir y entrar de su apartamento por la ventana, en vez de por la puerta. Hablaba con turistas, o seguía un breve tiempo a alguna mujer. En tres semanas entabló conversación con 37 mujeres. Más tarde la policía se enteró de que en algún momento Barry se había dado cuenta de que estaba siendo vigilado. Una mujer policía de incógnito trabó conversación con él y le preguntó por armas, pero Barry no quiso hablar del tema. La policía no quiso seguir por ese camino, en previsión de futuros problemas legales. 


Seguimiento del sospechoso

Se decidió registrar de nuevo el apartamento. El sospechoso trató de impedir la entrada, pero un agente le empujó y finalmente se efectuó el registro. A mediados de mayo se preparó el siguiente movimiento. La vigilancia no daba resultado, y Barry se había dejado crecer la barba, lo que planteaba la cuestión de si era consciente de estar bajo seguimiento. Se decidió arrestar al sospechoso, y aprovechar al máximo las ventajas de ese acto.

1) Se podría realizar un nuevo registro en el apartamento, a una escala mucho mayor que los dos ya realizados. Tal vez aparecieran nuevas pruebas.

2) Se iba a someter al sospechoso a ruedas de identificación. Cabía la posibilidad de que algunos testigos lo identificaran.

3) Podrían interrogarlo en profundidad, y el interrogatorio lo iban a efectuar expertos. Era posible que confesara o se incriminara de alguna manera.

El arresto se realizó a las 6:30 de la mañana del jueves 25 de mayo de 2000. Barry George fue esposado y conducido a la comisaría de policía de Hammersmith, y el tercer y definitivo registro comenzó enseguida, y no acabó hasta el viernes al mediodía. 104 cajas conteniendo casi todo lo que había en el apartamento fueron llevadas a un almacén de la policía, para posterior análisis. Se registró palmo a palmo el suelo, se introdujeron cámaras por cualquier pequeño hueco o agujero, e incluso se llevó a un perro, probablemente en busca de rastros de drogas o explosivos.

La prensa se enteró casi de inmediato, y se comenzaron a propagar las noticias de que un sospechoso del crimen había sido detenido. La policía pidió de forma expresa que ningún medio publicara fotografías del detenido, ya que eso podía comprometer el caso. Mientras tanto, en la comisaría las cosas marchaban despacio, ya que antes de interrogar al sospechoso, y debido a su minusvalía, hubo que realizar revisiones médicas y psicológicas. Además, hubo que designar un abogado de oficio (Marilyn Etienne) y dar tiempo para que Barry hablara con ella. No fue hasta las 5:30 de la tarde, 11 horas después de la detención, que bajo el mando del experto Michael Snowden comenzó el interrogatorio.

Este se alargó varias horas en distintas sesiones durante los cuatro días siguientes, y no obtuvo los resultados esperados. Pese a todos los intentos, el sospechoso no confesó ni se incriminó. Respondió con tranquilidad y una educación exquisita todas las preguntas, parándose con frecuencia a pensar antes de responder. Casi todas las respuestas terminaban con la palabra Sir, en señal de educación y respeto. En ocasiones el lenguaje que utilizaba era barroco, incluso pedante, pero no daba señales de perturbación mental, y parecía una persona bastante normal. Sin embargo, según pasaban las horas, sus respuestas se fueron haciendo más confusas y vagas, daba alguna contestación fuera de tono y se quejaba de problemas de salud. Hubo que interrumpir el interrogatorio más de una docena de veces para que los médicos lo revisaran. 

Interrogatorio

Barry no tuvo problema en reconocer que utilizaba varios alias, pero negó que dijera mentiras. ¿Pero decir que se llamaba de otra forma no era una mentira? No, una exageración tal vez, pero no una mentira. Pero esas eran cuestiones secundarias. El interrogador estaba interesado en dos elementos principales: Sus movimientos el día del crimen y su relación con las armas.

-Barry se reafirmó en lo declarado a Gallagher. Había pasado la mañana en su apartamento, y no había salido hasta después del mediodía. Había ido a Hafad, a Traffic cars y al centro del cancer, para regresar a su domicilio posteriormente. Se le presionó varias veces, pero no cambió nada. En general, Barry no recordaba ni fechas ni horas. No fue capaz de recordar el año de su matrimonio, ni el año en que había llegado a Crockham Road. Sin embargo, recordaba perfectamente que había trabajado para la BBC entre mayo y septiembre de 1976.

Cuando se le preguntó por su regreso a Hafad y Traffic cars un par de días después del crimen, dijo haber vuelto a esos lugares para tener constancia de sus movimientos ese día y poder entregarle la información a su abogado si se daba el caso. Las horas eran importantes, dijo.

-En cuanto a las armas, sus respuesta no fueron tan firmes. Comenzó negando haber tenido ningún arma. Se le enseño una libreta hallada en uno de los registros, en la que venían escritas por su mano las características de tres armas: La Heckler & Koch, la Bruni y una tercera, una Browning. También se le enseñaron dos fotografías de alguien sosteniendo una pistola en cada una. Negó inicialmente ser quien aparecía en las fotografías y que las pistolas fueran suyas. Con un poco de presión, reconoció que él era quien salía en las fotos portando las armas, y que había comprado la la Bruni y la Heckler & Koch, pero que no eran armas reales. Una tan solo disparaba fogueo y la otra era una réplica de plástico.

No,ya no tenía las pistolas. Tenían que preguntarle a David Dobbins por ellas. Recordemos que este era el joven conocido en cuyo apartamento había entrado George disparando una bala de fogueo. Fue localizado de inmediato y confesó a la policía que un par de años después de aquello, cuando Barry ya vivía en Crookham Road, él y algunos amigos habían entrado en el apartamento y robado las armas. La Bruni de fogueo se había roto y la habían tirado, y la otra, la réplica de plástico, se la habían dado a un niño como juguete.

Por un lado los detectives tenían el hecho de que George había mentido inicialmente sobre las armas, pero por otro lado el último contacto que podían probar con un arma (y de fogueo) se remontaba a 1987, doce años antes del crimen.

El viernes el sospechoso se sometió a una rueda de identificación, y ninguno de los 5 testigos que participaron, incluyendo a Richard Hughes, lo reconoció. En el registro no se había hallado nada nuevo, ningún arma, ni bala, ni resto. Ninguna relación evidente con Jill Dando, ningún escrito sobre ella, ni recortes de prensa, ni subrayados. El caso no podía ser más débil.

Michael Mansfield
El sábado por la tarde se intentó la última jugada. Se interrogó a George de nuevo sobre las armas y se le pidió que explicara como había llegado una partícula de residuo de disparo, coincidente con las halladas en la víctima, al bolsillo de su chaqueta. Barry respondió que no sabía nada de eso, ni podía explicar como había llegado la partícula a su bolsillo. En ese momento la abogada del sospechoso paró el interrogatorio. No la habían informado sobre dicha prueba, y tras algunas consultas, informó a la policía que su cliente no iba a contestar más preguntas ni someterse a más ruedas de identificación.

Policía y fiscalía debatieron largo tiempo sobre lo que iban a hacer, hasta que finalmente se decidieron a procesar a Barry George, y a las 8:30 de la tarde del 28 de mayo fue oficialmente acusado del asesinato de Jill Dando. Se decretó que debía permanecer en prisión hasta la celebración del juicio. Desde ese momento, la tarea de la policía fue ayudar a la Corona a presentar un caso lo más fuerte posible. Por su parte, a Barry le asignaron como principal abogado defensor a Michael Mansfield, uno de los abogados más célebres del país y conocido por sacar a la luz errores judiciales. Se avecinaba una batalla legal de resultado incierto.

HACIA EL JUICIO

Mansfield trató de que se retirara la acusación, pero se le negó la pretensión y se propuso el comienzo del juicio para febrero de 2001. El abogado trató también de que se eliminara como prueba el residuo de disparo, sobre todo cuando se conoció una información que podía ser importante. La chaqueta había sido recogida del apartamento del sospechoso el 17 de abril, pero no se había enviado al laboratorio para su análisis hasta el día 2 de mayo. Se averiguó que entremedias,  el 28 de abril, la chaqueta había sido llevada a un laboratorio fotográfico de la policía. Allí se le retiró su envoltorio protector sellado y se la colocó en un percha para ser fotografiada. Para Mansfield era evidente que en ese lugar podría haber tenido lugar una contaminación, pero el tribunal denegó la eliminación de la prueba y dejó la posible contaminación a la valoración del jurado.

Una sorpresa vino cuando pocas semanas antes del juicio la defensa anunció que iba a presentar una coartada para el momento del crimen. Pese a que Barry había declarado ante Gallagher que había salido de su apartamento después de las 12:30, y había reiterado después de su detención que la visita a Hafad se había producido después del mediodía, ahora se cambiaba su declaración. Según contó Mansfield, Barry George había salido de su apartamento sobre las 10:30 o 10:45, había ido caminando hasta Hafad y permanecido allí hasta las 13:00 horas. De ser cierto, eso le daría una coartada absoluta. Está claro que Mansfield quiso aprovechar las declaraciones del personal de Hafad, que parecían proporcionar una coartada a Barry. En mi opinión el cambio fue un grave error estratégico. Explicaré en el siguiente capítulo la razón.

El 26 de febrero de 2001 comenzó el juicio, pero tras unos días de cuestiones preliminares, se suspendió durante 7 semanas. El juez levantó las restricciones para la prensa y en algunos diarios publicaron fotografías de Barry George esposado o con apariencia amenazadora, hablaron de sus disfraces, de sus múltiples personalidades, y de lo extraño que era y lo presentaron como culpable. Nada que no veamos en España en cada caso, pero eso no era frecuente en la Gran Bretaña de principios de siglo. Mansfield se quejó y afirmó que Barry no podía tener un juicio justo y que ya estaba condenado. El juez, arrepentido, determinó que tan solo una fotografía de Barry, sin esposas, podía ser publicada, y ordenó continuar. Pero en ese momento los problemas de salud y psicológicos de Barry retrasaron el reinicio, que no se produjo hasta 23 de abril. El estado físico y mental de Barry obligaba a interrupciones con mucha frecuencia, para ser examinado por médicos y psicólogos. El acusado se sentaba con apariencia de enfermo, sufriendo alguna vez, aparentemente, algún tipo de ataque. Caminaba y se comportaba de tal manera que daba la impresión de estar actuando, o al menos exagerando mucho. Muchos opinaban que interrumpía declaraciones y testimonios cuando le convenía, y que actuaba por interés. Sin embargo el juez le permitía casi todo. Seguramente porque sabía que Barry George era un hombre enfermo y con graves problemas.

Más allá de que exagerara sus síntomas, Barry sufría de una epilepsia que le provocaba frecuentes ausencias. De niño había sufrido también labio leporino, y sus problemas de dicción le habían provocado graves complejos durante su infancia y adolescencia. Eso y la epilepsia habían afectado a sus estabilidad mental, y aunque un neurólogo vigilaba el desarrollo de la epilepsia, nunca había sido tratado formalmente por psiquiatras o psicólogos. Cuando estos examinaron al acusado no se pusieron de acuerdo exactamente en todos los males que sufría, pero todos estuvieron de acuerdo en que tenía graves problemas.

Personalidad histriónico-narcisista, trastorno facticio, sindrome de Asperger, paranoia, trastorno de somatización, y unos cuantos más. Su cociente intelectual era de 76, justo en el límite. En algunas clasificaciones cae dentro del retraso mental, y en otras está justo por encima. Estaba en el grupo del 10 % de población menos inteligente. Tenía una memoria muy pobre y muy poca capacidad de concentración, y tampoco tenía capacidad para planear y ejecutar acciones complejas. Sus dolencias podían ser en parte simuladas, pero la misma simulación podía acabar convirtiendo en reales algunas de ellas. El juez hizo lo que pudo para que los problemas de Barry no afectaran demasiado al juicio.

Mansfield consiguió que se eliminasen como prueba las miles de fotografías de mujeres que Barry tenía sin revelar, ya que el juez consideró que no se podía establecer ninguna relación entre ellas y el crimen. El fiscal tampoco podía presentar los antecedentes penales del acusado, ya que la ley vigente en aquel momento lo impedía. Se verá como esta norma, que beneficiaba claramente a los acusados, impidió en este caso, sin embargo, que la defensa pudiese presentar una información decisiva para la interpretación de un punto clave.

La acusación se sostenía sobre cuatro pilares fundamentales:

1) Las declaraciones de los testigos, que demostrarían que, contra lo declarado por el acusado, este había estado en Gowan Avenue el día del crimen.

2) La partícula de residuos de disparo, que establecería una relación indirecta entre el arma del crimen y Barry George. Su interés por las armas le proporcionaba el acceso a ellas y la capacidad para modificarlas.

3) Las mentiras contadas por el acusado durante su declaración, sobre todo en cuanto a si sabía de Jill Dando antes de su muerte. Elementos hallados en su apartamento y algunos testigos mostrarían que tenía mucho interés en la víctima.

4) El intento del acusado de proporcionarse una coartada, con las dobles visitas a Hafad y London Traffic Cars.

Se intentó apoyar este núcleo de acusación con algunas pruebas más débiles, como, por ejemplo, una fibra hallada en la ropa de Jill Dando, que era compatible con las fibras de un pantalón del acusado. La estrategia de la defensa pasaba por impugnar esos cuatro pilares, y tratar de demostrar que no había realmente pruebas contra el acusado.

En la tercera parte se tratarán los juicios. He escrito con cierto detalle sobre la vida y costumbres de Barry George, y podrán leer próximamente algunas anécdotas significativas. Toda esta información, que muchos pueden considerar excesiva, tiene un objetivo definido: que el lector tenga a su disposición los elementos necesarios para llegar a una conclusión. En último término, todo dependerá de la elección que hagamos entre dos interpretaciones para determinado comportamiento del sospechoso, y para elegir es necesario disponer de toda la información relevante.

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Próximamente: 

-El asesinato de Jill Dando (III): Los juicios.
-El asesinato de Jill Dando (IV): ¿Culpable o inocente?
-El asesinato de Jill Dando (V): Demasiadas hipótesis.

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FUENTES

Ver al final de la primera parte.

domingo, 12 de junio de 2016

El asesinato de Jill Dando (I): Muerte en Fulham

No hay otro caso como este. Una víctima famosa, un crimen inusual, un enigma que se agranda con el tiempo. Al principio pareció que no iba a poder ser resuelto, después se resolvió, y finalmente quedó de nuevo pendiente de resolver. Va camino de convertirse en uno de los grandes misterios de la historia criminal.

MUERTE DE UNA ESTRELLA DE TELEVISIÓN

¡ Jill Dando ha sido asesinada ! Poco antes de las 13:00 horas del lunes 26 de abril de 1999 este rumor comenzó a extenderse por las redacciones de periódicos y cadenas de televisión, y la incredulidad pronto dejó paso a la sorpresa y el desconcierto. ¿Jill Dando? Esas cosas no pasan, no les pasa a personas como Jill.  

Jill Dando


Jill Dando y Alan Farthing
Probablemente la presentadora más conocida del Reino Unido, a sus 37 años Jill Dando estaba en el mejor momento de su vida. Presentaba programas de éxito para la BBC, aparecía en revistas y reportajes, se relacionaba con la realeza y la aristocracia, y acababa de anunciar su compromiso de boda con Alan Farthing, un brillante ginecólogo. 
 
Desde la misma tarde del crimen, y durante varios días, el suceso abrió los noticieros y monopolizó las portadas de diarios y periódicos sensacionalistas. Era la noticia con más impacto desde la muerte de la princesa Diana, ocurrida un par de años antes. Aunque inicialmente se reportó que la presentadora había sido apuñalada, creencia basada en una suposición de la testigo que descubrió el crimen, pronto se aclaró que Jill había recibido un único disparo en la cabeza, a la puerta de su casa de Fulham. El asesinato había tenido lugar en un elegante barrio de Londres a plena luz del día, lo que resultaba inusual. La prensa comenzó enseguida a especular si el disparo en la cabeza podía indicar una ejecución.

Portada de un diario


De forma casi inmediata se plantearon cuatro hipótesis:

1) Un crimen personal. Quien la mató, por sí mismo o a través de un tercero, habría sido alguien cercano a ella, a causa de problemas sentimentales o económicos.

2) El acosador. Podía haber sido un admirador despechado o un acosador enloquecido. Tal vez alguien parecido a Mark David Chapman, el asesino de John Lennon.

Equipo de Crimewatch
3) Un criminal resentido. Aparte de programas de viajes o antigüedades, Jill era conocida sobre todo por ser la copresentadora, junto a Nick Ross, de Crimewatch, un conocido programa de la BBC que recreaba crímenes sin resolver y apelaba a la colaboración ciudadana. Tal vez uno de los programas había molestado mucho a alguien y Jill lo había pagado.

4) La conexión serbia. Por esas fechas estaba en su apogeo la intervención de la OTAN en la antigua Yugoslavia. Tan solo tres días antes del crimen había sido bombardeada la sede de la televisión yugoslava, matando a 16 trabajadores. Además, Jill había presentado poco antes un programa especial de la BBC solicitando ayuda para los refugiados de Kosovo. El asesinato podía ser una venganza de un comando serbio.

Inspector Jefe Hamish Campbell
La investigación comenzó de inmediato con un gran despliegue de medios. Decenas de agentes (el equipo llegó a contar con 45 personas), bajo las órdenes del inspector jefe Hamish Campbell, participaron en la llamada Operación Oxborough, destinada a encontrar al asesino. Cuando se revisa el trabajo realizado por el equipo de Oxborough, lo cierto es que impresiona. Cuando finalizó la investigación se había entrevistado a 5.000 personas, se habían tomado 2.400 declaraciones, se habían recibido 7.000 informaciones, se habían comprobado 80.000 llamadas de teléfono y examinado 14.000 correos electrónicos. El crimen de motivación sexual se descartó de inmediato, y el robo también, ya que Jill llevaba en una muñeca un valioso reloj, y en uno de sus dedos, bien a la vista, el costoso y llamativo anillo de compromiso. Además, ninguna de esas dos posibilidades encajaba con los datos conocidos. 

Hay que señalar algo importante acerca del lugar donde se cometió el asesinato, el 29 de Gowan Avenue, Fulham, Londres. Aunque la casa pertenecía a Jill, ya no residía allí de forma habitual y tan solo la visitaba de vez en cuando. Desde que había anunciado su compromiso con Farthing, a principios de año, y durante los últimos meses de su vida, Jill no tuvo un domicilio regular. Viajaba con mucha frecuencia debido a sus programas de viajes o antigüedades, durmiendo fuera de Londres en muchas ocasiones. Otra veces ella y Farthing hacían escapadas a lugares románticos. Cuando estaba en Londres, algunas veces ella y su prometido habían pernoctado en la casa de Gowan Avenue, pero tan solo lo habían hecho dos noches durante el último mes de vida de Jill. Casi siempre dormían en la casa de Farthing, en Chiswick. Con la boda prevista para septiembre, habían decidido poner en venta las casas de ambos y comprar una nueva.

Una de las ofertas que recibió Jill fue la de un familiar de su vecino del número 31, Richard Hughes, y ya habían llegado a un acuerdo, en el precio (la vendía en unas 350.000 libras, cuando le había costado 265.000 tan solo cuatro años antes) y en todo lo demás. Estaba previsto que los compradores se trasladaran allí en julio, pero mientras tanto Jill seguía teniendo en la casa parte de su ropa, una pequeña oficina con documentos, archivos, y sobre todo, su fax. Además, continuaba siendo su dirección postal y allí recibía el correo. Así que de vez en cuando visitaba la casa, sola o acompañada por Farthing, y aprovechaba para coger ropa, los fax que hubieran llegado, y el correo. No eran visitas regulares, eso era imposible con sus viajes y sus compromisos, y además, las visitas se habían ido espaciando con el tiempo.

Si he explicado con detalle la relación de Jill con la casa es porque resulta muy importante a la hora de analizar el caso.

ANTES DEL CRIMEN

El miércoles 21 de abril, cinco días antes del crimen, Jill viajó a Dublín para rodar el programa de antigüedades. Se quedó allí esa noche y la del jueves, y no regresó a Londres hasta el viernes. Esa noche durmieron, como solían hacer, en la casa de su prometido. Fueron despertados de madrugada, ya que una paciente de Farthing tenía problemas, y este tuvo que ir al hospital. El sábado por la mañana estaban cansados y tardaron en levantarse. Después de comer Farthing regresó al hospital para revisar el estado de sus pacientes, y Jill aprovechó para visitar la casa de Gowan Avenue. Los registros de la alarma indican que entró en la casa a las 14:02 y la dejó a las 15:34. Allí recogió el correo, hizo algunos pequeños trabajos, cogió un vestido que iba a ponerse esa tarde en un acto, y al revisar el fax se dio cuenta de que apenas quedaban papel y tinta.

Esa tarde de sábado la pasaron en un acto de recaudación de fondos para caridad, donde se subastó un baile con Jill, y alguien pagó 400 libras por el privilegio. Durante el acto, recordó su prometido más tarde, alguien que dijo llamarse Julian se acercó a ellos y entabló conversación. Parecía saber tanto de Jill que Farthing lo encontró inquietante. Nunca se ha sabido su identidad. El domingo estaba nerviosa debido al estreno de Antiques Inspectors, el programa de antigüedades que había estado rodando. Por la tarde, ella y Alan vieron juntos el programa en la casa de Chiswick, y después recibió algunas llamadas de felicitación. Parecía que el programa había gustado. Por la noche la pareja estuvo conversando sobre la organización de la boda, prevista para el 25 de septiembre. Lista de invitados, recepción, lugar de la ceremonia… Después se fueron a la cama.


EL DÍA DEL CRIMEN

El lunes la alarma sonó a las 6:45 de la mañana, ya que Farthing tenía que estar temprano en el hospital. Ella se quedó en casa, y mantuvo algunas conversaciones telefónicas, con los padres de Alan y con algunas amigas. A las 12:30 tenía previsto acudir a una comida de caridad en el Lannesborough Hotel, y era el único compromiso que tenía ese día. Una vez arreglada, a las 10:10 salió de la casa de Chiswick y se subió en su BMW. La policía revisó cientos de horas de grabaciones de cámaras de seguridad, y pudo establecer con bastante precisión la ruta y los movimientos de Dando esa mañana.

- 10:20. En una estación de servicio BP echó gasolina al coche y compró una botella de leche desnatada. Se dirigió a Hammersmith y aparcó el coche en Bridge Avenue. Desde allí fue caminando hasta King´s Street, y entró en una tienda de la cadena Ryman, donde compró un paquete de 500 hojas A4, pero no encontró tinta para el fax.

Jill buscando tinta para el fax
- 10:46. Pagó en Ryman, y se dirigió al King´s Mall shoping centre, y una vez allí entró en la tienda Dixon, donde revisó las estanterías buscando la tinta para su fax, pero tampoco tuvo suerte, y después de unos minutos dejó la tienda y fue en busca de su coche. 

- 11:13. Una mujer la reconoció entre el tráfico, ya en Fulham, y llamó a una amiga para contarle que había visto a una famosa. El BMW de Jill entró en Fulham Road, y comenzó a buscar algún sitio para aparcar. Tras intentarlo en un par de calles, lo consiguió en Munster Road. Desde allí recorrió un corto trecho caminando hasta una pescadería.

- 11:20. A esta hora aproximada entró en Cope´s fish shop, donde compró 2 filetes de lenguado para cenar con Alan esa noche. Mientras estaba en al tienda, a las 11:23, recibió una llamada de teléfono confirmando unas reservas para el musical Mamma Mia, una sorpresa para el cumpleaños de su prometido, y se puso muy contenta. Poco después dejó la tienda y regresó a buscar su coche. Recorrió unos cientos de metros por Munster Road y giró a la izquierda, hacía Gowan Avenue.

-11:30. Aproximadamente. Recorrió Gowan Avenue y el llegar a la altura del 29 Jill tuvo un golpe de suerte y encontró un hueco para aparcar casi en la puerta de su casa.

Antes de continuar hay que explicar que durante ese viaje de una hora y veinte minutos entre la casa de Chiswick y la de Fulham, Jill recibió un buen número de llamadas en su teléfono móvil y también realizó alguna. Tan solo una de ellas resulta relevante, y fue una llamada que recibió sobre las 10:30. Su interlocutora era Allasonne Lewis, una empleada del agente de Jill, Jon Roseman, y que era la encargada de gestionar el día a día de Dando. Lewis le había enviado algunos fax esa mañana, pero no se había completado el envío, y la llamaba para interesarse por si había algún problema. Jill le respondió que sabía lo que ocurría, la falta de papel y tinta que había notado el sábado, y le comentó que se dirigía a comprarlos, y que esperaba que para la hora de comer estuviese todo arreglado.

Después de aparcar su coche, Jill abrió el maletero y sacó las bolsas con las compras y algunas cosas que llevaba para la casa. Es casi seguro que tenía pensado dejar la leche y el lenguado en la nevera y recogerlos al finalizar la comida en el hotel. No había conseguido comprar la tinta para el fax, pero es posible que tuviese intención de intentarlo más tarde, mientras regresaba del hotel, y aprovechar que iba a recoger la leche y el pescado para dejar el fax en funcionamiento, pero lo cierto es que no es más que una conjetura.

Pulsó el botón de alarma del BMW, que hizo su beep característico, y con su bolso colgado del hombro derecho y la bolsa con sus cosas en la otra mano, se dirigió hacia la casa. No se sabe si la cancela estaba abierta o cerrada, pero sea como fuere, atravesó la entrada y tras unos pocos pasos se paró delante de la puerta y abrió el bolso para sacar las llaves de la casa, que llevaba en otro llavero distinto al de las llaves del coche. Vean la siguiente (e inquietante) foto de Jill en la puerta de su casa, porque puede ser una buena aproximación de su posición cuando estaba a punto de ser asesinada. Seguramente la única diferencia sea que el día del crimen estaría mirando hacia la puerta en vez de a la cámara. 

Jill Dando en el lugar donde sería asesinada

No tuvo tiempo de abrir la puerta. Alguien se acercó a ella por detrás, con rapidez, y la tiró al suelo, o la obligó a tirarse. Allí, con la frente de Jill tocando la baldosa o muy cerca de esta, el asesino, agachado, apretó con fuerza el cañón de una pistola contra la sien izquierda de su víctima y disparó. La bala atravesó la cabeza de Jill y salió por la sien derecha, provocando un daño cerebral masivo. El asesino se marchó de inmediato, molestándose en cerrar la cancela detrás suyo.
  
 
29 Gowan Avenue en 2008


 
Richard Hughes
Al menos dos personas vieron al asesino cuando se marchaba. Uno de ellos fue Richard Hughes, el vecino del número 31 cuyo familiar había llegado a un acuerdo con Jill por su casa. Hughes estaba en el piso superior de su domicilio cuando escuchó claramente el beep de la alarma del BMW. Su mujer tenía un coche como el de Dando, y la alarma sonaba igual. Poco después de la alarma escuchó unos pasos y un grito, que le sonó extraño, tal vez más de sorpresa que de miedo. Pero le inquietó lo suficiente como para levantarse y dirigirse a mirar por una de las ventanas, y mientras se acercaba pudo escuchar el ruido del cierre de la cancela. Al apartar la cortina vio a un hombre que acababa de dejar la cancela atrás y giraba hacia la izquierda, alejándose de la casa. No pudo verlo bien, tan solo media cara cuando el hombre giró ligeramente su cabeza para mirar atrás mientras se alejaba, pero le pareció alguien elegante, tal vez un amigo de Jill, pensó. Desde la ventana no podía ver la puerta de su vecina, así que al no observar nada extraño pensó que todo estaba bien. Lo último que vio antes de retirarse de la ventana fue al vecino de enfrente, Geoffrey Upfill-Brown, que salía de su casa.

El hombre que vio Hughes le recordó vagamente a un personaje de televisión, el cómico Bob Mills. Le parec que tenía la cara gruesa, con papada, y el cuerpo robusto, como el de un soldado o un jugador de rugby. Llevaba un sobretodo tipo Barbour, marrón oscuro, con solapas de distinto material al resto. Aunque no pudo precisar su altura, Richard tuvo la impresión de que era más alto que él mismo, que medía 1,71 metros. El hombre tenía una espesa mata de pelo negro, liso. Llevaba en la mano derecha lo que Richard le pareció un teléfono móvil.

Geoffrey Upfill-Brown, de 68 años, estaba saliendo de su casa, el número 30, cuando le llamó la atención un hombre que corría por la acera de enfrente. Al escuchar el sonido del cierre de la cancela de Upfill-Brown el hombre miró en su dirección, y al notar que estaba siendo observado frenó su carrera y continuó a un trote ligero. Upfill-Brown, que se fijó bien porque su actitud le pareció sospechosa, le siguió con la vista unos treinta o cuarenta metros, hasta que el hombre desapareció detrás de una furgoneta aparcada. Pero como tampoco vio ni escucho nada extraño, aparte del sujeto corriendo, no dio ninguna alarma. El hombre que vio mediría 1,73 metros, y tenía una constitución fuerte. Tenía el pelo negro y largo, y al testigo le dio la impresión de que podía llevar una peluca. De entre 35 y 40 años de edad, correctamente afeitado, de tez pálida. Llevaba una chaqueta oscura, larga y holgada, unos pantalones también oscuros y holgados, y zapatos negros. No hay duda de que Hughes y Upfill-Brown vieron al mismo hombre, ya que Hughes vio también a Upfill-Brown saliendo de su casa. Las diferencias en la descripción no sorprenderán a nadie familiarizado con los problemas que plantean las declaraciones de los testigos. De todos modos, las coincidencias son muy significativas. Los dos describieron al hombre como robusto y no muy alto, y ambos se fijaron en su mata de pelo negro. Ropa oscura, una chaqueta o tal vez un abrigo.


Pasaron unos cuantos minutos hasta que se descubrió el crimen. Helen Doble, una conocida de Dando que vivía en una calle cercana, caminaba por Gowan Avenue en dirección a una copistería. Cuando vio aparcado el BMW de Jill se dijo que tal vez pudiera charlar unos minutos con ella, como hacía siempre que se encontraban. Al llegar a la altura de la cancela y mirar hacia la puerta vio a su amiga tirada en un charco de sangre. La reconoció de inmediato, y le pareció que estaba muerta. Eran las 11:43 cuando llamó a emergencias y pidió una ambulancia, diciendo que Jill Dando había sido apuñalada, eso pensaba debido a la cantidad de sangre. Después, sin saber que hacer, fue a buscar a una amiga unos números más atrás, en la misma calle. Esta, nada más ver lo que pasaba, entró en una consulta médica que había en el número 21. El doctor no estaba, pero la recepcionista acudió con ella y las tres se quedaron en la acera, sin atreverse a acercarse más. Richard Hughes escuchó a las mujeres hablar y salió a ver lo que ocurría, descubriendo entonces al crimen. A las 11:53 llegó un coche de la policía, e inmediatamente los paramédicos, que intentaron reanimar a Jill, y procedieron a su traslado al hospital. Allí, a las 13:05, fue declarada oficialmente muerta.

Más tarde, cuando los detectives reconstruyeron todos los movimientos de la víctima, calcularon que el disparo fatal había sido realizado sobre las 11:30 o las 11:32, no mucho antes o después. Los al menos 10 minutos que pasaron entre el asesinato y el descubrimiento del cadáver se explican porque pese a que pasaron varias personas y coches delante de la casa durante ese tiempo, la única manera de ver a Jill tirada en el suelo era mirando hacia la casa justo al pasar a la altura de la cancela. El muro impedía ver el cuerpo de Jill casi desde cualquier otro lugar.

La policía centró sus pesquisas iniciales en dos elementos bastante prometedores: el arma del crimen por una parte, y los testimonios de vecinos y transeúntes, por otra. Por desgracia, en vez de proporcionar respuestas, ambos elementos plantearon nuevas preguntas y acabaron añadiendo confusión al caso. El arma del crimen es un pequeño misterio en sí misma, y los testimonios, muy numerosos, vagos y contradictorios, lo que consiguen es desconcertar.

EL ARMA DEL CRIMEN

El autor del blog http://historiadelasarmasdefuego.blogspot.com/ ha respondido amablemente a mis muchas preguntas, y me ha aclarado bastantes dudas. No tienen ninguna responsabilidad en los posibles errores que yo haya podido cometer en la siguiente exposición.

Pistola 9mm short
La bala que atravesó la cabeza de Jill Dando rebotó en la puerta, a unos 22 centímetros del suelo, y cayó junto al cuerpo. Cerca de este se halló también el casquillo. Con un análisis minucioso de ambos elementos los especialistas fueron capaces de establecer la munición y el tipo de arma utilizada. El casquillo era de una variedad comercial fabricada por Remington en los Estados Unidos para su uso en pistolas semiautomáticas de 9mm, en su versión short. Una pistola pequeña que fabrican varias empresas, como Walther o Beretta, pero no se pudo determinar el fabricante.

En el casquillo se encontraron 6 extrañas marcas que los detectives y expertos no pudieron identificar. No había precedentes en ningún crimen cometido en Gran Bretaña de marcas similares, y parece que buscaron también en algunos otros países. 

El crimpado es el proceso de ajustar la boca del casquillo alrededor de la bala para que sujete esta correctamente. Este proceso se suele realizar cuando se quiere aprovechar un casquillo usado, colocando una nueva bala en el mismo y ajustando para que quede bien sujeta. Hay dos sistemas, mediante una matriz de crimpado o una tenaza de crimpado. Al parecer las marcas del casquillo del crimen se parecían más a las de una tenaza de crimpado que a las de una matriz. Pero el problema, dijo la policía, es que la tenaza suele dejar tres marcas que suelen ser casi idénticas. En este caso había seis marcas, y todas ellas eran diferentes entre ellas, bastante imperfectas. Parecía, dijeron, como si alguien hubiese usado un clavo y un martillo para realizar un crimpado. Por otra parte, podrían ser marcas sin relación alguna con un crimpado. Tal vez una especie de firma del asesino, o de quien le vendió el arma y la bala a este.

Casquillo y bala
Pero esto era solo parte del misterio. En el casquillo tan solo se encontró una señal de eyección de pistola semiautomática, es decir, tan solo había sido disparado una vez. En la bala tampoco había ninguna marca típica de haber sido separada del cartucho, ni manualmente ni mecánicamente. Según todos los indicios, la bala y el cartucho nunca se habían separado hasta el disparo, así que ¿quien y por qué habría hecho esas extrañas marcas que parecían de crimpado manual?

La bala era un tipo estándar de Remington. Pero su análisis demostraba que la pistola que la había disparado tenía el cañón liso, y según parece no se fabrican pistolas semiautomáticas con el cañón liso. La hipótesis más probable, según la policía, era que el arma era una que había sido desactivada y después vuelta a activar, seguramente sustituyendo el cañón inutilizado durante el proceso de desactivación por uno fabricado de forma artesanal, tal vez a partir de un tubo de metal.

Había otras dos posibilidades: Que fuese una starting pistol alterada para poder disparar munición real, o que fuese una pistola normal alterada con un nuevo cañón más largo, y vuelto a recortar. Pero la policía consideraba estas dos opciones más improbables que la primera.

Por último, según el encargado de la investigación, no se había utilizado silenciador. La información sorprendió bastante, ya que se sabía que nadie había escuchado el disparo. Richard Hughes que pudo escuchar claramente el sonido de la alarma del coche de Dando, el grito de la víctima y el ruido de la cancela al cerrarse, no escuchó ningún disparo. Otro vecino que vivía un poco más lejos también creyó escuchar un grito, y tampoco escuchó un disparo.

Ha habido algo de confusión sobre el tema, ya que se dijo que la falta de silenciador se había deducido a partir de la ausencia de marcas del mismo sobre la bala, pero esto no es cierto. Los silenciadores, o supresores, reducen el ruido de un disparo reteniendo los gases resultantes del mismo, pero la bala no toca las paredes y no quedan marcas, y por tanto, la ausencia de las mismas no excluye la utilización de algún tipo de supresor. Yo sospecho que la falta de silenciador se dedujo a partir de la marca, las quemaduras y la pólvora halladas en el orificio de entrada, típicos de disparos a cañón tocante, pero que son diferentes o están ausentes cuando se utiliza un supresor. A partir de la ausencia de silenciador, hay opiniones diferentes sobre la razón por la que nadie escuchó el ruido del disparo. Para algunos la explicación está en que al apretar la pistola con tanta fuerza contra la sien todos los gases resultantes entraron en la cabeza, actuando esta como un supresor.

Sin embargo otros dicen que esto no es suficiente para explicar la falta de ruido, y proponen la hipótesis de que en realidad la bala y el casquillo se separaron de alguna manera y que al casquillo se le retiró parte de la pólvora antes de volver a montarlo con la bala. La presión de la pistola contra la cabeza y la menor cantidad de pólvora si podrían explicar la falta de ruido. En contra de esta hipótesis está el hecho de que no se encontraron marcas de separación en la bala. No está del todo claro si los técnicos serían siempre capaces de detectar dichas señales, sobre todo en balas deformadas por un impacto. El autor del blog me ha expresado sus dudas sobre la efectividad de quitar pólvora. Ese tipo de munición es poco potente, y la falta de incluso una pequeña parte de la pólvora podría provocar que la bala se quedara sin fuerza para penetrar.

También me ha comentado que un disparo realizado en esas circunstancias tampoco tiene porque hacer mucho ruido, y además este sería grave, en contraposición a sonidos agudos como el de la alarma del coche o el cerrojo de la cancela. Lo más probable es que la ausencia de ruido se deba al disparo a cañón tocante, aunque sin poder descartar del todo alguna manipulación de la bala. Sorprende que la policía no zanjara definitivamente esta cuestión mediante experimentos controlados. Se conocen distancias y obstáculos implicados, las condiciones meteorológicas y casi todas las circunstancias que pudieron tener influencia en el ruido implicado en el disparo. Incluso podrían haber reproducido el disparo en el mismo lugar donde ocurrió, reconstruyendo las circunstancias casi exactas del crimen, utilizando algún maniquí o el cadáver de algún animal para el experimento.

LOS TESTIGOS

La policía entrevistó a todos los vecinos de Gowan Avenue, a muchos de las calles aledañas y a los que sin vivir en la zona, habían pasado ese día por allí. A todos les preguntaron si habían visto algo inusual o extraño, o que les hubiese llamado la atención. El resultado fue una enorme cantidad de información que podía ser de ayuda, pero que también podía llevar a confusión. Los detectives pudieron ir encontrando e identificando a muchas de las personas que habían sido vistas, pero finalmente quedaron unos treinta casos sin aclarar. Muchos testimonios se presentarán con detalle en la segunda parte, cuando se trate el juicio, pero sirvan ahora unos pocos ejemplos para darnos cuenta de la problemática:

-Sobre las 9:30 o 9:40 (2 horas antes del crimen), dos mujeres que miraban por la ventana del número 55 de Gowan Avenue vieron a un hombre corriendo. Corpulento, con traje y corbata, parecía un ejecutivo de la City, según una de las mujeres, o más bien un agente inmobiliario, según la otra.

-Poco después de las 10:00 el cartero introdujo varias cartas en el buzón de la puerta de Jill, y al darse la vuelta para marcharse pudo ver a un hombre que miraba directamente hacia el número 29 desde la acera de enfrente. El hombre, al sentirse observado, se movió fuera de la vista tras una furgoneta aparcada. Pelo negro, traje oscuro, apariencia elegante.

-A las 10:08 una guardia que controlaba los aparcamientos (para aparcar en Gowan Avenue había que tener tarjeta de residente o pagar en el parquímetro) vio un Range Rover azul oscuro sin el ticket, y cuando se disponía a multarlo un hombre llamó su atención desde el interior. Mientras hablaba por teléfono el hombre parecía indicar con la mano que estaba a punto de marcharse. La guardia se alejó de allí.

-Un par de minutos después, una conductora que pasaba por la calle pudo ver que un Range Rover azul que se pegaba mucho a ella y aceleraba el motor, como si tuviera mucha prisa. Se sintió presionada y se alegró cuando vio aparcar al molesto seguidor junto al estado del Fulham.

-Sobre las 10:35 un limpiador de ventanas que trabajaba justo frente a la casa de Dando vio a un hombre delante del número 29, hablando por teléfono. Parecía elegante, con traje gris. Su pelo era rubio o marrón claro. Le pareció un agente inmobiliario.

-Aproximadamente a las 11:15 una mujer salió de una clínica cercana y se dirigió a buscar su coche (el sitio que dejó vacante lo ocupó Jill unos 15 minutos más tarde). Pudo ver a un hombre a unos metros, en la carretera. Tenía pelo negro y un traje oscuro, tal vez azul oscuro. Parecía un agente inmobiliario.

Hay más testimonios, bastantes más, incluidos los que no vieron a nadie sospechoso, o simplemente no vieron a nadie. El problema, como se puede observar, es que ninguna de las personas vistas estaba realmente haciendo nada sospechoso. Es muy probable que de no haber ocurrido el asesinato, todos estas personas hubieran sido olvidadas por los testigos muy pronto, al día siguiente o muy poco después. Las descripciones, por otra parte, difieren unas de otras. Hubo varios testigos que vieron un Range Rover azul por la zona, y eso dio que pensar a las investigadores, pero ese modelo de coche era muy habitual y se podían ver unos cuantos pasar sin más que pararse unos minutos en una calle de Fulham.

Había tantas descripciones distintas que durante un tiempo la policía consideró la posibilidad de que el asesinato hubiera sido cometido por varias personas, un equipo. Tal vez varios hombres, con un Range Rover azul de apoyo, habían vigilado y cometido el crimen. Resulta tentador construir hipótesis a partir de algunos testimonios. Estas hipótesis se analizarán en la tercera parte. El problema era que todos los sospechosos podían ser completamente inocentes, y que simplemente no habían sido encontrados y descartados. El hombre que vio el limpiador de ventanas, por ejemplo, parece ser que fue identificado como un empleado de la empresa suministradora de gas, que estaba llamando para dar la lectura del número 28. Es posible que todas las demás personas vistas tuvieran una razón igual de inocente para estar ese día en esa calle.

Algo parecido ocurría con los sospechosos vistos después de cometido el crimen.

-Sobre las 11:37 o las 11:38, un testigo vio a un hombre atravesar la calle corriendo, a la altura del cruce de Gowan Avenue con Fulham Palace Road, y seguir esta calle hacia el oeste. El sospechoso estuvo a punto de ser atropellado por un coche.

-Aproximadamente a la misma hora una mujer vio a un hombre corriendo por Fulham Palace Road, mientras hablaba por teléfono.

-Otra mujer vio a un hombre corriendo en la misma calle, y a la misma hora aproximada, pero iba en dirección contraria a donde había señalado la testigo anterior.

-Joseph Sappleton estaba esperando el autobús a la altura del número 389 de Fulham Palace Road, a menos de 200 metros de Gowan Avenue, y vio llegar a un hombre desde la zona del parque Bishop. Se fijó bien porque el hombre sudaba mucho por cara y cuello, como si acabara de correr. Llevaba una chaqueta oscura, pantalones que no parecían ir a juego, y zapatos marrones. El hombre dejó pasar un autobús y después cogió el siguiente para una parada cercana, que podía haber alcanzado con el anterior autobús.

Retrato robot
Hubo más testigos, que vieron a hombres corriendo, o comportándose de forma extraña, en la misma calle, en calles cercanas, en el parque Bishop, e incluso en la misma orilla del Támesis. También fueron vistos varios Range Rover. El problema es el mismo. No hay manera de averiguar si la mayoría de estos testimonios contiene información relevante, solo unos pocos, uno solo, o ninguno. El mismo hombre no podía estar corriendo en una dirección, en la contraria, atravesando el parque, en la orilla Támesis y esperando el autobús. Incluso para un equipo de asesinos parecen demasiadas carreras. De todos modos, como algunos testigos habían visto a un hombre corriendo cerca del cruce con Gowan Avenue y un testigo vio a un hombre sudoroso llegar a la parada del autobús, los detectives consideraron que estaban ante una buena pista. Mejor todavía, Sappleton se había fijado bien en el hombre, durante un buen rato, y a diferencia de Hughes y Upfill-Brown, fue capaz de proporcionar los datos necesarios para construir un retrato robot. Pese a la oposición de muchos detectives, los jefes decidieron dar publicidad al retrato. La policía recibió muchas llamadas, pero nunca se pudo identificar al hombre de la parada del autobús. 


LAS HIPÓTESIS

Las teorías sobre las que trabajaron los detectives a lo largo de los meses eran prácticamente las mismas que se habían planteado al principio.

1) EL CRIMEN PERSONAL

El círculo interno

Esta fue la principal línea de investigación durante los primeros meses. En primer lugar se consideró el círculo más íntimo de Jill: Su prometido, su hermano, su agente, sus compañeros de trabajo, algunos amigos…, no más de 20 personas en total. Se comprobaron y volvieron a comprobar sus coartadas hasta que quedó claro que ninguno de ellos había estado en Gowan Avenue a la hora del crimen. Pero el crimen podía haber sido cometido por un tercero en nombre de uno de ellos. Se comprobaron todas sus relaciones, su situación económica, sus familiares y sus contactos. La más pequeña relación con alguien que supiese manejar armas era investigada a fondo. Su agente, Jon Roseman, declaró más tarde que había sido sometido a un minucioso escrutinio, y que se sintió tratado como un sospechoso. Se analizaron documentos y contratos, pero tampoco se halló nada. La solución no parecía hallarse en el círculo interno. Los detectives consideraban que alguien lo suficientemente resentido contra Jill para asesinarla, u ordenar el asesinato, a sangre fría, difícilmente habría podido ocultar sus sentimientos, y que habrían tenido lugar incidentes que señalarían a alguien. Pero nadie sabía de ningún episodio sospechoso. Tal vez alguna de sus anteriores parejas podía estar dolida, pero resultó que Jill se llevaba razonablemente bien con sus antiguos novios. Tal vez la ex esposa de Farthing…, pero tampoco se encontró nada por ese camino. Jill Dando no tenía enemigos, al menos abiertamente.

Si el crimen hubiese tenido lugar una semana más tarde la perspectiva podría haber cambiando totalmente. Debido al piso que iban a comprar juntos, Jill iba a hacer testamento a favor de Alan Farthing, además de convertirlo en el beneficiario de un seguro de vida. Farthing, que pasaba dificultades económicas a causa del divorcio de su esposa, se habría convertido en el sospechoso más evidente. Tal como ocurrieron las cosas, no recibió nada. Al no haber hecho Jill testamento, las 600.000 libras que quedaron después de impuestos fueron a parar a su octogenario padre. El hermano de Jill, Nigel, a quien su padre ordenó administrar la herencia, fue investigado, pero no se halló nada. Era un periodista sin problemas económicos y se llevaba bien con su única hermana.

Parece ser que debido a un desagradable incidente entre su agente y un directivo de la BBC, Jill estaba planteándose prescindir de Jon Roseman, pero aparte de que no era definitivo, y de que es muy improbable que este supiera las dudas de Jill, Roseman no ganaba nada con la muerte de su cliente. Pero eran pistas que la policía tenía que agotar hasta ser descartadas.

El segundo círculo

Una vez que la investigación sobre el círculo interno se fue agotando, los detectives se centraron en aquellas personas conocidas de Dando, pero que no eran íntimas. Se contactó con las 486 personas anotadas en la agenda de Jill. Se entrevistó a muchos compañeros y ex compañeros de trabajo, y a todos los interesados en la compra de la casa de Gowan Avenue. También se investigó a todos sus novios y relaciones, retrocediendo hasta los días de su primera juventud. Se comprobaron todas las llamadas realizadas desde los teléfonos de Gowan Avenue, desde la casa de Farthing, desde la BBC, y desde todos los hoteles donde se había alojado en los últimos meses. Si algún contacto parecía interesante, se le entrevistaba y se revisaban sus propias llamadas.

Se construyó una biografía de Dando, con especial atención a los últimos 12 meses de su vida. Se registró y anotó cada pago con tarjeta, cada cheque, cada retirada de efectivo, cada reunión, cada viaje, largo o corto, cada acto benéfico, … etc. Se preguntó a amigos y conocidos acerca de sus encuentros con ella, dónde habían tenido lugar y lo que habían hablado. Se trataba de encontrar algún incidente que pudiese señalar a un sospechoso. Tal vez le había contado a alguien algo acerca de una tercera persona, o algún incidente que le acababa de ocurrir. Por otra parte, cabía la posibilidad de encontrar algo así como una doble vida de la víctima, que tal vez ocultaba algún secreto. Ninguna de las dos posibilidades se materializó. No encontraron ningún incidente que señalara a un sospechoso ni encontraron ningún secreto en la vida de Jill.

Se rastrearon 80.000 llamadas de móvil realizadas desde las torres cercanas al lugar del crimen. Se interrogó a algunos personajes sospechosos, e incluso se detuvo a uno que acabó siendo un sujeto con afán de notoriedad. Se contactó con todas la personas del Reino Unido que se apellidaban Dando. Se descubrió que alguien, haciéndose pasar por James Dando, supuesto hermano de Jill, había llamado el 1 de febrero (el día que apareció en los periódicos el anuncio del compromiso de Dando y Farthing) a varias compañías de suministros para intentar cambiar las facturas a su nombre y también la forma de pago. Seis días antes del crimen, alguien llamó a la compañía telefónica para intentar lo mismo. La policía comenzó una lenta y laboriosa investigación para encontrar al autor de las llamadas.


2) EL ACOSADOR

Unos tres años antes del crimen Jill comenzó a recibir en la BBC cartas de un admirador que pretendía tener un encuentro con ella. Cuando comenzó a insistir, ella le respondió dos veces solicitando de forma educada que la dejase en paz. Pero no sirvió, y el misterioso admirador comenzó a ganar confianza. Cuando Jill se encontró una de las cartas bajo la puerta de su casa se alarmó y avisó a la seguridad de la televisión. Finalmente se supo que el autor de las cartas era John Hole, de Kent, un solitario de cerca de sesenta años, que cuando se vio expuesto se disculpó y prometió no volver a molestar a la presentadora. Otros admiradores habían escrito y llamado a Jill, nada que no sufran muchos famosos, pero el acoso de Hole había durado más de dos años. Una vez cometido el asesinato, la policía lo sometió a una intensiva investigación durante varias semanas antes de descartarlo. Los detectives encontraron a 140 personas que tenían algún interés más allá de lo normal en Jill Dando, pero ninguno de ellos fue considerado un sospechoso prometedor. También se investigó a algunos acosadores conocidos, pero tampoco se halló ninguna pista que los ligara con Dando o el crimen.

Durante los primeros meses los detectives consideraron que la hipótesis del acosador tenía un grave problema: no había señales de acoso. Una vez finalizado el asunto Hole, Jill no recibía más cartas o llamadas que cualquier otro famoso. No comentó con ningún amigo ni conocido ningún incidente, y todos coinciden en que durante los meses anteriores al crimen nadie la estaba acosando.


3) CRIMEWATCH

La hipótesis era aparentemente atractiva, pero no tenía mucho recorrido. Jill Dando era presentadora, no periodista de investigación. A diferencia de su compañero de programa, Nick Ross, ella no participaba en la documentación y preparación de los reportajes. En caso de venganza, Ross o alguno de los policías que participaban en el programa eran un objetivo más obvio, sin contar a los policías que realmente habían investigado cada caso, o los jueces y fiscales implicados. Aunque no se podía descartar del todo la hipótesis, no parecía tener mucho fundamento. El mismo Nick Ross ha escrito que no hay precedentes en el Reino Unido de venganzas de delincuentes sobre policías o jueces, y sería más extraño todavía encontrar la venganza dirigida a una presentadora. También ha comentado Ross que cuando visitaba cárceles o entrevistaba a delincuentes solía encontrar muestras de simpatía en vez de resentimiento.

La policía consultó con todos sus confidentes y contactos en el mundo del crimen por si alguien había escuchado algún rumor o algo relacionado con el asesinato. Nada.


4) LOS SERBIOS

Este enfoque parecía más prometedor. Además del reciente bombardeo de la televisión yugoslava, unas semanas antes Dando había presentado un programa especial para conseguir ayuda para los refugiados de Kosovo. Tal vez ese programa había provocado que los serbios se fijaran en ella, y cuando poco después tuvo lugar el ataque a la televisión, la tomaron como objetivo. En contra de la hipótesis estaba el hecho de que los tres días entre el bombardeo y el asesinato no parecen suficientes para ordenar el asesinato y organizarlo correctamente. Además, si el asesinato era una venganza, sería de esperar que algún grupo serbio lo hiciera notar claramente, revindicando el acto de alguna forma.

Aunque hubo dudas, a la policía tampoco le convencía esta hipótesis, sobre todo porque la presentadora era una víctima muy improbable. De haber querido los serbios tomar venganza, tenían a su disposición decenas, sino cientos, de políticos o militares, cuyos domicilios no eran más difíciles de encontrar que el de Jill Dando.

Programa especial sobre Kosovo
Aunque la hipótesis serbia se había planteado el mismo día del crimen, según Nick Ross, no fue tomada en serio hasta que la secretaria de Jill en la BBC recordó que tras el programa especial sobre Kosovo se había recibido una carta (que destruyó poco después) en la que alguien se quejaba porque no se trataba el sufrimiento de los niños serbios, tan solo de los kosovares. En la carta no había realmente amenazas, y era bastante educada, pero sirvió para que la hipótesis se tomara en cuenta. Una vez que la prensa habló de esa posibilidad, el director de la BBC y otros personajes recibieron amenazas de supuestos comandos serbios. La opinión general de la policía es que los que amenazaban estaban aprovechando la ocasión, nada más.


BLOQUEO

Si analizamos con cuidado las circunstancias del crimen y los datos disponibles para la policía, nos podemos hacer una idea de las dificultades que enfrentaban.

1) El estudio atento de cientos de horas de grabaciones de vídeo, de decenas de cámaras, había permitido reconstruir de forma bastante precisa el recorrido de Jill esa mañana, pero no era lo único importante. Pese a los repetidos visionados en busca de una pista, no encontraron ni el más mínimo indicio de que Jill o el BMW estuvieran siendo seguidos esa mañana. Algunas de las cámaras tenían una visión muy amplia, y habría sido casi imposible que algún coche la siguiera sin que fuese descubierto.

2) La visita de Jill a la casa de Gowan Avenue no era previsible. Había estado allí el sábado, tan solo un par de días antes, y por tanto no era de esperar otra visita pronto. La única razón parece haber sido el dejar el fax con los suministros adecuados. ¿Quién sabía que iba a visitar ese día la casa? La policía nunca lo ha hecho público, seguramente para evitar especulaciones. Pero si alguien lo sabía, debía ser muy poca gente. Es probable que se lo dijera a su prometido, pero ni siquiera eso es seguro. Tal vez lo comentó con alguna amiga o la familia de Alan cuando habló con ellos la mañana del crimen, pero era un acto tan trivial que es posible que no lo hiciera. Poquísima gente sabía que iba a visitar ese día la casa, y es posible que solo Farthing y Allasonne Lewis supiesen de la visita con antelación, y esta última tan solo una hora antes del crimen.

Estos dos puntos obligaban a plantear una pregunta clave: ¿Cómo sabía el asesino o asesinos que Jill Dando iba a estar ese día a esa hora en ese lugar? Fuese un admirador despechado, o un acosador, o un delincuente ofendido, o un antiguo novio, o un serbio vengativo… ¿cómo podía saber ninguno de ellos que iban a encontrar a Jill Dando en esa casa?

La respuesta es que no lo podían saber. Que nadie la iba siguiendo, y que nadie informado podía esperar encontrarla ese día en ese lugar. Por lo tanto, parecía un crimen de oportunidad, un golpe de suerte para el asesino y mala suerte para Jill. Quien la mató desconocía que Jill no residía en esa casa. Eso encajaba mejor con un asesino individual, un acosador, que con una conspiración de criminales o serbios. En los registros se podía encontrar el nombre de Jill Dando asociado a ese domicilio, pero sería de suponer que un crimen organizado tuviese mejor información. Tal vez quien fuera había probado varias veces, y pudo suponer que el lunes era un buen día para recoger el correo. Richard Hughes declaró que Jill solía ir los lunes, pero no era tan regular, sus viajes se lo impedían, y por ejemplo, el lunes anterior no había ido, y probablemente el anterior a ese tampoco.

Aunque al principio la hipótesis de un crimen por encargo realizado por un equipo de asesinos había sido considerada con mucha atención, fue perdiendo adeptos con el paso del tiempo. Muchos detectives parecían inclinarse por la idea de algún admirador enloquecido que había estado rondando el domicilio de Jill, tal vez ya había pasado por allí en días anteriores, buscando la oportunidad. Y por puro azar Jill apareció en el momento justo. Algunos informes de psicólogos forenses apoyaban esa teoría. No era un asesinato obra de un profesional o un sicario, era obra de un aficionado que había cometido varios errores. Esta hipótesis, que más bien parece una hipótesis por descarte, fue ganando favor según se iban cerrando todas las otras línea de investigación sin resultado.

Portada del Radio Times
Se conjeturó que el admirador podría haberse sentido ofendido por el anuncio del compromiso de Jill, o por algún cambio de imagen. Por ejemplo, tan solo unos días antes del crimen Jill Dando apareció en la portada de una revista vestida de cuero, un cambio de imagen radical respecto a su usual forma de vestir, bastante recatada y modesta. Por algo era conocida como la chica de la puerta de al lado. El cambio podría haber indignado a algún admirador obsesionado con ella.


La falta de avances y de resultados, y las especiales circunstancias del caso, llevaron a algún medio a publicar que la policía había considerado incluso opciones bastante poco usuales, pero posibles. Una de esas hipótesis era que el asesino se hubiese equivocado de víctima. Había varias posibilidades:

-Un error en la calle. Hay varias calles en esa zona que son muy parecidas. Por ejemplo, Wardo Avenue, que es paralela a Gowan Avenue, parece una fotocopia de esta. Tal vez el asesino buscaba el 29 de otra calle.

-Un error al elegir la víctima. Tal vez buscaban a alguien en esa calle, pero se equivocaron de víctima. Eso podría encajar mejor con un asesinato en plena calle, pero no encaja bien con un crimen a la puerta de la casa. Salvo… Se comentó que la mujer de Richard Hughes, el vecino del 31, tenía cierto parecido con Jill. Edad aproximada, el mismo corte y color de pelo y el mismo modelo de BMW.

Sin embargo, la policía no pudo encontrar ningún motivo para que alguien quisiera matar a algún vecino de un número igual de otra calle, y la mujer de Hughes era una profesora sin enemigos.

Cuando se acercaba el primer aniversario del crimen la investigación parecía haber entrado en un callejón sin salida. La palabra fracaso  amenazaba al equipo de Oxborough.
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Próximamente

-El asesinato de Jill Dando (II): De repente, un extraño.
-El asesinato de Jill Dando (III): Los juicios.
-El asesinato de Jill Dando (IV): ¿Culpable o inocente?
-El asesinato de Jill Dando (V): Demasiadas hipótesis.

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FUENTES  

LIBROS

- Burke, Mike. Fight to clear Barry George of the Jill Dando murder.

- Cathcart, Brian. Jill Dando. Her life and death.

- Lomax, Scott. Justice for Jill. How the wrong man was jailed for ther murder of Jill Dando.

- Mansfield, Michael. Memoirs of a radical lawyer.

- McVicar, John. Dead on Time. How and Why Barry George Executed Jill Dando.

- Ross, Nick. Crime.

- Smith, David James. All about Jill. The life and death of Jill Dando.


Comentario:

Las obras de Brian Cathcart y David James Smith son las más completas, mejor escritas, mejor documentadas y más rigurosas. Resultan indispensables.

Michael Mansfield y Nick Ross tratan el caso de Jill Dando de forma tangencial y sin mucho detalle, pero sus libros contienen algunos elementos interesantes.

Scott Lomax produjo una obra irregular, con secciones brillantes, como su análisis de los testigos, y otras más flojas.

John McVicar aporta alguna información aprovechable, pero el libro no tiene el nivel de los primeros citados, y el autor divaga con frecuencia.

El libro de Mike Burke no está demasiado bien escrito, pero las relaciones familiares del autor le dan acceso a información importante, y además, es una fuente indispensable para los entresijos de la defensa y los juicios.


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PRENSA






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OTROS

- Crímenes que conmocionaron a Gran Bretaña: Jill Dando

Las recreaciones son bastante deficientes y con errores de bulto, pero contiene testimonios y opiniones interesantes.


- Programa de Crimewatch sobre Jill Dando.