lunes, 15 de mayo de 2017

El enigma de los Alpes (I): La matanza de Chevaline

INTRODUCCIÓN

Cuatro personas fueron asesinadas en un remoto paraje de los Alpes franceses en septiembre del año 2012, y el caso, todavía pendiente de resolver, se ha convertido en uno de los más misteriosos de la historia criminal europea. Fue en su momento noticia en todo el continente, y aunque de vez en cuando parece reavivarse el interés de la prensa cuando alguno de los palos de ciego de los investigadores parece prometedor, enseguida vuelve a desaparecer de las noticias, en espera de que algún día el enigma sea descifrado.

Lugar del crimen

El proceder del encargado de la investigación, el fiscal Eric Maillaud, complicó al máximo lo que ya era de por sí un caso complejo y difícil. Su principal preocupación, desde el primer momento, fue la de alejar el crimen de Francia, y a ello dedicó buena parte de su esfuerzo y tiempo. Una semana después del suceso realizó un viaje a  Inglaterra, tan mediático como innecesario, y allí declaró ante los periodistas con gran seguridad que el lugar donde se había cometido el crimen era casual, y que sin ninguna duda el origen y las causas del crimen estaban en Inglaterra, de donde habían llegado la mayoría de las víctimas. Lo más notable de esas declaraciones es que no estaban soportadas por ninguna evidencia, y que esta parecía apuntar precisamente en la dirección contraria a la que declaraba el fiscal. 

Eric Maillaud
Maillaud se empeñó en lanzar sospechas en los medios sobre una persona sin pruebas que lo apoyaran, concedió gran importancia a pistas poco prometedoras, ignoró lo que indicaban los pocos datos fiables que tenía a su disposición, y finalmente concentró todo el esfuerzo de los agentes en la identificación de un sospechoso. Cuando lo consiguió y no dio los resultados esperados, toda la investigación colapsó. Después de eso, el fiscal, al que encantan las cámaras, se dedicó a conceder entrevistas donde afirmaba que podíamos estar ante el crimen perfecto, continuaba ignorando la evidencia, y alternaba su antigua obsesión con un sospechoso con una nueva hipótesis, que a base de insinuaciones y suposiciones iba dejando caer que tal vez el autor de los crímenes está muerto. Desde el verano de 2016 es el fiscal de un nuevo departamento,  Puy-de-Dôme, con sede en Clemont-Ferrand, y ya no está a cargo de la investigación.

Creo que el comportamiento de Eric Maillaud puede explicarse en gran medida a partir de su posición en el entramado administrativo de un estado que es un gigantesco parque temático. El turismo es uno de los pilares de la economía francesa, y los asesinatos de viajeros no son nada bueno para la imagen que se quiere dar a los potenciales visitantes, sobre todo si no se aclaran pronto. En ese momento ya estaba pendiente de resolución el extraño asesinato de un turista belga en julio de 2011 en el norte del país (al que, por cierto, también trataron de asignar su origen fuera de Francia), así que el asesinato de varios turistas, británicos en este caso, podía hacer pensar que algún lunático estaba matando a extranjeros. Algunos medios especularon con ello, y también con la posibilidad de que bandas de delincuentes estuvieran tomando como objetivos a coches con matrícula británica, y podemos suponer el temor a que un rumor de ese tipo se propagase en el importante mercado turístico británico. El viaje de Maillaud y su imprudente declaración se explican en este contexto, y se puede considerar que visitó Inglaterra como representante turístico más que como investigador de un crimen. Sus declaraciones ante los medios, supuestamente sobre la investigación, estaban dirigidas a los potenciales turistas británicos, intentando atajar los rumores y tratando de tranquilizarlos.

A las órdenes del fiscal, que tiene una función en las investigaciónes muchísimo más activa que sus equivalentes de otros países, trabajaban los detectives de la Gendarmería, y estoy convencido de que escudriñaron todos los ángulos del caso, y que trabajaron duro para intentar resolverlo. Pero cuando el jefe de una investigación, nada más empezar esta, declara categóricamente de forma pública cual es la hipótesis correcta, hay que tener muchas pruebas y mucho valor para llevarle la contraria, y nadie va a seguir con demasiado ahínco teorías que de resultar ciertas dejarán en mal lugar a su superior. Así que casi todo el esfuerzo de investigación se ha concentrado en una de las hipótesis, la menos probable, dejando pocos recursos y menos interés para las más prometedoras. Maillaud tan solo comenzó a aceptar otra posibilidades (y nunca como primera opción) cuando el crimen dejó de ocupar espacio en los medios, varias semanas después. Trasladar el origen del caso fuera de Francia impidió hacer un llamamiento que podría haber sido decisivo para su resolución: Se trataba de solicitar que contactaran todos los que habían estado cerca del lugar del crimen los días anteriores a la fecha en que se cometió, tal vez hasta un par de semanas antes.Veremos al final de la serie las razones para hacer ese llamamiento, que no se efectuó porque hubiera estado en total contradicción con la teoría que hacía a los Al-Hilli el objetivo del asesino.

Maillaud en conferencia de prensa
Su deseo de alejar el crimen de Francia no es el único problema del fiscal francés. A Eric Maillaud le gustan las cámaras, pero le gusta más aún teorizar. Proponer, analizar y discutir hipótesis sobre el caso, con poca o ninguna atención a la evidencia, igual que hacen muchos periodistas y aficionados a los crímenes. En la entrevista que le realizó Parry para su libro, Maillaud y el periodista pasaron revista a todas las hipótesis, sin que ninguno de ellos discutiera siquiera la evidencia que refuta la mayoría de ellas. No la negaron o la matizaron, simplemente la ignoraron o, en el mejor de los casos, la trataron superficialmente. No estamos, como podría pensarse, ante una amable atención del fiscal con la prensa, es así como afrontó el caso. 

Los detectives británicos no comprendían la forma de actuar del francés, y una fuente de la parte británica de la investigación le dijo a un periodista que: Desde el mismo comienzo el señor Maillaud estaba obsesionado con las teorías, en vez de reunir pruebas que pudieran demostrar la culpabilidad de alguien.  Analizando algunas de las respuestas que dio a los periodistas, a veces da la impresión de que el fiscal ni siquiera conocía bien los datos de su propio caso, pero lo que nunca le faltó fue disposición para explicar una y otra vez todas las teorías posibles.

Es un error bastante común suponer que ante un caso criminal lo importante es proponer teorías o hipótesis (aunque hablando con propiedad son dos cosas distintas, utilizaré ambos términos indistintamente con el significado de hipótesis, como se suele hacer en la prensa). Lo cierto es que es bastante fácil plantear hipótesis, y cualquier persona medianamente inteligente puede proponer una cuantas sobre cualquier caso sobre el que se reciba información superficial. Pero antes de lanzarse a construir teorías es necesario recopilar y analizar la evidencia, estimar su fiabilidad, y en caso de testimonios o datos contradictorios, que suele ser casi siempre, establecer una jerarquía y un criterio de elección. Una vez hecho esto se pueden proponer hipótesis que ayuden a comprender la evidencia, pero hacerlo antes es un error grave. Una de las razones por las que se advierte contra la formulación de teorías antes de recopilar, clasificar y calificar la evidencia, es precisamente el peligro de que esta sea clasificada, analizada y calificada a la luz de una teoría. En ese supuesto, en vez de ser el análisis imparcial de la evidencia el que lleva a la formulación de hipótesis, puede ocurrir lo contrario, que sea la hipótesis la que condicione el análisis de la evidencia, o incluso, y este caso es un magnífico ejemplo de ello, que condicione la decisión de si conseguir o no determinada evidencia.

Pero que no se preocupen los amantes de las hipótesis, que intentaré tratarlas todas, algunas con más profundidad y más superficialmente el resto. Durante algún tiempo estuve tentado de darle a este escrito una estructura más formal, con una descripción narrativa del crimen, el análisis de toda la evidencia que se ha hecho pública, el desarrollo de la investigación y finalmente la formulación y crítica de las hipótesis, pero finalmente he decidido producir algo más anárquico, probablemente más acorde con la naturaleza de este caso y de la investigación.

SE DESCUBRE UN CRIMEN

En la Alta Saboya, al este de Francia, cerca de las fronteras suiza e italiana, se encuentra el lago de Annecy, un importante enclave turístico en el que conviven los deportes acuáticos, montañas imponentes y pintorescas aldeas. Al sur del lago se encuentra Chevaline, un pequeño pueblo de poco más de 200 habitantes, similar a otros que hay por la zona, en los que conviven los naturales con extranjeros que han comprado casas como vivienda habitual o de veraneo.  

William Brett Martin
Uno de esos extranjeros era William Brett Martin, un instructor de aviación de 53 años, antiguo miembro de la R.A.F, que vivía con su familia en el sur de Inglaterra, y que estaba pasando unos días en la población de Lathuile, haciendo unos arreglos en la casa de veraneo. El miércoles 5 de septiembre de 2012 brillaba el sol y Martin decidió salir en bicicleta, eligiendo una ruta que ya conocía, al sur del lago. Poco después de las tres de la tarde dejó atrás Chevaline y se dispuso a comenzar un respetable ascenso (aproximadamente un 6 % de desnivel) de algo menos de 4 kilómetros por una estrecha carretera de montaña, que aunque asfaltada, está plagada de baches. La carretera se interna en un angosto valle y discurre paralela al río, rodeada de frondosos bosques, proporcionando un paisaje hermoso, salvaje y solitario. A la salida de Chevaline fue adelantado con facilidad por otro ciclista, y se fijó en él debido a que iba en una cara bicicleta de carreras, que Martin no consideró demasiado adecuada para la carretera en mal estado por la que circulaban. Más adelante fue sobrepasado por un coche grande y oscuro, y poco después se cruzó con una moto que venía en sentido contrario. No vio a nadie más.

Vista sobre el lago. En el círculo amarillo, Chevaline. Punto rojo, lugar aproximado donde se cometió el crimen.
Sobre las 15:35 o 15:40 horas llegó a un lugar conocido como Le Martinet, que es el final de la ruta en bicicleta, y donde no hay más que un panel informativo con un gran mapa y un pequeño aparcamiento para coches, que se suele utilizar para dejar allí los vehículos y comenzar rutas a pie. Unos pocos metros más allá la carretera gira casi 180º a la izquierda y poco después se vuelve intransitable. Justo en la curva comienza un camino sin asfaltar que sigue hacia el sur. Lo primero que observó Martin cuando se acercaba fue una bicicleta en la carretera, y supuso que el ciclista que le había adelantado estaba tomándose un descanso. Entonces vio a una niña dando tumbos, y aunque al principio creyó que estaba jugando, pronto se dio cuenta de que algo andaba mal. La niña se cayó al borde de la carretera, y Martin pudo ver que estaba cubierta de sangre. A la izquierda, en el aparcamiento, había un vehículo con matrícula británica atascado y con las ruedas traseras girando y patinando sobre la tierra en un pequeño montículo, haciendo bastante ruido y provocando un penetrante olor a motor recalentado. Muy cerca, delante del coche, había un hombre en el suelo, al que reconoció como el ciclista que lo había adelantado. A Martin toda la situación le hizo suponer que había tenido lugar un accidente de tráfico.

La niña, que perdía y recuperaba la consciencia, estaba justo delante del coche, y Martin temió que este saliera de su atasco y la arrollara, así que la levantó y la colocó en lugar seguro. Después apartó al ciclista, que estaba casi bajo una de las ruedas del vehículo, y le dio la impresión de que estaba muerto. Una vez puestos a salvo la niña y el ciclista se dirigió hacia el coche, y pudo ver en su interior a varias personas inmóviles. Había agujeros en lunas y ventanillas, y Martin empezó a preguntarse si realmente estaba ante una accidente. Como la puerta estaba cerrada, con el seguro interior puesto, rompió la ventanilla e introdujo su mano para apagar el contacto. Entonces pudo confirmar que no estaba ante ningún accidente, ya que dentro había tres personas muertas, un hombre al volante y dos mujeres detrás, y todos tenían disparos en la cabeza.

En ese momento Brett Martin comenzó a temer por su seguridad. Si el asesino todavía estaba por la zona él podría ser la siguiente víctima. Intentó llamar por teléfono pero su móvil no tenía cobertura, así que tras colocar a la niña herida en posición de seguridad se subió a su bicicleta y comenzó un rápido descenso para pedir ayuda. No tuvo que pedalear mucho, ya que apenas 200 o 300 metros más abajo se encontró con un hombre y dos mujeres, franceses, en un coche, y en parte chapurreando francés y en parte por señas les indicó que algo había ocurrido, y consiguió que lo acompañaran de vuelta al lugar del crimen. Allí estuvo a punto de ser agredido por uno de los excursionistas, suponiendo este que el inglés tenía algo que ver con la muerte de las personas en el coche con matrícula británica. Afortunadamente, Martín pudo convencerlo de que no tenía nada que ver con el crimen, y finalmente solicitaron ayuda con el móvil de uno de los franceses. Llegó primero la asistencia médica y un equipo de bomberos, y poco después la policía. 

La niña, que perdía y recuperaba la consciencia, fue traslada al hospital, y los agentes comenzaron a buscar pistas por los alrededores. El ciclista estaba muerto, y un doctor comprobó (o más probablemente lo dedujo por su apariencia) rápidamente que los tres ocupantes del vehículo también lo estaban, así que para no correr el riesgo de destruir pruebas decidieron no tocar nada y esperar a que llegara un equipo especializado desde París. Mientras aguardaban, los agentes acordonaron e inspeccionaron el lugar. Se utilizó un helicóptero equipado con sensores de temperatura para rastrear los alrededores y detectó señales en el coche, pero se interpretó como el calor residual de los cadáveres. Casi a medianoche, cuando por fin llegó el equipo especial y se abrieron las puertas del coche, se llevaron una gran sorpresa al ver como una niña de cuatro años salía de su escondite, entre el equipaje y las faldas de una de las mujeres muertas. Se había escondido nada más comenzar el tiroteo y la aterrorizada pequeña había pasado más de ocho horas oculta.

El crimen fue noticia en toda Europa, y recibió bastante atención de la prensa durante unas semanas. Las víctimas eran una familia británica y un ciclista francés. Saad Al-Hilli era un ingeniero mecánico de 50 años, de origen iraquí, residente en Claygate, condado de Surrey, al suroeste de Londres, y se encontraba en Francia de vacaciones con su familia: Su mujer, Iqbal, una técnico dentista de 47 años, y las dos hijas del matrimonio Zainab (7 años) y Zeena (4 años). Les acompañaba la madre de Iqbal, Suhaila Al-Allaf (74 años), ciudadana sueca. El ciclista francés era Sylvain Mollier, de 45 años, que vivía a unos kilómetros del lugar, en la localidad de Ugine. El origen iraquí de Saad añadía un toque inquietante al caso, y nada más publicarse que  trabajaba en una empresa que se dedicaba a diseñar satélites se dispararon los rumores y las especulaciones. 

La familia Al-Hilli se había alojado en la caravana familiar, que estaba instalada en el camping Le Solitaire, a unos kilómetros del lugar del crimen. Esa mañana habían visto por allí a las dos mujeres y a las niñas recogiendo manzanas, y en algún momento al comienzo de la tarde salieron del camping en el BMW familiar, para lo que todo parecía que era una excursión por la zona. Se encontró una foto tomada en un pueblo cercano, seguramente por la suegra de Saad, a las 15:17 horas, apenas 15 o 20 minutos antes de los crímenes. La familia aparece sonriente y despreocupada.

La última foto de la familia Al-Hilli

Las primeras hipótesis de las que se hizo eco la prensa, y alentadas con entusiasmo por Maillaud y los investigadores franceses, apuntaban a que por alguna razón alguien quería matar a Saad, y que su familia y Sylvain Mollier habrían sido víctimas colaterales. Pero según pasaban las semanas sin avances comenzaron a a plantearse alternativas. Tal vez había sido el ciclista francés la víctima buscada, se planteó en la prensa y en los foros de internet, y los Al-Hilli las víctimas colaterales. Cuando la investigación se estancó, se reportó que los investigadores consideraron que tal vez estaban ante el crimen de un loco, un psicópata que había matado al azar. 


INVESTIGACIÓN INICIAL

Los primeros pasos de la investigación, que llegó a ocupar a 80 agentes, fueron un tanto caóticos, y estuvieron plagados de errores. Ya se comenzó mal, estableciendo un perímetro de seguridad inadecuado, demasiado reducido, como se puede ver en las fotos aéreas. Era inevitable que sanitarios y bomberos, que llegaron antes que la policía, contaminaran en alguna medida el lugar, pero los investigadores cometieron un grave error al permitir el acceso de la prensa al lugar del crimen la mañana del 7 de septiembre. Se pudo presenciar por televisión el penoso espectáculo de una veintena de periodistas fotografiando, tocando y probablemente pisando rastros de sangre y cristales del vehículo. Poco después se volvió a cerrar la zona, seguramente cuando alguien hizo notar a los investigadores que todavía quedaban muchas pruebas en el lugar, pero demasiado tarde. Todas y cada una de las manchas de sangre deberían haberse recogido y procesado, y fue un grave error no hacerlo. Se formó un equipo conjunto de investigadores franceses y británicos, pero da la impresión de que nunca llegó a funcionar bien, y que las diferencias de criterio y forma de investigar entre los dos grupos aparecieron enseguida.

Periodistas en la escena del crimen. A la derecha, una mancha de sangre en una piedra.

Se encontró ADN en uno de los elementos hallados en el lugar del crimen (uno de los casquillos o los restos de la culata de la pistola), que hizo concebir muchas esperanzas a los investigadores, pero resultó que pertenecía a uno de los expertos del equipo de análisis criminalístico, que había tocado el elemento con las manos desnudas. Sí, el mismo equipo de élite cuya llegada se había esperado pacientemente durante 8 horas. Algunos de los habitantes de Chevaline, que podían ser testigos importantes, fueron entrevistados por la prensa antes que por la policía. El que a los agentes se les hubiera pasado por alto durante varias horas la niña escondida dentro del coche provocó bastantes críticas, y algunas burlas.



VACACIONES

Coche y caravana de la familia
Los miembros de la familia Al-Hilli, con su coche y su caravana, habían tomado el ferry desde Dover a Calais el 29 de agosto, y habían pasado los tres días siguientes viajando lentamente por Francia hacia la zona de Annecy. Tenían un billete de regreso en el ferry para el día 7 de septiembre. A algunos les ha extrañado el que Saad se llevara a su familia de vacaciones justo en el momento del comienzo del curso escolar. De hecho, Saad y su esposa tuvieron que solicitar permiso en el colegio para que Zainab pudiera comenzar las clases unos días después que el resto. La explicación es el trabajo de Saad como freelance, que no permitía una planificación laboral del tipo habitual. Llevaba unos meses con mucho trabajo, muy agobiado por cuestiones laborales y por un conflicto con su hermano Zaid, y decidió pasar algo más de una semana de vacaciones en Francia con su familia. Había estado otras veces en la zona del lago Annecy, y también en otras partes de Francia, e incluso había comprado hacía años una casa en la Gironda para rehabilitarla, aunque desde que se había casado apenas había trabajado en ella y todavía no era habitable. 

Se alojaron primero en un camping, y tras un par de días se cambiaron a otro. Eso ha hecho sospechar que pudo ocurrir algo en ese primer camping, o que tal vez Saad sintió que él o su familia corrían peligro allí y decidió marcharse. Se dijo también que un misterioso hombre, que podría proceder de Los Balcanes, habría sido visto rondando por el camping y hablando o discutiendo con Saad. Más allá de los rumores, lo cierto es que no se encontró nada sospechoso, y el camping al que se cambiaron estaba apenas a dos kilómetros del primero, lo que sería absurdo si hubiesen notado algún peligro. Además, Saad le había contado a un amigo que tan solo había reservado online el primer día en el camping, para tener la libertad de moverse y cambiar una vez estuviera en la zona. Es decir, la posibilidad de cambiar de camping ya estaba prevista antes de partir hacia Francia. 

EL ARMA DEL CRIMEN

Luger
Había varios elementos en el crimen que llamaban la atención, sobre todo el arma utilizada. Se encontraron 21 casquillos de bala, y 17 balas habían impactado en alguna de las víctimas. Se hallaron restos ensangrentados de la culata de una pistola, y la sangre era de Zainab, lo que indicaba que habían golpeado a la niña con el arma, y probablemente esta se había roto durante la agresión. Los restos eran de una pistola semiautomática, una Luger P06 7.65mm Parabellum, y este modelo en concreto había sido utilizado por el ejército suizo en los años treinta del siglo XX. Parecía una pistola más propia de un coleccionista que de un asesino. Como el cargador de este tipo de Luger contiene 8 balas y se habían encontrado 21 casquillos, el asesino tendría que haber cambiado dos veces el cargador y todavía sobrarían 3 balas. Eso podría indicar que el arma se le pudo encasquillar o romper, y por eso habría golpeado a Zainab con la culata del arma. 

Con tambor de 32 balas
Pero parece ser que algunos antiguos miembros del ejército suizo han contado a los investigadores que una forma de evitar el deterioro de la Luger era extraer una bala de cada cargador y utilizarlos con tan solo siete cada uno. Eso daría 3 cargadores= 21 balas, lo que podría indicar que Zainab fue golpeada en la cabeza porque el asesino se quedó sin munición. Algunos expertos comentaron la posibilidad de acoplarle un tambor de hasta 32 balas, lo que daría un arma bastante aparatosa y menos precisa, pero más capacidad de disparar sin recarga. 

Sylvain Mollier recibió cinco disparos, Saad e Iqbal, cuatro cada uno, Suhaila, tres, y Zainab uno. Cuatro disparos no impactaron en ningún objetivo. Eric Maillaud encuentra muy significativo que ni una sola de las balas impactara en la parte metálica del coche, y que todos los disparos llegaran a las víctimas de la familia a través de los cristales de las ventanillas. Eso podría indicar que el asesino era alguien muy experto, un verdadero profesional, pero otros se preguntan si un verdadero profesional había utilizado una pistola con más de 80 años de antigüedad, más apropiada para un museo. 

Pese a que se ha dicho lo contrario, no es posible saber a quien dispararon primero, pero Maillaud sí ha confirmado que al menos Mollier fue herido antes de que el BMW de Saad lo atropellara, seguramente porque se halló su sangre en los bajos del coche, y de alguna manera se dedujo que esta no había llegado allí a causa del atropello.

HIPÓTESIS

A lo largo de estos años se han multiplicado las hipótesis sobre lo sucedido, razonables unas, fantásticas la mayoría. Algunas se plantean, se olvidan y resurgen de nuevo, mientras que otras aparecieron meses o años después del crimen. Podemos clasificar esas hipótesis en razón de quien podría ser el objetivo del crimen.

OBJETIVO: SAAD AL-HILLI

Relación con Iraq

Kadhem, el padre de Saad, había sido un próspero hombre de negocios que había abandonado Irak décadas atrás, y se conjeturó con que pudiese tener alguna relación con unos supuestos fondos de Sadam Hussein, pero esa fantástica teoría no tenía nada que la sostuviera y resulta de lo más improbable. Kadhem, un chií, se había marchado de Irak debido a que la policía secreta del gobernante Baaz había torturado a un familiar cercano, y aunque más tarde regresó varias veces por negocios, nunca fue cercano al régimen, y por tanto, nunca se le habrían entregado fondos de ningún tipo. Saad, que había llegado de niño a Gran Bretaña, había estado en Bagdag tras la caída de Sadam para averiguar la situación de las propiedades de la familia, pero una casa que tenían allí estaba ocupada por otra familia, e incluso sufrió una agresión cuando intentó reclamarla, y se tuvo que marchar de forma apresurada. Aunque la situación de inseguridad en Irak ha hecho imposible una investigación más a fondo, no hay ni un solo indicio que relacione el crimen con ese país. Saad no había regresado allí desde hacía varios años.

Relación con su trabajo

Se publicó que Saad trabajaba en desarrollo de software para satélites y aviones, y se aventuró que se podría estar ante un caso de espionaje industrial, de venta de información, con incluso la participación de servicios secretos (C.I.A, Mosad, etc.). Sin embargo, no parece que su trabajo fuese tan importante y no hay ningún indicio de que haya nada extraño en ello. Trabajaba en diseño 3D como ingeniero freelance, cobrando por proyecto, y no había nada particularmente misterioso en lo que hacía. Ni tenía acceso a secretos, ni hay nada en su vida que indique alguna actividad en este sentido. Sus amigos y familiares descartan por completo, de forma unánime, que el parlanchín Saad estuviera mezclado en algún tipo de espionaje o similar. A uno de sus amigos, entrevistado para el documental de Panorama, se le escapó la risa ante la sugerencia de que Saad pudiera estar implicado en algún asunto de espías.


Relación con la herencia familiar

Zaid Al-Hilli, hermano mayor de Saad
Se contó que Saad estaba enfrentado a Zaid, su hermano mayor, por la herencia de su padre. Kadhem había fallecido hacía poco en el sur de España, y Zaid, según se dijo, habría maniobrado para intentar arrebatar a su hermano la herencia e intentado acceder a una cuenta suiza donde el padre guardaba sus ahorros. Se planteó que Zaid podría haber encargado el crimen de su hermano y su familia para quedarse con toda toda la herencia. Esta hipótesis tiene más fundamento que las dos anteriores, y fue la preferida de Eric Maillaud, así que se discutirá más adelante. 



OBJETIVO: SYLVAIN MOLLIER

Relación con su trabajo

Se dijo que Sylvain trabajaba en la industria nuclear, lo que añadía un elemento misterioso (sobre todo si se suma al supuesto trabajo con satélites de Saad) y dio lugar a muchas especulaciones. Pero lo cierto es que Sylvain no era un científico ni un ingeniero, era un trabajador manual, un soldador, en una empresa que fabricaba componentes para centrales nucleares. Además, en el momento de su muerte ni siquiera trabajaba, ya que acababa de pedir una excedencia para cuidar de su hijo recién nacido. Se conjeturó sobre un posible espionaje, que parece más improbable todavía que en el caso de Saad.

Vida personal

Sylvain Mollier, según
la prensa.
Divorciado, mantenía en ese momento una relación sentimental con Claire, una mujer de Ugine, y la bien conectada y acomodada familia de esta mujer, que no vería con buenos ojos esa relación, podría tener algo que ver con su muerte. La familia estaría preocupada de que Mollier pretendiese vivir de su novia, con la que acababa de tener un hijo. El que hubiese dejado de trabajar para cuidar al niño no haría más que aumentar esos temores, ya que al parecer estaba por medio un próspero negocio farmacéutico. Esta hipótesis también será tratada más adelante. 

¿Alguna venganza de algún marido despechado? Algunos rumorearon que Sylvain era un donjuán, y tal vez había alguien esperando para ajustarle las cuentas. Pero Eric Maillaud ha señalado que si alguien quería vengarse de alguna afrenta de ese estilo habría esperado mucho, ya que no se pudo encontrar que Mollier hubiera tenido ninguna otra relación desde que estaba con Claire, un par de años antes.

De todos modos, ni la famlia ni los amigos ni los compañeros de trabajo de Mollier han querido hablar con la prensa, así que se conocen muy pocas cosas de su vida.


OBJETIVO: AL  AZAR

El crimen habría sido cometido por algún “loco”, un psicópata que habría elegido a sus víctimas al azar. Se investigaron casos que podrían ser similares, se investigó en psiquiátricos, y se hicieron más pesquisas, pero ante la falta de indicios se abandonó esa hipótesis. Una variante es la que relacionaba este crimen con el del belga Xavier Baligant, ocurrido un año antes en el norte de Francia, y se propuso que tal vez se estaba ante un psicópata que atacaba a turistas. Los investigadores franceses rechazaron rápidamente esta teoría, aunque la posible relación entre ambos crímenes cuenta con algunos argumentos interesantes.

OTROS OBJETIVOS

Jimmy Thompson
Con el paso del tiempo se han ido proponiendo nuevas teorías sobre quien podría ser el objetivo. Se dijo que un hijo que tenía problemas mentales podría haber querido matar a Suhaila Al-Allaf, la suegra de Saad. Se exploró también la posibilidad de que Iqbal, la esposa de Saad, pudiera ser la víctima elegida. Se intentó proponer que podría haber tenido una doble vida, ya que se descubrió que se había casado una primera vez durante una breve temporada que pasó en Estados Unidos, y no está claro si Saad estaba al tanto de ese matrimonio. Parry estudió ese tema en profundidad para su libro, y todo parece indicar que se trató de un matrimonio de conveniencia, con el que ella trataba de conseguir un permiso de residencia en el país, mientras que para el marido tal vez había una contraprestación económica, o incluso nada, posiblemente lo hizo para ayudarla, porque le caía bien. James Jimmy Thompson e Iqbal (por esa época se hacía llamar Kelly) se casaron en Mississipi en 1999 y se separaron de forma amistosa tras unos pocos meses. Parece ser que no llevaron vida de casados y que dormían en camas separadas, aunque las fotos demuestran que había cierta complicidad, incluso física, entre ellos. Un hijo de Thompson, de un anterior matrimonio, que por aquella época tenía 15 años, ha afirmado: La relación entre mi padre y Kelly no era sexual. Nunca se habló de ello, pero siendo un adolescente te das cuenta de esa clase de cosas.

Thompson e Iqbal durante su breve matrimonio
Sin embargo, hay una gran casualidad relacionada con este primer matrimonio de Iqbal que intriga a mucha gente y hace las delicias de los que gustan de las conspiraciones. Resulta que Jimmy Thompson murió de un ataque al corazón en Natchez, Mississipi, exactamente el mismo día que ella era asesinada con su familia en Francia. Se ha dicho que los investigadores franceses han solicitado la exhumación del cadáver para comprobar que no hay nada extraño, pero no se ha hecho, sin que esté claro si por la negativa de las autoridades o de la familia, o porque en realidad nadie lo ha solicitado. Thompson, de 60 años, cayó muerto mientras conducía, el 5 de septiembre de 2012, y en aquel momento nadie sospechó nada extraño. Tenía sobrepeso, una dieta poco sana, era fumador, y tenía la tensión arterial por las nubes. Se había sentido enfermo todo el día y poco antes de morir dijo que sentía náuseas y que le dolía el pecho y un brazo. Un ataque al corazón, y una casualidad, es la explicación más probable. Murió sobre las 3 de la tarde, casi a la misma hora que su ex, pero eso es debido a la diferencia horaria, y en realidad murió unas 7 horas más tarde que ella. No habría podido enterarse de ninguna manera de lo ocurrido en Francia, ya que los nombres de las víctimas no se hicieron públicos hasta el día siguiente, y en ese momento ni siquiera se había encontrado a Zeena. 

OTRAS HIPÓTESIS

Se consideraron algunas otras posibilidades, aunque ninguna parece encajar bien con los datos conocidos. Por ejemplo, se dijo que todo podría haber sido un intento de robo de un vehículo que salió mal, pero no parece muy probable, ya que ni el lugar, ni el arma utilizada, ni el número de disparos, ni la situación parecen favorecer esa hipótesis. Otra opción es un error de identificación, tal vez el asesino quería matar a otras personas y se equivocó. Aunque esta hipótesis no se puede descartar (y veremos más adelante el porqué), si un asesinato en ese lugar ya resulta bastante raro, una confusión sobre el mismo sería doblemente extraño. 

La confusión de identidad podría ser una explicación más sólida si suponemos que no había ningún asesinato previsto. Alguna persona podría haberse sentido amenazada, tal vez suponiendo que su vida corría peligro, ante la aparición del BMW o del ciclista. Tal vez algún enemigo o alguien que el asesino suponía le quería matar tenía un BMW similar, y tras ver a uno llegando a donde estaba, le entró el pánico y comenzó a disparar. En contra está el hecho de que un ciclista o un hombre y una niña no parecen demasiado amenazadores, aunque tal vez el asesino sufría alucinaciones, o estaba bajo el efecto de alguna droga que le hacía ver cosas que no existían.

DESARROLLO DEL CRIMEN

En cuanto a lo que ocurrió esa tarde, se puede aventurar una reconstrucción con bastante fundamento gracias a los datos recopilados en el escenario del crimen y a algunos testimonios. La pequeña Zeena, de cuatro años, no pudo colaborar, ya que se había ocultado nada más comenzar los disparos y no pudo ver nada, aunque dijo haber oído ruidos y gritos. Zainab, de siete años, que se recuperó de sus graves heridas tras unos días en coma, tampoco pudo aportar mucho, pero lo poco que pudo decir fue bastante importante. Los investigadores estaban bastante intrigados porque el resto de la familia estuviese dentro del coche cerrado (con el seguro de las puertas activado), mientras Zainab fue hallada en el exterior. Lo poco que aclaró esta fue que había visto a un solo hombre (el hombre malo) y que ella y su padre estaban fuera del coche cuando empezó el tiroteo, que su padre le ordenó que subiera al coche, pero que no pudo llegar. Con ese dato, los lugares donde se hallaron los casquillos, cristales de las ventanillas, las manchas de sangre y las heridas de las víctimas, se pudo aventurar lo siguiente:

Vista general del lugar del crimen.
Saad Al-Hilli aparcó su vehículo en el extremo sur del pequeño parking y él y su hija Zainab salieron del coche, mientras el resto de la familia permanecía dentro. El asesino vino desde el sur, desde la dirección contraria desde la que ellos habían llegado, y cuando comenzó a disparar, desde unos pocos metros de distancia,  Sylvain Mollier estaba con su bicicleta en el borde de la carretera, muy cerca de Saad y Zainab. Es posible que estuvieran charlando, o que el ciclista se parara a preguntarles algo, o al revés. Cuando comenzó el tiroteo al menos una bala alcanzó a Mollier, que cayó al suelo, y probablemente fue en este momento cuando Zainab fue alcanzada por una bala en el hombro. Saad intentó arrastrar a su hija hacia el coche, pero esta no pudo llegar, posiblemente porque estaba herida. Es muy probable que un impacto de bala que Saad tenía en la espalda se produjera en ese momento también, mientras estaba parado fuera o mientras corría hacía al coche. Presa del pánico, Saad subió a su BMW con cambio automático, puso el seguro para bloquear las puertas, metió la marcha atrás y aceleró para intentar colocar su vehículo en posición de dirigirse hacia el norte. El giro fue tan violento que (probablemente) dejó la marca en el terreno visible en las fotos, y en su trayecto arrolló a Mollier, que estaba caído en el suelo, arrastrándolo con el paragolpes.
Una buena vista de la escena del crimen, con los invesgiadores a punto de llevarse el coche. Este está oculto por
los árboles, abajo a la izquierda.




Justo cuando el vehículo, tras recorrer el semicírculo completo, estaba en el punto final de su marcha atrás y tan solo quedaba meter la directa y huir,  Saad fue alcanzado por una bala en la cabeza y se desplomó sobre el volante, mientras su pie seguía sobre el acelerador. El vehículo quedó atascado en un pequeño montículo con tierra, con la marcha atrás metida y las ruedas girando. El asesino, que no había dejado de disparar, se acercó y disparó a través de las ventanillas un tiro en la cabezas de Iqbal y su madre. Para asegurarse, les disparo otro tiro en la cabeza a los tres. La pequeña Zeena se había ocultado bajo las faldas de una de las mujeres, y escapó a la atención del criminal. Este, una vez muertos los ocupantes del vehículo, volvió a disparar a Mollier, que posiblemente ya no estaba vivo. Cuando le iba a tocar el turno a Zainab, algo ocurrió. Posiblemente se quedó sin munición, o se atascó el arma y el asesino optó por golpear a la niña en la cabeza con la pistola con gran violencia, dejándola seguramente por muerta. Se encontraron trozos de la culata del arma con sangre de Zainab, así que probablemente la pistola se rompió durante la agresión. Después, el criminal se marchó, sin que esté claro como y por donde lo hizo. Los investigadores creían que podía ser el motorista que se había cruzado con Brett Martin poco antes de que este llegara al lugar del crimen, pero podría haber escapado en coche, o incluso a pie. Vean a continuación distintas representaciones aparecidas en prensa de como pudo haberse desarrollado el crimen.


La versión española, del diario El País.




Aunque faltan muchos elementos para poder realizar una reconstrucción precisa, este es, a grandes rasgos, el desarrollo más probable de los acontecimientos. Algunas suposiciones alternativas que se han propuesto no tienen demasiado fundamento y no encajan bien con los datos conocidos. Por ejemplo, Parry conjetura en su libro que Mollier podría haber llegado cuando el ataque contra los Al-Hilli ya estaba en marcha, pero es muy improbable. Martin pudo ver la bicicleta de Mollier desde bastante lejos, ya que hay una buena visibilidad. Observen la panorámica que se tiene desde unos 90 metros de distancia (recordemos que hay pendiente hacia arriba), con una perfecta visión del cartel anunciador, muy cerca de donde se dijo que aparecieron los casquillos de los primeros disparos, al borde de la carretera, e incluso de la parte trasera de dos coches aparcados. Mollier nunca habría llegado hasta el lugar si hubiera visto a alguien disparando, También sabemos que no pudo llegar una vez finalizado el ataque, ya que fue arrollado por el coche de Saad en su desesperado intento de huida.

Vista desde unos 90 metros de distancia.
La hipótesis contraria, que también se ha propuesto, que la familia llegara cuando el ataque contra Mollier estaba en marcha tampoco se sostiene. Se ha dicho, por ejemplo, que los Al-Hilli podrían haber visto al ciclista en el suelo y que podrían haber tratado de ayudarlo, suponiendo un accidente, pero no es posible. Mollier cayó inicialmente en un lugar que estaba en la trayectoria del vehículo familiar, que lo arrastró al dar marcha atrás, y por tanto, tendrían que haber pasado por encima de él para aparcar. De haber llegado ellos y encontrar a Mollier en el suelo, habrían aparcado en cualquier otro lugar, y tenían todo el parking a su disposición. 

Parece bastante seguro que Mollier ya estaba allí cuando comenzaron los disparos o que llegó justo en ese instante. Todos definen a Saad como un tipo muy extrovertido y parlanchín, que comenzaba conversaciones con cualquiera, y además le encantaban las bicicletas, así que a sus amigos no les parece nada raro que al ver la cara bicicleta de Mollier intentara entablar algún tipo de conversación chapurreando en francés. Posiblemente Saad y su hija habían salido del coche para leer lo que ponía en el cartel que hay en el pequeño aparcamiento, o para que la niña diera un corto paseo o viera el río, mientras el resto de la familia habría preferido esperar en el vehículo. Mollier podría haberse parado al ver el cartel, considerando tal vez que había completado la subida, y estaba descansando unos segundos antes de comenzar el regreso. Había recibido una llamada de su ex mujer muy poco antes, y le había dicho que le devolvería la llamada al llegar arriba, lo que podría indicar que conocía ya esa ruta. Tal vez paró para llamarla, o tal vez estaba hablando con Saad y su hija o, simplemente, estaban cada uno a lo suyo, a unos pocos metros unos de otros.

¿Bicicleta de Mollier?
En algunas fotografías del lugar del crimen se puede ver lo que parece una bicicleta en la hierba del lado derecho, en parte fuera de la carretera, unos cuantos metros más adelante del lugar donde estaba aparcado el BMW. Se ha planteado que podría ser la bicicleta de Mollier, y que ese fue el lugar donde se encontró. Otros opinan que no es una bicicleta lo que se ve, sino algún rollo de cinta o algo similar. Si realmente es la bicicleta de Mollier, lo más probable es que la policía la colocara allí para que no molestara, ya que originalmente estaría en la carretera, hacia el lado izquierdo, y estorbaría el tránsito de vehículos. De haber sido ese lugar donde se halló inicialmente, podría cambiar la interpretación sobre los sucesos, ya que estaría a la altura del lugar donde supuestamente comenzaron los disparos y a unos cuantos metros de donde Mollier cayó al suelo. Eso podría indicar que Mollier habría pasado el parking, que habría visto llegar al asesino con el arma, y que habría soltado la bicicleta y echado a correr hacia donde estaban el hombre y la niña, siendo alcanzado allí.  El lugar donde se puede ver la bicicleta solo sería compatible con la reconstrucción de los hechos planteada aquí si los primeros disparos hubieran comenzado unos pocos metros más atrás, al sur de la bicicleta. 

Martin no aclaró el lugar donde vio la bicicleta, y de sus distintas entrevistas se pueden extraer distintas conclusiones, aunque en mi opinión, la interpretación más probable es que la vio en la carretera, cerca del parking, hacia el lado izquierdo.

Aunque no hubo testigos presenciales del crimen (salvo Zainab), algunas declaraciones resultan determinantes para intentar averiguar lo ocurrido. Se analizarán a continuación, junto con tiempo y espacio, hora y lugar del crimen, que deberían ser los fundamentales de cualquier investigación.

------------------------------------------------------------------

Próximamente

-El enigma de los Alpes (II): Testigos y sospechosos.
-El enigma de los Alpes (III y final): Una investigación fallida.


----------------------------------------------------------------------------

FUENTES  

Al final de la última entrada de la serie.

lunes, 16 de enero de 2017

Asesinatos en el condado de Kaufman

Mike McLelland, Fiscal de Distrito
Mike McLelland era un tipo duro, y seguramente por eso había sido elegido como Fiscal de Distrito por los ciudadanos del Condado de Kaufman, deseosos de mano dura contra la delincuencia y la corrupción. Kaufman es un condado de unos 110.000 habitantes situado en el noroeste de Texas, cerca de Dallas, bastante conservador, y en el que la ley y el orden son una prioridad para los vecinos. McLelland, de 63 años, había sido militar durante más de veinte, y tras un primer intento fallido en 2006 había conseguido ganar las elecciones en 2010, y comandaba un equipo de 11 fiscales encargados de acusar y llevar a juicio a todos los delincuentes del condado. Pero a finales de marzo de 2013 Mike McLelland se sentía bastante inquieto y temía por su seguridad y la de sus subordinados. Siempre había tenido armas, pero recientemente había convertido su casa en un fortín, con pistolas ocultas detrás de las puertas, debajo de mesas y en muchos otros lugares. La mañana del 29 de marzo visitó una tienda de armas y estuvo probando varias pistolas que tenía pensado proporcionar a sus fiscales como medida de protección. 

Todas estas preocupaciones e inquietud se debían a que el asesinato de su mano derecha, el fiscal Mark Hasse, apenas dos meses antes, no se había resuelto, y aunque había muchas teorías sobre quien podía haber matado a Hasse, no había pruebas y sí una larga lista de sospechosos. Pero Mike McLelland tenía una corazonada sobre quien podía estar detrás del crimen, y si estaba en lo cierto todos corrían peligro.

ASESINATO DE UN FISCAL

Mark Hasse
A sus 57 años Mark Hasse era el principal ayudante del Fiscal de Distrito del Condado de Kaufman, y era conocido por su capacidad de trabajo y su estilo agresivo y sin concesiones. En varias décadas como servidor de la ley había enviado a la cárcel a cientos de asesinos, violadores, atracadores, traficantes grandes y pequeños, y muchos otros tipos de delincuentes. Era un hombre de costumbres fijas, y por eso la mañana del 31 de enero de 2013 dejó su vehículo en el aparcamiento al aire libre donde solía hacerlo, cerca del palacio de justicia del condado, y sobre las 8:38 se dirigió andando por la acera hacia su lugar de trabajo, como hacía todos los días. Algunos sorprendidos testigos pudieron ver como un hombre alto, vestido de negro y encapuchado, cruzaba la carretera, se dirigía hacia Hasse y tras una breve confrontación le disparaba en la cabeza o la nuca. Según un testigo, durante ese corto enfrentamiento Hasse había repetido tres veces ¡Lo siento!, mientras que otra testigo afirmó que el agresor y su víctima habían llegado a empujarse. Una vez caído al suelo el fiscal, el asesino se puso sobre él y le disparó varias veces en el cuerpo. Después sacó otra pistola y realizó varios disparos al aire mientras se dirigía caminando, sin prisas, hacia un coche aparcado al otro lado de la calle. Se subió al asiento del acompañante y el vehículo inició la marcha.
  
Primeros auxilios a la víctima, por Lenda Bush
Lenda Bush era una abogada que había sido policía, y que había presenciado el crimen desde su coche. Siguió durante tres manzanas al vehículo donde había subido al agresor, y al darse cuenta de que no llevaba matrícula intentó llamar al 911, pero entre que su teléfono era nuevo y no lo dominaba y su nerviosismo por la situación, se equivocó y marcó el 991. El coche al que seguía era uno del tipo berlina, tal vez un Ford Taurus, de color claro, pero no podía asegurar más. Cuando lo perdió de vista regresó al lugar del crimen e intentó reanimar a la víctima hasta la llegada de la policía. Mark Hasse fue trasladado al hospital, donde falleció poco después. Llevaba encima una pistola, pero ni siquiera había intentado sacarla, ya que su chaqueta continuaba abotonada cuando llegó la ambulancia. A la policía de Kaufman, con el sheriff Byrnes a la cabeza, le correspondía realizar la investigación. Recibieron, y aceptaron, ofrecimientos de ayuda de varias agencias estatales y federales. El asesinato de un fiscal era algo que todos se tomaban muy en serio, y no iban a faltar medios para investigar el caso.

Mike McLelland hablando ante la prensa. A la derecha, el sheriff Byrnes
No se localizó el vehículo en que había escapado el asesino, nadie había visto su rostro y las balas halladas en el lugar del crimen no proporcionaron ninguna pista (no había casquillos, así que el asesino había disparado un revólver), por lo que los investigadores estaban casi a ciegas. La forma de cometer el crimen parecía señalar hacia alguien resentido contra el fiscal y que había tomado venganza contra este. Muchos de los delincuentes a los que Hasse había encerrado, o colaborado en ello, habían salido ya de prisión, e iba a resultar una tarea laboriosa y lenta seguir su rastro y tratar de verificar si podían tener alguna implicación. Había distintos puntos de vista entre los investigadores y entre las agencias que colaboraban. Algunos plantearon la posibilidad de que el crimen pudiera ser obra de la Hermandad Aria, y la prensa adoptó la hipótesis con celeridad y entusiasmo. 

Aunque la Hermandad Aria ya no se circunscribe a las cárceles y es una muy peligrosa organización delictiva (más bien, un grupo de organizaciones asociadas) que se dedica, entre otras cosas, al tráfico de metanfetaminas, no había precedentes de ataques contra fiscales; y aunque el condado de Kaufman, Hasse incluido, había colaborado en la persecución de algunos miembros del grupo, lo cierto es que Hasse no tenía ningún caso abierto contra ellos, y no se había significado especialmente en su persecución. Pero un informe del Departamento de Seguridad Pública de Texas había advertido en diciembre de 2012 de que miembros de la Hermandad Aria podían estar planeando venganza contra funcionarios del estado, de varios condados y de varias agencias estatales y gubernamentales que habían participado en el procesamiento de varios miembros de la banda, y el condado de Kaufman estaba entre los veinte advertidos.

Tom Clements y su asesino, Evan Ebel
La hipótesis, una más de las que consideraban los investigadores, resurgió con fuerza con el asesinato de Tom Clements, el director del Departamento de Prisiones de Colorado. Clements fue asesinado a la puerta de su casa el 19 de marzo de 2013 por Evan Ebel, un ex convicto perteneciente al Grupo 211, una banda supremacista similar a la Hermandad Aria, y que mantiene contactos con esta. Ebel murió en un tiroteo con la policía en Texas dos días después, y se determinó que no podía haber participado en el asesinato de Hasse, pero el crimen demostraba que un funcionario público podía convertirse en objetivo de ese tipo de grupos. Sin embargo, otros investigadores eran más cautelosos y consideraban con escepticismo la hipótesis de la Hermandad Aria, ya que, según decían, el principal objetivo de esas bandas era ganar dinero con el tráfico de drogas y otros asuntos, y asesinar a fiscales no era bueno para el negocio. Algunos sospechaban de algún grupo de la droga mexicano, pero estos, que se supiera, no habían llegado a Kaufman. Estas hipótesis sobre grupos organizados se basaban en que al menos dos personas habían participado en el crimen, el asesino y el conductor. 

Otros investigadores opinaban que estaban ante un tipo de crimen más personal, alguien resentido, muy resentido contra Hasse. Mientras se revisaban todos sus casos, las semanas comenzaron a pasar y el nerviosismo aumentó en el condado. Nadie sabía si había sido un caso aislado o habría más víctimas. McLelland tenía sus propias sospechas y cada vez estaba más inquieto. Tras el asesinato de Hasse había asegurado antes las cámaras que se apresaría y juzgaría al asesino, pero el tiempo pasaba y el caso no avanzaba. Durante algunas semanas un coche de policía permaneció por las noches frente a su casa, pero no se podía mantener esa escolta de forma indefinida. Iba armado a todas partes, y él y su mujer habían comentado con sus amigos que habían tomado medidas de seguridad especiales en su casa. Sin embargo, no les sirvió de nada. Todos en el condado de Kaufman quedaron conmocionados al conocerse la noticia de que el Fiscal de Distrito y su esposa habían sido asesinados.

UN NUEVO CRIMEN

Mike y Cynthia McLelland
La tarde del 30 de marzo de 2013 unos amigos de Mike y Cinthya McLelland se acercaron a la casa de estos acompañados por su hijo policía. No habían conseguido comunicar con ellos en todo el día y se sentían inquietos. La puerta principal no estaba cerrada con llave, y nada más entrar se encontraron con el cadáver de Cynthia, y un poco más allá con el de su esposo. Los dos habían recibido múltiples disparos de un fusil de asalto, sobre todo Mike. Si antes había nerviosismo e inquietud entre los funcionarios del condado de Kaufman, en ese momento llegó el pánico. Se asignó una escolta a todos los fiscales y jueces, y algunos de ellos llevaban chaleco antibalas al entrar o salir del juzgado. Todos temían ser la próxima víctima, e incluso el fiscal especial asignado al caso, que vivía en Dallas, iba armado y tomó precauciones en su casa. El FBI, que ya colaboraba previamente, llegó con gran despliegue de medios y publicidad y el caso alcanzó relevancia nacional, ya que un fiscal asesinado era poco frecuente, pero dos era algo sin precedentes. La prensa redobló su apuesta por la Hermandad Aria, pero todas las opciones volvían a estar encima de la mesa. Como señaló un amigo de McLelland: Podría ser gente de un laboratorio local de metanfetaminas allí en el condado de Kaufman, podría ser un cártel mexicano, podría ser la Hermandad Aria. O podría ser simplemente alguien con animadversión personal.

Algo que tenía perplejos a los investigadores era como podían haber sido sorprendidos los McLelland por el asesino o los asesinos. No se habían forzado ni puertas ni ventanas y todo indicaba que lo habían dejado entrar, algo extraño si tenemos en cuenta lo inquieto que se sentía el fiscal y las especiales medidas de seguridad que había tomado en su casa. Las víctimas estaban en pijama, y gracias a los registros del sistema de alarma se supo que la puerta principal se abrió y cerró dos veces entre las 6:40 y las 6:42 de la mañana, lo que indicaba que el crimen se había cometido al amanecer. ¿Por qué habrían dejado pasar a su asesino? Cynthia fue encontrada muy cerca de la entrada y había recibido 8 disparos de frente, lo que parecía indicar que era ella quien había abierto la puerta y que el asesino le disparó con su fusil de asalto, un AR-15, nada más entrar. Mike McLelland fue encontrado más hacia el interior de la casa, y los investigadores conjeturaron que llegaba detrás de su esposa y al escuchar los disparos y ver al hombre (o tal vez más de uno) armado que venía hacia él, se dio la vuelta e intentó huir, seguramente para intentar alcanzar alguna de las muchas armas que tenía escondidas por toda la casa. Varios disparos le alcanzaron en la espalda y cayó al suelo, y una vez allí el agresor se situó sobre él y disparó muchas más veces contra el cuerpo caído. Finalmente, antes de marcharse de la casa, el asesino puso el fusil casi tocando el suelo y realizó un último disparo sobre la parte superior de la cabeza de Cynthia, que probablemente todavía seguía con vida.

Casa de los McLelland, lugar del crimen

Los detectives consiguieron una grabación de un local cercano a la casa de los McLelland que mostraba un Ford Crown Victoria blanco entrando y saliendo del vecindario en unos pocos minutos, a la hora aproximada del asesinato. Con este segundo crimen los investigadores tenían muchos más datos que antes, y ya podían extraer algunas conclusiones. Todos estaban seguros de que los dos asesinatos estaban conectados, y a la hora de buscar sospechosos la lista se acortaba bastante, ya que McLelland y Hasse tan solo habían trabajado juntos durante 3 años, y eso reducía mucho el número de casos de los que podía salir el sospechoso. Además, al día siguiente del crimen ocurrió algo que acabó por encauzar la investigación. Alguien dejó un mensaje en la web de Crimestoppers con el siguiente mensaje: ¿Tenemos su completa atención ahora?, y a continuación parece ser que comunicó algún dato sobre la munición utilizada en el asesinato de Hasse que no era de conocimiento público y que hizo que, efectivamente, los investigadores prestaran toda su atención. 

Crimestoppers ofrece varias fórmulas para proporcionar información sobre crímenes, de forma desinteresada o en busca de una recompensa. Una de las garantías que ofrecen para animar a la gente a ofrecer pistas es la posibilidad de anonimato absoluto. El sistema genera un número de referencia para cada pista, que deberá ser apuntado y guardado por el remitente, ya que toda la información y rastro que pudiera servir para identificarlo se borran de inmediato. Si el informante quiere mantener algún contacto sobre su información, se genera un enlace anónimo y de un solo uso para que pueda volver a comprobar si hay respuestas, lo que ocurrió en esta ocasión. Al día siguiente los detectives respondieron al mensaje confirmando que prestaban atención, y animando al remitente a decir lo que quería. Este volvió a escribir, y afirmó, magnánimo, que dada la buena fe de sus interlocutores, esa semana no moriría nadie más. Pero a continuación señaló que si determinado juez no dimitía en unos días, mataría a otra persona.

Todas esas comunicaciones no permitían rastrear al autor de las mismos, que muy probablemente era el asesino, pero proporcionaban a los detectives muchísima información. Todos estuvieron de acuerdo en que ni la Hermandad Aria, ni los cárteles de la droga mexicanos, ni ningún grupo de delincuentes se entretendría en intercambiar ese tipo de mensajes. Pese a que el autor escribía en plural, estaban convencidos de que estaban ante un único asesino, alguien resentido contra Hasse y McLelland, y finalmente concentraron toda su atención en la persona de la que Mike McLelland había sospechado desde el primer instante.

EL SOSPECHOSO

Eric Lyle Williams
En 2010, al mismo tiempo que McLelland ganaba las elecciones para Fiscal de Distrito, Eric Lyle Williams, de 43 años, era elegido por los mismos ciudadanos como Juez de Paz del condado, en lo que era la culminación de una carrera irregular. Había sido un excelente estudiante en el instituto, al que todos auguraban un brillante futuro, pero pareció estancarse en su juventud. Entró en el ejército y allí se desenvolvió como policía militar, lo que aprovechó posteriormente para trabajar como policía y guardia de seguridad, entre otros empleos. Trabajó varios años como coordinador en los juzgados del condado de Kaufman, lo que parecía un trabajo muy por debajo de sus capacidades. Dotado con gran inteligencia, se hizo miembro de Mensa, el selecto club de las personas más inteligentes del mundo. En algún momento se decidió a mejorar, y mientras continuaba trabajando en los juzgados estudió leyes por las noches y preparó y aprobó el examen que le habilitaba para ejercer la abogacía.  Además, era miembro de la Guardia de Texas, el encargado del almacén de armas. Durante varios años ejerció como abogado, estaba bastante bien considerado, y todos alababan el interés que se tomaba en los casos y su trabajo, al igual que habían hecho sus antiguos compañeros en los juzgados. Algunas veces iba al trabajo en un patín eléctrico, lo que muchos consideraban una extravagancia sin importancia. Su elección como Juez de Paz significaba un salto en su estatus profesional y en su seguridad económica. Sin embargo, apenas seis meses después de su nombramiento, todo se vino abajo.
Eric Williams, primero por la derecha, al tomar posesión como Juez de Paz
En mayo de 2011 se detectó que faltaba material informático, en concreto tres monitores, de un almacén del condado, y se informó a la policía, que inició una investigación. Revisando grabaciones de cámaras de seguridad se pudo ver que un domingo, cuando el edificio estaba cerrado, un hombre entraba al lugar y salía con tres cajas que parecían las de los monitores. El hombre era el Juez de Paz del condado, Eric Williams. Fue interrogado por la policía y se emitieron órdenes de registro para su despacho, su domicilio y sus vehículos. Fue detenido y procesado por robo. Williams argumentó que todo era un malentendido, que los monitores eran para uso del condado y que no había cometido ningún delito. La fiscalía le ofreció un trato, declararse culpable de un delito menor, lo que no conllevaría perder su puesto ni su licencia, pero él se negó, argumentando que quedaría una mancha en su expediente, y decidió ir a juicio y tratar de limpiar su nombre. Mike McLelland y Mark Hasse condujeron la acusación de forma agresiva, y lograron que Williams fuera declarado culpable de robo. Además, en la fase de la condena solicitaron que fuera enviado a la cárcel dos años, y presentaron testimonios de que era alguien peligroso. Finalmente, fue condenado a dos años de cárcel, pero con suspensión, por lo que no entraría en la cárcel. Pero la condena implicaba perder su puesto como Juez de Paz y su licencia para ejercer. Williams se sintió injustamente tratado y acusó a McLelland de persecución política. Volveremos más adelante con este asunto, porque hay más de lo que parece. 

Cuando Mike McLelland se enteró del ataque contra Hasse se dirigió de inmediato al hospital, y allí habló con el sheriff Byrnes y le hizo partícipe de sus sospechas acerca de que Eric Williams podía ser el autor, como venganza por la acusación. Byrnes envió a varios policías a la casa de Williams, y este les permitió que le realizaran un test en busca de residuos de disparo, que resultó negativo, y dejó que uno de ellos entrara en la casa y echara un vistazo. Pero hubo algo que enfrío bastante las sospechas sobre el antiguo Juez de Paz, y fue lo declarado por la testigo del crimen Lenda Bush. Le preguntaron directamente si el encapuchado que había visto podía ser Eric Williams, a quien ella conocía, y respondió que no podía ser Williams, que el agresor era más alto que este. Pero mientras los demás especulaban sobre la Hermandad Aria o los cárteles de la droga, McLelland seguía convencido que Williams estaba detrás del crimen de Hasse, como ejecutor o a través de un asesino a sueldo.

Williams hablando con la prensa
El sospechoso había colaborado con la policía tras el crimen de Hasse y volvió a hacerlo tras el de los McLelland. Permitió que buscaran de nuevo residuos de disparo y dejó su teléfono y el de sus esposa para que fueran revisados por los agentes. Sin embargo, poco después contrato a unos abogados, que informaron a la policía de que no lo volverían a interrogar sin estar ellos presentes. Las sospechas se habían filtrado y Williams no tuvo problemas en hablar ante las cámaras sobre el crimen y las sospechas sobre él. Los investigadores estaban en una situación difícil, ya que desconfiaban de Williams, pero no tenían ni pruebas ni indicios. No había ni rastro de ninguno de los dos coches utilizados en los crímenes, ni podían solicitar al juez una orden de registro, ya que no tenían nada que lo justificara, y si no podían hablar con él, estaban en un callejón sin salida. 

Pero pocos días después los abogados comunicaron a los investigadores que ya no representaban a Eric Williams, y los detectives decidieron intentar hablar con él, y enviaron a su casa a dos Texas Rangers. No tenían muchas esperanzas, ya que el sospechoso era abogado y era dudoso que accediera a hablar con ellos, pero para su sorpresa, no solo habló con los agentes, sino que les permitió pasar a su casa y dar un vistazo. Le hicieron firmar que los autorizaba a entrar y grabaron todos sus movimientos en la casa, para evitar que en el futuro se pudiera anular la evidencia que pudieran hallar. Mientras uno de ellos miraba en varios lugares, el otro, con la mano en la culata del revolver, no perdía de vista a Williams. Solo podían mirar donde el sospechoso les diera permiso, pero encontraron dos elementos interesantes: una mira para fusil, compatible con un AR-15 (el arma utilizada para matar a los McLelland), y un lector térmico que podía encontrar rastros de calor hasta a 300 metros de distancia. Era muy poco, casi nada, pero lo suficiente para convencer a un juez para que emitiera una orden de registro.

Al día siguiente se presentaron en la casa muchos más agentes, incluidos técnicos del FBI, para realizar un registro a fondo,y pese a que se llevaron una pequeña decepción al no hallar ni el arma del crimen ni ninguna otra evidencia directa, encontraron lo bastante para continuar adelante. Se halló la documentación de un Ford Crown Victoria, y aunque no había rastro del coche, les indicó a los agentes que estaban en el camino correcto. También se encontraron unos números escritos a mano en un papel, y un agente enseguida se dio cuenta de lo que eran: un código de Crimestoppers. Puestos en contacto con el administrador, este les confirmó que el número correspondía al código asignado al mensaje en el que el remitente preguntaba si había conseguido captar la atención y donde daba datos sobre la munición utilizada en el asesinato de Hasse. Este hallazgo era suficiente para ligar ese domicilio al mensaje donde se amenazaba con matar a más servidores públicos, y el 13 de abril Eric Williams fue enviado a prisión acusado de amenazas de muerte (y pocos días después su esposa siguió el mismo camino). Era una forma de sacarlo de en medio mientras continuaba la investigación. Y lo cierto es que a partir de ese momento las cosas sucedieron muy rápido. 

Eric y Kim Williams arrestados

Una filtración había provocado que mientras se realizaba el registro se presentara en el lugar la prensa y las imágenes aparecieron en todos los noticieros del estado. Esto tuvo un efecto inesperado, y al día siguiente la policía recibió dos llamadas. En la primera un hombre les contó que se había reunido con Williams a petición de este, y que durante la entrevista le había preguntado varias cosas sobre el poder de penetración de un AR-15 y le hizo algunas peticiones que le hicieron sentirse incómodo. Después de la reunión comentó con otro amigo su temor a que Williams pudiera estar pensando en suicidarse. Pero fue la segunda llamada la que resultó decisiva para resolver el caso. Un amigo de Eric Williams que había visto las noticias llamó para informar que unos meses atrás este se había reunido con él para pedirle un favor. Williams le había solicitado que alquilara un trastero en su nombre, ya que no quería utilizar su identidad debido a los problemas legales que tenía y que podían provocar un registro. El amigo de Williams informó dónde estaba situado el trastero, y una multitud de agentes de dirigió al lugar con una orden de registro. Al abrir, lo primero que encontraron fue el Ford Crown Victoria, y también decenas de armas, una cantidad asombrosa de munición, chalecos antibalas, un uniforme de policía, una ballesta y algunos frascos conteniendo bolas de napalm casero. El 18 de abril de 2013 Eric Williams fue acusado del asesinato de Mark Hasse y de Mike y Cynthia McLelland.

El trastero, con el Ford Crown Victoria en primer plano

EL JUICIO

El juicio se celebró en diciembre de 2014, y por cuestiones de estrategia legal tan solo se juzgó a Williams por el asesinato de Cynthia McLelland, y no por el de los dos fiscales. Unos días después del arresto de Eric, la acusación había logrado la colaboración de Kim Williams, por lo que ya sabían como habían tenido lugar los crímenes. El fiscal decidió que Kim no declarara en el juicio, y lo fió todo a la evidencia, que era potente, aunque no tanto como parecía. La defensa no presentó testigos, y se limito a repetir durante todo el proceso que no había pruebas contra su defendido, que no había caso. El Ford Crown Victoria blanco, que Williams había comprado con un nombre falso era un indicio, pero no se podía demostrar que fuera el mismo que aparecía en una grabación de la mañana del crimen. El arsenal de armas era espectacular, pero entre ellas no estaba el AR-15 ni el revolver con el que mataron a Hasse (este fue encontrado en un lago, pero como no se juzgaba el asesinato de Hasse, no se presentó en el juicio). El código de Crimestoppers sí era muy dañino para el acusado, ya que además de que en los mensajes ofrecía datos que no eran públicos, prácticamente se acusaba de los crímenes. Era cierto que no se podía relacionar directamente con Williams, pero sí con el ordenador de su casa. Las cámaras que vigilaban los trasteros habían grabado al Ford Crown entrando y saliendo a las horas adecuadas, y había mucha otra evidencia circunstancial. Pero la principal prueba eran los casquillos de bala. Los expertos dictaminaron que todos los casquillos hallados en el recibidor, donde fue asesinada Cynthia McLelland habían sido disparados por el mismo fusil de asalto. El arma homicida no fue encontrada en el trastero, pero en ese lugar se encontró una bala no disparada, pero que tenía marcas en el casquillo que indicaban que había estado en el arma del crimen. Además, la esposa del acusado condujo a los detectives hasta un lugar bajo un puente donde Williams practicaba con sus armas, y allí encontraron más casquillos disparados con el arma homicida, y otros casquillos disparados con otra arma encontrada en el trastero. Estos últimos casquillos relacionaban a los disparados con el arma homicida con el trastero, al igual que la bala no disparada, y se podía vincular de forma convincente al acusado con el trastero. 

Era suficiente, y al jurado le llevó menos de dos horas declarar a Eric Williams culpable de asesinato. Quedaba la fase de la sentencia, que era una especie de juicio separado donde el jurado solo podía decidir entre la pena de muerte y la cadena perpetua. Y en esa fase la fiscalía sí presentó a su testigo estrella, Kim Williams, y al fin se pudo conocer como se habían ejecutado los crímenes.

Kim Williams, en los buenos tiempos
Kim se había casado con Eric 15 años antes y habían sido razonablemente felices, pese a que a ella le habían diagnosticado una enfermedad, un tipo de reuma, que cada vez la incapacitaba más. Se hizo adicta a los calmantes (OxyContin, valium, morfina y varias cosas más) y declaró que por la época de los asesinatos estaba tan drogada que creía todo lo que su esposo le decía, y asumía la ira y rabia de Eric como propia. Accedió a ayudar en el asesinato de Hasse, y fue la encargada de conducir el vehículo hasta el lugar del crimen y después escapar de allí. Aclaró como había conseguido Eric Williams sorprender a los McLelland, disfrazándose de policía. La noche anterior él se había probado el uniforme y el casco, y el día del crimen se levantaron temprano y fueron al trastero en busca del Ford (el coche utilizado en el crimen de Hasse se había estropeado, y habían comprado otro), y ella condujo hasta la casa de sus objetivos. Una vez allí Williams tocó el timbre y en la casa se encendió una luz, y poco después se encendió la luz del porche y se abrió la puerta. Su esposo entró en la casa y se escucharon disparos, muchos disparos. A continuación salió de la casa y se marcharon. Nadie vio nada, y nadie oyó nada. Ese día un Eric Williams alegre y feliz cocinó unos filetes en una barbacoa para celebrar el éxito. 

Kim Williams, declarando
Pero con la muerte de los fiscales no había terminado su misión de venganza. Según su esposa, el siguiente objetivo era el juez Glenn Asworth, quien según Williams le había proporcionado a McLelland y Hasse una información muy dañina para él durante el juicio por el robo de los monitores. Tenía pensado dispararle con la ballesta, abrirle el estómago todavía en vida, introducirle dentro las bolas de napalm que se habían encontrado en el trastero y prenderle fuego. También tenía planeado matar a otra juez, lo que demuestra que ya estaba fuera de control y que no pensaba detenerse. Eric Williams fue condenado a la pena de muerte, y se prepara para una larga serie de apelaciones y recursos, que van a durar unos cuantos años. Gracias a su colaboración, Kim Williams fue condenada a 40 años de cárcel, con la esperanza de obtener la libertad condicional antes de morir en la cárcel. 

Hay una serie de consideraciones sobre estos crímenes muy interesantes desde el punto de vista de la investigación criminal. La primera tiene que ver con la investigación propiamente dicha, y la duda sobre si los detectives trabajaron de forma correcta o se centraron demasiado tarde en el sospechoso. La segunda es si la inteligencia del asesino tuvo un efecto decisivo en su plan para cometer los crímenes, y si gracias a ella consiguió retrasar su detención. La tercera tiene menos que ver con la investigación, pero resulta muy interesante de cara a tratar de comprender la motivación del asesino. Parece evidente que Williams se sintió injustamente perseguido por Hasse y McLelland, pero ¿era esta sensación la reacción victimista de un delincuente psicópata o hubo realmente una persecución excesiva contra él?


INVESTIGACIÓN

Hay un elemento que pone en duda la eficacia de la investigación policial, y es el hecho de que pocos días después del asesinato de Mark Hasse los detectives averiguaron que Eric Williams les había mentido. Cuatro agentes llegaron a la casa de Williams el día del crimen a las 10:15, apenas una hora y treinta y cinco minutos después del ataque, y un hombre que estaba trabajando en una casa vecina les contó que un vehículo había llegado con mucha prisa al domicilio del sospechoso poco antes. Pulsaron el timbre y les abrió el propio Eric Williams, que llevaba un brazo en cabestrillo. Les dijo que había llegado hacía poco tras comprar medicinas para su esposa, que estaba en la cama, y demostró gran sorpresa ante la noticia del asesinato de Hasse. Permitió que le tomaran muestras en busca de residuos de disparo, y cuando le preguntaron por el brazo en cabestrillo respondió que se había sometido recientemente a una operación en el hombro. Permitió incluso que uno de los agentes, a quien conocía, entrara en la casa para echar un breve vistazo. No consta si los detectives comprobaron si realmente acababa de comprar las medicinas para su esposa, es posible que fuera cierto, pero lo que sí comprobaron fue si Eric Williams se había operado del hombro, y pocos días después del crimen descubrieron que dicha operación no había existido. El sospechoso les había mentido.

El sheriff Byrnes y la teniente Stewart
En una entrevista para un especial de la CBS el periodista les preguntó sobre este hecho al sheriff Byrnes y a la teniente Stewart, encargada del caso, y ambos se apresuraron a a afirmar que todo se había hecho correctamente. A la pregunta de por qué no se había arrestado a Eric Williams, Byrnes contestó con otra pregunta: ¿Por qué? Por asesinato, respondió el periodista. No había evidencia, dijo el sheriff. Bueno, aventuró el periodista, mintió a la policía. El sheriff le aclaró que eso no era un delito, que lo habría sido mentirle a un agente federal, pero que a ellos podían mentirles todo el tiempo. Y finalizó: Y con bastante franqueza, contamos con que la mayoría de la gente con la que hablamos nos mienta. Este intercambio no es satisfactorio. El periodista no hizo las preguntas correctas y el Sheriff se apresuró a dar las respuestas que le interesaban. Es cierto que sospechosos y testigos mienten con frecuencia, aunque no sean culpables, pero hay mentiras y mentiras. Cuando se descubre que un sospechoso miente, lo primero que hay que preguntarse es la razón. ¿Miente porque es culpable o miente porque teme ser considerado culpable? Ocurre en ocasiones que personas inocentes temen ser consideradas sospechosas si dicen la verdad sobre algún extremo, y lo que suelen conseguir al mentir es meterse en líos bastante graves. Otros mienten para ocultar su implicación en otros delitos no relacionados con el crimen, o relacionados de forma tangencial. Otros para tratar de ocultar comportamientos embarazosos o no aprobados socialmente. Pero la mentira de Eric Williams era muy particular. Creo que los detectives se han habituado de tal forma a las mentiras que no fueron capaces de detectar lo que esta tenía de especial. 

En primer lugar, no era un mentira improvisada y sencilla, sino planeada, elaborada y compleja. No era un simple embuste en respuesta a una pregunta, era una representación destinada a provocar la pregunta y poder responder con una mentira. Es difícil encontrar una explicación para ese tipo de mentira que signifique que Eric Williams no estaba implicado en el asesinato de Hasse, que en esos momentos todavía no se había hecho público. La explicación más evidente para la mentira es que Williams estaba implicado, sabía que iba a ser sospechoso, y pretendía alejar las sospechas de él. Podría haber respondido que se había dañado el hombro levantando un peso, o al caerse, pero seguramente consideró que esas respuestas serían menos convincentes que la de una operación y podrían provocar nuevas preguntas. El objetivo sería diluir las sospechas inicialmente, y probablemente lo consiguió en alguna medida.

En mi opinión los investigadores cometieron un grave error al no darle al asunto la importancia que tenía. El planteamiento que debieron hacerse los detectives debió ser el siguiente: Si este hombre no ha participado en el asesinato, ¿qué razón podría tener para mentir sobre el brazo en cabestrillo? Si el lector medita un poco sobre el asunto se dará cuenta de que no es fácil encontrar respuestas, que no hay escenarios razonables en los que un Eric Williams inocente saliera con el brazo en cabestrillo y mintiera sobre el motivo. De haberse dañado el hombro de forma inocente, no tenía ningún motivo para mentir, y si no tenía el hombro dañado no tenía ningún motivo para llevar el brazo así y mentir sobre ello. La única explicación razonable es que la mentira implicaba su participación directa en el crimen.

¿Por qué entonces detectives de varias agencias locales, estatales y federales no llegaron a esa conclusión tan evidente? Por varios motivos. En primer lugar, por una cuestión temporal. Si la información sobre la mentira del sospechoso hubiera llegado a los detectives de forma inmediata, en unos minutos, estoy convencido de que la habrían interpretado correctamente y habrían llegado a la conclusión de estaban ante el asesino. Pero la información tardó unos días, y para entonces la situación había cambiado. Eric Williams fue el primer sospechoso, casi inmediato, pero según se iban incorporando agencias y detectives, se iban planteando nuevas hipótesis, y la de la venganza del Juez de Paz se convirtió en una más. Nadie lo había visto, ni tenía ni se le podía relacionar con los coches implicados, la búsqueda de residuos de disparo había resultado negativa, y sobre todo, Lenda Bush había declarado que el encapuchado al que ella había visto matar a Hasse era más alto que Eric Williams y que no podía ser él. Eso provocó que la hipótesis sobre su culpabilidad bajara bastantes puestos en la lista, y en esa situación estaba cuando llegó la información sobre la mentira, que no consiguió compensar el efecto de los anteriores elementos, y sobre la que no se razonó de forma correcta. Pese a saber que los testigos se equivocan con frecuencia al calcular tiempos, distancias o medidas, los agentes dieron excesiva importancia al testimonio de Bush. Williams había engordado desde la última vez que Lenda Bush lo había visto, y realmente ella vio a alguien más grande que el Williams que recordaba, y lo transformó en más alto.

VISIÓN DE TUNEL

Al ser preguntado por los periodistas, el sheriff Byrnes declaró que Williams siempre había sido uno de los sospechosos, que habían hablado con él de forma inmediata tras cada crimen, pero que no querían caer en la visión de túnel. Esto nos da una idea del peligro de introducir a los investigadores en conceptos, técnicas o corrientes teóricas novedosas sin las suficientes precauciones. Es encomiable el intento por profesionalizar a policías y fiscales, pero la presentación de conceptos complejos sin la adecuada preparación teórica puede provocar más mal que bien. La conocida como visión de túnel puede ser un peligro para una investigación, pero igual de peligrosa, o más, puede ser la distracción con elementos laterales, que impiden fijar correctamente el objetivo. No es fácil establecer un balance adecuado entre dos necesidades contrapuestas: centrarse en un objetivo único y mantener la suficiente apertura de mente para no perder de vista lo que se mueve en la periferia. De pronto, policías veteranos temen ver su trabajo revisado y puesto en duda si se centran demasiado pronto en un sospechoso, y se muestran ansiosos por demostrar que han tenido todo en cuenta.

Este puede ser un buen ejemplo y el sheriff Byrnes lo confirma con su declaración. Un correcto análisis de los elementos obligaba a convertir a Eric Williams en el sospechoso número uno, pero se prefirió emplear tiempo y recursos en seguir pistas muy improbables. De haber analizado correctamente los datos, y sobre todo, de haber interpretado correctamente el significado de la mentira del sospechoso, este habría sido sometido a vigilancia y se habría interrogado a todos sus amigos y conocidos. Es probable entonces que Eric Williams hubiese sido sorprendido vigilando la casa de los McLelland, o que se hubiera llegado antes al trastero. En resumen, considero que los investigadores cometieron un grave error al no interpretar correctamente una información decisiva.

¿DEMOSTRARON LOS CRÍMENES INTELIGENCIA?

Eric Williams planeó y ejecutó los asesinatos con eficacia. Consiguió un trastero que no se podía rastrear hasta él para guardar todos los elementos que se iban a utilizar en los crímenes, y compró los coches en efectivo, con un nombre falso, Sabemos por su esposa que vigiló la casa de Hasse y estudió asesinarlo allí, pero tras analizarlo decidió hacerlo en la calle. Tuvo éxito en la ejecución y la huida, aunque si Lenda Bush hubiera acertado a marcar el número de emergencias, es posible que hubieran sido detenidos el mismo día. Más tarde, cometió un error muy grave cuando dijo una mentira sobre el brazo en cabestrillo, y tan solo una incorrecta interpretación de los detectives impidió que todas las sospechas se centraran en él. También vigiló la casa de los McLelland, y supuso correctamente que Cynthia acudiría a abrir la puerta si llamaban al timbre, y que el estar vestido de policía lo dejaría pasar. Cometió otro grave error al enviar mensajes a Crimestoppers, pero su mayor error, el más incomprensible, fue el permitir la entrada de los agentes para registrar su casa. Había matado a dos personas y no había sido descubierto, así que seguramente en ese momento se creía invulnerable, y su ego estaría por las nubes, pero el error es tan evidente, tan grosero, que anula cualquier otra consideración sobre su posible inteligencia o eficacia.

Mapa con los lugares donde se cometieron los crímenes:



Un abogado, inteligente o no, sabe perfectamente que a partir de cierta fase de la investigación un sospechoso no debe hablar nunca con los detectives sin asesoramiento legal, y no debe darles nada a lo que no esté obligado. Cuando los Rangers llegaron a su casa debió decirles que no tenía nada que hablar con ellos y que si no traían una orden, no podían entrar. Eso es lo que habría hecho un abogado realmente inteligente, pero la confianza en sí mismo le perdió. Ese registro obtuvo muy pocos resultados, pero fue suficiente para obtener una orden de registro, y desde ese momento perdió el control de la situación y su capacidad para influir en ella. El ego de Williams es lo que le ha acabado conduciendo al corredor de la muerte.

LA ACUSACIÓN POR ROBO

Lori Friemel trabajaba en 2011 como empleada para el condado de Kaufman, en el departamento de Información Tecnológica. Cuando dejó el trabajo el viernes 13 de mayo había nueve monitores en sus cajas en una sala, y cuando regresó el lunes faltaban tres. Cuando el resto de empleados dijo no saber nada del asunto, se decidió a revisar las grabaciones de vídeo del sistema de seguridad. Pudo ver que el domingo 15 de mayo el juez Eric Williams, a quien conocía, entraba el edificio, se dirigía al departamento de IT y se marchaba con tres cajas de monitores Dell. Revisando hasta un mes atrás, el límite del sistema de grabación, pudo comprobar que Williams había entrado en el lugar varios domingos, cuando el edificio estaba cerrado. Friemel informó a su jefe, y decidieron hacer copias de las grabaciones y dar parte al departamento del Sheriff.

Williams, llevándose monitores un domingo

El capitán Ernesto Zepeda se encargó de la investigación, y tras visionar las grabaciones quiso aclarar algunos extremos con Lori Friemel: ¿Había solicitado Williams algún monitor? No, no había registro de ninguna solicitud de un monitor. ¿Conocía Williams el sistema para conseguir material? Sí, lo conocía, ya que había solicitado y obtenido un ordenador portátil. Con esa información varios agentes detuvieron a Eric Williams unos días después y obtuvieron varias órdenes de registro. Uno de los monitores desaparecidos estaba en el escritorio de su despacho en el juzgado y otro en la parte trasera de su camioneta, tapado con ropa, mientras que el tercer monitor nunca fue encontrado. Interrogado Williams, e informado de que había sido grabado llevándose tres monitores, reconoció que se había llevado los dos monitores encontrados, pero afirmó no recordar lo ocurrido con el tercero. Tal vez lo había devuelto, aventuró, pero no estaba seguro ni recordaba. ¿No había ninguna grabación en al que se le viera devolviendo uno? No, respondieron los agentes. El juez no pudo explicar el paradero de ese tercer monitor.

Reconoció que había estado en el edificio, mientras estaba cerrado, unas diez veces en los cinco meses anteriores, y que se había llevado cosas tal vez cuatro veces. Había cogido, por ejemplo, tarjetas de memoria, que había repartido entre sus ayudantes en el juzgado de paz. Se llevaba las cosas los domingos porque era cuando estaba en ese lugar, afirmó, y que consideraba apropiado entrar en el edificio fuera del horario normal y llevarse cosas que necesitaba, y que en algunos negocios se hacía así. Reconoció que no había solicitado un monitor, y que su juzgado tenía, y había utilizado, una cuenta de gastos. También reconoció que después de llevarse los monitores no lo había comunicado a ese departamento o a algún otro, ni a ningún empleado público.

Para explicar sus actos declaró que el departamento de IT no lo ayudaba en sus planes de mejora del juzgado, y que había tenido que mendigar para obtener post-it y bolígrafos, por lo que decidió saltarse algunos trámites. Quería los monitores, afirmó, para implantar un sistema de videoconferencia entre su juzgado y la cárcel, algo de lo que se llevaba tiempo hablando en el condado, y que él estaba decidido a llevar adelante. El sistema ahorraría los costes y los riesgos del traslado desde y hasta la cárcel de los presos para multitud de trámites. Tenía uno de los monitores en la camioneta precisamente para instalarlo en la prisión, pero todavía no había encontrado el momento.

Pero no consiguió convencer a los investigadores ni a la fiscalía y fue procesado por robo y por entrada ilegal. Le escribió al juez para intentar desescalar la situación, afirmando que aceptaba responsabilidad por lo hecho, pero que no había robado ni pretendido robar nada, y que ya que la fiscalía no se volvería atrás, el juez debía para la cadena de eventos que se estaba saliendo de control. Había aprendido la lección, terminó, y se daba cuenta de lo serio que era el asunto.

El Fiscal de Distrito, Mike McLelland, a través de su ayudante, Mark Hasse, le ofreció un trato a Williams, probablemente por iniciativa del juez. Evitaría las consecuencias más graves de la acusación si se declaraba culpable de un cargo menor, lo que no conllevaría pena de cárcel y además no implicaría perder su puesto como Juez de Paz ni la licencia para ejercer la abogacía. Pero Eric Williams, en lo que muchos consideraron una jugada poco inteligente, no aceptó el acuerdo y decidió afrontar el juicio y tratar de limpiar su nombre. McLelland y Hasse solicitaron cárcel para el acusado, y la defensa de este se basó en dos extremos:

1) Todo había sido un malentendido, y debió resolverse como tal. Nunca tuvo intención de robar, y lo que había hecho había sido exclusivamente por el bien del condado.

2) La acusación era totalmente desproporcionada respecto al hecho, y era en realidad una venganza política de McLelland por el apoyo de Williams a un rival años atrás.

En 2006 Mike McLelland había perdido las elecciones para Fiscal de Distrito contra Rick Harrison tras una dura y agresiva campaña. Se publicó en un periódico una carta firmada por Eric Williams en la que este apoyaba a Harrison y presentaba a McLelland de forma negativa, y se decía que Mike McLelland nunca olvidaba una ofensa. Cuando se le planteó al Fiscal de Distrito la acusación de Williams, negó que la acusación estuviera motivada políticamente y aseguró que él sabía que detrás de la carta estaba Rick Harrison, que simplemente había encontrado a un tonto que la firmara. Como señalaron algunos, esa declaración era prueba de que McLelland recordaba la carta y su contenido, años después, incluso tras haber ganado las elecciones contra Harrison en 2010.

Lo cierto es que había más personas en el condado de Kaufman que opinaban  que la acusación era desproporcionada, y que probablemente estaba basada en una inquina política o personal. La abogada Jenny Parks, que trabajó con Williams y lo conocía bien, está convencida de que fuese lo que fuese lo que este hiciese para conseguir los monitores, lo estaría haciendo para el condado y no con ánimo de lucro personal, y afirmó que había más abogados que pensaban lo mismo.

¿Fue la acusación contra Eric Williams adecuada al hecho cometido o fue desproporcionada? ¿Era una venganza política de McLelland o este trató al acusado como a cualquier otro? ¿Era todo un malentendido o realmente había tenido lugar un robo? ¿Pretendía Williams instalar el sistema de videoconferencia o era una simple tapadera?

Analizando cuidadosamente la información disponible, mi opinión es que Eric Williams podría tener razón en parte, pero solo en parte. A priori, su planteamiento no es inverosímil. Se presentaron testimonios de que se había hablado varias veces en el juzgado sobre instalar el sistema de videoconferencia, y también de que Williams pretendía hacer eso y otras cosas, como proporcionar wifi en los juzgados. Era posible que su entusiasmo le hubiese hecho saltarse los trámites adecuados, y que siendo su comportamiento reprobable, al no haber ánimo de lucro y tener como objetivo el bien del condado, no tuviese reproche penal, y se pudiera arreglar con una reprimenda y una multa, o algún castigo equivalente. 

Lo que impide aceptar ese planteamiento al completo es el tercer monitor. Nunca ha aparecido, y Williams no ha sabido explicar su paradero, y por tanto, no encaja en la hipótesis del sistema de videoconferencia. Pudo venderlo, o regalarlo, o esconderlo en algún lugar, pero lo cierto es que todo indica que ese monitor fue robado. Aunque pueda parecer extraño, un mismo acto puede contener un elemento delictivo y otro que no lo es. Considero muy probable que Eric Williams se llevara dos de los monitores con la idea de utilizarlos para el sistema de videoconferencia, y otro más para su uso personal, o con la idea de venderlo o regalarlo.

La acusación podría haber presentado cargos por el robo de uno de los monitores, valorado en menos de 500 $, y dar el beneficio de la duda sobre los otros dos, pero prefirieron presentar la acusación de tal forma que una declaración de culpabilidad implicaría la pérdida de la licencia para ejercer la abogacía. 

McLelland y Hasse condujeron la acusación sin concesiones y con mucha agresividad, en lo que muchos consideraron un ataque personal fuera de lugar y que no guardaba relación con el delito del que se estaba acusando, y Eric Williams fue humillado en público frente a sus vecinos y amigos. Es posible que el pasado enfrentamiento político entre McLelland y Williams jugara algún papel en el desarrollo de los hechos, pero no creo que fuera el más importante ni el motor detrás de la actuación de los fiscales. Creo que hay dos circunstancias que explican el comportamiento de Mike McLelland y Mark Hasse:

-Ambos eran muy agresivos (tal vez por eso congeniaron tan bien) en sus acusaciones. McLelland tenía fama de tomarse como algo personal muchos de los casos, y Mark Hasse era implacable. Jenny Parks le había escuchado alardear de haber destruido las vidas de personas a las que había acusado. 

-Parece claro que encontraron o notaron algo en Eric Williams que les hizo darse cuenta de que detrás del amable y tranquilo juez había alguien peligroso, y en algún momento perdieron de vista que estaban realizando la acusación de un pequeño delito y se embarcaron en un ataque general contra la persona que intuían había detrás de la fachada. No consta que Eric Williams amenazara a McLelland o Hasse, y sin embargo ambos se sintieron amenazados tras la condena e iban armados a todas partes, y McLelland pensó de inmediato en Williams tras el asesinato de Hasse. Eso demuestra que habían visto algo en él, algo muy peligroso e inquietante.

De pronto, Eric Williams pasó de estar envuelto en un asunto menor y abierto a interpretaciones a ser tratado como un criminal. Mike McLelland se encargó personalmente de llamar a la Guardia de Texas para contarles la acusación contra Williams, y ante el tribunal dijo de él que era un hombre desprovisto de honor, y Hasse lo describió como malvado. Ciertamente, parece un poco excesivo para un asunto como el de los monitores. En ambos juicios los abogados de Williams pudieron presentar decenas de testimonios mostrando que era una persona amable, un buen abogado que se preocupaba por sus clientes y un trabajador eficaz y colaborador. Por otra parte, tan solo se presentaron dos testimonios que impugnaban esa visión casi idílica del acusado:

1) Un abogado que trabajaba en el mismo edificio que Williams testificó que en 2010 había escuchado a este referirse a otro abogado llamado Jon Burt en los siguientes términos: Voy a matarlo. Voy a matarlo a él, a su mujer y a sus hijos. Voy a quemar su casa, le voy a apuñalar. Al parecer Williams estaba furioso con Burt debido a un malentendido en un caso en el que ambos participaban y se desahogó en público. 

2) En 1991 o 1992 Eric Williams mantuvo una breve relación con Janice Marie Gray, otra coordinadora judicial a la que había conocido en una conferencia. Poco después ella le comunicó que quería dejar la relación, y él pareció aceptarlo. Unos meses después, en otra conferencia, se encontraron en la recepción del hotel y él la invitó a cenar. Ella rehusó la invitación, diciendo que había quedado con unas amigas, y Williams entonces sacó una pistola y se la mostró, diciendo que era nueva. Más tarde, esa misma noche, ella estaba en un bar con un grupo de amigos cuando él le tocó el hombro y le dijo que quería hablar con ella. Se alejaron un poco y durante la conversación Janice afirmó que no quería tener una relación con él, y cuando le dijo que iba a volver con sus amigos, Eric Williams le respondió que tenía un pistola, y que si se marchaba la usaría, ya que no tenía nada que perder. Ella se puso a llorar, y al ver esto dos de sus amigos se acercaron y se la llevaron de allí, sin que Williams dijera nada.

Janice denunció lo sucedido a la policía, que esa noche puso un agente ante su puerta y se le proporcionó una escolta. Al día siguiente vio a Williams y este fue detenido, pero no se presentaron cargos. 

Eso fue todo lo que pudo presentar la acusación, una explosión verbal sin posteriores consecuencias y un suceso bastante más grave, pero ocurrido 20 años atrás. Aunque las amenazas de muerte no deben ser tomadas a la ligera, hay bastante gente que tiene ese tipo de respuesta emocional a la frustración, y generalmente no pasa de ahí. El asunto de la amenaza con el arma era bastante más importante, y de haber sido condenado por ello, no se habría convertido en juez. Pero el que no se presentaran cargos tiene sentido, ya que no había testigos de la amenaza, ni antecedentes. Sus amigos tan solo habían visto llorar a Janice, pero ni habían oído la amenaza, ni Williams había exhibido el arma, ni lo habían visto en postura amenazante. En esas condiciones habría sido casi imposible lograr una condena, ya que al negar él la acusación era la palabra de uno contra la de otro.

Lo que algunos encontraron realmente inquietante fue la actitud de los fiscales tras el veredicto, en la fase de imposición de condena. Fue en ese momento cuando sacaron a relucir estos hechos del pasado de Williams, y lo presentaron ante el juez (y el público) como un personaje perverso y amoral, y solicitaron que fuera condenado a pasar dos años en la cárcel, a pesar de la crítica situación personal del acusado. Este había declarado que era el único sustento de su familia. Su esposa Kim estaba enferma y tenía que cuidar de ella, y los padres de ella, también enfermos, se habían mudado desde otro estado y vivían muy cerca de ellos. Su suegro tenía cáncer, y su suegra había sufrido un derrame cerebral, y Williams tenía que cuidar de todos ellos, y si iba a la cárcel no habría nadie para hacerlo. A pesar de que se pudo demostrar que todo esto era cierto, McLelland y Hasse insistieron en que fuera enviado a prisión, en una actitud que muchos encontraron incomprensible.

Una petición de condena por un cargo menor, como el que le habían ofrecido inicialmente habría sido más que suficiente. Eric Williams habia rechazado el trato, y tenía sus razones. Es cierto que ese tipo de condena no implicaba perder su puesto de juez ni su licencia, pero en la práctica significaba que en las siguientes elecciones perdería el cargo, ya que los ciudadanos no lo votarían con una condena por robo en su haber. Además, la condena quedaría en su expediente, dificultando su práctica de la abogacía. Eso y una multa habría sido un castigo más que duro para un asunto como el de los monitores.

Finalmente, el juez impuso a Eric Williams una condena de 2 años de cárcel con sentencia suspendida, de modo que no tendría que ingresar en prisión. Pero esa era la única buena noticia, ya que las consecuencia eran tremendas. La condena significaba que Eric Williams perdía su puesto como Juez de Paz, y con ello se quedaba también sin su seguro médico, que era vital para hacer frente a los cuantiosos gastos médicos de su esposa. También perdía su licencia para ejercer como abogado, e incluso su permiso de policía en la reserva. A sus 46 años tenía que buscarse otra forma de ganarse la vida, con el peso de una condena penal por robo en su expediente. El efecto en Eric Williams y su esposa tuvo que ser devastador. En algún momento del proceso de acusación, contó Kim, su esposo comenzó a beber más cerveza de la cuenta y a tomar con mucha frecuencia pastillas para dormir.

Me parece muy llamativa la desproporción entre el suceso y el efecto. McLelland y Hasse convirtieron un incidente poco claro y abierto a varias interpretaciones en la destrucción de la vida profesional, social y económica de un hombre. Y si a mí me resulta difícil aceptar la desproporción, me imagino como se tuvo que sentir el acusado. Cuando se repasa toda la secuencia de eventos del caso, es difícil ver como podría evitar Eric Williams sentirse injustamente tratado. Es evidente que algo no funcionaba bien en él, pero en mi opinión fue esta acusación desproporcionada y la sensación de ser víctima de una injusticia absoluta la que lo desquició y condujo a los asesinatos.

Se puede argumentar que Eric Williams era un psicópata, y que el impulso homicida estaba presente, y tan solo necesitaba un elemento desencadenante, que de no haber sido este, habría sido otro cualquiera. Esta argumentación me parece débil. Williams tenía 46 años cuando cometió los crímenes, y el suceso más grave de su pasado, la amenaza con un arma a una antigua novia, había ocurrido más de 20 años antes. Después de eso, tan solo una amenazas lanzadas al aire, una explosión verbal sin efecto posterior. Eso es todo. Aunque sea un psicópata, lo cierto es que había llegado a la madurez sin incidentes demasiado graves, y de no mediar sucesos de este estilo se puede suponer razonablemente que podría haber pasado el resto de su vida de la misma forma. Tal vez, se puede alegar, una petición de condena por cargo menor habría provocado el mismo efecto. Es posible. Pero la sensación de injusticia fue máxima con el tipo de acusación que condujeron McLelland y Hasse, y considero probable que otro tipo de acusación no hubiera provocado una respuesta igual, aunque reconozco que es algo discutible.

En cualquier caso, tras la condena por robo Eric Williams se descontroló por completo. Tenía pensado ampliar sus crímenes a una juez no relacionada con la acusación, tan solo porque consideraba que años antes, cuando él trabajaba para el turno de oficio, le pagaba (a él y a los demás abogados) poco por los casos. También amenazó a su esposa Kim con que si lo abandonaba la mataría y después se suicidaría. Los abogados de Williams intentan que se tengan en cuenta algunos análisis médicos que pueden indicar un daño en el cerebro, y tratan de argumentar que eso pudo desencadenar los hechos. La acusación, por su parte, ha señalado correctamente que el condenado planeó y estudio los crímenes durante meses, de forma concienzuda y eficaz, y que eso no indica ningún acto cometido a resultas de un supuesto daño cerebral. Mientras tienen lugar estas batallas legales, sospecho que Eric Williams dedica su tiempo a pensar y planear, y creo que las autoridades de la prisión no deberían descuidarse ni un instante.
-------------------------------------------------------------

FUENTES:

http://www.dallasnews.com/news/crime/2014/12/08/testimony-opens-in-punishment-phase-of-kaufman-county-da-murders-trial

http://www.terrelltribune.com/community/article_0f474cde-79d3-11e4-85f4-3f20f12eb9bf.html

http://www.dallasnews.com/news/crime/2013/04/17/wife-of-jailed-ex-kaufman-county-justice-of-the-peace-is-now-behind-bars-charged-with-capital-murder

http://www.kaufmanherald.com/hot_news/article_44910534-8143-11e4-9368-c757d01b0c59.html

http://www.dallasnews.com/news/crime/2013/04/21/months-of-work-on-kaufman-da-killings-ended-with-arrest-of-man-suspected-at-the-beginning

http://www.terrelltribune.com/community/article_3482ea32-7f58-11e4-bafa-5fcb3358f6be.html

http://www.nytimes.com/2013/04/13/us/texas-prosecutors-may-have-been-killed-by-lone-wolf.html

http://www.terrelltribune.com/community/article_ece99980-85a8-11e4-aaf7-0b854e0c8b86.html

http://www.dallasnews.com/news/crime/2013/04/13/complex-picture-arises-of-ex-kaufman-justice-of-peace-eyed-in-case

http://www.tdcaa.com/journal/answering-call


Programa de la CBS:

http://www.cbsnews.com/news/target-justice-48-hours-probes-texas-prosecutor-killings/


Archivos con información sobre el caso:

Son documentos oficiales en formato pdf con la orden de detención contra Williams, por ejemplo, o su apelación. Este último tiene 204 páginas y contiene un buen resumen de todos los testimonios y pruebas presentados durante el juicio. Si hay alguien interesado, me los puede solicitar por correo electrónico.