lunes, 23 de julio de 2018

El crimen de Almonte (X): La confusa evidencia genética




El discurso de la acusación respecto a la prueba de ADN se va adaptando al tipo de interlocutor, cambiando o modificando dicho discurso cuando sus manipulaciones se van haciendo cada vez más evidentes. Llevan meses insistiendo en que Jose Antonio Lorente y Juan Carlos Álvarez, peritos de parte, contradecían al Instituto Nacional de Toxicología (I.N.T), formado al parecer por imparciales y angélicos representantes públicos. Por supuesto, es falso, como quedó acreditado por los informes y por lo declarado en el juicio. Los profesores Lorente y Álvarez (expertos reconocidos a nivel mundial) aceptaron los informes del I.N.T (alabando su profesionalidad, por cierto) y redactaron su propio informe a partir del de ellos. Curiosamente, esa es otra de las críticas que plantea el abogado acusador, que los peritos de la defensa no efectuaron sus propios análisis, sino que se basaron en los del I.N.T. Queda una vez más de manifiesto que contradecirse nunca ha sido un problema en el entorno de la acusación.

Algo que parece no entenderse es que entre las funciones del I.N.T no está la de dar su opinión sobre como ha llegado un rastro genético a determinado lugar. Su trabajo es descubrir si hay ADN en una muestra, y si es así tratar de relacionarlo con algún perfil genético conocido, o introducirlo en un una base de datos automatizada tratando de identificarlo. Pueden también informar sobre la cantidad de ADN hallado, su soporte biológico, su integridad o degradación, y algunas características más. Pero no sobre como llegó ese ADN a la muestra, como el propio I.N.T informó a la Juez de Instrucción dos veces. 

Esto tiene mucho sentido, ya que los técnicos no tienen porque tener acceso a información relevante sobre el caso, y en la mayoría de las ocasiones tienen poca o ninguna. Decidir si un perfil de ADN ha llegado a determinado lugar depositado directamente por un sospechoso o a través de una tercera persona, de forma voluntaria o casual, está más allá de las funciones y capacidades de los técnicos del Instituto, y no tienen, o no deberían tener, toda la información necesaria para emitir una opinión. En sus informes, y pese a las apremiantes cuestiones que les plantaba la Juez, se negaron, correctamente, a dar su opinión sobre algo que no les correspondía.

Extrañamente, en el juicio dijeron más de lo que debían, afirmando que el ADN encontrado era compatible con una trasmisión directa, sin descartar una trasmisión indirecta. Esto, que sin ser falso podría haber llevado fácilmente a confusión a los jurados, no era, a pesar de todo, lo que pretendían y necesitaban la fiscalía y la acusación, pero al menos les ofreció combustible para seguir manipulando la información. Resulta preocupante cuando la Guardia Civil, por ejemplo, condecora a técnicos del Instituto Nacional de Toxicología o a periodistas, estableciendo relaciones y alimentando lealtades que pueden provocar una nube de sospecha (probablemente injusta en la mayoría de los casos) sobre determinadas actuaciones, declaraciones o informaciones. Ya se sabe, la mujer de César…

Creo haber demostrado en un escrito anterior que ni la UCO ni la Juez de Instrucción ni el Fiscal comprendían bien toda la prueba relacionada con el ADN, y que se equivocaron gravemente cuando afirmaron que no se había encontrado en la casa otro ADN distinto al de la familia o Medina. Resulta especialmente chocante el comportamiento de la Juez de Instrucción: 

1) En mayo de 2014 recibió el informe del Instituto Nacional de Toxicología en el que se informaba del hallazgo del ADN de Francisco Javier Medina en tres toallas.

2) El 16 de junio la Juez preguntó por escrito al Instituto, entre otras cosas, si ese ADN había llegado a las toallas por trasmisión directa o pudo haberlo hecho por trasmisión indirecta.

3) El 18 de junio, el I.N.T respondió con una larga explicación, en la que casi al inicio se daba respuesta a esa pregunta en concreto:

Los análisis genéticos permiten establecer, en la mayoría de los casos, la identificación de restos celulares depositados sobre una muestra, y no así establecer la forma ni la data en la que dichos restos fueron depositados. (Subrayado mío)

4) A pesar de ello, la Juez, animada por la fiscalía, decidió que los restos celulares habían llegado a las toallas por trasmisión directa del donante. Al poco detuvieron a Francisco Javier Medina, y tres días después la Juez lo envió a prisión.

5) Varios meses después, y tras un nuevo informe del I.N.T que advertía del hallazgo de ADN del acusado en nuevos análisis de las toallas, la Juez volvió a preguntar si el ADN pudo haber llegado a dichas toallas a través de una tercera persona o tuvo que producirse por transferencia directa del donante.  

A estas alturas, Francisco Javier Medina llevaba 5 meses en prisión, basándose sobre todo en la interpretación que la Juez había dado a la respuesta a la misma pregunta que ahora volvía a plantear.

6) Desde el  INT contestaron indicando que ya habían respondido a esa pregunta meses atrás:

Como ya se describió en nuestro oficio de fecha 18/06/14 los análisis genéticos permiten establecer, en la mayoría de los casos, la identificación de los restos celulares depositados sobre una muestra, pero no permiten establecer ni la forma ni la data en la que dichos restos fueron depositados
(Subrayado mío)

Este sorprendente intercambio nos muestra como se gestionó todo el asunto del ADN, y que la acusación, procesamiento y encarcelamiento de Francisco Javier Medina lo llevaron a cabo personas que no entendían bien la prueba sobre la que estaban sustentando sus actuaciones. Si bien parece una broma, nos impide tomarlo como tal el hecho de que una persona pasó tres años en la cárcel a causa de ello.

Lo que el Instituto Nacional de Toxicología indicó es que la cantidad de ADN que había en las toallas indicaba que no se estaba ante un hallazgo casual, alguna partícula suelta que se habría hallado tan solo en una sola muestra y que pudo llegar allí de muchas formas. Lo que apareció fue mucha cantidad de ADN de Medina, sobre todo en dos de las toallas, en las que se encuentra por todas partes. La cantidad de ADN hallada por el I.N.T provocó que UCO y Juez concluyeran que como no podía haber llegado allí casualmente, tan solo lo podía haber hecho por transferencia directa, algo que no es cierto, y que no había dicho el I.N.T. Interpretaron, de forma incorrecta, que el que un depósito de restos celulares se puede catalogar como casual o no casual puede determinar la identidad del agente que depositó esos restos en la muestra.

LA HIPÓTESIS DE LA DEFENSA

Lorente y Álvarez utilizaron precisamente la gran cantidad de ADN de Medina que se halló en las toallas para señalar una gran incongruencia de la acusación: Si había tanto ADN del acusado presente y se debía, como se pretendía, a que el acusado se había secado tras ducharse, o a que se había secado el sudor, no era creíble que no hubieran aparecido rastros identificables. Un secado tan vigoroso como para dejar tanta cantidad de AND en un único uso debía necesariamente haber dejado, al menos, pelos. Como no se habían encontrado pelos del acusado en las toallas, los peritos concluyeron que un secado difícilmente podía ser el origen de ese ADN. 

Este podría haber encontrado su camino hacia las toallas a través de Marianela, que mantenía frecuentes relaciones sexuales con su novio en el coche. Bien directamente, por tener rastros de semen en sus ropas o manos al manipular las toallas, bien indirectamente, al lavar sus prendas conteniendo ADN de su novio con las toallas, ejerciendo la lavadora como distribuidor. Esta segunda opción tenía además la virtud de superar un argumento de la acusación, el de que los análisis de las toallas habían dado negativo para sangre y semen, indicando que las células origen del ADN encontrado tan solo podían ser epiteliales. El lavado en la lavadora puede romper las células seminales dejando ADN puro flotando, sin los elementos biológicos que señalarían la presencia de semen. Volveremos sobre este argumento al final, porque hay otra posibilidad para explicar la ausencia de positivos a la prueba de semen.

La acusación plantea últimamente como algo significativo que el ADN de Medina no se halló en ninguna otra prenda, donde debería estar si se hubiera transferido en la lavadora o a través de Marianela. Este argumento tiene muy poco recorrido, ya que se quedaron sin analizar la inmensa mayoría de prendas que había en el domicilio. Por no analizar, no se analizaron ni siquiera el resto de toallas de la casa, limpias o usadas, tan solo las cuatro que estaban a la vista en los dos baños y la utilizada como alfombrilla.

Algo más consistente parece el argumento de que el ADN de Medina no apareció en la toalla donde el asesino limpió el cuchillo, donde debería estar si los rastros genéticos llegaron a las toallas a través de la lavadora. Ese argumento se lo leí por primera vez a Hellín en Facebook poco después del juicio. Hellín afirmó que esa toalla la cogió el asesino del armario bajo el lavabo del otro baño, y la llevó al del pasillo para limpiar el cuchillo.

Esa hipótesis en realidad debilita mucho la crítica contra la hipótesis de la transferencia, ya que si la toalla estaba en el mueble bajo el lavabo, limpia, seguramente no habría sido lavada y manipulada con las demás, con lo que pierde fuerza el posible significado de la ausencia del ADN de Medina en ella. Lo cierto es que estamos ante otra ocurrencia del perito Juan Hellín, que propone hipótesis tras hipótesis, sin analizarlas apenas, y sin importar lo flojas que puedan ser o que se contradigan con otras anteriores.

La hipótesis de que esa toalla donde el asesino limpió el cuchillo la recogió del mueble bajo el lavabo se basa en que en los pomos de dicho mueble había manchas de sangre, que indicarían que el asesino lo había abierto, y de ahí se concluye que cogió una toalla, que sería la utilizada para limpiar el arma del crimen. Es una hipótesis posible, pero innecesaria y totalmente prescindible, porque obliga a proponer otra hipótesis auxiliar, la de que el asesino tuvo que llevarse una toalla al marcharse. Efectivamente, si la toalla de baño con manchas de sangre hallada encima del lavabo del pasillo la hubiera cogido el asesino del armario del otro baño, el de la habitación de matrimonio, entonces nos faltaría la toalla con la que iba a secarse, o se había secado, Miguel Ángel. 

Es mucho más sencillo suponer que esa toalla era la que el padre utilizaba para secarse cuando se duchaba, y que incluso la habría dejado sobre el lavabo para tenerla a mano al salir de la ducha. El asesino podría haber abierto el mueble del otro baño buscando algo, y podría haberlo encontrado, o no, pero es muy improbable que de allí saliera la toalla donde limpió el cuchillo.

Algo que se opone a eso es que en los análisis de ADN de esa toalla se encontró el de Miguel Ángel en todas las muestras, 47 en total, sumando las analizadas por la Guardia Civil y por el I.N.T, lo que indica que la había usado de forma repetida y no era una tolla limpia. Es más, aparte de su perfil genético, tan solo apareció una mezcla del mismo y del de su hija. Esa mezcla de ADN de Miguel Ángel y María únicamente apareció en las muestras de la toalla donde habiá manchas de  sangre. En los recortes sin manchas de sangre tan solo se encontró el ADN del padre, y se encontró en todas y cada una de las muestras. Era una toalla usada durante un tiempo considerable, y solo por Miguel Ángel.

Pero volvamos a la pregunta de la acusación. ¿Por qué en esa toalla no se encontró ADN  de Medina, cuando debería haberlo si el mecanismo de transferencia del ADN hubiera sido el lavado o la manipulación de Marianela? Puede responderse que tal vez esa toalla en concreto no se lavó con las otras, y que por tanto podría haberse librado de la transferencia. Pero la pregunta da lugar a una fuerte contrapregunta: ¿Por qué no se halló tampoco el ADN de Marianela?


UNA CURIOSA CORRELACIÓN

El ADN de Marianela es el gran olvidado de este caso, porque todos se han centrado en el del acusado, pero se ha pasado por alto el que puede ser un elemento clave para la interpretación de toda la evidencia genética. Y es que el ADN de Marianela se encontró en las mismas toallas donde fue encontrado el de Francisco Javier Medina, pero no en las toallas donde no se encontró el de él. Es más, en una de las tres toallas, donde había poco ADN de Medina, había poco ADN de Marianela. En las dos toallas donde había mucho ADN de Medina, había mucho ADN de Marianela. Esta correlación resulta demasiado evidente como para ser soslayada, pero eso precisamente hizo la Juez, que pareció basarse en que no en todas las muestras el ADN de Medina y Marianela estaba mezclado, algo que no es necesario para la hipótesis de la transferencia indirecta, pero que ella, con su poca comprensión de la prueba, consideró muy significativo. Afirmó que se halló ADN de Marianela en solitario, cierto, y que también se halló ADN de Medina en solitario, que no es cierto. Este hecho también debería llamar la atención: No se encontró en ninguna de las muestras ADN de Medina en solitario, siempre se encontró mezclado con el de otros. Sí se halló en las toallas ADN en solitario de Miguel Ángel, Marianela y María, pero nunca el de Francisco Javier Medina.

¿Cómo explica la acusación esa evidente correlación entre los lugares donde se  encontró el  ADN de Medina y el de Marianela? No la explican, la obvian por completo, ya que es un torpedo en la línea de flotación de su argumentación. Durante el juicio la acusación trató a toda costa de demostrar que el ADN del acusado no pudo llegar a las toallas de forma indirecta, apoyándose sobre todo en la sorprendente (y sospechosa) memoria de Marianela, que dijo recordar que lavaba las toallas solas, con temperaturas y productos poco creíbles, y que además ni siquiera bastarían, de ser ciertas esas condiciones, para descartar la trasmisión indirecta. 

Pero el gran problema que se trata de escamotear, y que hay que responder independientemente de cuando y como hiciera la colada Marianela, es cómo llegó su ADN a esas toallas. Fiscal y acusaciones trataron por todos los medios de demostrar que el ADN del acusado no podía haber llegado a las toallas a través de su novia, y para ello hicieron recordar a Marianela  que había dejado las toallas limpias y que no las volvió a tocar más, en ninguna ocasión, lo que eliminaba, en su opinión, la posibilidad de la trasmisión indirecta. Si esos rastros de ADN hallados en varias toallas se debieran exclusivamente a su manipulación normal tras el lavado, para recogerlas, tenderlas, doblarlas y guardarlas, sería de esperar menos disparidad. Se pueden plantear de inmediato dos preguntas:

1) ¿Por qué entonces el ADN de ella aparece en unas toallas en gran cantidad y en otras no aparece en absoluto?

2) ¿Por qué el ADN de Marianela aparece en gran cantidad donde hay gran cantidad de ADN de Medina (dos toallas de lavabo), escasamente donde hay escaso ADN de Medina (toalla de baño salmón), y está ausente donde no hay ADN de Medina (toallas con sangre)?

En la toalla de baño no había ADN de Marianela en ninguna de las 47 muestras. En las tres famosas toallas aparece en 27 de 42 muestras, y en dos de las toallas en 24 de 28 muestras. Si ese ADN se debe a la manipulación normal de recogida y doblado, ¿cómo es posible que esa manipulación no deje ni un solo rastro en algunas toallas y deje rastros por prácticamente toda la superficie de otras?

No parece aventurado suponer que el ADN de Francisco Javier Medina podría haber llegado a esas toallas junto con el de Marianela, fuese cual fuese la forma en que ella dejó su ADN en esas toallas.  Si Marianela dejó tantas de sus células epiteliales en las toallas, pudo dejar igualmente las de su entonces novio. Pero todos estos análisis, hipótesis y posibilidades deberían haber esperado a que se resolviera el principal problema con la prueba de ADN en este caso, el misterio del ADN que no aparecía en unos análisis.

EL ADN AUSENTE

Es una de las claves para analizar la prueba genética, y parece haber pasado desapercibida para todo el mundo, incluyendo a la defensa y sus peritos. UCO, fiscalía y Juez de Instrucción no lo explicaron, y los mismos técnicos de los laboratorios fueron bastante tímidos, probablemente para no comprometer el caso. Pero el hecho cierto, indiscutible, importante, muy importante, es que el Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil no encontró ADN extraño en las toallas. Es decir, halló ADN de Miguel Ángel, María y Marianela, pero de nadie más, lo que significa que el ADN de Francisco Javier Medina no estaba en las muestras analizadas.

Esto, que no necesitaría de explicación si el ADN del sospechoso se hubiera hallado posteriormente en una o dos muestras por el Instituto Nacional de Toxicología, la necesita de forma apremiante desde el momento en que el ADN de Medina fue hallado de forma masiva en las toallas, en la mayoría de las muestras.

Durante la segunda inspección ocular, en la  cual se recogieron la toalla sobre el lavabo y la utilizada como alfombrilla de baño, ambas ensangrentadas, los técnicos no se llevaron las otras tres toallas, una de baño y otras dos de lavabo. Estaban colocadas correctamente en sus respectivos lugares, sin manchas de sangre ni señal alguna de haber sido utilizadas por el asesino, así que las dejaron en su sitio. No fue hasta varios días más tarde, durante la tercera inspección ocular, que fueron recogidas para proceder a su análisis. Es decir, ya desde el comienzo las toallas formaron dos grupos separados, por un lado las dos ensangrentadas, y por otro las tres toallas sin señales.

El Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil (L.C.G.C) analizó las cinco toallas en busca de ADN y lo halló en todas ellas, pero todos los perfiles genéticos correspondían a miembros de la familia, Miguel Ángel, María y Marianela, sin que apareciese ningún otro extraño. El análisis realizado por el L.C.G.C fue uno estandarizado, de perfil genético de STRs autosómicos, que es usado en laboratorios de todo el mundo de forma habitual. 

Posteriormente, las toallas fueron enviadas al Instituto Nacional de Toxicologia y Ciencias Forenses, donde recortaron más trozos de las toallas (en dos análisis diferentes) y los sometieron al mismo procedimiento en busca de ADN. En su caso encontraron los mismos perfiles  que había encontrado el L.C.G.C, pero hallaron además otros tres rastros genéticos. Uno de ellos correspondía a un miembro de criminalística de la Guardia Civil, lo que indica una contaminación. Otro es un perfil que no se pudo identificar, pero como tan solo se halló en una de las muestras, se pueden extraer pocas conclusiones a partir de el. El tercer perfil genético hallado era otra cuestión, ya que apareció en las tres toallas sin sangre, en dos de ellas en casi todas las muestras.

El Instituto Nacional de Toxicología volvió a analizar las toallas, recortando nuevos trozos, y obtuvo resultados muy similares. No podía haber duda, había en las tres toallas gran cantidad de ADN de una persona ajena a la familia. Se tomaron muestras de ADN a decenas de personas, y una vez analizadas se encontró que el perfil genético correspondía a Francisco Javier Medina Rodríguez. A partir de este punto, y sin consultar  a verdaderos expertos, personas bastante ignorantes en el tema comenzaron a extraer sus propias conclusiones, lo que acabó llevando a la detención y encarcelamiento de Medina.

Hay algo que pasó desapercibido para casi todo el mundo, pero que me preocupó de inmediato, y es la evidente disparidad ente los resultados del Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil y el Instituto Nacional del Toxicología. Todo el mundo se fijó en que el I.N.T había  encontrado rastros genéticos de Medina, pero pocos repararon en que Criminalística no los había encontrado. Resulta insólito, porque el I.N.T encontró el ADN de Francisco Javier Medina de forma masiva, en la mayoría de las muestras, y Criminalística ni en una sola de ellas. Durante el juicio, el encargado de la investigación achacó los resultados diferentes a que el I.N.T había utilizado otras técnicas, se supone que más avanzadas. Yo sospeché de inmediato que esa no podía ser la respuesta, y ahora sé que no lo es.

La analítica efectuada por el I.N.T difería del la del L.C.G.C en dos elementos:

-Un análisis de STRs autosómicos que incluía unos pocos marcadores más que los 17 que ya había analizado el L.C.G.C . Es un análisis más preciso, pero en este caso resulta redundante y esos  marcadores extra no aportan nada significativo. Pueden ser útiles para asegurarse si debido a la mutación hay uno o dos alelos que no coinciden, pero no es el caso. En las mezclas aparecen todos los alelos de Medina en los 17 marcadores, por lo que no hacen falta más comparaciones.

-Un análisis de STRs de cromosoma Y (que solo detecta rastros genéticos de hombres), que no había sido realizado por el L.C.G.C. En este caso sí aportan algo, aunque de importancia muy limitada. Este análisis hace aflorar rastros genéticos de Miguel Ángel en 3 muestras, y de Medina en 2, rastros que no aparecían en los análisis de STRs autosómicos. En el total de resultados tiene una importancia escasa. Hay que indicar que fue este análisis el que encontró el rastro genético de un desconocido en una de las muestras de la toalla usada como alfombrilla de baño. Como este análisis no fue efectuado por el L.C.G.C, lo eliminé de mis cálculos, ya que si no sería imposible la comparación.

El análisis de STRs de cromosoma Y podría haber sido importante si todos, o casi todos los perfiles genéticos de Medina se hubieran encontrado con el, lo que explicaría que no hubiera sido hallado en el laboratorio de criminalística, que no realizó ese análisis. Pero no, casi todo el ADN de Medina se encontró con el análisis de STRs autosómicos, el mismo efectuado por el L.C.G.C. Que en este análisis se estudien 17 o más marcadores resulta irrelevante, ya que los rastros genéticos encontrados aparecieron claramente. Las técnicas empleadas por ambos laboratorios no son, con certeza, la causa de la disparidad de resultados.

Había que considerar otras opciones. Al principio se me había ocurrido que podría haberse producido algún tipo de contaminación en un laboratorio, o tal vez algún fallo en el etiquetado de muestras, o algún error de interpretación. Sí, era demasiado atrevido suponer que alguno de esos dos laboratorios de élite podría haber cometido algún error de ese tipo, pero esos extraños resultados necesitaban de hipótesis atrevidas. Los errores ocurren incluso en los laboratorios de élite, aunque no los reconozcan, y no hace falta más que recordar el caso del asesinato de la niña Asunta Basterra y el penoso papel del laboratorio en el análisis del ADN.

Tal vez, conjeturé, los técnicos del I.N.T habían dejado la muestra de ADN de Medina muy cerca de las toallas, o tal vez habían utilizado los mismos instrumentos para manipular las muestras. Hipótesis errónea, porque la recogida de una muestra del ADN de Medina (y de decenas de personas más) no se efectuó hasta bastante después de haberse efectuado los análisis en el laboratorio. Es decir, primero apareció un perfil genético no identificado, que no correspondía a los conocidos de Miguel Ángel, María y Marianela, y posteriormente se requirió ADN de varias personas para la comparación.

¿Podría ser que hubiera habido alguna confusión en el etiquetado, la manipulación o la identificación, y que ese ADN no fuera el de Francisco Javier Medina. No, porque más tarde se analizaron prendas del detenido en busca de ADN y apareció el mismo perfil que había sido hallado en las toallas. No hay duda de que se trataba de su ADN.

Pudiera ser que, tal vez, los técnicos del laboratorio hubieran sobrevalorado algunos resultados poco claros y sujetos a discusión. Tampoco. En las distintas mezclas aparecía claramente el perfil genético completo de Medina, con bastante cantidad de ADN en algunas muestras. Los electroferogramas son bastante claros. 
Electroferograma similar a los utilizados en este caso

No hay duda: El Instituto Nacional de Toxicología halló ADN de Francisco Javier Medina en tres toallas, en dos de ellas de forma abundante y en muchas muestras.

Había que volver la vista al Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil. ¿Tal vez se les podría haber escapado un ADN no identificado en las muestra analizadas? Tampoco, los perfiles genéticos mezcla contenían exclusivamente los perfiles genéticos de los tres miembros de la familia y no había posibilidad de confusión o de que hubiera algún ADN extraño oculto tras los resultados. Ni un solo alelo extraño que pudiera señalar en otra dirección.

No hay duda: No había ADN de Francisco Javier Medina en las muestras analizadas por el Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil.

Si no había ADN en ninguna de las 17 muestras de las tres toallas analizadas por el L.C.G.C, y se encontró en 14 de las 25 muestras analizadas por el I.N.T, y considerando las hipótesis ya descartadas, tan solo nos quedan dos, y solo dos, posibilidades:

1) Todo se debe al puro azar, a una gran casualidad.

2) El ADN de Francisco Javier Medina llegó a las toallas con posterioridad al análisis del Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil, y antes de su envío al Instituto Nacional de Toxicología.

CASUALIDAD

Consideremos el resultado del I.N.T, y supongamos por un momento que ese resultado representa el número de muestras de las toallas en el que hay ADN de Medina, es decir, un 56 % (14/25). En ese caso, la probabilidad de analizar 17 muestras sin encontrar al menos un rastro de ADN de esa misma persona es de una entre 1.151.608. Una entre un millón. Si suponemos que la distribución del ADN en las toallas era menor, y que ese 56 % era un resultado casualmente alto, la probabilidad de no encontrar ni un positivo en 17 muestras aumentará, pero a costa de la disminución de encontrar el 56 %. Lo único que estaríamos cambiando sería una muy alta improbabilidad por dos altas improbabilidades.

Estos números también cambiarán si tan solo utilizamos las muestras donde se obtuvieron resultados, o si vamos analizando toalla por toalla, pero hagamos como hagamos, el resultado que obtendremos indicará que dado uno de los resultados obtenidos, el otro resulta extremadamente improbable. Y eso independientemente de si el ADN llegó a las toallas por transferencia directa, a través de un tercero o de una lavadora. (Nota: La probabilidad entre un millón se usa por su rotundo significado, pero soy consciente de que otro tipo de cálculos, por ejemplo tomando en consideración tan solo las muestras donde apareció ADN identificado de alguien, resultan en una probabilidad de uno entre 200.000. En cualquier caso, más que las cantidades, importa la consideración del resultado como muy improbable. Para entendernos con un ejemplo, la probabilidad de sacar 20 caras seguidas lanzando una moneda es de aproximadamente una entre un millón, y la de sacar 18 caras es tan solo de una entre 260.000. Más allá del cálculo, resulta muy improbable obtener 18 o 20 caras)

Muy improbable no significa que sea imposible, pero sí que estamos ante una anomalía que debería haber sido considerada con mucha precaución. Las grandes casualidades, cuando aparecen en la prueba usada para detener y acusar a una persona, necesitan de un estudio profundo y completo, para garantizar que realmente se está ante una casualidad, y no ante una situación de otro tipo.

LA OPCIÓN DE LA CONTAMINACIÓN

Esa situación de otro tipo es la otra única explicación para los resultados obtenidos. Una vez descartadas las demás opciones, y aparte del resultado improbable, tan solo nos queda suponer que el ADN de Francisco Javier Medina llegó a las toallas después de ser estas analizadas. Esto sería muy difícil de probar, ya que los implicados en la manipulación y custodia de las toallas negarán siempre que haya podido ocurrir (como ocurrió en el caso de Asunta Basterra), pero no es imposible. Es cierto que la muestra de Medina no se obtuvo hasta que el I.N.T efectuó el análisis de las toallas, pero eso no elimina la posibilidad de una contaminación.

Depende de quien y como custodiara esas toallas entre unos y otros análisis, y quien las manipulara. En el Juicio se pudo presenciar (ver el capítulo 2 de esta serie) como se manipulaban las toallas con muy poco cuidado, delante de Juez, Fiscal y abogados, sin que nadie pusiera objeción. Sí, las personas que las manipulaban llevaban guantes, y las toallas estaban guardadas en bolsas, pero en algunos momentos se depositaron, sin protección, en lugares donde podrían haberse contaminado.

Una vez que el Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil terminó sus análisis, devolvió las toallas, y seguramente estuvieron custodiadas en el juzgado de La Palma del Condado hasta su remisión al Instituto Nacional de Toxicología. Allí pudieron ser manipuladas por personas que habrían podido estar en contacto poco antes con Francisco Javier Medina o Marianela Olmedo, bien directamente, bien a través de un agente intermedio. Si un investigador entrevistó a Medina o Marianela, y les dio la mano o se sentó donde ellos se habían sentado poco antes, podría haber recogido ADN de uno o de los dos. Si después entró en contacto con las muestras, podría haberlas contaminado. 

O podría haber entrado en contacto con otra persona que trabajara en el juzgado (que algunos investigadores visitaban con frecuencia) traspasándole el ADN de Medina, que esa persona posteriormente habría dejado en las muestras al manipularlas. Ese tipo de transferencias (y más complejas todavía) están documentadas, así que no hay duda de que pueden tener lugar. La pregunta es si había alguna persona en el juzgado con acceso a las muestras que pudiera haberse contaminado a través de alguno de los investigadores. Es una cuestión interesante.

Improbable, sí, pero mucho menos improbable que el que por puro azar un laboratorio obtenga cero positivos de 17 muestras y otro 14 positivos en 25 muestras de las mismas toallas. En este caso no podemos escapar de la improbabilidad y eso debería haber provocado que todos los que intervinieron fueran mucho más prudentes.

Recupero ahora algo mencionado anteriormente. La acusación alega que el ADN de Medina hallado en las toallas proviene de células epiteliales, ya que no se halló ni sangre ni semen en las muestras. Aparte de que la hipótesis de la lavadora puede explicar eso, hay que señalar que las pruebas de detección de fluidos no son del todo fiables, y sobre todo, que no se efectúan sobre toda la muestra, tan solo sobre una pequeña parte de esta. Eso significa que se puede realizar la prueba en una parte de la muestra donde no está, por ejemplo, una partícula de semen, resultando negativo al semen, pero positivo en ADN. Esto necesitaría de una explicación más extensa, pero sirva de momento que es una explicación perfectamente válida.

Resulta improbable, hay que reconocerlo, que en todas las muestras ocurra eso, pero no tan improbable como el citado resultado divergente de dos laboratorios. No se puede desechar una hipótesis como incorrecta por ser improbable, a la vez que aceptamos algo mucho más improbable. Hay que ser consecuente.


RESUMEN

En resumen, el ADN de Francisco Javier Medina fue encontrado en tres toallas que no habían sido analizadas inicialmente, que no tenían manchas se sangre ni ninguna señal de haber sido utilizadas durante el crimen, y que estaban perfectamente colgadas en su lugar habitual. El análisis del Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil no encontró ADN de Medina en ninguna de las 17 muestras analizadas de las tres toallas, obteniendo el de Miguel Ángel, María y Marianela (9, 9 y 10 muestras).

El Instituto Nacional de Toxicología halló ADN de Medina en esas tres toallas, pero no en las que sin duda había utilizado el asesino, que estaban manchadas de sangre, y donde además se encontró un perfil de ADN de un desconocido. El ADN de Medina en las toallas guardaba una correlación bastante evidente con el de Marianela, ya que los dos estaban ausentes de las toallas con sangre, y presentes en las otras tres, guardando incluso la proporción: En una toalla donde el ADN de Medina apareció en pocas muestras, lo mismo ocurrió en el de Marianela, y en las otras dos toallas el ADN de los dos apareció en casi todas las muestras. Tan solo esto ya debería haber frenado el ímpetu de los que querían procesar al entonces sospechoso.

Para rematar, los resultados de ambos laboratorios implican un resultado muy improbable, una improbabilidad difícil de aceptar por algunos, o una contaminación posterior al primer análisis, que resulta una improbabilidad difícil de aceptar por otros. En cualquier caso una improbabilidad que no se puede soslayar.

Investigadores de la UCO, fiscalía y Juez de Instrucción, ansiosos por resolver el caso, y con poco entendimiento sobre la prueba, decidieron, de forma imprudente, interpretarla por sí mismos. Ante lo confuso de los resultados, la Juez debería de haber solicitado la opinión de varios expertos contrastados antes de tomar ninguna decisión. No lo hizo, y una vez encarcelado Medina y plasmada por escrito su opinión de que se estaba ante una transferencia directa, ya no había marcha atrás, a riesgo de quedar en evidencia.

Así se encarcela a un inocente en la España del siglo XXI.

lunes, 28 de mayo de 2018

El crimen de Almonte (IX): El perito Juan Hellín y sus hipótesis

INTRODUCCIÓN

Tratar de analizar las opiniones del señor Juan José Hellín resulta una tarea difícil y penosa. Va exponiendo dichas opiniones en numerosos informes, que amplían, modifican o contradicen otros anteriores, y también en apariciones en los medios, en las que propone nuevas teorías que a su vez amplían o modifican las de los informes. El resultado es un abigarrado conjunto de hipótesis, sentencias y ocurrencias que pretenden ser una especie de teoría general sobre el crimen, presentadas además en una prosa bastante peculiar, que en ocasiones dificulta la lectura y comprensión de los escritos. Todo ello adornado con largas definiciones extraídas de Wikipedia y otras páginas de internet mediante copia y pega, como me ha hecho notar un amigo. 

El perito de la defensa, Aitor Curiel, señaló en su momento los principales defectos de los informes del señor Hellín, y estoy de acuerdo con él en casi todo. La única excepción sería la crítica que se le hace por sus experimentos caseros, que serían poco científicos y bastante chapuceros. Sin negar la consideración del señor Curiel, me temo que los experimentos del perito no se alejan mucho de los típicos en este ámbito, y que son tan chapuceros y caseros (bueno, tal vez un poco más), que los realizados por criminalistas o forenses de renombre mundial. Pero esta es una problemática que se tratará en otro momento.

El principal problema del perito, como bien señala Curiel, es su continua y constante confusión entre posible y probable. Que algo sea posible no significa en absoluto que sea probable, o más probable que otras alternativas. Es más, cuanta menos información tenemos sobre un evento, más posibilidades de explicación se nos presentan, pero también resulta más difícil probar o refutar las distintas explicaciones. 

Vamos a ver unos pocos ejemplos de la forma de argumentar del perito, y podremos hacernos una idea de lo convincente que resulta.


REGRESO DEL ASESINO

Una de las más llamativas y polémicas hipótesis del señor Hellín es la de que el asesino regresó horas después del crimen para hacer la cama. Esta chocante afirmación provoca bastante embarazo en el entorno de la acusación, en primer lugar porque no saben como relacionarla con Medina, y en segundo lugar porque parece tan absurda que provoca de forma automática un escepticismo capaz de contagiar a todo el caso. Por otra parte, es el tipo de historia que gusta a la prensa y sirve para dar visibilidad a otras hipótesis algo menos heterodoxas del perito, que está tan orgulloso de esta que sospecho que se ha negado a eliminarla de su informe.

Según Hellín, algunas manchas de sangre que observa por la parte interior de la colcha no tienen explicación si la sangre llegó a ese lugar cuando el cubrecama estaba en la posición en que fue hallada, sin tocar la solería. Hellín afirma que esas manchas tan solo pueden haber llegado allí cuando esa parte de la colcha estuvo en contacto con la sangre del suelo, y por tanto, en algún momento estuvo caída sobre las baldosas. De ahí se concluye que el asesino hizo la cama una vez terminada la agresión. 


La hipótesis de que el asesino arregló la cama tras el crimen resulta extravagante, pero Hellín presenta algunos argumentos de cierto mérito. No son suficientes, en mi opinión, para demostrar lo que pretende, pero tampoco son descabellados. Por ejemplo, la niña dejó claras marcas de sus pies y de una mano abierta sobre la colcha, y se podría aventurar que esos contactos, probablemente violentos, hubieran provocado que la colcha se moviera de su posición normal. También se puede sostener lo contrario, que un manotazo sobre la superficie de la cama y dos patadas en un lateral no habrían sido suficientes para mover de forma significativa el cubrecama.

Sea como fuere, Hellín conjetura que sí fue suficiente, y que esa actividad violenta alrededor de la cama provocó que gran parte de la colcha cayera hacia un lado, manchándose de sangre el reverso.

Otro argumento se refiere a las huellas. Según el perito, todas las huellas del asesino que hay cerca de la cama miran en dirección contraria a esta, hacia donde se halló el cadáver de Miguel Ángel. Eso descarta, según Hellín, que el asesino colocara la colcha correctamente justo después del crimen, ya que entonces habría huellas suyas junto a la cama mirando en dirección a esta.



En este punto la argumentación del perito comienza a volverse un poco espesa. Si la colcha fue colocada correctamente, y no ocurrió justo tras el crimen, tuvo que ocurrir más tarde y sin que el asesino dejara huellas. Eso solo pudo ocurrir cuando toda la sangre estaba coagulada, pero ¿cuando ocurrió eso? Misterio. Hellín cita varios párrafos de un libro que no aclaran nada, y que se limitan a constatar la obviedad de que es necesario tiempo para que la sangre se coagule, y que el tiempo necesario depende de varios factores: cantidad de sangre, superficie donde se derrama, temperatura…, que no han sido analizados en este caso.

Hellín se olvida pronto de este tema, y pasa a lo que parece el núcleo de su planteamiento, que es el gran coágulo de sangre que se encontró rodeando el cadáver de Miguel Ángel a la entrada del dormitorio, y que impide acceder a la cama sin pisarlo, salvo que se de un salto. Según argumenta, si el asesino hubiese regresado para colocar la colcha cuando esa gran mancha de sangre estaba todavía sin cuajar, sin duda habría dejado huellas junto a la cama procedentes de haberla pisado, y por tanto tuvo que regresar cuando dicha sangre ya estaba seca. 

A partir de este momento el argumento va haciéndose más y más confuso. Se introduce el testimonio de Mariano Olmedo, al que se atribuye gran importancia, aunque no se explica la razón. Hellín se pregunta dónde están las huellas del señor Olmedo. Si este pisó la sangre y no dejó huellas, significa (creo deducir que eso era lo que pretendía exponer el perito) que pisar sangre seca no deja huellas, y por tanto, cuando el asesino regresó a la casa y colocó la colcha en su lugar, la sangre ya estaba seca, y por eso no habría dejado señales de su paso. Se utiliza al abuelo porque se supone que los que llegaron posteriormente, a diferencia de él, habrían tenido cuidado de no pisar la sangre.

Incluso aceptando todas la afirmaciones de Hellín, hay problemas que se escamotean. Que la sangre estuviese seca 40 horas después del crimen (y ni siquiera eso es seguro) no nos indica el estado en que habría estado 4, 10 o 20 horas tras los asesinatos. El perito ha sostenido que el asesino regresó “horas después”, pero resulta difícil sostener que la gran mancha de sangre se hubiera secado ya totalmente antes de amanecer. Por otro lado, es demasiado suponer que pisar un gran coágulo de sangre seca no deje huellas. Es posible que no se empape la suela y no se deje sangre al pisar posteriormente las baldosas, pero muy probablemente se dejará una huella muy reconocible, casi como en un molde, en el mismo coágulo.

Pero el problema es que la base de la argumentación es errónea. Hellín se arregló para interpretar de forma incorrecta lo que declaró Mariano Olmedo. Interpretó que había llegado hasta el cadáver de Miguel Ángel, y que por tanto había pisado la gran mancha. Es probable que justo antes de presentar su informe alguien le llamara al atención sobre el hecho de que el señor Olmedo no llegó hasta ese lugar, e introdujo de forma apresurada una frase que contradice lo que acaba de afirmar y lo que afirmará a continuación.

Contradicción, en apenas dos líneas


El hecho es que el final del pasillo al que dijo llegar el señor Olmedo no era el final del pasillo que entra en el dormitorio, como interpretó Hellín, sino al final del pasillo que acaba bruscamente frente a una pared y que conduce a la derecha hacía el dormitorio de Miguel Ángel, y hacia la izquierda al de la niña. Según declaró, al llegar al final de ese pasillo miró hacia la derecha y vio la parte superior del cuerpo de su yerno (cabeza, hombros y parte superior de la espalda), que es lo que se podía ver desde allí. Después miró hacia la izquierda, en busca de su nieta, y se dirigió hacia su habitación. Tras descubrir el cadáver de la niña deshizo sus pasos y salió de la casa. Nunca atravesó el pasillo hacia el dormitorio, y por supuesto, ni se acercó ni pisó el gran charco de sangre. De hecho, en todo su recorrido había relativamente poca sangre, apenas la de las huellas del asesino y la niña.


El señor Olmedo ni siquiera se acercó al dormitorio principal

Que eso es así sin duda nos lo demuestra el hecho de que durante su declaración los agentes intentaron “cazar” al señor Olmedo, preguntándole por la ropa que llevaba puesta Miguel Ángel en la parte inferior del cuerpo, respondiendo el testigo que no lo sabía, que tan solo vio la parte superior del cuerpo.

Resulta notable que un perito falle de forma tan clamorosa a la hora de interpretar una declaración que va a ser uno de los pilares de su conjetura. Hellín construyó su dudosa hipótesis sobre la suposición de que el abuelo había pisado el charco de sangre, y que eso demostraba que el pisar sangre seca no deja huella, y por tanto que cuando el asesino regresó para colocar la colcha en su lugar, la sangre ya debía estar seca.

Aun si obviamos la catastrófica malinterpretación de las palabras del señor Olmedo estamos ante una pseudodemostración, en la que se parte de un hecho a priori, que el asesino regresó para hacer la cama, y se buscan elementos que puedan confirmar esa conclusión, y que supuestamente lleven a ella.

Incluso aunque aceptáramos las propuestas del perito, el regreso del asesino es una hipótesis innecesaria y superflua, ya que todo lo que se nos expone se explicaría de igual forma suponiendo que el asesino permaneció varias horas en el domicilio tras cometer el crimen, en vez de marcharse y regresar. La hipótesis de la permanencia es muy superior a la de la marcha y regreso porque para la primera se puede presentar un motivo y para la segunda no. Se puede entender que el asesino se asomara a la ventana y viendo a gente pasar arriba y abajo, y seguramente escuchando conversaciones en la terraza del pub, decidiera esperar a que no hubiera nadie en al calle para salir, y que no lo hiciera hasta las 4 o las 5 de la madrugada. En algún momento al final de esa espera de varias horas podría haber colocado la colcha.

¿Por qué Hellín no plantea esa posibilidad, mucho menos extravagante que la otra? Creo que todos podemos entender el motivo, y es que los que pagaban, y dicen que muy generosamente, por sus informes, no lo podían aceptar, ya que esa posibilidad descartaría a Francisco Javier Medina como culpable. No está claro cuando se propone que habría regresado Medina a la casa, si en la madrugada, abandonando de forma subrepticia la cama que compartía con Marianela, o al marchase de la casa de esta, ya de día, pero lo que está claro es que Medina fue visto por varias personas después de las diez de la noche, y por tanto no podría haber participado en el crimen. 

Lo cierto es que ninguna de las dos posibilidades explica la razón por la que el asesino habría colocado la colcha correctamente, y Hellín dijo estar perplejo sobre ello y que nunca había visto nada igual. No es para menos, porque no se encuentra una explicación fácilmente, y aunque los asesinos pueden hacer las cosas más peregrinas y extrañas, esto se sale de las tablas. 

Pero volvamos al comienzo, a la afirmación de Hellín de que las manchas de sangre que observó en el reverso de la colcha solo pudieron llegar allí si esa parte estuvo en contacto con las baldosas manchadas de sangre.

Una persona que sabe mucho del caso me comentó que posiblemente esas gotas de sangre pudieron llegar al reverso a través de las zapatillas que calzaba el asesino, que habría tenido uno o los dos pies bajo el borde de la colcha. También podrían haber llegado a través de los pies de la pequeña María. Sabemos que golpeó con las plantas de los pies el borde de la colcha (mientras estaba probablemente tumbada de espaldas frente a esta), y en algún momento podría haber movido con violencia uno o los dos pies cuando estaban más allá del borde de la colcha, saliendo disparadas algunas gotas de sus manoletinas empapadas de sangre. Tal vez pudo ser así, o de otra forma que está por conjeturar, la cuestión es si hay elementos para decidir entre las distintas opciones, o para rechazar alguna de ellas.

En el lado derecho de la colcha no se aprecian manchas de sangre, pese a que en el suelo hay bastante, mientras que se observa poca sangre en el suelo a la altura de las pisadas de la niña ¿Qué sentido tiene que apenas haya unas pocas manchas si casi toda la colcha ha estado en contacto con la sangre? Según Hellín, hay una mancha tan arriba como a 7 centímetros del dobladillo superior de la colcha, el que está en la parte de arriba de la cama. Para haber llegado allí la sangre por contacto, todo el resto de la colcha, probablemente más de treinta centímetros, habrían tenido que haber caído más lejos, donde habiá más sangre, por el reverso, manchándose todo ello, pero no ocurrió.

Lo cierto es que las pocas gotas que Hellín dice encontrar están a muy poca distancia de las marcas que dejó el calzado de la niña, haciendo muy probable la explicación de que sus pies son la fuente de esa sangre interior. Fijémonos en la siguiente fotografía, donde se observa sangre en una de las patas de la cama, demostrando que la sangre encontró su camino más allá del borde inferior de la colcha, probablemente a través de los pies o manos del asesino o alguna de las víctimas.



El resumen de todo esto es el siguiente: El perito construye una hipótesis extravagante sobre un elemento partiendo de una de las explicaciones posibles, obviando otra explicación más probable. A continuación, ante las dos posibilidades que hay para explicar esa hipótesis extravagante, ni siquiera considera la más sencilla y probable (que descarta al sospechoso al que quieren condenar los que pagan sus informes), y elige la más rebuscada. Posteriormente se arregla para interpretar de forma incorrecta lo declarado por un testigo, y el resultado es una teoría completamente absurda y sin sentido.


LA TRIPLE HUELLA

Juan Hellín realizó un extenso trabajo sobre las huellas de pisadas, aunque sus conclusiones son bastante pobres. Su conjetura de que el asesino calzaba zapatillas de un tamaño sensiblemente superior al de sus pies, y que por eso la parte trasera de las zapatillas no dejó huellas, es insostenible. En primer lugar, porque parte de un supuesto falso, ya que hay bastantes huellas del talón de las zapatillas. Incompletas, sí, pero en un eje izquierda-derecha, no adelante-atrás. Hay huellas parciales del talón en las que sale la parte derecha de este y no la izquierda, y viceversa, pero en las que aparece con claridad la parte trasera del correspondiente lado. 

Pero hoy no analizaré este tema, que implicaría mostrar muchas fotos y ampliaciones, algo que dejaré para otro momento. Me centraré en el tratamiento de un conjunto de tres huellas muy juntas, que casi se superponen, halladas en el baño H3. Hellín conjetura que dichas huellas indican que el asesino estuvo en ese lugar realizando alguna actividad que implicaba varios movimientos de balanceo lateral y adelante y atrás. Sí, reconoce, hay marcas del talón que según él nunca aparecía, pero es porque el asesino se estuvo moviendo hacia adelante, apoyando las punteras, y hacia atrás, cargando sobre el talón. 



Como las huellas están frente al lavabo, y mirando hacia este, más o menos, Hellín conjetura que el asesino se estaba lavando la parte superior del cuerpo, tal vez la cabeza o el pecho. Eso explicaría los movimientos de los pies, tanto los laterales como el balanceo adelante y atrás. No es una casualidad que esa hipótesis se puede enlazar con la tesis de la acusación de que el asesino se lavó y que se secó con las toallas, dejando su ADN en ellas en ese momento. Hellín cree haber encontrado evidencia para fortalecer esa hipótesis, pero lo cierto es que se ha dejado llevar por su imaginación y vuelve a cometer un error clamoroso. 

No es posible que el asesino se estuviera lavando la parte superior del cuerpo cuando dejó esas huellas, porque estas están demasiado lejos del lavabo. Pese a tener acceso al domicilio y poder realizar medidas en el lugar del crimen, Hellín prefirió fantasear con sus teorías a documentarlas con datos comprobables. A pesar de que la perspectiva de la foto no permite un cálculo ni siquiera aproximado, el testigo métrico policial sí nos permite efectuar una medida clave, la del lado de la baldosa. Con casi cualquier programa de edición de imágenes se puede medir con una aproximación razonable el lado de las baldosas, y con ello la hipotenusa que divide un cuadrado en dos triángulos rectángulos. (Si alguien está muy interesado en las medidas y la forma de hacerlo, puede comunicarse por correo electrónico)

Con esto es suficiente para realizar medidas bastante precisas

Mis medidas reflejan una media de unos 32 centímetros para el lado de la baldosa, y por tanto, una hipotenusa de 45 centímetros. Las medidas estandarizadas de ese tipo de baldosas son de 30 x 30 y 33 x 33, y probablemente la medida correcta sea esta ultima (espero confirmarlo en unos días). De todos modos, la diferencia en la hipotenusa entre un lado de 30 centímetros y uno de 33 es de apenas 4 centímetros, así que tampoco hace necesario conocer la medida exacta. 

Tomando la medida más conservadora, un lado de 30 centímetros y una hipotenusa de 42,4 centímetros, tenemos que la distancia entre el extremo de las pisadas y el borde del mueble son esos al menos 42 centímetros (una baldosa completa) y dos pequeñas partes de otras dos baldosas, tal vez entre 5 y 8 centímetros más, para un total de entre 47 y 50 centímetros.

A ello habría que sumar la distancia entre el grifo y el borde del mueble, al menos otros 20 centímetros, lo que nos daría una distancia mínima, bastante conservadora, de unos 67 o 70 centímetros entre las huellas y el grifo.

Es evidente, y cualquiera puede realizar las mediciones en su casa, que nadie se lava la cara o el cuerpo a esa distancia del grifo, salvo, posiblemente, que se sea un pivot de baloncesto, y uno de los grandes. No estamos hablando de unos pocos centímetros de diferencia, sino de que la distancia a la que están las huellas del grifo es probablemente el doble de la distancia a la que sería natural lavarse la cara o el torso para una persona de estatura media.

Pueden ustedes, queridos lectores, ensayar posturas frente al lavabo, por ejemplo, dejando un pie atrás y adelantando el otro hasta la base del lavabo, reproduciendo los movimientos que el perito le asigna al asesino. Si encuentran alguna postura que no sea demasiado ridícula y que no dañe algún ligamento, pueden escribirle al señor Hellín a ver si puede salvar su hipótesis. Mientras tanto, la doy por fallida.

LOS GUANTES

En sus múltiples informes el señor Hellín, que se considera experto en todos los campos, trata de extraer conclusiones de casi cualquier elemento. Por ejemplo, presentó un informe de 59 páginas dedicado a tratar de demostrar que una huella hallada en el baño de la habitación de matrimonio (H3) había sido realizada con guantes del mismo tipo que los encontrados en la taquilla de Francisco Javier Medina. El objetivo real era más ambicioso, pero tras fracasar en el intento se decidió guardar silencio. Lo que se intentó fue relacionar la huella en el interruptor con los guantes de Medina, tratando de demostrar que la huella había sido producida por alguien portando esos guantes en concreto, es decir, el acusado. Solo eso puede explicar que los experimentos del perito fueran realizados (y que la juez lo consintiera) con los guantes de Medina y no con otros exactamente iguales, sobre todo porque los del sospechoso habían sido recortados y mutilados en los análisis previos. 





Los guantes ya habían sido analizados en profundidad por los criminalistas de la Guardia Civil sin encontrar ni rastro de sangre, pese a que habrían debido quedar empapados en ella de haber sido utilizados en el crimen, así que iba a ser difícil relacionarlos con el crimen, pero ya hemos visto como UCO, Fiscal y Juez de Instrucción no se detuvieron nunca ante esas minucias.

Parece ser que el señor Hellín y sus ayudantes tuvieron cierta dificultad para encontrar guantes que que pudieran dejar huellas o señales similares: Para el presente ensayo se recorrieron varias provincias de la geografía española, al objeto de encontrar guantes que dieran resultados similares a los dubitados dando resultado negativo. Concretamente se buscó desde empresas dedicadas exclusivamente a la venta de guantes, hasta tiendas conocidas como de “los chinos”.

Después de varios meses de infructuosa búsqueda, cayó en la cuenta de que tenía a mano los guates del sospechoso, y sobre ellos efectuó un sangriento experimento. Empapó los guantes de Medina en sangre de cerdo y se dedicó a embadurnar interruptores de luz para tratar de encontrar similitudes entre las señalas dejadas en el experimento y las halladas en el interruptor del lugar del crimen. Probó con más sangre, con menos, aplicando más o menos fuerza, empezando más arriba o más abajo, hasta que consiguió un bonito conjunto de fotografías de interruptores manchados de sangre. Según dice, si colocamos algunas manchas en cierta posición, parecen coincidir con otras del interruptor de lugar del crimen. 

Es posible. Yo no veo mucho parecido en el tipo de huella, pero es una opinión personal. Todo esto me recuerda a mirar las nubes y descubrir formas de jirafas, perritos o árboles, y es que al final si uno quiere ver algo lo acaba viendo. Hellín es prisionero de sus palabras, porque en su informe inicial indicaba que un tipo de guante totalmente diferente había dejado las huellas.

Asimismo, si observamos la siguiente ilustración, podemos comprobar la correspondencia que existe entre un guante de este tipo y el patrón por transferencia hallado en el interruptor de la luz.

Este es el guante que Hellín consideraba incialmente que encajaba con las huellas No se parece al otro en nada

Como ese guante no se podía relacionar con el sospechoso, ya no ve correspondencia, y la ve claramente en los guantes de Medina. La verdad es que el señor Hellín resulta bastante transparente, y no tiene inconveniente en contradecirse las veces que haga falta.

El perito concluye, de forma totalmente injustificada, a mi modo de ver, que las huellas en el interruptor fueron dejadas por unos guantes del mismo tipo que los encontrados en la taquilla de Medina. Esto, que de ser cierto se pretende que sería una prueba contra el acusado, resultaría más bien lo contrario. Y es que en esos guantes no se halló ni ADN ni sangre, lo que indica que no fueron los utilizados para el crimen. Como buena parte de los trabajadores del Mercadona tenían guantes exactamente iguales (incluso varios pares), el experimento señalaría hacia alguno de ellos, más que hacia el sospechoso. O hacia cualquiera de las decenas o cientos de personas que compraran o utilizaran guantes de ese tipo, o sus familiares.

Lo cierto es que la huella, más bien un borrón, sobre el interruptor pudo ser dejada mediante una variedad de métodos o prendas, incluyendo guantes de distintos tipos y materiales, pañuelos, camisas, ...etc., y el tratar de relacionarla a toda costa con el sospechoso no es científico ni racional, por mucho que se esconda detrás de un experimento bastante tosco. El verdadero objetivo, ocultado, era encontrar alguna irregularidad o señal en los guantes del sospechoso que se pudiera relacionar con alguna marca en el interruptor. Fracasó. 


OTROS

El perito examinó la cerradura para tratar de demostrar que no se pudo abrir de otra forma que con una llave. Ya los expertos del laboratorio habían indicado que no había señales de que hubiera sido forzada, y no parece muy lógico que con gente en la calle, y probablemente en la terraza del pub, alguien se ponga a forzar una cerradura de un portal. No se aporta nada.

Buena parte del informe inicial de Hellín se dedicaba a demostrar que las manchas de sangre en la toalla sobre el lavabo fueron hechas al limpiar el asesino el cuchillo. Aunque extrae excesivas conclusiones acerca de la forma y tipo de cuchillo a partir de la mancha, el supuesto básico es aceptable y no creo que nadie discuta que es muy probable que esas manchas correspondan a la limpieza del cuchillo. Algo más dudosa, aunque posible, es su hipótesis sobre ciertas señales en la manta que cubría a la niña, y que interpreta como del cuchillo hallado en la habitación. Su reconstrucción es plausible, pero aporta poca cosa, como las manchas sobre la toalla. 

Como me ha indicado alguien que sabe mucho del caso, el informe inicial de Hellín no contiene nada que señale de forma clara hacia Medina. Son 109 páginas de montajes fotográficos y lucimiento del perito, pero sin nada que ayude realmente a quienes financian dicho informe. De ahí el resto de informes, que tratan, al menos, de relacionar al sospechoso con parte de la evidencia. Lo intentó con metodología poco científica y una argumentación bastante pobre, y el resultado es un fracaso bastante evidente.

El perito podría haber realizado algunas reconstrucciones que habrían resultado de mucho más interés. Por ejemplo, podría haber efectuado, con sus ayudantes, una reconstrucción de los hechos, realizando todas las acciones que le asigna al asesino, y así tener una idea aproximada del tiempo necesario para ello. No lo hizo, o si lo hizo no ha comunicado el resultado.

Tras cientos de páginas de informes y de hipótesis expuestas en los medios, apenas hay nada sólido y que tenga alguna utilidad. Finalmente, la montaña parió un ratón.

domingo, 22 de abril de 2018

El crimen de Almonte (VIII): El ADN y la justicia profesional

INTRODUCCIÓN

Aconsejo leer previamente ESTO que se escribe desde el entorno de la acusación.

Se pretende que un jurado de legos con poca formación fue incapaz de comprender la evidencia del ADN en el crimen de Almonte, y que decidieron dar igual peso a la opinión de un perito de parte que a un organismo como el Instituto Nacional de Toxicología (INT), imparcial y sin ningún interés por favorecer a una y otra de las partes. El INT habría afirmado que la transferencia del ADN a las toallas había sido directa, y los jurados habrían valorado de igual forma esa afirmación que la de un perito de la defensa que afirmó que la transferencia pudo ser indirecta.

Por otro lado, se nos pone como ejemplo la forma en que la Juez de Instrucción y la UCO evaluaron esa evidencia, insistiendo en el carácter profesional de sus afirmaciones, en contraposición a la interpretación poco informada de los jurados. Voy a comenzar por esto último.

HECHOS, NO OPINIONES

Hecho 1: El informe del INT indicaba el hallazgo de al menos un rastro genético no identificado en el domicilio donde se cometió el crimen.

Hecho 2: Los profesionales (Juez de Instrucción y UCO) afirmaron por escrito que el ADN de Juan Francisco Medina fue el único hallado en el domicilio, fuera del de los miembros de la familia (Miguel Ángel, Marianela, María)

Hecho 1:

La Juez de Instrucción había solicitado al Instituto Nacional de Toxicología que analizara una serie de muestras:

...líbrese oficio al Instituto de Toxicología y Ciencias Forenses de Madrid a efectos de que realice análisis genético de los restos existentes en las evidencias indicadas con el fin de averiguar si en los mismos hay algún perfil genético diferente al que corresponda a las víctimas y en caso positivo se cotejen los resultados obtenidos y se incluyan en la base de datos de Adn de interés criminal. 

El informe del INT, de mayo de 2014, responde a lo solicitado por la Juez. Justo después de indicar que se ha hallado el perfil genético de Francisco Javier Medina en las muestras analizadas de tres toallas, señala:

A partir de una de las manchas analizadas en la alfombrilla (13-12191-27-4 / 12-H4-IN2) se obtiene mediante el análisis de STRs autosómicos un perfil mezcla muy complejo y difícil de valorar, pero mediante el análisis de STRs de cromosoma Y, para 8 de los 16 marcadores analizados se obtiene un perfil genético mezcla procedente al menos de dos varones y compatible con una mezcla de restos celulares de MIGUEL ANGEL DOMINGUEZ ESPINOSA (padre) y de un varón DESCONOCIDO


Hecho 2:

Más de un mes después, y citando este informe del INT, la UCO comunicaba en su propio informe, para justificar la detención del sospechoso el hallazgo de su ADN en las toallas, y a continuación señalaba:

Se considera este hallazgo como muy relevante para el posible esclarecimiento de los hechos, ya que en todos los indicios analizados, no se ha obtenido ningún perfil genético DUBITADO que pudiera corresponderse con una tercera persona ajena a las víctimas y a Marianela OLMEDO MARTÍNEZ,

y también:

Durante la práctica de las Inspecciones Técnico Oculares, solamente se ha hallado un perfil de ADN distinto del de las víctimas y del de Marianela OLMEDO DOMÍNGUEZ, concretamente el de Francisco Javier MEDINA RODRIGUEZ.


La Juez de Instrucción, por su parte, indicaba:

...lo que sí llama la atención es que no exista ADN de otras personas que no sean el imputado, las dos víctimas y Marianela pese a que en la casa entraban sin duda más personas… 

...lo que debe interpretarse en el sentido de que no es tan sencillo como pretende hacer ver la defensa en su escrito dejar rastros celulares por transferencia indirecta -e incluso por transferencia directa-...

Esto lo escribió la Juez  casi seis meses después de enviar a Francisco Javier Medina a prisión. En ese momento, además, ya era conocido que había un segundo perfil de ADN no identificado, en este caso ADN mitocondrial, procedente de un pelo hallado en un lugar crítico: la toalla ensangrentada encontrada encima del lavabo.

Fin de los hechos.

Tengo más de dos páginas escritas exponiendo mi opinión y mis suposiciones sobre la posible razón de esa evidente discrepancia entre la realidad y lo afirmado por la Juez de Instrucción y la UCO, pero  he decidido no incluirlo aquí por el momento. No quiero que nada distraiga de la verdad desnuda, sin adornos ni conjeturas. Mientras aguardamos a que la máquina de encontrar explicaciones rebuscadas que ha sido la acusación durante todo el proceso presente alguna increíble y novelesca forma de intentar encajar esto, cada lector puede valorar por sí mismo los hechos y observar como trataron los profesionales la evidencia de ADN. Sin opiniones, solo hechos. Espero que esos periodistas que hablan sobre el tema sin conocer más que una versión muy sesgada se molesten en perder unos pocos minutos en documentarse. Que se informen sobre las dos versiones y después emitan un juicio informado. Es lo mínimo exigible, aunque sospecho que será incluso demasiado para algunos.

¿TRANSFERENCIA DIRECTA?

Las aclaraciones solicitadas por la Juez al INT son bastante sensatas y propias de una persona que no entiende mucho del tema en cuestión, pero que se considera los suficientemente preparada para aclarar sus dudas con unas mínimas explicaciones. Sea esto cierto o no, la verdad es que debió llevarse un chasco, ya que el Instituto Nacional de Toxicología no respondió a su pregunta principal:

...si la transferencia de restos biológicos a las evidencias (toallas) ha podido producirse por interacción de una tercera persona que pudiera ser portadora de esos restos biológicos o si, por el contrario, debe haberse producido por una transferencia directa del donante

La respuesta del Instituto explica lo que es una transferencia directa y una indirecta, pone ejemplos, y cuando todo el mundo espera que respondan a la pregunta… no lo hacen. Dicen que han encontrado ADN del sospechoso en varias muestras de las toallas y que hay tanta cantidad suya como del padre, y entonces finalizan con la sentencia:

...la valoración de nuestros hallazgos, obtenidos de forma repetitiva y reproducible, indica que los restos celulares detectados no proceden de una transferencia puntual o de un hallazgo casual”

¿Dónde está la respuesta a la pregunta de la Juez? ¿Dónde la indicación de que  el ADN llegó a las toallas por transferencia directa o indirecta?. Lo que dicen es que no se trata de un hallazgo casual o puntual, es decir, que no se halló una minúscula cantidad en una sola muestra, sino de mucho ADN en muchas muestras, lo que descarta las formas más usuales de trasmisión casual.

Pero no llegan a contestar a la pregunta directa de la Juez con la sencilla respuesta que esta esperaba: Una transferencia directa. No lo dicen porque no pueden decirlo, porque ellos pueden atestiguar que hay ADN, pero no saben nada de la forma en que llegó allí, y lo han dejado bastante claro:

Los análisis genéticos permiten establecer, en la mayoría de los casos, la identificación de restos celulares depositados sobre una muestra, y no así establecer la forma ni la data en la que dichos restos fueron depositados. No obstante vamos a tratar de responder a las aclaraciones solicitadas, en base a nuestra experiencia y a la bibliografía consultada,

Desde la acusación se repite continuamente la falsa aseveración de que el INT había declarado que la transferencia del ADN de Medina a las toallas había sido resultado de una transferencia directa. Resulta chocante que no nos señalen en qué parte del informe se indica eso ni reproduzcan el texto. Y no lo hacen porque no viene en ningún sitio, ni siquiera para responder a una pregunta directa de la Juez. De haber querido hacerlo, ese era el momento oportuno, pero no lo hicieron. La Juez, por su parte, y ante la falta de respuesta explícita, lo interpretó según su parecer. 

Así que durante tres años el Instituto Nacional de Toxicología evita cualquier referencia a una trasmisión directa… hasta que llega el juicio. Allí, de forma sorprendente, el técnico dijo que era compatible con una trasmisión directa… sin descartar una indirecta. 

Resulta sorprendente porque en sus informes habían evitado esa denominación, y aunque dejan abierta la posibilidad de la transferencia indirecta, lo cierto es que su afirmación podría haber supuesto un grave quebranto para la defensa, de no contar el Jurado con otras opiniones y aclaraciones. No hay manera de evitar preguntarse lo que ocurrirá en otros muchos casos donde se den circunstancias similares y los acusados no tengan una defensa adecuada, ni posibilidad de acceso a peritos y otras pruebas de descargo.

Técnicamente, lo expresado por los peritos del INT durante el juicio no es falso ni está en contradicción con lo afirmado en los informes, pero puede dar lugar a confusión precisamente si se dice delante de legos en la materia, sean jurados o abogados. Las posibles razones por las que los miembros del INT declararon en el juicio cosa distinta a lo que consta en sus informes (¡en este caso no parece importar esa discrepancia!) las dejaremos para otra ocasión, porque lo que nos interesa ahora es que en realidad el INT no afirmó la trasmisión directa del ADN del acusado, ni en sus informes, ni durante el juicio.

Dejaré esta entrada abierta, ya que aquí se tratarán en el futuro otras muchas cosas que quedan por aclarar sobre el tema del ADN: La famosa lejía, la hipótesis de la lavadora, otras hipótesis, la falta de resultados del Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil, la aparición del ADN de Medina en unas toallas sí y en otras no, … etc.  Quiero finalizar hoy, sin embargo, con las razones, en mi opinión, por las que el Jurado no consideró esta prueba como decisiva, ni siquiera como favorable para la acusación:

1) El Instituto Nacional de Toxicología no descartó, ni siquiera en el Juicio, que el ADN llegara a las toallas por medio de transferencia indirecta.

2) La defensa pudo presentar a un prestigioso perito que consideró como posibles mecanismos alternativos a la transferencia directa.

3) El relato de la acusación no resultó convincente. Que el acusado se secara con tres toallas de dos baños, que lo hiciera con tanto vigor como para dejar en una sola utilización tanto ADN como Miguel Ángel en tres semanas de uso, que a pesar de ello no dejara ni un solo pelo, ni siquiera una minúscula partícula de sangre procedente de la matanza, que las toallas estuvieran perfectamente colocadas… La historia que trata de encajar de forma creíble toda esta evidencia resulta difícil de creer.

Por eso un Jurado compuesto por personas imparciales y sin prejuicios no consideró el ADN un elemento esencial para juzgar la culpabilidad o inocencia del acusado. Como hubiera hecho cualquier otro Jurado formado por el mismo tipo de personas, imparciales y sin prejuicios. Evidentemente, si se hubiera conseguido lo que se trata de lograr ahora, que el acusado hubiera sido declarado culpable en los medios antes de acudir al Juicio, el resultado podría haber sido distinto.

CONTINUARÁ...

domingo, 25 de marzo de 2018

El crimen de Almonte (VII): Mentiras

La protección de los testigos en los procesos judiciales debería ser una las prioridades de las autoridades. Se supone que lo es, ya que el intento de coaccionar o amedrentar a testigos es una de las cosas más graves que pueden amenazar a un proceso judicial. Están los casos más llamativos, con amenazas directas a la integridad del testigo, sus familiares o sus bienes, y también está la amenaza subterránea, mucho más sutil, indirecta en ocasiones, pero no por ello menos evidente. El afectado capta el mensaje con igual claridad que si la amenaza fuese explícita y directa, y le provoca los mismos efectos: miedo en los casos más extremos; inquietud, rabia, malestar, en los menos virulentos.

El mensaje, explícito o implícito, siempre es el mismo: No nos gusta lo que has declarado (o vas a declarar), así que ya sabes lo que tienes que hacer. Si no… La interpretación de esos puntos suspensivos depende de la aprensión del sujeto afectado, y de la catadura de quien trata de coaccionar. Pueden ser grupos terroristas o mafiosos, criminales corrientes, o incluso abogados, periodistas y personas fuera de toda sospecha.

Estamos asistiendo al intento, nada disimulado, de coaccionar a un testigo del llamado crimen de Almonte. Primero, una campaña de infundios y calumnias en las redes sociales, y después la incorporación de algunos de esos infundios a un recurso ante el Tribunal Supremo, algo totalmente insólito.

Los familiares de las víctimas y sus abogados se han acabado dando cuenta de que el veredicto del jurado se sustentó, en parte, en el testimonio de Raquel G, que situó al acusado dentro del supermercado a la hora del crimen o pocos minutos antes. El jurado también valoró, y rechazó, las alegaciones o insinuaciones de fiscalía y acusaciones de que sus declaraciones, que proporcionaban una coartada al acusado, estaban motivadas porque la testigo estaba todavía enamorada de él.

La acusación (que puede que cuente con apoyo logístico de un famoso grupo investigador) trata de desacreditar a la testigo a toda costa, y para ello se emplean todas las armas, incluidas la mentira y la calumnia. El trabajo más sucio lo efectúan periodistas afines y algunos personajes que difaman y amenazan en las redes sociales. Esta acusación renovada está formada por un nuevo abogado, Luis Romero, una nueva versión de Aníbal Domínguez más agresiva y activa, y una Marianela que le va cogiendo el gusto a ser un personaje público y que, sin ninguna responsabilidad laboral, se pasea, o la pasean, por platós, emisoras y manifestaciones, con el único objetivo de provocar lástima.


Se han vuelto muy activos en las redes sociales, con una imagen de diseño, y el intento nada camuflado de copiar campañas de éxito (pescadito). Tratan, de forma desesperada, y a veces patética,  de relacionar su caso con el del niño Gabriel, con la esperanza de que el público los sitúe en el mismo plano. Dentro de esa estrategia hay un grupo, que de forma espontánea o coordinada, se dedican a mentir y difamar. Lo llevan haciendo con Medina desde el mismo día de la absolución, pero ahora se han envalentonado y van a por la testigo Raquel G, que se limitó a declarar lo que vio, como los demás testigos, y que nunca ha concedido entrevistas ni ha querido ser protagonista. Simplemente, cumplió su deber como ciudadana, y el precio es haberse convertido en el objetivo de una jauría de difamadores y de periodistas sin escrúpulos.

Una periodista ha llegado a lanzar la amenaza velada de que podría ser procesada por encubrimiento. Aparte de que la amenaza resulta ridícula para cualquiera con algún conocimiento, su objetivo está claro: tratar de amedrentar y asustar a la testigo, en lo que yo interpreto como un poco disimulado intento de coacción, que debería ser estudiado por asociaciones y colegios de periodistas, e incluso por la fiscalía. Resulta grotesco acusar de cambiar una declaración por parte de quien representa a quien tras declarar decenas de veces durante más de un año una cosa, pasó a declarar lo contrario. Todo el caso de la acusación está basado en el cambio de declaración de una testigo, que probablemente sí se asustó ante la amenaza, explícita o velada, de ser acusada de los asesinatos.

Aparte de las calumnias más groseras, la acusación, con su abogado al frente, afirma que la testigo:

1) Ha retomado su relación con Medina.

2) Lo visitó en el hospital mientras estaba encarcelado. 

Antes de continuar, me gustaría dejar claro que si ambas cosas fueran ciertas, no habría nada siniestro y sería perfectamente legítimo. Muchos testigos mantienen relaciones cercanas e íntimas con acusados, condenados o absueltos, y no ocurre nada. 

Pero es que resulta que ambas cosas son falsas. Mentiras, bulos, embustes, patrañas. El que afirme que Francisco Javier Medina y Raquel han retomado su relación, miente. El que afirme que le visitó en el hospital, miente. Algunos compañeros visitaron a Medina en el hospital, pero Raquel no estaba entre ellos. De esas visitas se guardan registros, así que ¿por qué no presentan el registro de esa visita? Porque no existe, y por tanto sus mentiras quedarían al descubierto.

Es más, puedo asegurar, a partir de fuentes totalmente fiables, que Medina y Raquel no han vuelto a verse desde la detención de Fran. Ni siquiera han coincidido casualmente en el mismo lugar, algo que no sería extraño en un lugar como Almonte, que no es tan grande. Pero no ha ocurrido, para desesperación de los que la están vigilando para tratar de inmortalizar el encuentro, y presentarlo como prueba de sus fantasías y deseos. Mienten, y saben que mienten, lo que los convierte en rastreros.

¿Dónde, en que parte de su interrogatorio judicial, reconoció Raquel que había visitado a Medina en el hospital? Otra mentira. Y cuando se reiteran las mentiras, quien lo hace se convierte, por definición, en un mentiroso. En el juicio tan solo se le preguntó a la testigo si lo había visitado en la cárcel, y la respuesta fue que no.

Me gustaría saber como van a reaccionar los miembros del Tribunal Supremo cuando se encuentren con que el recurso introduce cuestiones no tratadas durante el juicio, y que además son mentira. El recurso en sí es bastante flojo e inconsistente. Lo que querrían ellos es que el Supremo volviera a repasar y valorar toda la evidencia, pero eso no va a suceder, así que para colar su valoración alternativa de las pruebas presentadas tienen que alegar una razón en la que el Tribunal sí pueda entrar, y esa es la falta de motivación, que vulneraría la tutela judicial. 

Pero la contradicción resulta tan evidente, tan flagrante, que es difícil pasarla por alto. Como ya les dijo el TSJA: … la motivación es absolutamente transparente y comprensible…, y también que fiscal y acusación ...no han tenido dificultad alguna para (intentar) rebatir la valoración de la prueba que hay detrás de esa motivación. Ellos mismos responden a su recurso cuando tras negar la suficiencia de la motivación, utilizan esa misma motivación para intentar refutarla.  

Lo que ocurre es que el TSJA se refiere al testimonio de Raquel G. como prueba directa, que gana a todas las pruebas circunstanciales de la acusación, y por eso se trata de todas las formas posibles de desacreditar ese testimonio, aunque para ello tengan que difamar, acosar y mentir sobre una testigo inocente que tan solo ha cumplido con su obligación como ciudadana. 

Este tipo de personas se limitan a cumplir con su deber, y no quieren ser protagonistas ni que se metan en sus vidas. No son siniestros aprendices de Goebbels, ni personas cuyo único objetivo en la vida parece ser dar lástima a los demás. Tampoco las invitan decanos a comer arroz con pato y foie en lujosos paradores con excelentes vistas a las montañas nevadas.

Son personas que se limitan a trabajar y vivir, con sus alegrías y tristezas, tratando de sortear las patadas que da la vida, sin meterse con nadie y sin buscar problemas. Son personas normales que hacen lo correcto y que a veces tienen que pagar un precio en términos de intimidad y tranquilidad cuando la jauría los toma como objetivo. Todos deberíamos defenderlas, empezando por fiscales y jueces, y siguiendo por periodistas y ciudadanos de a pie.

En esta caso hay un parte que renunció hace mucho a cualquier análisis racional de la evidencia y que lo basa todo en la tergiversación y la mentira. Además de a Medina, ahora toman como objetivos a otras personas. Hasta que los afectados puedan responder, y ese momento llegará, que no quepa duda, todos debemos hacerlo por ellos, desenmascarando a los mentirosos, sean ciudadanos, periodistas o abogados, y solicitando de nuestras autoridades políticas y judiciales que defiendan a los ciudadanos decentes del acoso.