El caso Marta del Castillo (I): Una nueva hipótesis
INTRODUCCIÓN
Voy a presentar una nueva hipótesis sobre el conocido como caso Marta del Castillo, y aunque creo que es la que mejor explica el conjunto de la evidencia, no es objetivo de este escrito que los lectores la hagan suya, sino que tengan acceso a otro punto de vista, a una alternativa a lo que se ha contado durante todos estos años. En realidad, hay tantas versiones circulando sobre lo que le pudo ocurrir a Marta, que no hay un único relato, pero todos esos relatos, aunque se contradicen en bastantes puntos, mantienen una serie de elementos comunes que me propongo disputar. La hipótesis que voy a proponer no es una más, se aparta del resto en algunos elementos clave, sobre todo en la autoría, porque defiende que Miguel Carcaño fue el único implicado en la muerte y ocultación del cadáver de Marta. No hubo otros autores, ni coautores, ni cómplices, ni colaboradores ni encubridores, y todos a los que se ha señalado, sea de forma policial, judicial, periodística o social, son inocentes. Es decir, lo son los procesados Samuel, Cuco, Delgado y María, y también todo el resto de actores secundarios. Algunos mintieron, como Cuco, su madre o la novia de Carcaño, pero lo hicieron por diversas razones, ninguna de las cuales está relacionada directamente con su participación en los hechos delictivos de aquella noche de sábado.
Esta hipótesis contradice lo dictaminado por la justicia en cuanto al menor, y pone en duda los hechos que ese y otros tribunales han declarado como probados, que Carcaño, tras asesinar a Marta, contó con la colaboración de otras personas. En la segunda parte presentaré otra hipótesis todavía más chocante, que depende de la aceptación de la primera. Es decir, si ustedes aceptan que lo que les voy a propone a continuación pudiera ser cierto, pueden considerar la segunda. Si no, si siguen creyendo que Carcaño contó con algún colaborador, probablemente pueden prescindir de esa segunda hipótesis.
Soy consciente de la resistencia que encontrará lo que les voy a exponer, y que será rechazado por muchas personas sin siquiera considerarlo. Este caso ha sido tan emocionalmente perturbador, ha estado tan cargado mediáticamente, que ha acabado entorpeciendo el análisis racional del mismo. Para muchas personas resulta anatema poner en duda lo que todos saben: Que hay varios implicados en la muerte de Marta y la ocultación de su cadáver. El problema es que dentro de eso sabido por todos hay muchas versiones contradictorias, y tantas variantes que da para construir más de una docena de relatos. El autor de la muerte pudo ser Carcaño, o Cuco, o Carcaño y Cuco, o Delgado y Carcaño, o Delgado. La muerte de Marta pudo ser debida a un mal golpe en una discusión con Carcaño, a ser víctima de una agresión sexual / asesinato o a intervenir en una discusión ajena. En cualquier caso, Carcaño, Delgado, Samuel, Cuco y María, al menos, estarían implicados con seguridad en los sucesos de esa noche, y hay la posibilidad de más intervinientes como la madre de Cuco o algún familiar de la novia de Carcaño. Y el momento del asesinato y ocultación del cuerpo, esa es otra. Se cambia a voluntad la hora del crimen, y sobre todo la hora en que se deshicieron del cadáver. A las diez, las once, la una y media, las dos o las tres, lo que haga falta.
El triángulo que forman Carcaño, Samuel y Cuco es el que parece más culpable, porque los tres confesaron su propia implicación y la de los otros dos. Es más, ¿no admitió hace poco Cuco que mintió en su momento sobre varios extremos y reconoció que estuvo esa noche en León XIII? Al menos, eso se dice. El que Carcaño contó con algún tipo de colaboración es algo tan dado por supuesto que incluso parece ser aceptado por las personas a las que se ha acusado de esa colaboración, que niegan con vehemencia su propia implicación, pero dan a entender que otros de los acusados sí pudieron participar. La sentencia contra el menor, validada por instancias superiores, da por demostrado que participó él y participaron otros, y, además, está el tema de las confesiones. ¿No confesaron Samuel y Cuco su propia implicación?, Después se retractaron, claro, pero ofrecieron datos y detalles sobre el crimen que difícilmente podrían conocer de no haber participado de alguna forma. Se supone que esas confesiones iniciales llevaron al convencimiento de que Carcaño había contado con colaboradores, pero voy a proponer que sucedió justo lo contrario, que fue el convencimiento de que Carcaño había contado con colaboradores lo que condujo a las confesiones.
Los investigadores siempre parecieron tener claro que un tipo como Carcaño no podría haberlo hecho todo solo. Asesinar a una chica en medio de Sevilla, deshacerse de un cadáver… Carcaño era muy poca cosa, y no parecía muy inteligente. No, no podía haberlo hecho solo. Pero hay varios malentendidos en este tipo de consideraciones. Marta no pesaba mucho, y hay cosas para las que importa más la maña que la fuerza bruta. Para alguien acostumbrado a mover a su madre de y hasta una silla de ruedas no supondría una dificultad importante mover o trasladar un cadáver de 50 kg o menos. Y en cuanto a la inteligencia, hay gente que puede ser torpe para algunas cosas y hábil para otras, y algunas personas no muy inteligentes según los cánones pueden desenvolverse bien en situaciones donde otras muy inteligentes naufragarían. Carcaño, por ejemplo, aguantó varios interrogatorios, muchas horas, hasta provocar el asombro de los interrogadores. Y si confesó su autoría fue por puro agotamiento.
El problema de investigadores, fiscales y jueces fue doble. En primer lugar, fueron dando credibilidad a las distintas versiones que iba ofreciendo el principal sospechoso, corriendo como pollos sin cabeza detrás de cada nuevo relato, de cada nuevo lugar donde podía estar Marta, de cada nuevo implicado. Cada nueva versión parecía la buena, ¡está vez sí, ahora sí encaja! Y así una y otra vez durante años, hasta llegar a día de hoy. En segundo lugar, lograron que dos amigos del detenido confesaran su implicación en los hechos, basándose en las sucesivas declaraciones de Carcaño y en la hipótesis que iban construyendo los investigadores. El problema es que esas confesiones están en contradicción con la evidencia testifical y técnica, que hace imposible que se correspondan con los hechos. No solo eso, las distintas versiones que van dando por buenas resultan incompatibles con las anteriores y posteriores, pero se coge de cada una lo que interesa para intentar presentar un relato único que pueda englobar a todos los acusados. Hay tantas declaraciones distintas, tantas contradicciones en sospechosos y testigos, entre ellos y en relación con los registros técnicos, que inevitablemente surge la tentación de tomar esta o aquella declaración para apuntalar un extremo, y al minuto dejarla de lado para coger otra que favorece otro punto.
La presión de los medios y la sociedad provocó una sobreactuación policial, que a su vez reforzó la presión mediática sobre los investigadores, dando lugar a una espiral de presión-actuación, a una retroalimentación que acabó arruinando el caso. Parte del caso, más bien, porque se consiguió la condena del autor material del crimen, y una condena a otro implicado por un delito menor, pero ha quedado la sensación de que la investigación ha sido un fracaso. Por el convencimiento o la sospecha de que hubo más implicados y, sobre todo, por no haber podido encontrar el cadáver de Marta.
La prensa, con algunas excepciones (Alfonso Egea, en su libro Hay chicos malos, va dejando aquí y allá señales de escepticismo) se ha limitado a seguir lo que le contaban o filtraban desde fuentes policiales o políticas, sin apenas cuestionarlo o someterlo a escrutinio, aunque fuera superficial. Un ejemplo de la falta de iniciativa e interés periodístico es el de las cámaras., porque ¿dónde están las cámaras en este caso? En 2009 hacía ya muchos años que la obtención de grabaciones de cámaras de seguridad era un procedimiento rutinario en todos los casos importantes, pero aquí tan solo ha aparecido una imagen de alguien que se pretende que pudiera ser Delgado, y además la hora estaba mal.
Será difícil encontrar otro caso donde los sospechosos se muevan tanto y recorran tanta distancia. Samuel, por ejemplo, dijo haber estado en varios locales de Montequinto, caminando de uno a otro lugar, y tras coger el autobús llegó a una estación de autobuses de Sevilla. Declaró ir caminando más de tres kilómetros hasta su casa, y después otros tres kilómetros desde su casa hasta el puente de Triana. ¿De verdad no había ninguna cámara en los locales de Montequinto, o en la ruta entre ellos? ¿Ni en la estación de autobuses, ni en todos esos kilómetros caminado por las calles de Sevilla? Pero es que con los demás ocurre lo mismo. Cuco recorrió unos cuantos kilómetros con su bicicleta, y el mismo Carcaño recorrió bastantes kilómetros con su moto, primero con Marta y después solo. ¿Ni una sola cámara lo registró? En la Plaza del Altozano había tres entidades bancarias, pero no hay imágenes de Carcaño, Marta o el amigo con el que se reunieron. En la ruta mas probable desde allí hasta León XIII había (y hay) una estación de servicio. ¿Nada? ¿Ninguna cámara de algún comercio en los muchos kilómetros?
Es algo sorprendente. O apenas se recogieron grabaciones, o no se ha considerado adecuado difundir su contenido. Podrían servir para establecer horarios, por ejemplo, o para verificar declaraciones. Para comprobar si alguien aparece, o no aparece, que puede ser igual de significativo. Pero en este caso nada, y alguien debería explicarlo. Pero para ello, claro, alguien debería solicitar esas explicaciones, y nadie mejor que los periodistas.
Para la policía, una vez que se han producido confesiones, no hay vuelta atrás. Cuando los sujetos se retractan y explican su confesión por las amenazas policiales, ¿cómo podrían los policías afirmar que esas personas no son culpables? Implicaría reconocer que las confesiones se obtuvieron de forma irregular, como afirman los afectados, y eso no es posible aceptarlo, por razones obvias.
Fue la forma de actuar de la policía la que provocó el embrollo que los atrapó y que impidió una resolución limpia. El problema no es que hicieran poco, es que hicieron de más, La presión de los ciudadanos, de la familia, de los medios, de sus propios mandos, los condicionó de tal manera que acabaron cruzando la línea. Una combinación de presión, entusiasmo, soberbia e imprudencia los llevó a presionar a su vez a algunos sospechosos para lograr confesiones que acabaron por hacer descarrilar la investigación. Los policías al cargo de la misma, sus mandos policiales, los mandos políticos, la prensa, las redes sociales, los familiares y amigos de marta, los ciudadanos, todos formaron una gigantesca bola, que fue creciendo descontrolada, empujada por todos y a la vez todos formando parte de ella y siendo empujados, hasta que fue imposible de controlar.
Yo creo que para intentar entenderlo hay que empezar por algunos elementos bien establecidos, y de ahí tratar de deducir el resto. El punto de partida será Samuel.
El de Samuel es el eslabón más débil de la cadena argumental de la acusación, tanto que, de hecho, la cadena se rompe en este punto. La acusación contra Samuel, que lo acusa de encubrir el crimen de Marta y de colaborar en su desaparición, se basa en sus propias declaraciones, donde reconoce haber participado en los hechos que se le atribuyen, y en las declaraciones de Carcaño y Cuco, que relatan los mismos hechos. Posteriormente el mismo Samuel y Cuco se retractaron de sus afirmaciones (y también Carcaño en alguna de sus múltiples versiones), y en el juicio resultó absuelto, en una polémica decisión. Pero ha quedado la sensación de que su absolución estuvo basada en algún legalismo, y hay muchos que siguen insistiendo en que estuvo implicado de alguna forma, porque dos confesiones en presencia de abogado no pueden no tener significado, y tiene que estar involucrado de alguna forma.
Lo cierto es que la absolución se Samuel se basó en un abrumador conjunto de evidencia, testifical y técnica, que lo sitúa en Montequinto durante la tarde y noche del sábado, y primeras horas de la madrugada del domingo, lo que implica que no pudo participar en los hechos de los que se lo acusó, y en los que él mismo se inculpó. Es decir, la evidencia indica que mintió al implicarse en esos hechos, y que Carcaño y Cuco mintieron al implicarlo. Las reacciones a esa aplastante evidencia son de dos tipos: O bien se trata de buscar algún resquicio en las declaraciones de los testigos que haga posible que, de alguna forma, pudiera haber hecho algún rápido viaje a Sevilla en medio de esa jornada en Montequinto, o bien se admite que la prueba es contundente, pero se pretende que algo sabe, y de algo es culpable. Porque confesó, ¿no? Y además, ¿cómo podía conocer tantos detalles si no estaba implicado?
El planteamiento de que las confesiones tienen que implicar necesariamente algún tipo de participación parece asumido de forma casi universal, tanto que hay una fuerte resistencia a considerar que en ocasiones pueda no ser así. Posiblemente nadie explicite mejor este prejuicio que el Juez que sentencio a Cuco: Este juzgador no encuentra ningún motivo válido o convincente para que el menor acusado se declare autor de unos hechos tan graves si no tuvo ninguna intervención en los mismos
Soy consciente de la resistencia que provoca la afirmación de que alguien que se declara culpable de un delito pueda no serlo, así que antes de exponer las pruebas que demuestran que Samuel no pudo participar en los hechos y seguir con los demás, resulta necesario presentar un fenómeno real, pero muy poco conocido, incluso a nivel judicial, las conocidas como confesiones falsas. Porque mi hipótesis plantea que Samuel, Cuco, y Roció ofrecieron confesiones falsas. (En español se suele utiliza tanto falsa confesión como confesión falsa para traducir el false confession inglés)
CONFESIONES FALSAS
No creo necesario proporcionar referencias, porque colocando en cualquier buscador de los términos falsa confesión o confesión falsa o sus plurales, devuelve bastantes resultados útiles, desde las definiciones más sencillas a algunas más detalladas. Hay acceso también a literatura técnica para los que tengan un interés más profundo en el tema. En inglés hay mucha más información de todo tipo.
Las confesiones falsas hacen referencia al fenómeno en el que un sujeto se declara culpable de un delito que no ha cometido, y son generalmente provocadas por técnicas de interrogatorio especiales y generalmente coercitivas y por la presión ejercida por los cuerpos policiales durante dichos interrogatorios,
Hay una fuerte resistencia a considerar que, salvo que se aplique un importante castigo físico, una persona pueda declararse autor de un delito que no ha cometido. Pues ocurre, y las llamadas confesiones falsas están generando cada vez más inquietud y preocupación por su impacto en la investigación y resolución de delitos. Una vez que policías, jueces y fiscales aceptan una confesión y la utilizan en su tarea, resulta muy difícil demostrar que dicha confesión es falsa. Generalmente tan solo pruebas de ADN u otras confesiones de terceros avaladas con otra evidencia, pueden lograr establecer una falsa confesión. Y pese a ello, cada vez se conocen más casos, algunos de alto nivel, y se teme que tan solo sean la punta del iceberg. El público no suele ser consciente de que las confesiones falsas no son casos anecdóticos y que existe una creciente literatura técnica sobre el tema.
Puede ser difícil entender por qué una persona confesaría algo que no hizo; sin embargo, las confesiones falsas son una de las principales causas de condenas erróneas y están presentes en el 25 por ciento de las condenas anuladas. Las confesiones falsas son el resultado de técnicas de interrogatorio policial coercitivo. Algunas técnicas incluyen confundir al acusado, mentirle sobre las pruebas, amenazar al acusado con largas sentencias de prisión y agotar física o mentalmente al acusado. Los menores de 14 años, las personas con enfermedades mentales y las personas con un coeficiente intelectual bajo tienen más probabilidades de admitir su culpabilidad cuando son inocentes, pero podría pasarle a cualquiera en las circunstancias adecuadas. Además, cuanto más largo sea el interrogatorio, más probable es que alguien confiese falsamente. De hecho, el 84% de las confesiones falsas se producen después de más de seis horas de interrogatorio.
(Copiado de https://mtinnocenceproject.org/confesion-forzada-y-tesimonio-falso/ )
Hay distintos tipos de confesiones falsas. Están las voluntarias, en las que los sujetos confiesan delitos que no han cometido sin necesidad de coacción. Pueden buscar información sobre el caso Thomas Quick / Sture Bergwal. Después están las confesiones falsas en las que los interrogadores logran hacer que los sujetos lleguen a creer que realmente cometieron los delitos de los que los acusan, aunque no sea cierto. Una vez incorporada esa memoria, será la nueva realidad del sujeto. Dolores Vázquez ha contado que hubo un momento en que llegó a dudar, que los agentes estaban tan convencidos y le decían que había tantas pruebas que llegó a plantearse si habría cometido el crimen y lo había olvidado por algún mecanismo de amnesia. Afortunadamente, no llegó a completar el proceso. Pero el tipo que nos interesa ahora es el de las confesiones que realizan sujetos que saben que no han cometido el delito que confiesan, pero que pese a todo lo hacen. Suelen deberse a que no aguantan la presión, a que son amenazados de distintas formas, incluyendo, y no es un tema menor, el encarcelamiento de personas con las que mantienen un fuerte vínculo afectivo.
Hay que aclarar que cuando nos referimos a confesión falsa nos referimos exclusivamente a aquellos casos en los que el sujeto es inocente del delito que confiesa, y por tanto quedan excluidas aquellas confesiones de personas culpables obtenidas con esos mismos métodos coercitivos, que es una problemática distinta. Porque esas técnicas de interrogatorio dudosas están pensadas para hacer confesar a los culpables, y las confesiones falsas serían daños colaterales. Estamos ante el nunca resuelto problema del tamaño de los agujeros de la red. Si son muy grandes se escapan casi todos los inocentes pero buena parte de los culpables. Si los agujeros son muy pequeños se atrapa a muchos más culpables, pero también a bastantes inocentes.
Incluso personas que están dispuestas a aceptar que bajo una fuerte presión policial algunos sujetos puedan confesar delitos no cometidos, tienden a pensar que se retractarán en cuanto estén fuera del alcance de los agentes que los presionan. En ocasiones ocurre así, pero en otras ocasiones la confesión falsa puede continuar ante otras instancias (declaraciones judiciales, juicios) durante semanas, meses o años. Hay ejemplos y casos indubitados de todo esto.
Algunos temen que los casos de falsas confesiones reconocidos sean solo un pequeño porcentaje del total, porque tan solo se consideran los casos demostrados, en los que evidencia posterior demuestra sin ninguna duda que los sujetos no cometieron los crímenes de los que se inculparon, y que fueron otros los autores de dichos crímenes. Uno de los casos más conocidos es el llamado de Los cinco de Central Park, en el que unos adolescentes de la edad de Cuco se declararon culpables de terribles delitos, y aunque posteriormente se retractaron, fueron condenados y encarcelados hasta que se encontró al verdadero autor.
Como ya he comentado, hay mucha información accesible en la red, incluyendo bastantes casos y ejemplos reales. Mi intención en este momento es que sean conscientes de que las confesiones falsas existen y que no son tan infrecuentes como se podría suponer.
Vean las grabaciones en las que Miguel Carcaño o Cuco participan en la reconstrucción judicial en León XIII y exponen con gran seguridad y apariencia de veracidad la participación de Samuel en los hechos. Podemos saber que no están declarando la verdad, y el motivo será distinto en ambos casos. Pero si parecen sinceros cuando declaran eso, ¿hasta qué punto podemos confiar en el resto de lo que declaran? Cuco, por ejemplo, tenía 15 años, y la presión podría haberlo afectado más a él que al resto. No solo se inculpó ante la policía, sino que inicialmente lo hizo también ante el juez, como se ve en la reconstrucción, aunque poco después se desdijo, y volvió a declarar que no había participado en nada.
Hay que aclarar algo relacionado con el procedimiento de los interrogatorios y las confesiones oficiales, porque hay ciertos malentendidos. De forma sorprendente, dichos malentendidos parecen afectar incluso a algunas personas versadas en leyes. Por ejemplo, el Juez que declaró culpable a Cuco decía lo siguiente para negar la explicación de este para su confesión:
Este juzgador no encuentra ningún motivo válido o convincente para que el menor acusado se declare autor de unos hechos tan graves si no tuvo ninguna intervención en los mismos y la causa o motivo que expresó para reconocer inicialmente la autoría parcial de los hechos como es que fue presionado y coaccionado por los agentes del Grume con implicar en los hechos a su madre y que se limitó a decir en su declaración lo que los agentes del Grume le iban diciendo es peregrina y no se puede sostener en ningún momento. Esta excusa es burda y es un recurso demasiado habitual y fácil cuando no se disponen de otras excusa y no se sostiene por dos motivos fundamentales y que son; por un lado; que no consta que ni su Letrado ni su madre hicieran constar objeción alguna en ninguna de las dos declaraciones denunciando supuestas presiones o coacciones ni tampoco con posterioridad a las mismas y; por otro lado; porque la causa de retractación alegada por el menor acusado fue desmentida de manera rotunda por la totalidad de los agentes que intervinieron en la toma de la declaración policial.
Si es un clásico aducir malos tratos o coacciones por parte policial, también es un clásico negarlas, y por eso no comentaré el segundo motivo alegado por el Juez, la negativa de los agentes del GRUME, porque se da por hecho, pero sí el primero porque, de forma sorprendente, el señor Juez parece desconocer como funcionan las tomas de declaración policiales.
Estas se producen en presencia de abogados, y en el caso de menores, de algún progenitor o tutor legal. En esas circunstancias no se dan interrogatorios coercitivos o amenazantes, ni se presiona de forma inapropiada, pero es que esas declaraciones son el final de un proceso, en ocasiones muy largo. Es decir, los agentes interrogan a los sospechosos sin nadie presente, en ocasiones durante muchas horas, y solo cuando el sujeto está dispuesto a confesar se llama a abogados o padres y se le toma declaración formal. De lo hablado por unos y otros durante esas horas previas a la declaración no queda registro. Cuco, por ejemplo, estuvo todo el día solo, siendo interrogado por los agentes, y tan solo por la noche se llamó a su madre, que fue testigo de su confesión junto con el abogado. Samuel confesó dos veces, y las dos en presencia de distintos abogados de oficio, pero también lo hizo tras varias horas de interrogatorio sin testigos. Esto ocurre en todos los casos, no solo en este. Además, hay un hecho que suele pasar desapercibido, y es que en muchas ocasiones los interrogados, y más si son jóvenes y nunca se han visto en una situación similar, no tienen claro si están detenidos (ni siquiera el concepto de detención) o no, o desde cuándo, ni tampoco si pueden llamar a un abogado, o si pueden levantarse y marcharse, si están obligados a contestar a las preguntas o no, …etc.
Las amenazas con largas penal de cárcel, mitigadas por una confesión del sujeto interrogado, son un clásico más o menos tolerado, porque en realidad la confesión se suele considerar un atenuante a la hora de imponer una pena. No tanto como se le da a entender al interrogado y este cree, pero hay un sustrato de verdad bajo la amenaza / oferta. Más peliagudo es el caso en el que los interrogados declaran que los han amenazado con detener y/o encarcelar a alguien cercano (padres, hermanos, pareja), posibilidad que angustia al sujeto debido a la relación afectiva que mantiene con esas personas. Esto ya ha sido denunciado tantas veces, en todo el mundo, que ya se puede considerar frecuente. La prueba de que ocurre es que lo denuncian personas cuya inocencia se ha demostrado posteriormente.
Aunque en ocasiones se producirá la amenaza directa (o confiesas o detenemos a tus padres y los metemos en la cárcel), otras veces se produce algún tipo de amenaza indirecta, algo que el sujeto pueda interpretar como una amenaza, pero en la que el interrogador pueda negar que, en propiedad, lo sea. Si le dicen a un interrogado algo como: Si no confiesas es posible que alguien considere traer a tus padres y meterlos en la cárcel, el sujeto interrogado entenderá seguramente que lo están amenazando con encarcelar a sus padres, pero el interrogador podrá negarlo sin faltar a la verdad. El significado de los términos es posible, alguien y considere seguramente pasará desapercibido para alguien en una situación de estrés máximo, y quedarán relegados ante el impacto de los términos padres y meterlos en la cárcel.
Hablé en una ocasión con un testigo de otro caso que fue interrogado durante un buen rato por varios agentes, y me transmitió su angustia. Los interrogadores tuvieron un comportamiento verbal moderadamente agresivo, de nivel bajo, pero el testigo me contó que enseguida comenzó a sudar y a sentir mucho agobio e incomodidad. A partir de determinado momento, dijo, solo pensaba en salir de allí como fuera. Y era un testigo, no un sospechoso. Estefanía, la llamada novia de Samuel, que era una menor de 17 años, fue interrogada sin presencia de abogados ni familiares (¿Ve, señor Juez?), y contó que le gritaban mucho. Al parecer, a los agentes no les gustaba que hubiera declarado haber visto a Samuel subirse al autobús pasadas las 2 de la madrugada.
De momento no pretendo que acepten que las de Cuco o Samuel fueron confesiones falsas, tan solo que sean conscientes de la existencia de las mismas.
PARADERO DE SAMUEL
De entre toda la maraña de datos de todo tipo que saturan este caso, creo que se puede obtener una conclusión razonablemente fiable sobre el paradero de Samuel esa tarde de sábado y madrugada del domingo. Su paradero está en conflicto con lo que sostuvieron policía, fiscal y juez de instrucción, e incluso con lo declarado por él mismo a la policía, pero resulta incontestable. La evidencia que sitúa a Samuel fuera de Sevilla hasta cerca de las 3 de la madrugada resulta contundente y no rebatible desde la buena fe. De hecho, lo sorprendente es que con dicha evidencia exculpatoria alguien sea llevado a juicio. La convergencia de declaraciones de testigos y posicionamientos telefónicos sitúa a Samuel en Montequinto hasta después de las 2 de la madrugada, cuando su novia lo ve subirse al autobús para Sevilla.
El contexto
Samuel había tomado ese sábado el autobús de las 10.30 de la mañana de Sevilla a Montequinto, para pasar el día con Estefanía R, (a la que se denomina como su novia, aunque apenas lo conocía desde hacía un par de semanas) y los amigos de esta, ninguno de los cuales lo conocía previamente. Al parecer, el viaje a Montequinto incluía la asistencia a un cumpleaños, que en realidad era un botellón. Su llamativa apariencia y la novedad de su presencia garantizaba que llamara la atención de todos ellos. Estefanía y una decena de sus amigos declararon haberlo visto varias veces tarde y noche.
Testigos
(Extraído del libro de Alfonso Egea)
- Javier V se encuentra con Samuel y Estefanía R sobre las 20.15 y habla con ellos unos 10 minutos
- Reyes S estuvo con ellos por la tarde, y se quedó en una hamburguesería con Samuel cuando Estefanía fue a su casa a vestirse. Sobre las 23.00, cuando regresó Estefanía, todos se fueron a un pub.
- Carlos N, novio de Reyes, vio a Samuel en la hamburguesería sobre las 22:30. Tras ir al pub y dejar a su novia en casa, volvió a ver a Samuel sobre la 1.40
- Estefanía R, novia de Samuel. Estuvo con él toda la tarde, excepto un breve periodo en el que fue a su casa a vestirse. Lo vio subirse al autobús sobre las 2 de la mañana (2.22)
- Alba G, también estuvo en la hamburguesería y el pub con Samuel
- Estefanía O, otra amiga de Estefanía R, que estuvo esa tarde y noche con Samuel, y cuyo teléfono utilizó este para llamar a Carcaño
- José María L, habló con Samuel unos minutos entre las 20.00 y las 20.30
- Aaron A, novio de Alba V vio a Samuel con Estefanía R en dos ocasiones, sobre las 21.00 y sobre la 1.00. Estuvieron con él hasta la 1.45
- Alba V, coincide con su novio en que hablaron con Samuel hasta la 1.45
Hay una pequeña discrepancia horaria entre la novia de Samuel y Reyes S en cuanto a la hora en que la primera dejó a Samuel en la hamburguesería con Reyes. Sobre las 21.30 según Estefanía y sobre las 22.15 según Reyes. Poca cosa para las discrepancias habituales en los testigos, pero es que no hay caso, porque las dos coinciden en el hecho fundamental: Que Estefanía dejó como “encargada” a su amiga Reyes de que,¡precisamente!, Samuel no se quedara solo mientras ella iba a casa a vestirse. Y Reyes y sus amigos coinciden en que Samuel estuvo con ellos en la hamburguesería. Es más, lo tuvieron que invitar a una hamburguesa, ya que ni siquiera tenía dinero para eso.
Finalmente, su novia lo acompañó a esperar el autobús que salía hacia Sevilla sobre las 2 de la madrugada (realmente a las 2.22) y lo vio subirse al mismo.
Por otra parte, todas las llamadas recibidas por su teléfono (no hizo ninguna, porque no tenía saldo), todas ellas, fueron localizadas en Montequinto y ninguna en Sevilla hasta después de las 3 de la madrugada. Si unimos esos registros técnicos a que una decena de testigos lo sitúa en Montequinto en las horas clave, la conclusión no puede ser otra que la de que Samuel no estuvo en Sevilla la tarde el 24 y primeras horas de la madrugada del 25, y que, por tanto, no pudo participar en los hechos en los que lo implican Carcaño, Cuco y se inculpa él mismo.
Con esta conclusión, parcial pero bien fundada, podemos dar cuenta de como se desarrolló la investigación policial, y explicar la confesión del mismo Samuel, y que él mismo y otras personas lo situaran en Sevilla ayudando a deshacerse del cadáver de Marta, cuando eso era imposible. ¿Por qué confesó entonces Samuel ante la policía? Eso mismo pregunto yo. Si hay pruebas de que estaba en otro lugar, ¿por qué confesó? Ni policía, ni fiscal ni juez de instrucción han ofrecido nunca una explicación convincente. La explicación del mismo Samuel es que fue presionado, amenazado con que iban a detener a su familia, e incluso maltratado físicamente. Algún tipo de maltrato es posible, porque tenía un moratón, y aunque nunca se le ha dado explicación por quienes deberían hacerlo, tampoco parece de la entidad suficiente para explicar por sí mismo la confesión. Para evitar distracciones del argumento principal, dejaré de lado este tema y no se volverá a mencionar.
Las presiones y amenazas, negadas por la policía, por supuesto, han sido denunciadas por otros testigos y sospechosos, en este y otros muchos casos, y podrían explicar que un joven atolondrado dijera lo que las personas que lo agobiaban querían escuchar. Como ya se ha comentado, la misma novia de Samuel, una menor, declaró que fue tratada bastante mal, gritándole y tratando de que cambiara su declaración que daba coartada a Samuel. Un testigo clave, del que hablaremos en breve, declaró durante la instrucción ante el juez que la policía intentó que cambiara las horas de su declaración. Uno de los amigos de Marta fue tratado de modo bastante desagradable. No me refiero a sospechosos e inculpados, como Cuco o Delgado, sino a simples testigos. Si a estos se los trató de forma poco adecuada, podemos imaginar como se trataría a sospechosos, de los que estaban convencidos de su implicación.
Cuando procedan al análisis de cualquier información o afirmación sobre cualquier extremo del caso, siempre deben confrontarlo o analizarlo a la luz del hecho de que Samuel estaba en Montequinto. Siempre.
DECLARACIONES SOSPECHOSAS
Tras retractarse de sus declaraciones autoinculpatorias, Samuel explicó que las hizo presionado por la policía, que lo amenazó con detener a sus padres. Es un clásico explicar pasadas confesiones apelando a la presión policial, física y psicológica, y también es un clásico la negativa policial de que se produzcan ese tipo de hechos. Probablemente son mucho menos numerosas las segundas que las primeras, pero haberlas, haylas Cada caso es diferente, y suele resultar difícil dilucidar lo ocurrido, pero en este caso tenemos bastantes elementos de juicio. Hay dos versiones, la de que Samuel confesó motu propio y sin presión irregular alguna, y la de que su confesión se debió a la presión psicológica, policial, y que fueron los interrogadores los que le fueron proporcionando los datos que declaraba.
La versión de Samuel cuenta con la circunstancia de que no hay otra forma de explicar la sincronización en las declaraciones de Carcaño, Samuel y Cuco. Alguna vez se ha propuesto que se pusieron de acuerdo para mentir y hacer declaraciones contradictorias, pero no sé como puede plantearse eso. El 13 de octubre, tras muchas horas de interrogatorio, Carcaño confesó haber matado a Marta, pero dijo que no había contado con ayuda, que había trasladado el cadáver de Marta él solo en la moto. Ante la incredulidad de los agentes cambió de versión e introdujo a Samuel, que lo habría ayudado a trasladar el cadáver en la moto. Y esa segunda versión fue la primera en reflejarse formalmente en una declaración.
Consideran los investigadores que esa versión, aún pudiendo ser incompleta, ya es más presentable, y la dan como buena, aunque sea provisionalmente Detienen a Samuel, y este confiesa lo mismo que ha dicho Carcaño: Que este lo llamó por teléfono, que regresó a Sevilla y ayudó a deshacerse del cadáver. Pero hay bastantes agujeros en su declaración. El relato de Carcaño implica la llamada y llegada de Samuel antes de las 10 de la noche, y este las sitúa bien entrada la madrugada del domingo, que es cuando realmente regresó. Además, Samuel ofrece detalles coincidentes con los declarados por Carcaño, pero falla en elementos clave. Cuando lo llevan al puente sobre el río, no es capaz de recordar de qué lado del puente arrojaron el cadáver, ni tampoco si llevaba casco o no. Hay varias cosas que no encajan, y no es la menor de ellas el problema de las comunicaciones: No hay evidencia de comunicación entre Carcaño y Samuel en las horas clave. Para explicar que en su teléfono no conste una llamada a Samuel, Carcaño dice que lo llamó desde una cabina, pero el problema es que el teléfono de Samuel no recibió ninguna llamada en ese horario.
Mientras tanto, avanza el día 14 y la confianza del día anterior en la declaración de Carcaño se va desvaneciendo. Informan a Antonio de la terrible noticia de que Carcaño ha confesado que ha matado a su hija, pero cuando le hablan del traslado con el cadáver de Marta en la moto entre Carcaño y Samuel, le parece increíble. ¿Por medio de Sevilla, un sábado? Otros policías y mandos policiales expresan las mismas dudas, y entonces vuelven a Carcaño, y este, solícito, cambia la versión. Elimina la moto e introduce a Cuco y el coche de la madre de Cuco, que es el nuevo transporte utilizado. Y sorpresa, cuando vuelven a interrogar a Samuel ,este cambia su versión y también introduce a Cuco y el coche de la madre de este, y cambia la hora en que llegó a Sevilla. Cuco, también detenido, declara la mismo, con la salvedad de que introduce a Delgado, el hermano de Carcaño.
¿Cómo podrían haber acordado esos cambios de versión y ser capaces de sincronizarlos?
Lo cierto es que los datos que va declarando Carcaño acaban siendo declarados por Samuel y Cuco. ¿Cómo llega esa información de unos a otros? La única explicación racional es que el vector que traslada la información es la policía, no hay otra. Es la policía la que le va trasladando a Samuel lo que ha contado Carcaño, y este, lo declara a su vez. Y cuando Carcaño elimina la moto e introduce a Cuco y el coche de su madre, Samuel declara lo mismo. No se trata de que Samuel vaya ofreciendo retazos variables e incompletos de un relato básico, sino que va declarando en cada momento lo que la policía cree que es la versión correcta, a partir de lo declarado por Carcaño. Pero no hay forma de vincular las declaraciones de Carcaño, Samuel y Cuco sin un agente exterior, y ese agente tan solo puede ser la policía. No se trata de que la policía vaya dando información a Samuel y Cuco para involucrarlos, se trata de que están convencidos de que están involucrados, y les van ofreciendo datos de lo declarado por Carcaño para animarlos a confesar ese delito del que están seguros son culpables. Seguramente darán algunos datos directos esperando que los confirmen y los amplíen, y en otros casos darán varias posibilidades. Los interrogados pueden aprender bastante pronto lo que molesta o agrada a sus interrogadores, y van ajustando en un proceso de prueba y error.
Es un procedimiento muy arriesgado, porque la línea entre animar al sospechoso a confesar y dar información y que este cuente lo que se le propone es muy fina. Si se está convencido de que se sabe lo ocurrido, existe la tentación de ir proporcionando información para que el otro la incluya y dejar un relato lo más cerrado posible, y no una simple admisión de estar implicado.
No se trata solo de que Carcaño, Samuel y Cuco declaren lo mismo, sino del momento en que lo declaran. Sin un agente exterior, ¿cómo podrían saber la versión que tocaba en cada momento? Tal vez alguien proponga el disparate de que se pudo acordar algo así.: Tu, Samuel, al principio dices que no sabes nada, pero si confiesas di primero que fuimos tu y yo la que la llevamos al río en moto. Después, vuelve a confesar, pero quita la moto y mete al Cuco y el coche de su madre. Y tú, Cuco, cuando confieses empieza directamente por el coche de tu madre no digas nada de la moto. Habría que suponer un disparate parecido para evitar aceptar la hipótesis alternativa, que fue la policía la que transmitió esas informaciones y configuró las declaraciones de Samuel y Cuco.
Además, sabemos con certeza que las declaraciones de los tres, que sitúan a Samuel en la casa de León XIII son falsas, porque Samuel estaba en Montequinto.
Que un detenido confiese y no diga toda la verdad es lo habitual, no un caso especial. Los derrumbes totales con confesión completa y expiatoria son la excepción, no lo usual. Los investigadores lo saben y ajustan sus procedimientos en base a ello. Veamos un ejemplo con el caso de El chicle.
Este sujeto confesó haber matado a Diana Quer, pero al igual que en otros casos, inicialmente trató de rebajar su responsabilidad, achacando la muerte a un accidente, tras el cual, asustado por tener antecedentes, habría decidido deshacerse del cadáver. Creo que ni un solo policía tuvo la más mínima duda de que la versión del accidente era una mentira (incluso se la pudieron sugerir, como anzuelo), pero ya tenían lo que buscaban, una confesión. Que dicha confesión contuviera falsedades no les preocupaba demasiado, porque lo que deseaban a toda costa era que el detenido los llevara hasta el cadáver. Una vez logrado esto, se podría encontrar evidencia para confrontar la confesión, y si para encontrar el cuerpo tenían que aparentar creerse a Albuín, podían hacer como que se lo creían. Efectivamente, una vez encontrado el cadáver, la autopsia demostró que su estado era incompatible con el accidente relatado por el detenido, y este no tuvo más remedio que ir cambiando el relato. Este tipo de situaciones ocurre tantas veces que los agentes ya las tratan como rutina:
- Negativa a estar implicado
- Confesión parcial con responsabilidad limitada
- Proporciona datos para encontrar el cuerpo u otra evidencia
- Con la nueva evidencia se confronta al sujeto y se lo procesa
Inicialmente, el caso contra Carcaño siguió el patrón. Sometido durante semanas a presión, policial y social, acabó confesando, pero solo un poco. Confiesa haber dado a Marta, pero su explicación implica una muerta casi accidental, un pronto que acaba en tragedia, pero no un asesinato planeado o cometido por motivos siniestros. No sé si los agentes se lo llegaron a creer, pero estaban en la fase 2, y tan solo quedaba llegar a la 3. Y parecía que se iba a lograr, porque no solo dijo dónde había arrojado el cuerpo, sino que implicó a dos amigos suyos como colaboradores, y estos también confesaron, implicando incluso a alguna persona más. Tan solo quedaba encontrar el cuerpo y tras los análisis, cerrar el caso. Pero a partir de entonces, comenzó a descarrilar.
En primer lugar, no se encontró el cadáver de Marta, pese a una búsqueda intensa. En segundo lugar, las confesiones, tanto de Carcaño como de sus amigos tenían muchas inconsistencias. Había supuestas llamadas entre ellos que no podían haber ocurrido, y las situaciones espaciales de los supuestos colaboradores no encajaban con las declaraciones de ninguno de ellos. Y para colmo, los dos supuestos colaboradores se retractaron de sus confesiones, negando su implicación. Es posible que en otro tipo de casos, sin la exposición mediática de este, esta situación hubiera provocado dudas, y la necesidad de repensarlo todo, pero importantes cargos policiales y políticos habían asegurado en público que el caso estaba resuelto, así que no había demasiados incentivos para cambiar de rumbo, y sí para seguir la línea.
En cuanto a Rocío, la novia de Carcaño, dijo que fueron los policías los que le dijeron que mentía, y que Carcaño había salido esa noche de casa, y ella lo negó. Pero estuvo pensando y recordó haber visto la ventana abierta. Un recuerdo muy oportuno. Después fue contando más cosas, a cada cual más sorprendente. El caso de Rocío es llamativo, porque nunca se ha retractado de sus declaraciones sobre la ventana abierta y las supuestas confesiones que le hizo Carcaño, pero es que nunca ha tenido ningún incentivo para hacerlo. Una vez aguantado todo el tirón mediático y quedar sin castigo por encubrimiento, cualquier cambio solo implicaba reconocer falso testimonio. No tenía, ni tiene, nada que ganar diciendo la verdad. En cualquier caso, el patrón de su confesión parece similar, con los agentes ayudándola a recordar, y su miedo, justificado o no, a que se implicara a miembros de su familia.
El momento clave de la investigación llega cuando Carcaño cambia completamente de versión, introduciendo una agresión sexual, achacando la muerte de Marta a otra persona, sacando al otro colaborador del relato, y para culminar, ofreciendo un nuevo lugar donde se habrían deshecho del cadáver. Esta declaración, que anulaba las anteriores, y que contradecía de forma absoluta las confesiones de Samuel y Cuco, que se suponía que servían de apoyo a la versión inicial de Carcaño, debería haber provocado un cambio radical, un reinicio de toda la investigación, un comienzo desde cero. Pero era demasiado tarde, había demasiada inercia, demasiadas declaraciones policiales y políticas imprudentes y, sobre todo, ¿cómo se iban a explicar las confesiones de Cuco y Samuel, sobre todo la de este último? Porque claro, si se aceptaba que Samuel era inocente habría que explicar su confesión, y la única forma de explicarse sería dar credibilidad a su explicación de que había confesado por amenazas a su familia y que los datos de la confesión le fueron proporcionados por los agentes. Y reconocer eso resultaba imposible.
Comienzan entonces con un proceso que ha durado hasta el día de hoy, el de ir cogiendo algo de cada declaración, lo que interesa para intentar mantener en el caso a todos los sospechosos, pese a que existan contradicciones insalvables. Malabares entre varias declaraciones y versiones para tratar de dar la impresión de que en realidad se hizo correctamente el trabajo.
Siempre se pueden ir sacando conejos de la chistera para intentar ocultar lo que es evidente, que su tesis no se sostiene, que lo que creían que era la solución es imposible que lo sea. En el fondo, todas esas hipótesis auxiliares y ocurrencias tan solo demuestran que la teoría básica no puede mantenerse por sí misma, que es tan débil que no puede aguantar sin un flujo constante de hipótesis ad hoc que la vayan sujetando. Que si se puede cambiar la hora de la alarma, que si los tiques de caja, que si todos los testigos que dan coartada mienten, que si Samuel fue en coche a Montequinto en vez de en autobús, e hizo un rápido viaje de ida y vuelta a Sevilla, tipo Sr. Lobo de Tarantino, o que realmente fue en autobús, pero se marchó antes, o que tal vez regresó cuando dijo, pero que colaboró de alguna forma en algún momento. Todo para no reconocer lo que indica la evidencia.