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lunes, 15 de agosto de 2016

El asesinato de Jill Dando (II): De repente, un extraño.


Anterior: El asesinato de Jill Dando (I): Muerte en Fulham.

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Todas las pistas prometedoras acababan en nada, y el desánimo comenzó apoderarse del equipo de Oxborough. En una de las frecuentes revisiones del caso alguien propuso volver al principio. En los casi diez meses transcurridos desde el asesinato habían recibido miles de llamadas e informaciones, pero los detectives conjeturaron que las primeras, las más próximas temporalmente al momento del crimen, podían contener información de más calidad que las más tardías, tal vez contaminadas estas por las informaciones aparecidas en prensa y los rumores. Era posible que inicialmente se le hubiese prestado poca atención a alguna de esas primeras llamadas para seguir pistas que en ese momento parecían más prometedoras.

SOSPECHOSO

Hafad
Al revisar las llamadas los agentes encontraron varias que provenían del mismo lugar y que todavía estaban pendientes de investigar. La primera comunicación se había recibido el miércoles 28 de abril, y la interlocutora era Lesley Symes, directora de Hafad (Hammersmith And Fulham Action for Disability), una organización que ayudaba y asesoraba a personas con discapacidad. La señora Symes había contado que un hombre con problemas mentales había estado en sus instalaciones el día del asesinato de Jill Dando, sobre las 11 horas, y que se había comportado de forma extraña. Pese a que tan solo recibían con cita previa, el hombre había insistido en hablar de sus problemas de salud, y de un convenio que había para que las personas con discapacidad difrutaran de viajes gratuitos en los taxis locales. Finalmente, lograron deshacerse de él concediéndole una cita para el día siguiente.

No acudió a la cita el martes, pero había regresado la mañana del miércoles, y por eso llamaba la directora Symes. El hombre se había presentado muy agitado, dirigiéndose a varios empleados, pretendiendo que le dijeran a que hora había estado allí el lunes y la ropa que llevaba puesta. Les dijo que ya había tenido problemas con la policía, y que temía que la policía lo considerara sospechoso del asesinato de Jill Dando. Quería la información para pasársela a su abogado. Formó un escándalo considerable mientras los empleados trataban de quitárselo de encima, hasta que se marchó. La directora Symes no le dijo a la policía el nombre del sujeto, por cuestiones de confidencialidad.

El incidente fue introducido en el sistema informático (HOLMES), pero no se le asigno ninguna acción. Los empleados de Hafad esperaban que algún policía los visitara para ampliar la información, pero como nadie se presentó, realizaron un nuevo intento. El 12 de mayo quien llamó fue Elaine Hutton, encargada de las finanzas. Ella sí le dijo a la policía el nombre del sujeto, Barry Bulsara, y les comunicó su dirección. Ofreció una hora diferente para el momento en que el hombre había estado allí el día 26, las 11:50. También comentó que algunos de los empleados opinaban que Barry Bulsara se parecía al retrato robot del hombre sudoroso visto en la parada del autobús. Esta vez se introdujo en el sistema una acción para entrevistar a Bulsara, algo rutinario, pero se le asignó una prioridad baja.

El 19 de mayo telefoneó otra empleada, Susan Bicknell, que era quien había pasado más tiempo con Bulsara. Ella no creía que se pareciese al retrato robot, pero le había dado la impresión de que el hombre parecía muy nervioso, y que tal vez podría haber sido testigo del crimen. También señaló que la visita había tenido lugar poco antes del mediodía.

Finalmente, el 14 de junio volvió a llamar Elaine Hutton, que afirmó estar sorprendida porque después de varias semanas ningún policía había visitado Hafad para interesarse por el tema. Añadió algunos detalles que no habían sido comunicados en anteriores llamadas, como que el día del asesinato Bulsara llevaba puesta una chaqueta informal y una camisa amarilla, y que portaba una bolsa con documentos. Estos datos, en vez de interesar a la policía, como se pretendía, lograron el efecto contrario, ya que la ropa y la bolsa de documentos no coincidían con ninguna de las descripciones que la policía había recibido de otros testigos, así que a Bulsara se le continuó asignando una prioridad muy baja. Los empleados de Hafad desistieron y ya no volvieron a llamar.

El 24 de febrero de 2000, casi diez meses después del crimen, la misión de investigar a Barry Bulsara se le asigno finalmente a un agente. El encargado, que tenía pendientes otras 25 tareas similares, era el detective John Gallagher. Este visitó Hafad a principios de marzo, y allí escuchó la historia de la visita de Bulsara de las cuatro personas que habían tenido más contacto con él. Lo más notable es que algunas empleadas opinaban que la visita había tenido lugar más tarde de lo que las primeras llamadas habían sugerido. La recepcionista, Rosario Torres, creía que el hombre había llegado sobre las 12:30. La directora Symes opinaba que la visita se había producido después del mediodía, mientras que Elaine Hutton decía que había sido al mediodía. Susan Bicknell, por su parte, seguía afirmando que la visita había tenido lugar a las 11:50.

Las diferencias en cuanto a las horas entre las empleadas hacían imposible extraer conclusiones en esta fase de la investigación, así que había que hablar con el sospechoso. Tras comprobar en los archivos que el verdadero apellido de Barry era George, y revisar sus otros alias y su historial delictivo, Gallagher se dirigió a Crookham Road para entrevistarlo. Pero no iba resultar tan fácil. No había nadie en el domicilio, y un vecino le contó que Barry acababa de salir, y de paso, que era primo de Freddie Mercury. Gallagher visitó el lugar unas cuantas veces las siguientes semanas, pero nunca conseguía encontrar a Barry. En una de las ocasiones le dejó una nota explicándole que la policía quería hablar con él, y solicitándole que se pusiera en contacto, pero sin resultado. Gallagher no informó a Hamish Campbell sobre Barry hasta el 5 de abril, un mes después de su visita a Hafad.  


Barry George
Finalmente se optó por una estrategia indirecta. Averiguaron el lugar y la fecha en que el sospechoso iba a recoger su cheque de discapacitado, y Gallagher y un colega lo esperaron allí. El 11 de abril Barry George apareció por la oficina y se encontró con los policías. Nada más identificarse estos, Barry, que cojeaba de forma ostensible, les comenzó a hablar de un atropello que había sufrido mientras montaba en bicicleta. A la pregunta de por qué no había respondido a la nota que le habían dejado, explicó que pensaba que se refería al accidente y que se la había entregado a su abogado.

Le propusieron a Barry ir a su domicilio para entrevistarle allí, pero él no quiso, alegando que estaba muy desordenado. Lo trasladaron a la comisaría de Fulham, pero debido a que Barry George era un discapacitado debido a su epilepsia, no podía ser interrogado salvo en presencia de un adulto autorizado. Gestionarlo a través de Servicios Sociales iba a demorar mucho el trámite, así que decidieron llevarlo a casa de su madre, que vivía cerca, y que ella actuara como representante. Gallagher transcribió la entrevista, que fue firmada por Barry.

A preguntas de los agentes respondió que aunque no lo recordaba bien era posible que el 26 de abril no hubiera salido de su casa hasta las 12:30 o 12:45, y que se había dirigido caminando hasta Hafad para consultar unos problemas de salud que tenía. Había empleado unos 10 o 15 minutos en llegar, y no estuvo mucho tiempo allí. Al salir se había dirigido a las oficinas de London Traffic Cars, una compañía de taxis en la cercana Fulham Road, dónde consiguió que le llevaran gratis hasta Rickett Street. Allí estaba el Colon Cancer Concern, una organización de caridad, donde pretendía obtener información sobre sus problemas de intestino. Después regresó caminando hasta su casa, y no se enteró del asesinato de Jill Dando hasta esa tarde, por medio de un vecino.

Preguntado sobre la ropa que llevaba ese día, tampoco lo recordaba, pero dijo que podía haber llevado un traje oscuro y un abrigo, con una camisa blanca y una corbata roja; o bien una camiseta, unos pantalones vaqueros y unas zapatillas de deporte. Era posible, continuó, que llevara barba de un par de días. No, nunca se había encontrado con Jill Dando, ni supo donde vivía hasta después de su asesinato. En cuanto al tema de las armas, había sido miembro de los Territorials, y había recibido entrenamiento para disparar rifles.

Finalmente le convencieron para ir con él hasta su apartamento, ya que querían ver el abrigo o sobretodo que podía haber llevado. Los policías no se podían creer el estado del lugar. No pudieron atravesar el pasillo debido a la cantidad de cajas y bolsas que se amontonaban, y tuvo que ser Barry, quien prácticamente trepando sobre ellas, alcanzó el abrigo y lo sostuvo para que la pudieran ver. Después se marcharon, y comenzaron a verificar la información que habían recibido.

London Traffic Cars
La declaración del sospechoso había aclarado una información que los investigadores ya tenían en sus archivos. El mismo día del asesinato, por la tarde, Ramesh Paul, encargado de London Traffic Cars, una compañía de minicabs (vehículos que pueden funcionar como taxis, pero tan solo mediante viajes establecidos, no pueden ser parados en la calle), había llamado a la policía para informar sobre un extraño sujeto. El hombre había llegado a su oficina sobre la una de la tarde, pretendiendo que un taxi lo llevara de forma gratuita hasta Rickett Street, al Cancer Colon Concern. Paul se había reído de él y le había contestado una grosería. Después le había dicho que la tarifa era 4 libras, y que 4 libras eran como 400 para sus conductores. Pero en vez de marcharse, el extraño había permanecido en la oficina unos minutos, paseando, inquieto, mirando de vez en cuando por las ventanas. Por casualidad habían pedido un taxi desde un lugar cercano a Rickett Street, y Paul aprovechó para quitarse de encima al molesto visitante, que acabó consiguiendo su viaje gratis.

Dos días después, el miércoles, Ramesh Paul volvió a llamar a la policía para informarles de que el mismo hombre había regresado y acababa de marcharse. Le había hecho bastantes preguntas, tales como si le recordaba del lunes, o la hora a la que había estado. Cuando Paul respondió que no recordaba el color de la camisa que llevaba, tuvo lugar una surrealista conversación:

Sospechoso: Mira al cielo. ¿De qué color es?
Paul: Azul.
Sospechoso: No, ese no es el color. ¿De qué color es el sol?
Paul: Amarillo.
Sospechoso: Sí.

Paul pensó que estaba ante un completo chiflado, tal vez relacionado con el crimen. A petición del sujeto consultó la hora en que había salido el taxi que le había trasladado y la anotó en el reverso de una tarjeta de la empresa: 1:15 p.m. El hombre, aparentemente satisfecho, se marchó. La policía se tomó en serio estas llamadas y entrevistó a Paul y al taxista. Pero no tenían ni idea de la identidad del hombre, y Paul había declarado el primer día que el hombre tenía el pelo rubio y hablaba con acento del este de Europa, y en la segunda llamada habia señalado que tenía el pelo marrón. La descripción no encajaba con ninguno de los sospechosos vistos por los testigos, y no se relacionó con el hombre que había visitado Hafad hasta que el mismo Barry George se lo contó a Gallagher. 

Preguntado por las razones de las visitas el miércoles a los dos lugares, Barry contestó que lo hacía para poder entregarle la información a su abogado si algún día le consideraban sospechoso del asesinato de Jill Dando.A partir de la entrevista Barry George se convirtió en el principal sospechoso del caso. Tenía edad, altura y complexión compatible con el sospechoso, el color del pelo también era el adecuado, y alguna de la ropa que dijo que podía haber llevado, también coincidía. Vivía cerca de Jill Dando, menos de diez minutos caminando, y tenía antecedentes por agresiones contra mujeres. Había recibido algún entrenamiento con armas, y había actuado de forma sospechosa el día del crimen y poco después No había nada concreto contra él, pero la hora del viaje en taxi y las horas señaladas por George en su declaración aclaraban el lío horario de las empleadas de Hafad, y dejaban al sospechoso sin coartada.

En las llamadas de Hafad se había señalado inicialmente las 11:00 de la mañana para la visita del sospechoso, y posteriormente las 11:50. Ninguna de las dos horas encajaba bien con la posible culpabilidad de Barry, ya que la ropa que las empleadas recordaban era diferente a lo declarado por los testigos. Llevaba una camisa amarilla, y sobre esta una chaqueta o cazadora, oscura y corta, por la cintura, y unos pantalones vaqueros o de chándal.

Las 11:50 hacían casi imposible que Barry pudiese haber participado en el asesinato. Saliendo hacia la izquierda desde el 29 de Gowan Avenue, para llegar a su domicilio, el 2b de Crookham Road, tendría que haber recorrido a pie casi un kilómetro, cambiarse de ropa, salir de casa e ir caminando hasta Hafad, en Greswell Street, más de 1.200 metros. Demasiado para 20 minutos, sobre todo porque nadie en Hafad notó en Barry signos de haber estado corriendo. Como no tenía carnet, ni coche, ni nadie le había visto nunca conduciendo, debía haber ido a pie. Por otra parte, no se había encontrado ninguna chaqueta por los alrededores, lo que descartaba que hubiese podido quitarse la chaqueta negra, deshacerse de ella, e ir directamente a Hafad desde Gowan Avenue. Las 11:50 le proporcionaban una coartada al sospechoso, pero si había llegado después de las 12:00, como habían declarado varias empleadas a Gallagher, la situación cambiaba. En 35 minutos, por ejemplo, si habría tenido tiempo para ir a su casa, cambiarse de ropa e ir caminando hasta Hafad. 

Mapa de la zona:

 

No había pruebas, nada concreto, pero los detectives lo consideraron suficiente para justificar un registro en el apartamento del sospechoso.


VIDA DE BARRY

Barry a los 10 años
Barry Michael George había nacido en Londres en 1960. Su padre, Alfred George, un hombre con pasado militar y que fue conductor de autobús y guardia de prisiones entre otros, se casó en 1954 con Margaret Burke, una chica irlandesa. Después de dos niñas, Michelle y Susan, llegó Barry. En 1967 el matrimonio se separó y Alfred se marchó a Australia y se desentendió de sus hijos. En ese momento ya era evidente que Barry tenía bastantes problemas. 


Había venido al mundo con el paladar hendido, y aunque se corrigió con cirugía,  tuvo problemas de dicción durante su infancia y  adolescencia, que seguramente afectaron a su desarrollo emocional. Incluso de adulto, algunas personas notaban el problema o encontraban extraña su forma de hablar, aunque otros muchos no hallaban nada raro en su pronunciación. Aunque su epilepsia no fue diagnosticada hasta su adolescencia, estaba claro que algo no funcionaba bien. Asistió a varios colegios especiales para niños con problemas de conducta, incluso en un internado para lo que se llamaba chicos inadaptados, hasta que a los 15 años dejó de estudiar y volvió a Fulham con su madre.

Fotografías de Barry durante su juventud
Nada más cumplir los 16 años obtuvo su primer empleo. Lo consiguió él, sin ayuda de nadie, y fue uno de los pocos motivos de orgullo en su vida. Entre mayo y septiembre de 1976 trabajó como mensajero para la BBC, en lo que era probablemente un contrato de verano. Recogía y entregaba cartas y paquetes. Hay que señalar que no utilizaba su verdadero nombre, y a todos les dijo que se llamaba Paul Francis Gadd. Este era el verdadero nombre del músico Gary Glitter, que a mediados de los setenta gozaba de un éxito considerable. Cuando terminó su contrato se quedó sin trabajo, y no lo volvieron a llamar. De hecho, nadie lo volvió a llamar, y probablemente este fue el único empleo real que tuvo en su vida. Poco después su epilepsia le proporcionó una paga como discapacitado, y pronto se adaptó a ella. No fumaba ni bebía, y apenas tenía gastos, así que era suficiente.

Otra foto de joven
En 1977 lo consideraron sospechoso de espiar a mujeres desde los jardines de sus casas, pero no se presentaron cargos. Hasta 1980, cuando contaba veinte años, no tuvo el primer encontronazo con la ley. Había presentado una solicitud para entrar en la policía y le enviaron una carta rechazando su pretensión. Recortó la cabecera y la utilizó para fabricar una tarjeta de identificación como policía, y se presentó con la tarjeta en casa de una mujer y pidió hablar con ella. Ante la más que evidente falsificación llamaron a la policía, que detuvo a Barry. Este dijo llamarse Paul Gadd, y pretendía ser primo de Jeff Lynne, el líder de Electric Light Orchestra. Se declaró culpable de suplantar a un policía y recibió una multa de 5 libras, un castigo bastante poco severo. La historia apareció en un diario local en mayo de 1980. Poco después fue acusado de varios asaltos indecentes contra mujeres. Las seguía y trataba de besarlas, las tocaba y trataba de introducir su mano bajo sus camisas o faldas. Fue declarado culpable en uno de los casos y condenado a tres meses de cárcel, con suspensión de sentencia, y absuelto o exonerado en el resto de casos.

En agosto de ese año Barry entró en las oficinas del West London Observer con un trofeo que dijo haber ganado en el campeonato británico de karate, por haber roto 47 baldosas con una patada. Afirmó llamarse Paul Gadd, y dijo que era primo de Jeff Lynne. El diario publicó un reportaje con fotografías, añadiendo el detalle de que cuando Gadd no estaba entrenando era el cantante de una banda llamada Xanadu. El diario comenzó a recibir quejas e informes de que todo era una mentira, y tras una investigación publicó un nuevo artículo anunciado la falsedad.

Como Steve Majors, a punto de saltar
Poco después Barry comenzó a utilizar otro alias. Pretendía ser Steve Majors, que era un compuesto del nombre de un actor (Lee Majors) y el personaje que este interpretaba en la serie The Six Million Dollar Man (Steve Austin). Utilizando esta identidad pretendía ser un campeón de patinaje, y aunque esto era falso, lo cierto es que Barry era bastante bueno con los patines. De alguna manera consiguió convencer a alguien para organizar una gala en la que Steve Majors iba a saltar con sus patines sobre varios autobuses dobles, y lo hizo delante de algunas miles de personas y una televisión local, con lluvia y fuerte viento. Aunque golpeó el último obstáculo y no aterrizó bien (y parece ser que se lesionó de consideración), lo cierto es que se levanto y se consideró que había completado el desafío y fue aplaudido por el público. Fue otro de los grandes momentos en la vida de Barry.

En diciembre de 1981, con 21 años, se apuntó en el Ejército de Reserva, en el Regimiento Paracaidista, bajo el nombre de S.F Majors. Estuvo 11 meses, y participó en 29 entrenamientos. En agosto de 1982, también pretendiendo ser Steve Majors, se apuntó en un club de tiro, como miembro en pruebas, y recibió al menos 8 clases. A mediados de septiembre le negaron convertirse en miembro oficial del club, y en noviembre tuvo que dejar el Ejército de Reserva, al fallar en algunas pruebas que medían su capacidad y competencia.

Por esta época Barry parecía fuera de control. La policía le paró e hizo preguntas varias veces al encontrarlo merodeando por zonas residenciales. Un día siguió a una estudiante de veinte años, entabló conversación mientras caminaba junto a ella, y de repente la agarró, le tapó la boca cuando ella gritó, y le quitó algunas ropas con la intención de violarla. Por alguna razón, Barry se asustó en el último momento, y tras pedir perdón se marchó corriendo. La mujer denunció el ataque.

En enero de 1983 fue sorprendido por la policía agazapado entre los arbustos fuera de Kensington Palace, donde residían Carlos y Diana. Llevaba ropa militar, incluyendo un pasamontañas, una cuerda de 15 metros y un cuchillo. Lo llevaron a comisaría, pero quedó libre poco después, sin cargos. Parece ser que no lo consideraron una amenaza contra la seguridad del Príncipe y su esposa. Sin embargo es posible que esa visita a comisaría estuviese relacionada con la detención que sufrió poco después. A finales de mes Barry George fue detenido acusado del intento de violación de la estudiante. Se declaró culpable y fue condenado a treinta meses de cárcel, más los otros tres meses de condena suspendida que tenía pendientes de un asalto anterior.

Al salir de la cárcel, en 1985, estuvo una temporada residiendo en un hostal bajo el nombre de Thomas Palmer. Este era un miembro del equipo SAS que había participado en el asalto a la embajada iraní en 1980, y que había fallecido en un accidente de tráfico en 1983. Barry se hacía llamar Thomas o Tom, y pretendía ser miembro de las fuerzas especiales. Por esta época su interés en las armas alcanzó su punto más alto, e incluso adquirió dos pistolas, una Heckler & Koch de imitación y una Bruni que disparaba balas de fogueo. Un día Barry se puso ropa militar y un pasamontañas, y entró disparando con la Bruni de fogueo en el apartamento donde vivía un joven conocido, David Dobbins. Este y su familia se llevaron un buen susto, pero a Barry le pareció muy divertido. Poco después se trasladó al apartamento de Crockahm Road, donde residiría durante los siguientes 15 años.

En 1986 su hermana Susan, que también sufría de epilepsia, murió durante una crisis de esta enfermedad. La epilepsia que sufría Barry era de tipo menos agresivo, y no se manifestaba mediante violentos ataques, sino más bien por pequeñas ausencias en las que parecía desconectar del mundo. Solían durar pocos segundos, pero podía tener varios episodios al día.

No hay registros de que volviese a tener un empleo formal nunca, aunque es posible que realizase algunos trabajos esporádicos y se sabe que realizó algunas tareas como voluntario. Vivía de sus cheques como minusválido. No bebía, no fumaba y podía viajar gratis en el transporte público. Es probable que su madre, que vivía cerca, le lavara la ropa y le hiciese comida algunas veces, así que tenía muy pocos gastos. Sin nada que hacer, se pasaba el día paseando por el barrio, entrando en los comercios a charlar con los propietarios, entablando conversaciones con extraños, sobre todo mujeres, en la calle. En general se le consideraba un tipo raro, bastante raro, pero inofensivo. Algunas mujeres, sin embargo, lo encontraban inquietante. Se daba importancia, pero a la vez resultaba infantil. Un simple, pensaban muchos.

Podía ir vestido con ropa militar, o con prendas llamativas, como un músico. Un día, de repente, se colocaba en un cruce y comenzaba a dirigir el tráfico, marchándose al rato a hacer cualquier otra cosa. Pasaba mucho tiempo en las bibliotecas, leyendo sobre temas que le preocupaban, y años más tarde comenzó a interesarse en internet. Sus diarios acercamientos a las mujeres no le daban demasiado resultado práctico, pero lo cierto es que Barry acabó casándose, en un episodio que no está demasiado claro.

El 2 de mayo de 1989, Barry George, de 29 años, se casó con Itsuko Toide, de 34. Ella era una estudiante japonesa de inglés, y se habían conocido en un centro comunitario japonés (Barry estaba bastante interesado en la cultura japonesa), donde el novio había realizado tareas como voluntario una temporada. El matrimonio apenas duró unos meses, y la esposa pronto abandonó el piso de Crockham Road. Parece que hubo violencia doméstica, y aunque ella le contó a la policía que había sido agredida, no quiso presentar denuncia. Algunos sospechan de un matrimonio de conveniencia, aunque eso tampoco quedó acreditado.

Continuó entablando conversación con las mujeres en la calle, pero hacía algo más siniestro, bordeando la legalidad. Barry se paseaba por Londres, y cuando veía a alguna mujer que le gustaba, la seguía y la hacía algunas fotografías. Después se olvidaba de ella y pasaba a la siguiente. Lo curioso es que nunca reveló esas fotografías (2.597 fotos de 419 mujeres distintas), simplemente las hacía. En 1991 falleció Freddie Mercury (cuyo verdadero apellido era Bulsara), y Barry encontró una nueva identidad. Desde ese momento fue Barry Bulsara, un supuesto primo de Freddie. De vez en cuando todavía utilizaba alguna de las otras identidades, pero Bulsara fue la dominante durante los siguientes años.

A tenderos, vecinos o desconocidos les contaba sus preocupaciones, y estas no dejaron de aumentar con los años. Visitaba los organismos oficiales varias veces al mes para quejarse por cualquier cosa: vecinos, ruidos, arreglos pendientes… A veces se ponía furioso y tenían que echarlo. Pero era su salud la principal preocupación, y en su creciente hipocondría estaba convencido de sufrir varios males, que los médicos no eran capaces de diagnosticar o que no trataban correctamente. Leía en la biblioteca sobre diversas enfermedades que creía sufrir y después discutía con los médicos sobre ellas. Muchos médicos de Fulham no lo querían recibir, y era bien conocido en varios hospitales.

Así pasaba la vida de Barry, paseando, saludando a todo el mundo, intentando relacionarse con mujeres, siguiendo y fotografiando a algunas, quejándose de todo y todos, contándole a la gente sus problemas y preocupaciones, en la biblioteca, en internet… Se tomó muy en serio su identidad de primo de Freddie Mercury. Tenía una tarjeta con el nombre de Barry Bulsara, llevaba encima una foto falsificada donde se le veía junto al cantante, y visitaba todos los aniversarios el domicilio de Mercury, donde entablaba conversación con otros fans, sobre todo mujeres, provocando quejas de algunas. En una ocasión estuvo ahorrando varios meses y el día del aniversario de la muerte de Mercury alquiló una limusina y se bajó de ella ante los fans, disfrazado como su ídolo. Llegó incluso a consultar con un cirujano plástico sobre una posible operación para parecerse a Freddie Mercury.


EL CASO CONTRA BARRY GEORGE

A las 8 de la mañana del 17 de abril un equipo especial llegó al 2b de Crockham Road para realizar un registro. Como no había nadie forzaron la puerta y entraron, encontrándose un caos difícil de describir. Parece ser que Barry no limpiaba nunca, y simplemente llevaba cosas a la casa y las dejaba caer. Había por todas partes montones de cajas, bolsas, basura, periódicos, todo tipo de objetos, tablones… Debido al estado del lugar, el registro duró dos días completos, y entre todo el material que el equipo se llevó estaba el sobretodo Cecil Gee que Barry le había mostrado a Gallagher
Estado del apartamento de Barry George

Además de las fotos no reveladas de mujeres, se encontraron revistas de armas y de temática militar, y entre los muchos periódicos había varios con noticias sobre la muerte de Jill Dando. Se hallaron mensajes de condolencia por la muerte de Dando, que Barry había recolectado por las tiendas de la zona. También un par de manuscritos suyos con el mismo texto, en el que contaba como había estado presente en una entrevista de Dando a su primo Mercury. Probablemente era un borrador para un discurso que Barry soñaba con dar en algún lugar.

El registro tuvo lugar cuando se acercaba el primer aniversario del asesinato y se reavivó el interés de los medios. Hamish Campbell fue entrevistado por periódicos y televisiones, y anunció novedades. Se habían ido dejando de lado otras hipótesis, y ahora estaban convencidos de que el asesino era un solitario, emocionalmente aislado, alguien con mucho interés en las armas, obsesionado con Dando o con otras mujeres. El psicólogo criminal Adrian West había propuesto en un informe, pocas semanas después del crimen, la teoría del solitario, pero el equipo de Oxborough lo había dejado de lado con escepticismo. El cambio de perspectiva se debía, dijo Campbell, a que se habían agotado las otras líneas de investigación. Sin embargo, no dijo nada acerca de que ahora tenían un sospechoso que encajaba, o eso parecía, con ese perfil.

Los investigadores comenzaron a encontrar más y más cosas sospechosas. En unas fotografías halladas en el apartamento aparecía un hombre con ropa militar, una máscara antigás y una pistola, y la policía estaba convencida de que se trataba de Barry.

Pasaron 15 días hasta que el abrigo Cecil Gee fue analizado. El científico Robin Keeley encontró dentro del bolsillo izquierdo de la chaqueta una única partícula de residuos de disparo. Estas partículas salen del arma junto con los gases tras un disparo, y pueden depositarse en cualquier lugar cercano al arma, generalmente la mano de quien dispara. Suelen desaparecer con rapidez, en unas horas, debido a los roces y las manipulaciones habituales. Sin embargo, no se degradan, y si caen en algún sitio protegido, en teoría pueden permanecer en ese lugar de forma indefinida.

La composición de la minúscula partícula era igual a la de algunas partículas halladas en el pelo y la ropa de Jill Dando. Hay muchas municiones que contienen esa composición, así que no era posible relacionar esa partícula con el disparo que mató a Jill, pero había dos cuestiones que Keeley y los detectives encontraban significativo:

1) La partícula podría haber sido de distinto tipo a las encontradas en la víctima, lo que la habría eliminado como prueba. Pero era del mismo tipo.

2) Se había hallado en la ropa de una persona que era sospechosa por otras razones.


Hamish Campbell y algunos de sus hombres cada vez estaban más convencidos de estar en el camino correcto. Decidieron seguir al sospechoso en todo momento, e instalaron una cámara frente a su apartamento. Pudieron observar el extraño comportamiento de Barry, que igual podía caminar en una dirección para inmediatamente deshacer sus pasos, o podía salir y entrar de su apartamento por la ventana, en vez de por la puerta. Hablaba con turistas, o seguía un breve tiempo a alguna mujer. En tres semanas entabló conversación con 37 mujeres. Más tarde la policía se enteró de que en algún momento Barry se había dado cuenta de que estaba siendo vigilado. Una mujer policía de incógnito trabó conversación con él y le preguntó por armas, pero Barry no quiso hablar del tema. La policía no quiso seguir por ese camino, en previsión de futuros problemas legales. 


Seguimiento del sospechoso

Se decidió registrar de nuevo el apartamento. El sospechoso trató de impedir la entrada, pero un agente le empujó y finalmente se efectuó el registro. A mediados de mayo se preparó el siguiente movimiento. La vigilancia no daba resultado, y Barry se había dejado crecer la barba, lo que planteaba la cuestión de si era consciente de estar bajo seguimiento. Se decidió arrestar al sospechoso, y aprovechar al máximo las ventajas de ese acto.

1) Se podría realizar un nuevo registro en el apartamento, a una escala mucho mayor que los dos ya realizados. Tal vez aparecieran nuevas pruebas.

2) Se iba a someter al sospechoso a ruedas de identificación. Cabía la posibilidad de que algunos testigos lo identificaran.

3) Podrían interrogarlo en profundidad, y el interrogatorio lo iban a efectuar expertos. Era posible que confesara o se incriminara de alguna manera.

El arresto se realizó a las 6:30 de la mañana del jueves 25 de mayo de 2000. Barry George fue esposado y conducido a la comisaría de policía de Hammersmith, y el tercer y definitivo registro comenzó enseguida, y no acabó hasta el viernes al mediodía. 104 cajas conteniendo casi todo lo que había en el apartamento fueron llevadas a un almacén de la policía, para posterior análisis. Se registró palmo a palmo el suelo, se introdujeron cámaras por cualquier pequeño hueco o agujero, e incluso se llevó a un perro, probablemente en busca de rastros de drogas o explosivos.

La prensa se enteró casi de inmediato, y se comenzaron a propagar las noticias de que un sospechoso del crimen había sido detenido. La policía pidió de forma expresa que ningún medio publicara fotografías del detenido, ya que eso podía comprometer el caso. Mientras tanto, en la comisaría las cosas marchaban despacio, ya que antes de interrogar al sospechoso, y debido a su minusvalía, hubo que realizar revisiones médicas y psicológicas. Además, hubo que designar un abogado de oficio (Marilyn Etienne) y dar tiempo para que Barry hablara con ella. No fue hasta las 5:30 de la tarde, 11 horas después de la detención, que bajo el mando del experto Michael Snowden comenzó el interrogatorio.

Este se alargó varias horas en distintas sesiones durante los cuatro días siguientes, y no obtuvo los resultados esperados. Pese a todos los intentos, el sospechoso no confesó ni se incriminó. Respondió con tranquilidad y una educación exquisita todas las preguntas, parándose con frecuencia a pensar antes de responder. Casi todas las respuestas terminaban con la palabra Sir, en señal de educación y respeto. En ocasiones el lenguaje que utilizaba era barroco, incluso pedante, pero no daba señales de perturbación mental, y parecía una persona bastante normal. Sin embargo, según pasaban las horas, sus respuestas se fueron haciendo más confusas y vagas, daba alguna contestación fuera de tono y se quejaba de problemas de salud. Hubo que interrumpir el interrogatorio más de una docena de veces para que los médicos lo revisaran. 

Interrogatorio

Barry no tuvo problema en reconocer que utilizaba varios alias, pero negó que dijera mentiras. ¿Pero decir que se llamaba de otra forma no era una mentira? No, una exageración tal vez, pero no una mentira. Pero esas eran cuestiones secundarias. El interrogador estaba interesado en dos elementos principales: Sus movimientos el día del crimen y su relación con las armas.

-Barry se reafirmó en lo declarado a Gallagher. Había pasado la mañana en su apartamento, y no había salido hasta después del mediodía. Había ido a Hafad, a Traffic cars y al centro del cancer, para regresar a su domicilio posteriormente. Se le presionó varias veces, pero no cambió nada. En general, Barry no recordaba ni fechas ni horas. No fue capaz de recordar el año de su matrimonio, ni el año en que había llegado a Crockham Road. Sin embargo, recordaba perfectamente que había trabajado para la BBC entre mayo y septiembre de 1976.

Cuando se le preguntó por su regreso a Hafad y Traffic cars un par de días después del crimen, dijo haber vuelto a esos lugares para tener constancia de sus movimientos ese día y poder entregarle la información a su abogado si se daba el caso. Las horas eran importantes, dijo.

-En cuanto a las armas, sus respuesta no fueron tan firmes. Comenzó negando haber tenido ningún arma. Se le enseño una libreta hallada en uno de los registros, en la que venían escritas por su mano las características de tres armas: La Heckler & Koch, la Bruni y una tercera, una Browning. También se le enseñaron dos fotografías de alguien sosteniendo una pistola en cada una. Negó inicialmente ser quien aparecía en las fotografías y que las pistolas fueran suyas. Con un poco de presión, reconoció que él era quien salía en las fotos portando las armas, y que había comprado la la Bruni y la Heckler & Koch, pero que no eran armas reales. Una tan solo disparaba fogueo y la otra era una réplica de plástico.

No,ya no tenía las pistolas. Tenían que preguntarle a David Dobbins por ellas. Recordemos que este era el joven conocido en cuyo apartamento había entrado George disparando una bala de fogueo. Fue localizado de inmediato y confesó a la policía que un par de años después de aquello, cuando Barry ya vivía en Crookham Road, él y algunos amigos habían entrado en el apartamento y robado las armas. La Bruni de fogueo se había roto y la habían tirado, y la otra, la réplica de plástico, se la habían dado a un niño como juguete.

Por un lado los detectives tenían el hecho de que George había mentido inicialmente sobre las armas, pero por otro lado el último contacto que podían probar con un arma (y de fogueo) se remontaba a 1987, doce años antes del crimen.

El viernes el sospechoso se sometió a una rueda de identificación, y ninguno de los 5 testigos que participaron, incluyendo a Richard Hughes, lo reconoció. En el registro no se había hallado nada nuevo, ningún arma, ni bala, ni resto. Ninguna relación evidente con Jill Dando, ningún escrito sobre ella, ni recortes de prensa, ni subrayados. El caso no podía ser más débil.

Michael Mansfield
El sábado por la tarde se intentó la última jugada. Se interrogó a George de nuevo sobre las armas y se le pidió que explicara como había llegado una partícula de residuo de disparo, coincidente con las halladas en la víctima, al bolsillo de su chaqueta. Barry respondió que no sabía nada de eso, ni podía explicar como había llegado la partícula a su bolsillo. En ese momento la abogada del sospechoso paró el interrogatorio. No la habían informado sobre dicha prueba, y tras algunas consultas, informó a la policía que su cliente no iba a contestar más preguntas ni someterse a más ruedas de identificación.

Policía y fiscalía debatieron largo tiempo sobre lo que iban a hacer, hasta que finalmente se decidieron a procesar a Barry George, y a las 8:30 de la tarde del 28 de mayo fue oficialmente acusado del asesinato de Jill Dando. Se decretó que debía permanecer en prisión hasta la celebración del juicio. Desde ese momento, la tarea de la policía fue ayudar a la Corona a presentar un caso lo más fuerte posible. Por su parte, a Barry le asignaron como principal abogado defensor a Michael Mansfield, uno de los abogados más célebres del país y conocido por sacar a la luz errores judiciales. Se avecinaba una batalla legal de resultado incierto.

HACIA EL JUICIO

Mansfield trató de que se retirara la acusación, pero se le negó la pretensión y se propuso el comienzo del juicio para febrero de 2001. El abogado trató también de que se eliminara como prueba el residuo de disparo, sobre todo cuando se conoció una información que podía ser importante. La chaqueta había sido recogida del apartamento del sospechoso el 17 de abril, pero no se había enviado al laboratorio para su análisis hasta el día 2 de mayo. Se averiguó que entremedias,  el 28 de abril, la chaqueta había sido llevada a un laboratorio fotográfico de la policía. Allí se le retiró su envoltorio protector sellado y se la colocó en un percha para ser fotografiada. Para Mansfield era evidente que en ese lugar podría haber tenido lugar una contaminación, pero el tribunal denegó la eliminación de la prueba y dejó la posible contaminación a la valoración del jurado.

Una sorpresa vino cuando pocas semanas antes del juicio la defensa anunció que iba a presentar una coartada para el momento del crimen. Pese a que Barry había declarado ante Gallagher que había salido de su apartamento después de las 12:30, y había reiterado después de su detención que la visita a Hafad se había producido después del mediodía, ahora se cambiaba su declaración. Según contó Mansfield, Barry George había salido de su apartamento sobre las 10:30 o 10:45, había ido caminando hasta Hafad y permanecido allí hasta las 13:00 horas. De ser cierto, eso le daría una coartada absoluta. Está claro que Mansfield quiso aprovechar las declaraciones del personal de Hafad, que parecían proporcionar una coartada a Barry. En mi opinión el cambio fue un grave error estratégico. Explicaré en el siguiente capítulo la razón.

El 26 de febrero de 2001 comenzó el juicio, pero tras unos días de cuestiones preliminares, se suspendió durante 7 semanas. El juez levantó las restricciones para la prensa y en algunos diarios publicaron fotografías de Barry George esposado o con apariencia amenazadora, hablaron de sus disfraces, de sus múltiples personalidades, y de lo extraño que era y lo presentaron como culpable. Nada que no veamos en España en cada caso, pero eso no era frecuente en la Gran Bretaña de principios de siglo. Mansfield se quejó y afirmó que Barry no podía tener un juicio justo y que ya estaba condenado. El juez, arrepentido, determinó que tan solo una fotografía de Barry, sin esposas, podía ser publicada, y ordenó continuar. Pero en ese momento los problemas de salud y psicológicos de Barry retrasaron el reinicio, que no se produjo hasta 23 de abril. El estado físico y mental de Barry obligaba a interrupciones con mucha frecuencia, para ser examinado por médicos y psicólogos. El acusado se sentaba con apariencia de enfermo, sufriendo alguna vez, aparentemente, algún tipo de ataque. Caminaba y se comportaba de tal manera que daba la impresión de estar actuando, o al menos exagerando mucho. Muchos opinaban que interrumpía declaraciones y testimonios cuando le convenía, y que actuaba por interés. Sin embargo el juez le permitía casi todo. Seguramente porque sabía que Barry George era un hombre enfermo y con graves problemas.

Más allá de que exagerara sus síntomas, Barry sufría de una epilepsia que le provocaba frecuentes ausencias. De niño había sufrido también labio leporino, y sus problemas de dicción le habían provocado graves complejos durante su infancia y adolescencia. Eso y la epilepsia habían afectado a sus estabilidad mental, y aunque un neurólogo vigilaba el desarrollo de la epilepsia, nunca había sido tratado formalmente por psiquiatras o psicólogos. Cuando estos examinaron al acusado no se pusieron de acuerdo exactamente en todos los males que sufría, pero todos estuvieron de acuerdo en que tenía graves problemas.

Personalidad histriónico-narcisista, trastorno facticio, sindrome de Asperger, paranoia, trastorno de somatización, y unos cuantos más. Su cociente intelectual era de 76, justo en el límite. En algunas clasificaciones cae dentro del retraso mental, y en otras está justo por encima. Estaba en el grupo del 10 % de población menos inteligente. Tenía una memoria muy pobre y muy poca capacidad de concentración, y tampoco tenía capacidad para planear y ejecutar acciones complejas. Sus dolencias podían ser en parte simuladas, pero la misma simulación podía acabar convirtiendo en reales algunas de ellas. El juez hizo lo que pudo para que los problemas de Barry no afectaran demasiado al juicio.

Mansfield consiguió que se eliminasen como prueba las miles de fotografías de mujeres que Barry tenía sin revelar, ya que el juez consideró que no se podía establecer ninguna relación entre ellas y el crimen. El fiscal tampoco podía presentar los antecedentes penales del acusado, ya que la ley vigente en aquel momento lo impedía. Se verá como esta norma, que beneficiaba claramente a los acusados, impidió en este caso, sin embargo, que la defensa pudiese presentar una información decisiva para la interpretación de un punto clave.

La acusación se sostenía sobre cuatro pilares fundamentales:

1) Las declaraciones de los testigos, que demostrarían que, contra lo declarado por el acusado, este había estado en Gowan Avenue el día del crimen.

2) La partícula de residuos de disparo, que establecería una relación indirecta entre el arma del crimen y Barry George. Su interés por las armas le proporcionaba el acceso a ellas y la capacidad para modificarlas.

3) Las mentiras contadas por el acusado durante su declaración, sobre todo en cuanto a si sabía de Jill Dando antes de su muerte. Elementos hallados en su apartamento y algunos testigos mostrarían que tenía mucho interés en la víctima.

4) El intento del acusado de proporcionarse una coartada, con las dobles visitas a Hafad y London Traffic Cars.

Se intentó apoyar este núcleo de acusación con algunas pruebas más débiles, como, por ejemplo, una fibra hallada en la ropa de Jill Dando, que era compatible con las fibras de un pantalón del acusado. La estrategia de la defensa pasaba por impugnar esos cuatro pilares, y tratar de demostrar que no había realmente pruebas contra el acusado.

En la tercera parte se tratarán los juicios. He escrito con cierto detalle sobre la vida y costumbres de Barry George, y podrán leer próximamente algunas anécdotas significativas. Toda esta información, que muchos pueden considerar excesiva, tiene un objetivo definido: que el lector tenga a su disposición los elementos necesarios para llegar a una conclusión. En último término, todo dependerá de la elección que hagamos entre dos interpretaciones para determinado comportamiento del sospechoso, y para elegir es necesario disponer de toda la información relevante.

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Próximamente: 

-El asesinato de Jill Dando (III): Los juicios.
-El asesinato de Jill Dando (IV): ¿Culpable o inocente?
-El asesinato de Jill Dando (V): Demasiadas hipótesis.

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FUENTES

Ver al final de la primera parte.

sábado, 21 de mayo de 2016

El último viaje de Timothy Davison

INTRODUCCIÓN

Timothy Asti Davison
Comencé a seguir el caso del asesinato de Timothy Davison casi desde el principio, al encontrar la noticia mientras hacía búsquedas sobre otro caso en el que estaba interesado. Varios medios conjeturaron durante los primeros días sobre una posible conexión entre ambos crímenes, y eso bastó para llamar mi atención. Aunque tras analizar la información disponible llegué a la conclusión de que el asesinato de Davison no estaba relacionado con el otro, me intrigó tanto que decidí seguirlo de cerca. Durante meses estuve leyendo lo que se iba publicando, atento a las ruedas de prensa de los investigadores y a lo que la gente opinaba en los comentarios a las noticias y en los foros de discusión.

Los policías parecían estar tan desconcertados como lo estábamos los demás ante el aparente absurdo del crimen. Cuando 20 meses después se hizo pública la sorprendente solución, cogió a todo el mundo a contrapié. Una vez que se conoce la respuesta, esta parece natural y lógica, pero lo cierto es que nadie la aventuró mientras el crimen estuvo sin resolver.

MUERTE EN LA I-81

Ruta seguida por Davison
Timothy Austin Davison, de 28 años, debía estar bastante cansado esa noche. Era la madrugada del 4 de enero de 2014, y aunque llevaba diez horas conduciendo, todavía le quedaban unas siete u ocho más hasta llegar a su destino. Había aprovechado unos días de vacaciones para viajar a Florida y visitar a algunos familiares, y regresaba a Poland, Maine, donde vivía y trabajaba en la empresa de su padre. Hay un largo camino entre Florida y Maine, pero a Asti, como le llamaban sus familiares y amigos, no le asustaba la distancia. La Interestatal 81 atraviesa 6 estados en sus algo menos de 1.400 kilómetros, comenzando en Tennessee y finalizando en Nueva York. Hay un tramo de apenas 50 kilómetros en los que la autopista atraviesa territorio de cuatro estados: Virginia, Virginia Occidental, Maryland y Pensilvania.

Poco antes de las 2 de madrugada Asti viajaba hacia el norte por la I-81, atravesando Maryland en dirección a Pensilvania, y todavía le restaban más de 900 kilómetros de aburrido viaje. La noche era oscura y fría, y la nieve se acumulaba en la mediana y los laterales, aunque la autopista estaba limpia. Había muy poco tráfico, la mayoría camioneros, y nada hacía presagiar que fuese a ocurrir algo fuera de lo normal.

A la 1:59 la central de emergencias de Maryland, el 911, recibió una llamada frenética de Davison, en la que este denunciaba que un Ford Ranger le estaba acosando, y que le estaban disparando desde ese vehículo. La llamada se cortó justo al cruzar la frontera entre los dos estados, y cuando la central recuperó la comunicación Asti les dijo que el otro vehículo le había embestido y echado de la carretera, y que en ese momento él se encontraba parado en la mediana. La policía tan solo ha hecho pública una parte de la grabación, los primeros segundos, donde se puede apreciar que Asti estaba tranquilo, seguramente pensando que lo peor había pasado. 


Impactos de bala en la puerta
Aunque no han hecho público el resto de la grabación ni su transcripción, las autoridades si han puesto por escrito en un documento oficial lo que se escucha. La conversación debió durar tres o cuatro minutos, hasta que de pronto Davison comunicó que su agresor estaba de vuelta. Se escucha ruido de un motor revolucionado, disparos, y después el chirrido de unos neumáticos que se alejan del lugar. Cuando poco después llegó la policía, se encontró a Timothy en el asiento del conductor de su Mitsubishi Montero, gravemente herido. Falleció poco después en el hospital. Tenía heridas de bala en la mano izquierda, la pierna derecha y la cabeza, esta última fatal. 


El coche de Asti en la mediana, a la mañana siguiente.


LAS POSIBILIDADES

La policía estatal de Pensilvania, con el apoyo del F.B.I, comenzó la investigación de inmediato. La información que fueron recopilando los días siguientes al crimen era la siguiente:

-Las grabaciones de las conversaciones de Asti con el 911. Varios minutos en total.

-Una cámara del departamento de transportes de Pensilvania, situada al sur del suceso y apuntando hacia el norte, había grabado el crimen, aunque desde muy lejos, y además las imágenes, en blanco y negro, no tenían calidad. Había alguna grabación más, pero de menor importancia.

-Había marcas de los neumáticos del sospechoso, dejadas al acelerar para escapar del lugar.

-Había balas y fragmentos de bala, del calibre 0.44, en el Mitsubishi Montero de la víctima, con agujeros de bala en la puerta del conductor y los cristales delanteros de los dos lados rotos. 

El Mitsubishi Montero tras el crimen

-Se encontró un casquillo de bala, cerca de las marcas de aceleración, del calibre .44.

-Varios días después, tras una nueva búsqueda, se encontró el emblema de un Ford Ranger XLT a pocos metros del lugar donde el vehículo de la víctima se había salido de la carretera y entrado en la mediana.

-Había pintura del vehículo agresor en el coche de Asti. Esta era una pintura azul oscura (Dark Lapis Metallic) específica de Ford, y que tan solo había sido aplicada a los Ranger de los años 1993 a 1998.

-Se descargaron miles de datos del GPS Garmin de Davison, con puntos de paso y la velocidad del Mitsubishi Montero.

-Se recopilaron todos los datos de llamadas de varias torres de telefonía en muchas millas a la redonda.

-Se encontró ADN en el casquillo de bala, pero la muestra era parcial, y no muy útil a efectos de búsqueda en las bases de datos. Pero serviría para comparar con un sospechoso en el futuro.


Toda esta información fue dando sus frutos poco a poco, permitiendo llegar a algunas conclusiones. Por ejemplo, parecía casi seguro que el vehículo agresor era un Ford Ranger. La víctima había nombrado ese modelo en su conversación con el 911, y además se había encontrado un emblema de ese mismo vehículo, y la pintura transferida era específica de un vehículo Ford. Era una conclusión bien fundamentada. Se dio aviso a talleres de reparación y agentes de seguros para que mantuvieran los ojos abiertos.

Rossi Ranch Hand
El análisis de las marcas en casquillo y balas llevó a la conclusión de que el arma del crimen era, muy probablemente, una Rossi Ranch Hand, un arma de palanca que parece un híbrido entre carabina y pistola.

Pero esos pequeños avances no compensaban la falta de resultados en otros campos. Pese a las llamadas de la policía a la colaboración, no apareció ni un testigo de los hechos. Había poco tráfico esa noche en la I-81, pero ni mucho menos era una ruta solitaria. Tampoco había móvil evidente, y eso si que ponía nerviosos a los investigadores.

Se descartó enseguida un ataque personal. Asti no tenía enemigos, y de tenerlos no habrían viajado miles de kilómetros para matarlo. No parecía razonable que nadie, por la razón que fuese, le hubiese seguido 1.300 kilómetros desde Florida para actuar en ese lugar. Tampoco parece posible que nadie le estuviera esperando en la autopista para tender una emboscada. Además de que Davison había decidido seguir esa ruta a última hora, no parecía un plan muy prometedor. No, el motivo para el crimen había que buscarlo en la I-81. Con los datos disponibles, los detectives pudieron presentar una buena conjetura de lo sucedido esa noche.

Timothy Davison llevaba varias horas conduciendo por la I-81, y tan solo había parado para repostar, la última vez en Virginia. La primera llamada se produjo a la 1:59, cuando el Mitsubishi Montero viajaba por la I-81 a la altura de Haggerstown, Maryland. El sospechoso golpeó al Mitsubishi y lo sacó de la carretera cuando estaban unas tres millas dentro de Pensilvania . En total unos 17 o 18 kilómetros de persecución, menos de diez minutos. El patrón de velocidad que registraba el GPS parecía indicar que el incidente había comenzado bastante antes, cuando Asti viajaba a la altura de la salida 16, cerca de Martinsburg, Virginia Occidental. Hasta ese lugar la velocidad registrada fue de 80 millas por hora, de forma casi constante. A partir de ese punto, subió hasta 90 mph, y en algunos tramos hasta 100 mph.

El agresor comenzó a acosar a Davison, le disparó, y cuando vio que no conseguía su objetivo, golpeó con la parte delantera de su vehículo la parte trasera del de su víctima. Mientras el Montero circulaba por la mediana, el Ford Ranger siguió dirección norte y cogió la siguiente salida, a apenas 3 millas, regresando en dirección sur. Se planteó al principio que el agresor podría haber atravesado la mediana para dar la vuelta, pero el tiempo que tardó, calculado a partir de una borrosa grabación, parece indicar que lo hizo en la salida.

El asesino regresando para matar
La cámara que grabó el crimen registró al Montero entrando en imagen, ya circulando por la mediana. Eso indica que no quedó inmovilizado tras salirse de la carretera. El coche se paró mirando hacia el norte, pero muy cerca de los carriles que van hacia el sur. Allí estuvo parado unos cinco minutos, que incluyen el tiempo que Asti estuvo hablando con el 900. Se puede ver un vehículo que se detiene junto al de la víctima, y como el Montero trata de moverse hacia adelante, siendo bloqueado por el otro dando marcha atrás. Después el otro vehículo se marcha del lugar en dirección sur. La policía ha dicho que en las imágenes no se puede observar el momento de los disparos.

Se barajaron dos posibilidades desde el primer momento. La principal, y la que la prensa favoreció desde el primer momento era la de algún tipo de altercado de tráfico. La expresión road rage incident no tiene una traducción directa al español. Hace referencia al comportamiento iracundo o agresivo de un conductor contra otro vehículo o sus ocupantes. La agresión puede ser gestual, verbal o física. En algunos casos pueden ocurrir accidentes e incluso colisiones voluntarias. Y en los casos más extremos intervienen las armas de fuego y hay víctimas mortales y heridos. Y ese caso extremo era lo que la prensa suponía que había ocurrido. Tal vez Asti había realizado alguna maniobra que había molestado a la persona equivocada, tal vez se había visto envuelto en algún tipo de desafío con alguien peligroso.

Otra vsita del coche en la mediana
La otra posibilidad que se insinuó era la de un asesinato al azar, o casi al azar. Un psicópata que salió esa noche en busca de alguna víctima. También hay precedentes de este tipo de comportamiento, tanto en cuanto al hecho en si, la voluntad de matar, como en cuanto al lugar elegido. Carreteras o autopistas han sido testigos, con más frecuencia de lo que parece, de disparos contra vehículos, que en algunas ocasiones han terminado fatalmente.

A mí no me acababa de convencer ninguna de las dos hipótesis. Mucha de la información que he citado no era pública en aquel momento, pero había la suficiente como para poder hacerse una idea. La hipótesis del psicópata, que consideré durante algún momento, la abandoné bastante pronto. La primera parte del incidente, el acoso del Ford Ranger al Mitsubishi Montero, y la segunda, los disparos, parecían encajar bien con la hipótesis. Sin embargo, el que el agresor golpeara con su vehículo al de la víctima, ya no parecía encajar tan bien. Si el asesino no había logrado su objetivo con los disparos, ¿por qué no dejarlo simplemente y buscar otra víctima u otra ocasión? ¿Por qué arriesgarse a sufrir él mismo un accidente al golpear (a 150 kms/hora, o más) al otro coche o dañar, como mínimo, su propio vehículo? Si Davison no era el objetivo, si cualquiera servía como víctima, no tiene fácil explicación. Que el criminal cambiase de sentido y regresase tampoco parece demasiado lógico. Cuando el coche de Asti se salió de la carretera el incidente llevaba varios minutos, diez o más, en marcha. El agresor tenía que suponer que su víctima habría llamado para pedir ayuda y que esta podría estar en camino. Podría ocurrir que cuando regresara hasta donde estaba el Montero se encontrase allí a la policía, o que otros vehículos hubiesen parado para auxiliar al accidentado. El riesgo era enorme.

Recuerden que al considerar a un psicópata que decidió matar a alguien sin ningún motivo previo, casi al azar, estamos considerando a una persona que correrá riesgos, matar siempre los conlleva, pero que no los correrá de manera innecesaria. Una persona para la que el odio hacia la víctima o la ira no son sus principales motivaciones para matar. En mi opinión, esa hipótesis era muy improbable.

Aunque no me acababa de convencer, el road rage incident me parecía la opción más probable. La duración del incidente, la colisión y el regreso podrían explicarse por el estado emocional del agresor, enloquecido por alguna ofensa, real o imaginaria. Ciego de ira, habría actuado a impulsos, sin considerar los riesgos y los peligros. Sin embargo, yo tenía bastantes dudas.

En primer lugar, la autopista soportaba muy poco tráfico a esas horas, y había pocas oportunidades para que dos vehículos se vieran envueltos en algún tipo de conflicto. Tal vez el suceso no había sucedido en la carretera, sino en el lugar de la última parada de Asti para repostar. Pero aparte de que la policía revisó grabaciones y preguntó a empleados, eso no explicaría que el suceso comenzara mucho después.

Los disparos encajaban con un incidente con alguien peligroso, pero que este dañara su propio vehículo para provocar un accidente indicaría mucha, mucha ira. Lo que más me desconcertaba era el regreso. Casi cualquier agresor envuelto en un suceso de este tipo, por agresivo e iracundo que estuviese, se habría dado por satisfecho al echar al otro de la carretera y habría seguido su camino, un poco asustado, también, por lo que acababa de hacer. Durante los cinco largos minutos que duró el regreso, habría tenido tiempo para pensar en el riesgo de lo que estaba a punto de hacer. Era esa vuelta para matar lo que no me acababa de encajar bien con ninguna de las dos hipótesis.

Yo creo que la policía era algo escéptica al principio respecto al road rage incident, pero cuando recibieron los datos del GPS de la víctima y se fijaron en el aumento de velocidad a partir de Martinsburg, unos 25 kilómetros antes de la primera llamada de Asti, creo que lo consideraron muy seriamente. Eso podría indicar que el suceso comenzó lentamente, tal vez con un pique entre los dos vehículos, adelantándose entre sí, y que tan solo minutos después desembocó en una agresión.

El principal argumento contra el road rage incident venía del propio Davison. Parece ser que en sus conversaciones con el 911 no mencionó en ningún momento ningún suceso previo que pudiese haber provocado la agresión, y que su descripción de la misma indicaba que la consideraba no provocada y sorpresiva. También era posible que quisiese ocultar su participación en algún conflicto previo o que no considerase oportuno mencionarlo, pero era un dato a tener muy en cuenta.

Recompensa
La policía, sin pistas, tan solo esperaba algún dato que les permitiese avanzar. Sin sospechosos, y sin relación previa entre asesino y víctima, se hallaban en un punto muerto. La familia ofreció una recompensa y lanzó una página de Facebook para solicitar ayuda. Los investigadores apelaron a los medios, publicaron grabaciones de mala calidad, e hicieron pública alguna de las llamadas de Asti, intentado conseguir el interés del público y su colaboración.


Pasaron las semanas y después los meses. Todos los caminos parecían callejones sin salida, y mucha gente empezó a pensar que el caso no se resolvería nunca. A mí me tenía totalmente perplejo. Ninguna de las hipótesis me acababa de satisfacer. No había relación entre Asti y su asesino, pero el comportamiento de este, sobre todo en la parte final, parecía salirse de los límites de un road rage incident o un asesinato al azar. Generalmente hacía una búsqueda en internet dos o tres veces al mes, para ver si había alguna novedad, aunque yo también comenzaba a temerme otro caso sin solución. Y entonces, de repente, se resolvió. Todo encajó con facilidad, y no pude más que preguntarme por qué esa hipótesis no la había considerado. Ni yo, ni la policía, ni nadie.

LA SOLUCIÓN

Habían pasado 15 meses desde el crimen, y todo indicaba que iba a ser ya muy difícil del resolver. Y entonces, un día de abril de 2015, un hombre llamado Jamie Breese contactó con los detectives y les contó una sorprendente historia. Jamie y su esposa Courtney vivían tranquilamente con sus hijos en Waynesboro, Pensilvania. En el verano de 2013 un antiguo amigo de la infancia de Courtney, John Wayne Strawser, contactó con ella a través de facebook. Courtney y John se conocían desde el jardín de infancia y habían sido buenos amigos, aunque sus caminos se habían separado en la adolescencia. John comenzó a frecuentar a los Breese e incluso parece que tuvo una breve relación con Courtney. Esta pronto se dio cuenta de su error, cuando comenzó a ser acosada por Strawser mediante llamadas y mensajes de texto, cada vez más agresivos e insultantes.

Jamie y Courtney Breese



John Wayne Strawser
A pesar de que John vivía en Terra Alta, Virginia Occidental, a dos horas y media, podía aparecer de repente en lugares donde ellos estaban. Por ejemplo, una vez estaban en un conocido club de la zona, el Cloud 9, y Courtney recibió una llamada de Strawser. Este le preguntó dónde estaban y ella se lo dijo, suponiendo que él estaría lejos. Pocos minutos después lo vieron aparecer por el club. La escalada de agresividad llevó a algunos incidentes desagradables. En enero de 2014 los Breese cortaron la relación con él, y aunque meses después le dieron otra oportunidad, el comportamiento posesivo y agresivo de John volvió a salir a la superficie, y aproximadamente a principios de 2015 cortaron la relación definitivamente.


Amy Lou Buckingham
Unos meses después, cuando todavía intentaban olvidarse de él, les llegaron noticias de que John Strawser había matado a una mujer en Virgina Occidental. Amy Lou Buckingham era una de las varias mujeres con quien Strawser se relacionaba, pero ella acababa de romper una relación de 5 años con él, y John respondió asesinándola a tiros justo delante de la casa de la víctima. Tras una accidentada persecución, la policía detuvo a Strawser, que fue acusado de homicidio en primer grado. Cuando los Breese recibieron la noticia lo comprendieron todo. Lo que había sido una sospecha se convertía en una certeza.


Recordaron la noche del 3 de enero de 2014. Habían salido para pasar la noche en el Cloud 9, pero decidieron irse pronto. Cuando se marchaban en su Honda Pilot, comenzaron a recibir mensajes y llamadas de Strawser, cada vez más agresivo e insultante con Courtney. Jamie se puso al teléfono e intentó razonar con él, pero este solo parecía interesado en saber dónde estaban. Por la conversación, Jamie tuvo la sensación de que estaba cerca. No le dijeron nada, y Strawser los amenazó. Después, Jamie le colgó el teléfono, y este incidente tuvo como consecuencia que estuvieran varios meses sin tener noticias de John.

Sin embargo, cuando al día siguiente los Breese se enteraron de lo sucedido en la I-81, hablaron sobre ello. El crimen había tenido lugar en la ruta que ellos solían seguir para regresar a su casa, y sabían que Strawser conducía un Ford Ranger. Pero lo que más les inquietaba era la información y las fotos del vehículo atacado, un Mitsubishi Montero de color plata. De apariencia muy similar al Honda Pilot color plata de los Breese. Tanto que en una noche oscura sería difícil distinguirlos.

Honda Pilot

¿Podría ser que Strawser…?, había preguntado Jamie. No, había respondido Courtney, John era un acosador agresivo, pero no un asesino. Jamie convino en ello, y decidieron que no merecía la pena hablar con la policía. Pero cuando se demostró que Strawser era en realidad un asesino, los Breese decidieron que tenían que comunicar sus sospechas. Al escuchar los investigadores el relato de Jamie, comprendieron enseguida que estaban ante una buena pista, y no tardaron en encajar todas las piezas. De repente, lo que parecía sin sentido, comenzaba a tenerlo, y pudieron presentar un relato bastante detallado de lo que podía haber ocurrido aquella madrugada.

El aumento de agresividad de John Strawser y su obsesión con Courtney había alcanzado el punto de ebullición. Esa noche viajó desde su casa hasta la zona por donde sabía que se movían los Breese, y comenzó a buscarlos, arriba y abajo en la I-81. Suponía que estaban cerca, pero irritado por no encontrarlos, los llamó e intentó averiguar dónde estaban; pero no le dijeron nada, y la conversación acabó en insultos y amenazas. En ese momento, poco antes de las dos de la mañana, Strawser estaba fuera de sí, y decidido a cualquier cosa. Si Courtney no era suya, no sería de nadie, como ya había dicho alguna vez delante de testigos. En ese estado, y cuando circulaba por la I-81, se encontró con un coche que confundió con el de los Breese, y comenzó el ataque. Primero le disparó, y después intentó echarlo de la carretera, hasta que lo consiguió. No sabemos, tal vez no lo sepamos nunca, el momento en que Strawser se dio cuenta de su error. Es probable que no fuera hasta que realizó los disparos fatales.

Los enormes riesgos corridos por el asesino, el dañar su vehículo y el regreso, se explican debido a que estaba cegado por la ira, debido a una cuestión personal. Estaba convencido de estar atacando a los Breese, y una vez comenzado el ataque tenia que terminarlo. Creo que era consciente de que sus supuestas víctimas sabrían quien les estaba atacando y que podrían denunciarle. Pero no creo que esa fuera la motivación, al menos no la principal, para regresar y matar. Dado el tiempo que había durado el incidente, era de suponer que habrían llamado a emergencias y podían haberlo identificado como su atacante. Pero no creo que Strawser estuviese considerando eso, creo que estaba tan cegado por la ira y la rabia que no reparó en los riesgos que corría. Hizo algo similar al matar a Amy Lou Buckingham delante de su casa y consciente de que varios testigos los habían visto juntos. No le importó. Su rabia pudo con cualquier precaución.

Strawser tras su detención
Tras la declaración de los Breese los detectives comenzaron a investigar al sospechoso a fondo. Podían hacerlo con libertad y tranquilidad, ya que este estaba en la cárcel por el asesinato de Buckingham, y por tanto no podía interferir en las pesquisas. Descubrieron que John había reparado y pintado él mismo su Ford Ranger. Un vecino los condujo a un lugar donde encontraron el arma del crimen, que incluso había intentado vender a través de su página de facebook. El perfil parcial de ADN hallado en un casquillo coincidía con el de Strawser. Este, al ser interrogado, afirmó haber estado trabajando esa noche como camionero, pero su jefe lo desmintió. El teléfono que usaba, que estaba a nombre de una de sus parejas, lo situaba recorriendo la I-81 esa madrugada. Finalmente, tras una cuidadosa investigación, en septiembre de 2015 John Wayne Strawser fue acusado del asesinato de Timothy Davison. Se ha declarado inocente, pero la evidencia en su contra es muy fuerte. Espera en la cárcel los dos juicios por asesinato.

Lo único que no encaja del todo bien es el aumento de velocidad del coche de Asti. Se sabe que Strawser estuvo hablando por teléfono con una de las mujeres con las que mantenía relaciones entre la 01:41 y la 01:56, mientras viajaba hacia el norte desde Virginia Occidental hacia Maryland. La llamada finalizó cuando se encontraba por la zona de de Haggerstown, cerca de donde Davison hizo su primera llamada 3 minutos después. Hasta ahí todo encaja bien. Pero si tenemos en cuenta que el aumento de velocidad de Asti, que pasó de ir a 80 mph a ir entre 90 y 100 mph, comenzó unos 25 kilómetros más al sur, tenemos que suponer que pudieron pasar dos cosas:

1) El ataque comenzó bastante antes de Haggerstown, tal vez lentamente, limitándose a pegarse al Mitsubishi y obligando a Asti a acelerar, y tan solo 10 o 15 minutos después comenzaron los disparos. En ese caso, Strawser habría estado hablando por teléfono con otra persona durante toda la primera fase del ataque.

2) El aumento de velocidad del Montero fue una casualidad, y no estuvo relacionado con el incidente.

Es probable que esta cuestión se aclare durante el juicio.

(Mapa con los puntos más importantes. Pinche con el ratón en los iconos para más información)



CONCLUSION

Considero que la utilización de categorías donde encajar los hechos resulta indispensable para ordenar la información y poder proponer conjeturas o hipótesis. Sin embargo, existe el peligro de que la obsesión por catalogar y asignar cada dato a un lugar nos haga perder de vista que esa categorías son entes artificiales que nos ayudan a comprender la realidad, pero que no la sustituyen. Si los hechos no encajan en las categorías que les asignamos, no deberíamos empeñarnos en que encajen de cualquier forma, y tal vez deberíamos adaptar las categorías a los datos en vez de lo contrario.

Durante todo mi seguimiento del caso no leí ningún artículo donde se insinuara un posible error de identificación como la solución. Ni en los comentarios a las noticias o los foros lo propuso nadie, ni nadie ha aparecido solicitando crédito por haber propuesto la hipótesis. Tampoco la policía, que al anunciar la resolución del caso no dijo haber considerado esa hipótesis. Si lo hubieran hecho, habrían realizado en su momento una llamada para que se presentaran los que condujeran coches similares al de la víctima. Eso nunca ocurrió.

Un error de identificación está siempre presente como una posibilidad cuando hay un caso sin resolver y no se encuentra móvil evidente. Es probable que en algún momento a todos se nos pasara por el pensamiento la idea de un error de identificación, pero seguro que la apartamos de inmediato, de forma automática. Yo, al menos, así lo hice. Mi mente estaba trabajando con ciertas categorías, y no había espacio para otras, pese a que había hechos que no encajaban bien en las primeras. Al fin y al cabo, resultó ser un crimen personal, una variante del mismo, y eso explicaba algunos elementos que no explicaban las otras hipótesis. Pero como el crimen personal había sido eliminado desde el principio, tan solo quedaba una hipótesis principal (el road rage incident) y otra secundaria (el psicópata que mata al azar), y en ellas debían encajar todos los datos.

Muchos critican a los Breese por no haber acudido antes a la policía, y aseguran que el asesinato de Amy Lou Buckingham se podría haber evitado si ellos hubiesen reaccionado antes. Es un asunto discutible. Lo que creo muy probable es que los Breese habrían acudido a la policía si esta hubiera anunciado que consideraba la opción de un error de identificación y hubiese hecho un llamamiento público en tal sentido.

Opino que este caso es un buen ejemplo de como una hipótesis, que sin ser evidente tampoco resulta forzada, puede ser dejada de lado y no tenida en cuenta a partir de suposiciones acerca de la categoría donde debe encajar el crimen.


DESPUÉS

A día de hoy Strawser está encerrado en una cárcel de Virginia Occidental a la espera de dos juicios por asesinato. Los Breese han demandado a la madre de Asti, que había ofrecido una recompensa, pero que al parecer se niega a pagar debido a que considera que debieron haber hablado antes. Es probable que este asunto acabe también en los tribunales.

Cuando haya novedades importantes se añadirán al final de este escrito.



FUENTES






http://www.pressherald.com/2014/02/19/pennsylvania_police_release_details_of_car_in_road_rage_death_of_mainer__/



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Próximamente: El asesinato de Jill Dando.