lunes, 28 de mayo de 2018

El crimen de Almonte (IX): El perito Juan Hellín y sus hipótesis

INTRODUCCIÓN

Tratar de analizar las opiniones del señor Juan José Hellín resulta una tarea difícil y penosa. Va exponiendo dichas opiniones en numerosos informes, que amplían, modifican o contradicen otros anteriores, y también en apariciones en los medios, en las que propone nuevas teorías que a su vez amplían o modifican las de los informes. El resultado es un abigarrado conjunto de hipótesis, sentencias y ocurrencias que pretenden ser una especie de teoría general sobre el crimen, presentadas además en una prosa bastante peculiar, que en ocasiones dificulta la lectura y comprensión de los escritos. Todo ello adornado con largas definiciones extraídas de Wikipedia y otras páginas de internet mediante copia y pega, como me ha hecho notar un amigo. 

El perito de la defensa, Aitor Curiel, señaló en su momento los principales defectos de los informes del señor Hellín, y estoy de acuerdo con él en casi todo. La única excepción sería la crítica que se le hace por sus experimentos caseros, que serían poco científicos y bastante chapuceros. Sin negar la consideración del señor Curiel, me temo que los experimentos del perito no se alejan mucho de los típicos en este ámbito, y que son tan chapuceros y caseros (bueno, tal vez un poco más), que los realizados por criminalistas o forenses de renombre mundial. Pero esta es una problemática que se tratará en otro momento.

El principal problema del perito, como bien señala Curiel, es su continua y constante confusión entre posible y probable. Que algo sea posible no significa en absoluto que sea probable, o más probable que otras alternativas. Es más, cuanta menos información tenemos sobre un evento, más posibilidades de explicación se nos presentan, pero también resulta más difícil probar o refutar las distintas explicaciones. 

Vamos a ver unos pocos ejemplos de la forma de argumentar del perito, y podremos hacernos una idea de lo convincente que resulta.


REGRESO DEL ASESINO

Una de las más llamativas y polémicas hipótesis del señor Hellín es la de que el asesino regresó horas después del crimen para hacer la cama. Esta chocante afirmación provoca bastante embarazo en el entorno de la acusación, en primer lugar porque no saben como relacionarla con Medina, y en segundo lugar porque parece tan absurda que provoca de forma automática un escepticismo capaz de contagiar a todo el caso. Por otra parte, es el tipo de historia que gusta a la prensa y sirve para dar visibilidad a otras hipótesis algo menos heterodoxas del perito, que está tan orgulloso de esta que sospecho que se ha negado a eliminarla de su informe.

Según Hellín, algunas manchas de sangre que observa por la parte interior de la colcha no tienen explicación si la sangre llegó a ese lugar cuando el cubrecama estaba en la posición en que fue hallada, sin tocar la solería. Hellín afirma que esas manchas tan solo pueden haber llegado allí cuando esa parte de la colcha estuvo en contacto con la sangre del suelo, y por tanto, en algún momento estuvo caída sobre las baldosas. De ahí se concluye que el asesino hizo la cama una vez terminada la agresión. 


La hipótesis de que el asesino arregló la cama tras el crimen resulta extravagante, pero Hellín presenta algunos argumentos de cierto mérito. No son suficientes, en mi opinión, para demostrar lo que pretende, pero tampoco son descabellados. Por ejemplo, la niña dejó claras marcas de sus pies y de una mano abierta sobre la colcha, y se podría aventurar que esos contactos, probablemente violentos, hubieran provocado que la colcha se moviera de su posición normal. También se puede sostener lo contrario, que un manotazo sobre la superficie de la cama y dos patadas en un lateral no habrían sido suficientes para mover de forma significativa el cubrecama.

Sea como fuere, Hellín conjetura que sí fue suficiente, y que esa actividad violenta alrededor de la cama provocó que gran parte de la colcha cayera hacia un lado, manchándose de sangre el reverso.

Otro argumento se refiere a las huellas. Según el perito, todas las huellas del asesino que hay cerca de la cama miran en dirección contraria a esta, hacia donde se halló el cadáver de Miguel Ángel. Eso descarta, según Hellín, que el asesino colocara la colcha correctamente justo después del crimen, ya que entonces habría huellas suyas junto a la cama mirando en dirección a esta.



En este punto la argumentación del perito comienza a volverse un poco espesa. Si la colcha fue colocada correctamente, y no ocurrió justo tras el crimen, tuvo que ocurrir más tarde y sin que el asesino dejara huellas. Eso solo pudo ocurrir cuando toda la sangre estaba coagulada, pero ¿cuando ocurrió eso? Misterio. Hellín cita varios párrafos de un libro que no aclaran nada, y que se limitan a constatar la obviedad de que es necesario tiempo para que la sangre se coagule, y que el tiempo necesario depende de varios factores: cantidad de sangre, superficie donde se derrama, temperatura…, que no han sido analizados en este caso.

Hellín se olvida pronto de este tema, y pasa a lo que parece el núcleo de su planteamiento, que es el gran coágulo de sangre que se encontró rodeando el cadáver de Miguel Ángel a la entrada del dormitorio, y que impide acceder a la cama sin pisarlo, salvo que se de un salto. Según argumenta, si el asesino hubiese regresado para colocar la colcha cuando esa gran mancha de sangre estaba todavía sin cuajar, sin duda habría dejado huellas junto a la cama procedentes de haberla pisado, y por tanto tuvo que regresar cuando dicha sangre ya estaba seca. 

A partir de este momento el argumento va haciéndose más y más confuso. Se introduce el testimonio de Mariano Olmedo, al que se atribuye gran importancia, aunque no se explica la razón. Hellín se pregunta dónde están las huellas del señor Olmedo. Si este pisó la sangre y no dejó huellas, significa (creo deducir que eso era lo que pretendía exponer el perito) que pisar sangre seca no deja huellas, y por tanto, cuando el asesino regresó a la casa y colocó la colcha en su lugar, la sangre ya estaba seca, y por eso no habría dejado señales de su paso. Se utiliza al abuelo porque se supone que los que llegaron posteriormente, a diferencia de él, habrían tenido cuidado de no pisar la sangre.

Incluso aceptando todas la afirmaciones de Hellín, hay problemas que se escamotean. Que la sangre estuviese seca 40 horas después del crimen (y ni siquiera eso es seguro) no nos indica el estado en que habría estado 4, 10 o 20 horas tras los asesinatos. El perito ha sostenido que el asesino regresó “horas después”, pero resulta difícil sostener que la gran mancha de sangre se hubiera secado ya totalmente antes de amanecer. Por otro lado, es demasiado suponer que pisar un gran coágulo de sangre seca no deje huellas. Es posible que no se empape la suela y no se deje sangre al pisar posteriormente las baldosas, pero muy probablemente se dejará una huella muy reconocible, casi como en un molde, en el mismo coágulo.

Pero el problema es que la base de la argumentación es errónea. Hellín se arregló para interpretar de forma incorrecta lo que declaró Mariano Olmedo. Interpretó que había llegado hasta el cadáver de Miguel Ángel, y que por tanto había pisado la gran mancha. Es probable que justo antes de presentar su informe alguien le llamara al atención sobre el hecho de que el señor Olmedo no llegó hasta ese lugar, e introdujo de forma apresurada una frase que contradice lo que acaba de afirmar y lo que afirmará a continuación.

Contradicción, en apenas dos líneas


El hecho es que el final del pasillo al que dijo llegar el señor Olmedo no era el final del pasillo que entra en el dormitorio, como interpretó Hellín, sino al final del pasillo que acaba bruscamente frente a una pared y que conduce a la derecha hacía el dormitorio de Miguel Ángel, y hacia la izquierda al de la niña. Según declaró, al llegar al final de ese pasillo miró hacia la derecha y vio la parte superior del cuerpo de su yerno (cabeza, hombros y parte superior de la espalda), que es lo que se podía ver desde allí. Después miró hacia la izquierda, en busca de su nieta, y se dirigió hacia su habitación. Tras descubrir el cadáver de la niña deshizo sus pasos y salió de la casa. Nunca atravesó el pasillo hacia el dormitorio, y por supuesto, ni se acercó ni pisó el gran charco de sangre. De hecho, en todo su recorrido había relativamente poca sangre, apenas la de las huellas del asesino y la niña.


El señor Olmedo ni siquiera se acercó al dormitorio principal

Que eso es así sin duda nos lo demuestra el hecho de que durante su declaración los agentes intentaron “cazar” al señor Olmedo, preguntándole por la ropa que llevaba puesta Miguel Ángel en la parte inferior del cuerpo, respondiendo el testigo que no lo sabía, que tan solo vio la parte superior del cuerpo.

Resulta notable que un perito falle de forma tan clamorosa a la hora de interpretar una declaración que va a ser uno de los pilares de su conjetura. Hellín construyó su dudosa hipótesis sobre la suposición de que el abuelo había pisado el charco de sangre, y que eso demostraba que el pisar sangre seca no deja huella, y por tanto que cuando el asesino regresó para colocar la colcha en su lugar, la sangre ya debía estar seca.

Aun si obviamos la catastrófica malinterpretación de las palabras del señor Olmedo estamos ante una pseudodemostración, en la que se parte de un hecho a priori, que el asesino regresó para hacer la cama, y se buscan elementos que puedan confirmar esa conclusión, y que supuestamente lleven a ella.

Incluso aunque aceptáramos las propuestas del perito, el regreso del asesino es una hipótesis innecesaria y superflua, ya que todo lo que se nos expone se explicaría de igual forma suponiendo que el asesino permaneció varias horas en el domicilio tras cometer el crimen, en vez de marcharse y regresar. La hipótesis de la permanencia es muy superior a la de la marcha y regreso porque para la primera se puede presentar un motivo y para la segunda no. Se puede entender que el asesino se asomara a la ventana y viendo a gente pasar arriba y abajo, y seguramente escuchando conversaciones en la terraza del pub, decidiera esperar a que no hubiera nadie en al calle para salir, y que no lo hiciera hasta las 4 o las 5 de la madrugada. En algún momento al final de esa espera de varias horas podría haber colocado la colcha.

¿Por qué Hellín no plantea esa posibilidad, mucho menos extravagante que la otra? Creo que todos podemos entender el motivo, y es que los que pagaban, y dicen que muy generosamente, por sus informes, no lo podían aceptar, ya que esa posibilidad descartaría a Francisco Javier Medina como culpable. No está claro cuando se propone que habría regresado Medina a la casa, si en la madrugada, abandonando de forma subrepticia la cama que compartía con Marianela, o al marchase de la casa de esta, ya de día, pero lo que está claro es que Medina fue visto por varias personas después de las diez de la noche, y por tanto no podría haber participado en el crimen. 

Lo cierto es que ninguna de las dos posibilidades explica la razón por la que el asesino habría colocado la colcha correctamente, y Hellín dijo estar perplejo sobre ello y que nunca había visto nada igual. No es para menos, porque no se encuentra una explicación fácilmente, y aunque los asesinos pueden hacer las cosas más peregrinas y extrañas, esto se sale de las tablas. 

Pero volvamos al comienzo, a la afirmación de Hellín de que las manchas de sangre que observó en el reverso de la colcha solo pudieron llegar allí si esa parte estuvo en contacto con las baldosas manchadas de sangre.

Una persona que sabe mucho del caso me comentó que posiblemente esas gotas de sangre pudieron llegar al reverso a través de las zapatillas que calzaba el asesino, que habría tenido uno o los dos pies bajo el borde de la colcha. También podrían haber llegado a través de los pies de la pequeña María. Sabemos que golpeó con las plantas de los pies el borde de la colcha (mientras estaba probablemente tumbada de espaldas frente a esta), y en algún momento podría haber movido con violencia uno o los dos pies cuando estaban más allá del borde de la colcha, saliendo disparadas algunas gotas de sus manoletinas empapadas de sangre. Tal vez pudo ser así, o de otra forma que está por conjeturar, la cuestión es si hay elementos para decidir entre las distintas opciones, o para rechazar alguna de ellas.

En el lado derecho de la colcha no se aprecian manchas de sangre, pese a que en el suelo hay bastante, mientras que se observa poca sangre en el suelo a la altura de las pisadas de la niña ¿Qué sentido tiene que apenas haya unas pocas manchas si casi toda la colcha ha estado en contacto con la sangre? Según Hellín, hay una mancha tan arriba como a 7 centímetros del dobladillo superior de la colcha, el que está en la parte de arriba de la cama. Para haber llegado allí la sangre por contacto, todo el resto de la colcha, probablemente más de treinta centímetros, habrían tenido que haber caído más lejos, donde habiá más sangre, por el reverso, manchándose todo ello, pero no ocurrió.

Lo cierto es que las pocas gotas que Hellín dice encontrar están a muy poca distancia de las marcas que dejó el calzado de la niña, haciendo muy probable la explicación de que sus pies son la fuente de esa sangre interior. Fijémonos en la siguiente fotografía, donde se observa sangre en una de las patas de la cama, demostrando que la sangre encontró su camino más allá del borde inferior de la colcha, probablemente a través de los pies o manos del asesino o alguna de las víctimas.



El resumen de todo esto es el siguiente: El perito construye una hipótesis extravagante sobre un elemento partiendo de una de las explicaciones posibles, obviando otra explicación más probable. A continuación, ante las dos posibilidades que hay para explicar esa hipótesis extravagante, ni siquiera considera la más sencilla y probable (que descarta al sospechoso al que quieren condenar los que pagan sus informes), y elige la más rebuscada. Posteriormente se arregla para interpretar de forma incorrecta lo declarado por un testigo, y el resultado es una teoría completamente absurda y sin sentido.


LA TRIPLE HUELLA

Juan Hellín realizó un extenso trabajo sobre las huellas de pisadas, aunque sus conclusiones son bastante pobres. Su conjetura de que el asesino calzaba zapatillas de un tamaño sensiblemente superior al de sus pies, y que por eso la parte trasera de las zapatillas no dejó huellas, es insostenible. En primer lugar, porque parte de un supuesto falso, ya que hay bastantes huellas del talón de las zapatillas. Incompletas, sí, pero en un eje izquierda-derecha, no adelante-atrás. Hay huellas parciales del talón en las que sale la parte derecha de este y no la izquierda, y viceversa, pero en las que aparece con claridad la parte trasera del correspondiente lado. 

Pero hoy no analizaré este tema, que implicaría mostrar muchas fotos y ampliaciones, algo que dejaré para otro momento. Me centraré en el tratamiento de un conjunto de tres huellas muy juntas, que casi se superponen, halladas en el baño H3. Hellín conjetura que dichas huellas indican que el asesino estuvo en ese lugar realizando alguna actividad que implicaba varios movimientos de balanceo lateral y adelante y atrás. Sí, reconoce, hay marcas del talón que según él nunca aparecía, pero es porque el asesino se estuvo moviendo hacia adelante, apoyando las punteras, y hacia atrás, cargando sobre el talón. 



Como las huellas están frente al lavabo, y mirando hacia este, más o menos, Hellín conjetura que el asesino se estaba lavando la parte superior del cuerpo, tal vez la cabeza o el pecho. Eso explicaría los movimientos de los pies, tanto los laterales como el balanceo adelante y atrás. No es una casualidad que esa hipótesis se puede enlazar con la tesis de la acusación de que el asesino se lavó y que se secó con las toallas, dejando su ADN en ellas en ese momento. Hellín cree haber encontrado evidencia para fortalecer esa hipótesis, pero lo cierto es que se ha dejado llevar por su imaginación y vuelve a cometer un error clamoroso. 

No es posible que el asesino se estuviera lavando la parte superior del cuerpo cuando dejó esas huellas, porque estas están demasiado lejos del lavabo. Pese a tener acceso al domicilio y poder realizar medidas en el lugar del crimen, Hellín prefirió fantasear con sus teorías a documentarlas con datos comprobables. A pesar de que la perspectiva de la foto no permite un cálculo ni siquiera aproximado, el testigo métrico policial sí nos permite efectuar una medida clave, la del lado de la baldosa. Con casi cualquier programa de edición de imágenes se puede medir con una aproximación razonable el lado de las baldosas, y con ello la hipotenusa que divide un cuadrado en dos triángulos rectángulos. (Si alguien está muy interesado en las medidas y la forma de hacerlo, puede comunicarse por correo electrónico)

Con esto es suficiente para realizar medidas bastante precisas

Mis medidas reflejan una media de unos 32 centímetros para el lado de la baldosa, y por tanto, una hipotenusa de 45 centímetros. Las medidas estandarizadas de ese tipo de baldosas son de 30 x 30 y 33 x 33, y probablemente la medida correcta sea esta ultima (espero confirmarlo en unos días). De todos modos, la diferencia en la hipotenusa entre un lado de 30 centímetros y uno de 33 es de apenas 4 centímetros, así que tampoco hace necesario conocer la medida exacta. 

Tomando la medida más conservadora, un lado de 30 centímetros y una hipotenusa de 42,4 centímetros, tenemos que la distancia entre el extremo de las pisadas y el borde del mueble son esos al menos 42 centímetros (una baldosa completa) y dos pequeñas partes de otras dos baldosas, tal vez entre 5 y 8 centímetros más, para un total de entre 47 y 50 centímetros.

A ello habría que sumar la distancia entre el grifo y el borde del mueble, al menos otros 20 centímetros, lo que nos daría una distancia mínima, bastante conservadora, de unos 67 o 70 centímetros entre las huellas y el grifo.

Es evidente, y cualquiera puede realizar las mediciones en su casa, que nadie se lava la cara o el cuerpo a esa distancia del grifo, salvo, posiblemente, que se sea un pivot de baloncesto, y uno de los grandes. No estamos hablando de unos pocos centímetros de diferencia, sino de que la distancia a la que están las huellas del grifo es probablemente el doble de la distancia a la que sería natural lavarse la cara o el torso para una persona de estatura media.

Pueden ustedes, queridos lectores, ensayar posturas frente al lavabo, por ejemplo, dejando un pie atrás y adelantando el otro hasta la base del lavabo, reproduciendo los movimientos que el perito le asigna al asesino. Si encuentran alguna postura que no sea demasiado ridícula y que no dañe algún ligamento, pueden escribirle al señor Hellín a ver si puede salvar su hipótesis. Mientras tanto, la doy por fallida.

LOS GUANTES

En sus múltiples informes el señor Hellín, que se considera experto en todos los campos, trata de extraer conclusiones de casi cualquier elemento. Por ejemplo, presentó un informe de 59 páginas dedicado a tratar de demostrar que una huella hallada en el baño de la habitación de matrimonio (H3) había sido realizada con guantes del mismo tipo que los encontrados en la taquilla de Francisco Javier Medina. El objetivo real era más ambicioso, pero tras fracasar en el intento se decidió guardar silencio. Lo que se intentó fue relacionar la huella en el interruptor con los guantes de Medina, tratando de demostrar que la huella había sido producida por alguien portando esos guantes en concreto, es decir, el acusado. Solo eso puede explicar que los experimentos del perito fueran realizados (y que la juez lo consintiera) con los guantes de Medina y no con otros exactamente iguales, sobre todo porque los del sospechoso habían sido recortados y mutilados en los análisis previos. 





Los guantes ya habían sido analizados en profundidad por los criminalistas de la Guardia Civil sin encontrar ni rastro de sangre, pese a que habrían debido quedar empapados en ella de haber sido utilizados en el crimen, así que iba a ser difícil relacionarlos con el crimen, pero ya hemos visto como UCO, Fiscal y Juez de Instrucción no se detuvieron nunca ante esas minucias.

Parece ser que el señor Hellín y sus ayudantes tuvieron cierta dificultad para encontrar guantes que que pudieran dejar huellas o señales similares: Para el presente ensayo se recorrieron varias provincias de la geografía española, al objeto de encontrar guantes que dieran resultados similares a los dubitados dando resultado negativo. Concretamente se buscó desde empresas dedicadas exclusivamente a la venta de guantes, hasta tiendas conocidas como de “los chinos”.

Después de varios meses de infructuosa búsqueda, cayó en la cuenta de que tenía a mano los guates del sospechoso, y sobre ellos efectuó un sangriento experimento. Empapó los guantes de Medina en sangre de cerdo y se dedicó a embadurnar interruptores de luz para tratar de encontrar similitudes entre las señalas dejadas en el experimento y las halladas en el interruptor del lugar del crimen. Probó con más sangre, con menos, aplicando más o menos fuerza, empezando más arriba o más abajo, hasta que consiguió un bonito conjunto de fotografías de interruptores manchados de sangre. Según dice, si colocamos algunas manchas en cierta posición, parecen coincidir con otras del interruptor de lugar del crimen. 

Es posible. Yo no veo mucho parecido en el tipo de huella, pero es una opinión personal. Todo esto me recuerda a mirar las nubes y descubrir formas de jirafas, perritos o árboles, y es que al final si uno quiere ver algo lo acaba viendo. Hellín es prisionero de sus palabras, porque en su informe inicial indicaba que un tipo de guante totalmente diferente había dejado las huellas.

Asimismo, si observamos la siguiente ilustración, podemos comprobar la correspondencia que existe entre un guante de este tipo y el patrón por transferencia hallado en el interruptor de la luz.

Este es el guante que Hellín consideraba incialmente que encajaba con las huellas No se parece al otro en nada

Como ese guante no se podía relacionar con el sospechoso, ya no ve correspondencia, y la ve claramente en los guantes de Medina. La verdad es que el señor Hellín resulta bastante transparente, y no tiene inconveniente en contradecirse las veces que haga falta.

El perito concluye, de forma totalmente injustificada, a mi modo de ver, que las huellas en el interruptor fueron dejadas por unos guantes del mismo tipo que los encontrados en la taquilla de Medina. Esto, que de ser cierto se pretende que sería una prueba contra el acusado, resultaría más bien lo contrario. Y es que en esos guantes no se halló ni ADN ni sangre, lo que indica que no fueron los utilizados para el crimen. Como buena parte de los trabajadores del Mercadona tenían guantes exactamente iguales (incluso varios pares), el experimento señalaría hacia alguno de ellos, más que hacia el sospechoso. O hacia cualquiera de las decenas o cientos de personas que compraran o utilizaran guantes de ese tipo, o sus familiares.

Lo cierto es que la huella, más bien un borrón, sobre el interruptor pudo ser dejada mediante una variedad de métodos o prendas, incluyendo guantes de distintos tipos y materiales, pañuelos, camisas, ...etc., y el tratar de relacionarla a toda costa con el sospechoso no es científico ni racional, por mucho que se esconda detrás de un experimento bastante tosco. El verdadero objetivo, ocultado, era encontrar alguna irregularidad o señal en los guantes del sospechoso que se pudiera relacionar con alguna marca en el interruptor. Fracasó. 


OTROS

El perito examinó la cerradura para tratar de demostrar que no se pudo abrir de otra forma que con una llave. Ya los expertos del laboratorio habían indicado que no había señales de que hubiera sido forzada, y no parece muy lógico que con gente en la calle, y probablemente en la terraza del pub, alguien se ponga a forzar una cerradura de un portal. No se aporta nada.

Buena parte del informe inicial de Hellín se dedicaba a demostrar que las manchas de sangre en la toalla sobre el lavabo fueron hechas al limpiar el asesino el cuchillo. Aunque extrae excesivas conclusiones acerca de la forma y tipo de cuchillo a partir de la mancha, el supuesto básico es aceptable y no creo que nadie discuta que es muy probable que esas manchas correspondan a la limpieza del cuchillo. Algo más dudosa, aunque posible, es su hipótesis sobre ciertas señales en la manta que cubría a la niña, y que interpreta como del cuchillo hallado en la habitación. Su reconstrucción es plausible, pero aporta poca cosa, como las manchas sobre la toalla. 

Como me ha indicado alguien que sabe mucho del caso, el informe inicial de Hellín no contiene nada que señale de forma clara hacia Medina. Son 109 páginas de montajes fotográficos y lucimiento del perito, pero sin nada que ayude realmente a quienes financian dicho informe. De ahí el resto de informes, que tratan, al menos, de relacionar al sospechoso con parte de la evidencia. Lo intentó con metodología poco científica y una argumentación bastante pobre, y el resultado es un fracaso bastante evidente.

El perito podría haber realizado algunas reconstrucciones que habrían resultado de mucho más interés. Por ejemplo, podría haber efectuado, con sus ayudantes, una reconstrucción de los hechos, realizando todas las acciones que le asigna al asesino, y así tener una idea aproximada del tiempo necesario para ello. No lo hizo, o si lo hizo no ha comunicado el resultado.

Tras cientos de páginas de informes y de hipótesis expuestas en los medios, apenas hay nada sólido y que tenga alguna utilidad. Finalmente, la montaña parió un ratón.