miércoles, 10 de febrero de 2021

El crimen de Almonte (XX): Operación salvar la cara

¿Qué será?


A primeros de abril de 2019 se le comunicó a la UCO un dato crucial que había sido pasado por alto por el equipo que había investigado el doble crimen de Almonte. Una de las heridas que catalogaron los forenses en su autopsia de Miguel Ángel Domínguez no se había producido durante el crimen, ya que tenía entre dos y cuatro días de antigüedad en el momento de fallecer este. Era una herida incisa en el hombro y brazo izquierdos, poco profunda, pero una herida, no un arañazo o una erosión, como las famosas heridas en forma de cruz en la espalda. De hecho, era la herida más larga de todas las que se le produjeron a la víctima, con nada menos que 16 centímetros de longitud. 

Es más, cuando los forenses describen la herida, y lo hacen dos veces y con detalle, ni siquiera insinúan que su mecanismo de producción pudiera ser distinto al de las otras heridas incisas. Puede parecer increíble que a un denominado equipo de élite le pase desapercibido un dato tan importante como este, pero es lo que ocurrió. Cada informe de autopsia son 100 páginas, y se hace muy aburrido estudiarlos al completo y con detenimiento, así que supongo que se limitaron a leer el resumen y saltar aquí y allá. Sea como fuere, es un hecho que no lo leyeron, o que lo hicieron de forma tan apresurada y descuidada que no comprendieron lo que leían.

Que una persona que ha sido asesinada con un cuchillo haya sufrido pocos días antes una herida igual o similar a las producidas con el arma del crimen debería haberse convertido en la principal línea de investigación, y que no ocurriera no puede calificarse de otro modo que como un error catastrófico, uno que, en mi opinión, pone en cuarentena toda la investigación llevada a cabo por el equipo de la UCO. Porque si pasaron por alto algo como esto, ¿qué más no habrán pasado por alto? ¿qué más informes habrán leído de forma descuidada? ¿cómo puede fiarse uno de lo que consideraran relevante o no relevante?

Francisco Javier Medina y su familia supieron de la existencia de este error catastrófico por parte de los investigadores, y estuvieron de acuerdo en guardar silencio para no estropear esa prometedora nueva pista. Tuvieron que aguantar que durante dos años se acusara y difamara a Medina poniendo como coartada lo brillantes y buenos que habían sido los investigadores de la UCO, pese a que sabían que habían pasado por alto un dato crítico. 

Se decía que la UCO esto y la UCO lo otro para seguir atacándolo, y él y su familia apretaron los dientes y guardaron silencio en vez de responder, porque consideraron que más importante que defenderse con la verdad era no estropear la pista que el nuevo equipo de la UCO podría estar siguiendo. Que quede bien claro, podrían haber respondido de forma contundente a los que no hacían más que dar coba y alabar a la UCO, pero no lo hicieron. Por responsabilidad.

No he leído el informe (eso es para los amigos), pero del reportaje de Cruz Morcillo parece desprenderse que el nuevo equipo de la UCO plantea que fueron ellos quienes encontraron ese dato al revisar las autopsias. Espero que no sea cierto, y que en su informe dejen claro que no fueron ellos, y que esa información les fue entregada por otros, porque sería bochornoso y sonrojante. Provoca vergüenza ajena tan solo plantearse la posibilidad de que investigadores del que sea probablemente el más importante grupo policial de España se dediquen a ponerse medallas que no les corresponden. Veremos.

Tratan, eso sí, de salvar la cara de sus compañeros, y rebajar la importancia de algo tan importante, y aunque reconocen que nadie sabe como se produjo dicha herida, aventuran que sería con un mueble. Claro.

Lamento que los lectores no puedan ver una fotografía de la herida, para que valoren si parece producida con un mueble. Me parece un patético intento de negar lo evidente: que a sus compañeros se les pasó por alto la principal pista del caso. No una importante o secundaria, no. La principal.

La existencia de dicha herida indica que es muy probable que entre dos y cuatro días antes de ser asesinado, Miguel Ángel sufriera una agresión con un arma similar, o incluso igual, a la utilizada para cometer los crímenes. Y el hecho de que nadie sepa nada de dicha herida indica que él no quería que se supiera. Además, esa agresión previa encajaría como un guante con otra evidencia hallada en la casa y que no es fácil interpretar de otra forma. Hay que decir que los nuevos investigadores nunca han mostrado el más mínimo interés en saber si quién les descubrió el error de sus compañeros tenía algo más que contarles. Cero interés. 

De paso, parecen decir que el nuevo equipo ha descubierto también el papel higiénico en la mano de Miguel Ángel, cuando sobre eso se escribió en este blog hace más de dos años, y se debatió en los comentarios. Si es cierto que se atribuyen esos descubrimientos, daría bastante pena. 

Por mucho que se empeñen y pongan a funcionar a sus terminales mediáticos y periodistas premiados, no van a conseguir tapar el error cometido. Sí, es posible que la herida se produjera con un mueble, o que fuera un gato, o un loro, o caminando por la calle, o que casualmente fuera agredido por otra persona no relacionada con el crimen, pero por favor, seamos intelectualmente honestos: Tres o cuatro días antes del crimen una herida de 16 centímetros, igual que otras...

Al parecer a los investigadores del equipo de la UCO les gustaba mucho decir eso de blanco y en botella. 

Pues eso.