domingo, 24 de febrero de 2019

El crimen de Almonte (XVI): El libro de Javier Caraballo

El crimen de Almonte. Cómo fabricar un asesino, por Javier Caraballo

Almuzara, 2019

Confieso que tengo una especial predilección por Javier Caraballo. Me siento en deuda con él, porque cuando me interesé en el caso y me puse a investigar en prensa, tras la noticia de la absolución de Francisco Javier Medina, sus artículos me permitieron un avance veloz, claro y decisivo en la comprensión de lo que había ocurrido durante la instrucción y el juicio.

Por eso aguardaba con impaciencia la publicación de este libro, que se ha hecho esperar hasta el pronunciamiento del Tribunal Supremo. Su escasa extensión hace que sea de lectura fácil y rápida, y procedo a exponer mi opinión tras finalizar la misma.

A primera vista da la impresión de que el precio, 18 euros, es un poco elevado para un libro de estas características: tan solo 160 páginas, tapa blanda, unas pocas fotografías en blanco y negro…, aunque debemos ser comprensivos con la problemática del mundo editorial. Eso sí, durante la lectura se agradece que el tamaño de la letra no obligue a dejarse la vista en el empeño. La titulación es atractiva: El crimen de Almonte. Cómo fabricar un asesino. 

El estilo es directo, sin florituras ni barroquismos, propio de alguien habituado a escribir artículos, y que reconocerán sin dificultad los lectores habituales de Caraballo. Resulta ameno y ágil, y como va tratando muchos temas, uno detrás de otro, dudo que alguien pueda decir, le haya gustado o no, que se ha aburrido con su lectura. Dicho esto, esa agilidad narrativa podría resultar también problemática para lectores con escaso o nulo conocimiento del caso. Habrá que esperar a que se pronuncien algunos de ellos, pero me temo que algunos lectores profanos pueden tener dificultades para poner en contexto el tipo de información secuencial que se les va proporcionando.

La obra está centrada, sobre todo, en denunciar la investigación de la UCO y el comportamiento posterior de fiscales y jueces. Como partiendo de un único dato, el ADN hallado en las toallas, todos ellos se embarcaron en la construcción, en todo el sentido de la palabra, de un caso contra una persona a la que exculpaba el resto de la evidencia.

Señala Caraballo como se fueron cambiando las horas y otro tipo de evidencia para adaptarlas al sospechoso, y lo hace de forma contundente, con citas directas de los informes policiales. Hay que indicar que el autor nunca duda, ni por un momento, de que Francisco Javier Medina sea inocente. En ese sentido es transparente, cristalino. No intenta siquiera dar una apariencia de neutralidad, o de considerar otras alternativas, aunque improbables. Lo tiene muy claro, y esa certeza en la inocencia de Medina recorre todo el libro como un hilo rojo, sin disimulos ni componendas para intentar contentar a todos.

Además de criticar la investigación, el autor expone unas cuantas hipótesis sobre varios elementos del caso. Aunque coincido con él en lo esencial y en buena parte de sus hipótesis, discrepo de otras, algo que trataré de forma breve al final. Proporciona mucha información que no se ha publicado nunca, así que los interesados en el caso tendrán que leer a Caraballo sí o sí. Sin destripar el libro, paso a exponer, a modo de ejemplo, algunas de las cosas que se encontrará el lector:

-¿Qué gravísimos insultos de Marianela contra Miguel Ángel se podían oír desde la calle? Página 47.

-¿Qué opinaban Aníbal y su familia de Marianela? Páginas 49-50

¿Y Marianela y sus amigas de Aníbal? Página 54.

-¿A quién consideraban Aníbal y sus padres autor intelectual del crimen? Página 56

¿Sobre quién expresaban fuertes sospechas los investigadores de la UCO después de varios meses de investigación? Página 59

Una parte especialmente brillante del libro es la explicación sobre las famosas zapatillas de la talla 44,5 que los investigadores encontraron durante el registro en casa de Medina, y que trataron de asociar a las huellas del asesino. Caraballo explica perfectamente lo ocurrido, y lo acompaña de un par de fotografías en la última página del libro que despejan cualquier posible duda. Esas fotografías perseguirán para siempre a la UCO.

Caraballo se refiere a muchos otros temas. Cita, sin nombrarlos, a dos conocidos periodistas de Huelva Información y Diario 16, distinguidos por su estrecha cercanía a la acusación, y nos explica la forma de actuar de Luis Romero y su querencia por los medios de comunicación como instrumento de su actividad. También aparece la psicóloga Mercedes y su papelón.

Su tratamiento del ADN encontrado en las toallas es breve y no se mete en detalles, pero resulta también sólido. Hay bastantes más cosas, pero deberán ustedes descubrirlas por sí mismos. Ahora paso a exponer de forma muy breve algunas de mis diferencias con el autor.

-Crimen pasional y robo. No se puede negar que Caraballo es contundente a la hora de criticar a investigadores, forenses, abogados, fiscales,… etc., pero en ocasiones, de forma sorprendente, acepta algunas de sus consideraciones más dudosas. Varias veces da como buena la pretensión posterior de los investigadores de que la naturaleza pasional del crimen fue considerada evidente desde el comienzo. Digo sorprendente porque el mismo autor nos cita un informe de la UCO de fecha 15 de mayo (dos semanas después del crimen) en el que se afirma de forma explícita que no se descarta el robo como origen del doble crimen, y durante muchos meses la UCO mantuvo como sospechosos a personas cuyo móvil más probable sería el robo. 

No discuto que el móvil del crimen fuera pasional, discuto la pretensión de que eso se considerara evidente desde el principio. Es el mismo autor quien nos advierte en el epílogo del peligro de construir acusaciones con indicios y rellenar los huecos con el móvil genérico del “crimen pasional”.

-Inicio del ataque en el cuarto de baño. Caraballo sitúa el inicio de la agresión contra Miguel Ángel dentro del cuarto de baño donde este se disponía a ducharse. No comparto esa consideración, que no creo soportada por la evidencia. Aprovecho para señalar que el autor repite, como buen periodista, la incorrecta referencia a “151 puñaladas”. Referencia de gran valor periodístico, pero inexacta e imprecisa, y que puede opacar nuestra comprensión de la naturaleza del crimen.

-Pinchazos a la niña. El autor da por buena la tesis de los forenses de que un numeroso grupo de heridas poco profundas que presentaba la niña, poco más que pinchazos, fuera el resultado del intento del asesino de alejarla de él. Según esta hipótesis, mientras el criminal estaba apuñalando a Miguel Ángel, la pequeña María trataba de ayudar a su padre, y al acercarse el asesino la pinchaba continuamente para alejarla.

Los forenses reconocieron que hubo debate entre ellos respecto al significado de esas heridas, es decir, que se consideraron otras hipótesis para explicarlas. Luis Frontela también tenía su propia hipótesis sobre ellas. A mí la hipótesis que plantearon en el juicio no me parece convincente, y creo que se puede argumentar de forma contundente contra ella.

-Hipótesis dudosa. Caraballo incorpora a su reconstrucción del crimen las declaraciones de un testigo que dijo haber visto algo sospechoso la noche del crimen, y que tuvo la sensación de que era observado desde una de las ventanas del domicilio de las víctimas. Yo tengo muchas dudas sobre ese testimonio, y no considero adecuado su uso como constituyente de una hipótesis de más alto rango, o como parte de una reconstrucción de los hechos.

Estas y otras pocas discrepancias, que espero tener ocasión de comentar algún día con el autor, no deben oscurecer el hecho de que comparto el 95 % de sus planteamiento, el cual, ya he comentado al inicio, es el cimiento sobre el que he construido mi propia opinión sobre el caso.

Para finalizar, recomiendo encarecidamente la compra y lectura del libro a todos los interesados en el caso, y a todos aquellos que simplemente quieran entender la génesis y desarrollo de un grave error policial y judicial que mantuvo a un inocente tres años y medio en prisión, que quieran ver como se fabricó un asesino. 

domingo, 20 de enero de 2019

El crimen de Almonte (XV): La novelista entre el centeno

Rocío Castrillo ha escrito una novela sobre el crimen de Almonte. Dice ser escritora y periodista,  y también tiene su blog, donde además de ofrecer “servicios editoriales”, escribe últimamente sobre el caso. Para fundamentar su proceso creativo acudió a las sesiones del juicio contra Francisco Javier Medina, y parece que la cercanía con la acusación provocó que sus opiniones e hipótesis sobre el caso sean indistinguibles de las de esta. Algo, por otra parte, perfectamente legítimo.

No voy a publicar fotos de jurados, porque no lo encuentro oportuno. Pueden ver las que publicó Rocío en su blog:

https://elblogderociocastrillo.blogspot.com/


No sé si los comentarios sobre el jurado durmiente son obra única de Rocío Castrillo, o bien le llegaron sugeridos por alguien y ella se limitó a darles publicidad en su blog. Yo sospecho esto último, que le pasaron las capturas y la interpretación, y que ella se limitó a publicarlas, lo que me parece una irresponsabilidad. Podría equivocarme claro, y le podrían haber pasado las cintas en bruto, y ella habría extraído esas imágenes dándoles su propia interpretación. En este caso sería algo más que irresponsable. Bastante más.

Dice que algunos miembros del jurado dormitaban durante las sesiones del juicio, y nos pone como ejemplo imágenes de las sesiones en las que hablaban los forenses y en las que se exponía la prueba de ADN. Se nos muestra una imagen general, en la que se borran las caras del resto de jurados (de forma chapucera e incompleta) y se deja el rostro del jurado al que se refiere, algo sorprendente y no sé si delictivo. En una segunda imagen se nos muestra a dicho jurado más de cerca, en lo que la señora Castrillo interpreta como dormitar.

En realidad no sería especialmente grave que a lo largo de un juicio de un mes un jurado, o una periodista-escritora, o un abogado, o incluso un Juez, dieran alguna cabezada. Pasa en muchos juicios, y en este en concreto varios testigos afirman haberlo visto entre el público, precisamente a una periodista-escritora. Pero vamos a ver si esto ocurrió con el jurado al que se refieren.

PRIMERO

Las primeras imágenes corresponden a la sesión del juicio del 21 de septiembre de 2019, durante la exposición de los forenses. Fue una sesión muy especial, con la sala casi vacía, en la que se iban a mostrar imágenes de la inspección ocular y de las autopsias. Muchos jurados estaban incómodos, mirando a la pantalla a veces y apartando la vista en otras, ante lo desagradable de lo que estaban viendo. La imagen que se nos muestra corresponde aproximadamente a las 12:01:55 horas de ese 21 de septiembre, y se pretende que su postura adelantada, con la cabeza agachada, significa que el jurado estaba dormido. Lo cierto es que ese jurado en concreto adoptó esa postura para tomar notas en muchísimas ocasiones durante el juicio.

Durante la misma sesión se puede ver claramente como a las 11:50:00 ese jurado adopta la misma postura y toma notas durante unos 45 segundos. Se puede observar en varias ocasiones el movimiento del brazo derecho, y un par de cambios de postura de la cabeza, indicando que estaba escribiendo.
Poco después, el jurado está atento a la explicación sobre las heridas de la niña, pero en cuento el forense menciona “el cuello”, a las 11:54:14,  el jurado aparte la vista de inmediato y se pone en la misma posición que antes, mirando hacia abajo, pero en esta ocasión no se aprecia escritura. A las 11:54:30 levanta la cabeza, pero no mira ni las fotos ni al forense, mira al púbico, al acusado, a los abogados, en lo que parece un intento de evitar las imágenes desagradables. (Hay dos jurados que no miraron ni una vez hacia la pantalla)

A las 11:54:38 mira hacia donde está el forense exponiendo, e inmediatamente, en un segundo, vuelve a apartar la vista, mirando en dirección opuesta, hacia el público o hacia el fondo de la sala. Pocos segundos más tarde vuelve a hacer un nuevo intento de ver las fotos, pero fracasa de nuevo, apartando la mirada de inmediato y agachando la cabeza. En cuanto el forense dice “vale” y se pone a explicar las heridas en otro lugar distinto a la garganta, el jurado vuelve a mirar con atención.

Con estos antecedentes, llegamos al momento clave. Durante varios minutos el jurado ha estado atento a las explicaciones y a las fotos, cambiando de postura incluso para lograr mejor visión por entre sus compañeros. A las 12:01:23 el forense dice “comenzamos con las conclusiones”, e inmediatamente el jurado agacha la cabeza y se pone a escribir, como se puede observar perfectamente en varias ocasiones por los movimientos del brazo, y por como levanta la cabeza una vez para mirar a quien habla, volviendo de nuevo a la toma de notas. Se pueden ver claramente movimientos que indican que está escribiendo.

Sigue tomando notas hasta las 12:02:12, cuando parece tocarse los ojos y vuelve a levantar la cabeza Posteriormente, a las 12:03:05 vuelve a ponerse en la misma postura y toma notas… así durante todo el juicio. Hay que tener muy mala fe para sacar una fotografía de unos de los momentos en que estaba escribiendo y decir que estaba dormido. En ningún momento se puede observar el típico cabeceo de las personas que se están durmiendo, no hay ni el menor rastro. Antes y después del momento en que se nos dice que estaba durmiendo, lo podemos ver atento a la exposición o tomando notas. Eso es todo.

SEGUNDO

En segundo caso es muy similar. Se nos presentan unas fotografías del día 26 de septiembre, a las 12:23:29. El contexto es similar, con el testigo atento y tomando notas de vez en cuando, como por ejemplo, a las 12:09:31. No creo que haga falta un estudio detallado como en el caso anterior.

A las 12:23:13 el testigo se pone a tomar notas, porque una perito está hablando sobre un elemento crítico del caso, el ADN desconocido hallado en la alfombrilla del baño. Se puede ver de forma mucho más clara que en el caso anterior como está escribiendo, y lo sigue haciendo en el momento en que estaría durmiendo, según Rocío Castrillo, y bastantes segundos después, con evidentes movimientos de brazo derecho y cabeza. Del tipo escritura, no del cabeceo de alguien que se está durmiendo.

Yo no sé si la autora ha visto los vídeos o se ha limitado a poner lo que le han contado. Si los ha visto, que lo dudo, debería decirnos si se ha fijado en todos estos detalles. Si no los ha visto, tal vez debería pedirle a quien le ha pasado las capturas que se los muestre, y que después haga honor a la profesionalidad que dice tener y cuente en su blog su nueva opinión.

Por ejemplo, ella misma se pasa gran parte de uno de los vídeos con la cabeza agachada. No costaría nada extraer decenas de imágenes en esa postura y afirmar que estaba dormida, o dormitando, como dice. No lo haré, porque parece evidente al ver el vídeo que está tomando notas, y que continuamente está mirando al frente y agachando la cabeza para escribir, no para dormitar, al menos en este vídeo.

Sería muy poco riguroso y propio de quien tiene mala fe hacer algo así, aunque se podría hacer con exactamente el mismo fundamento con el que ella afirma ver a un jurado durmiendo.

INSULTOS Y AMENAZAS

En cuanto a los comentarios y amenazas en su blog con nombres y apellidos de personas, el tema me supera. Al poco de comenzar a tratar este caso en mi blog, comenzaron los insultos contra mi persona. Los borraba, sin darles más importancia, hasta que un día me avisaron de que alguien había escrito amenazas de muerte contra Medina. Un familiar de este fue a denunciar y contactó conmigo para pedir información. Yo le dije que le ofreciera a la Guardia Civil mi ayuda para encontrar al autor, y decidí dejar los comentarios amenazantes por si les hacían falta, contando con que contactarían conmigo en unas horas. Inocente de mí.

Cuando comprobé que nadie me contactaba, los borré, e inmediatamente puse los comentarios en formato revisión, que significa que no se publica ninguno sin mi aprobación. Me han llegado decenas de amenazas de muerte, incontables insultos contra mí, y muchos contra personas que apoyaban a  Medina. También insultos, amenazas y acusaciones contra familiares de las víctimas, o mensajes de gente que pretendía ser alguno de ellos. Ni uno solo ha sido publicado en el blog. Es muy fácil.

Desconozco la razón por la que Rocío Castrillo no activó la opción de moderar comentarios en cuanto comenzaron a aparecer los insultos y amenazas. Al parecer, alguien está publicando en su blog comentarios con el nombre de otras personas (Nando Fernández, Alfonso Figueroa, Ana Viera,…) y se alternan publicaciones reales de esas personas con insultos o amenazas que parece evidente que son falsos, o con insultos y amenazas dirigidos hacia esas personas.

Algunos de los afectados se dirigieron inicialmente a ella para solicitarle que quitara esos mensajes, algo que me asombra hasta el límite. Deberían haberse dirigido a ella para EXIGIRLE que los quitara y no permitiera que aparecieran otros nuevos, porque es responsabilidad suya que salgan, sobre todo cuando tiene la opción de moderar comentarios. 

A mí me da igual (¡y después todavía tienen algunos la jeta de echarme en cara que siga escribiendo con un pseudónimo!), pero para las personas a las que se está difamando, o que se pretende que están difamando ellas, es algo realmente grave. Cualquiera puede crear una cuenta con el nombre de otra persona y entrar en un blog y poner las barbaridades que se le ocurran. Para eso está la moderación de comentarios, y si no se usa, a lo mejor es que no se quiere usar. Ahora dice que no puede borrarlos, supuestamente se lo habrán pedido quienes están investigando el tema. 

Pero eso no puede ser, porque deja a las víctimas indefensas. ¿Deben estas esperar durante meses a que acabe la investigación para que borren mensajes insultantes contra ellos o mensajes en su nombre amenazando a otros? Supongamos que alguien escribe en mi blog un mensaje amenazante contra Rocío Castrillo, o con su nombre amenazándome a mí, por ejemplo, y que yo lo publico y después denunció el hecho a las autoridades. ¿Tendría que permanecer publicado dicho mensaje mientras se investiga? No creo que fuera razonable.

SI Rocío ha recibido amenazas graves ha hecho bien en denunciarlas, y esperemos que se atrape al responsable o responsables. Tampoco voy a poner en duda su derecho a escribir una novela sobre el caso, con la hipótesis que ella quiera mantener, aunque tengo dudas de cómo podrá hacerlo. Lo que si le pediría es un poco de rigor a la hora de tratar los temas, como el del jurado durmiente, y que nos explique el tema de los comentarios y por qué no activó la moderación en cuento empezó a recibirlos. 

Tal vez tenga una explicación razonable.

domingo, 2 de diciembre de 2018

El crimen de Almonte (XIV): La UCO y las pruebas


ERRORES

Cuando se confirmó que el ADN hallado en tres toallas coincidía con el de Francisco Javier Medina, la primera reacción de la UCO tuvo que ser de frustración y desconcierto, porque Medina no era en esos momentos un sospechoso importante. Sí, debido a su relación con la esposa del asesinado había sido uno de los primeros investigados, y había permanecido siempre en el radar de la UCO, en segundo plano. Pero a partir de la primera semana dejó de estar en los puestos de cabeza de la lista de sospechosos, y pasó a ser uno más, únicamente, y esto hay que dejarlo bien claro desde el principio, como posible cómplice de la esposa y madre de las víctimas, y nunca como posible asesino en solitario. Quien estuvo desde el primer día bajo la sospecha de la UCO fue ella, con o sin Medina. 

Nunca se consideró que Francisco Javier Medina hubiera asesinado a padre e hija por su cuenta, sobre todo porque no tenía motivos. Pese a las afirmaciones posteriores, la UCO no dio demasiada importancia al posible ángulo pasional-celos-sentimental en el triángulo Miguel Ángel-Marianela-Medina. ¿Por qué iba a asesinar Francisco Javier Medina a Miguel Ángel si, por fin, después de varios años, Marianela había abandonado a su esposo? Los investigadores supieron por la misma Marianela y sus amigas que la ruptura era irreversible, que no había marcha atrás, y ella jamás dijo o hizo nada que pudiera hacer sospechar lo contrario a Medina. A este no solo no le estorbaba la niña, sino que quería que la madre obtuviera la custodia y se fuera a vivir con ellos, como declaró la misma Marianela.

Por lo que se ha ido conociendo, es cierto que Medina quería que ella fuera rompiendo sus amarras con Miguel Ángel, y que restringiera su relación con él a los cuidados de la pequeña María. Pero se trataba de un proceso de meses que acabaría finalmente con el divorcio, cuyo procedimiento estaba previsto se iniciara tras el verano. No había ningún motivo por el que Francisco Javier Medina necesitara o deseara asesinar a Miguel Ángel, y así lo entendieron los investigadores desde muy pronto, como lo demuestra el hecho de que en ningún informe aparece Medina como sospechoso de un crimen individual, y tan solo lo hace en relación con Marianela, y en una posición claramente subordinada. 

Así que cuando la UCO expuso su lista de sospechosos, no consideró a Marianela o Medina como sospechosos individuales, sino como un conjunto, aunque tan solo plantearon sus sospechas sobre ella, y nunca sobre él. La familia de Miguel Ángel, que se supone que es quien puso a la Guardia Civil tras la pista de Medina, en realidad puso a los investigadores tras la pista de Marianela, y en los informes policiales en los que se registran esas referencias de la familia hacia ella, ni siquiera se nombra a Francisco Javier Medina. 

Cuando la investigadores de la UCO se encontraron con el resultado de las pruebas de ADN se encontraron también con un problema. Da la impresión de que tenían un conocimiento bastante limitado sobre la prueba y su significado, y para cualquier observador imparcial existía una grave, y no explicada, discrepancia entre los resultados del Laboratorio de la Guardia Civil y los del Instituto Nacional de Toxicología. Decidieron, de forma totalmente arbitraria, quedarse con los resultados de este segundo organismo, sin considerar ni explicar los resultados del primero. 

Es probable que en esos momentos algunos miembros de la UCO, con las anteojeras del fracaso colocadas, tan solo vieran la posibilidad de resolver un caso que pocos días antes parecía irresoluble. La oportunidad de convertir un más que cercano fracaso profesional en un éxito. Algunos parecen indignarse ante la sugerencia de que los investigadores pudieran haber sido influenciados en su actividad y sus decisiones por consideraciones, personales, económicas o profesionales, cuando está más que demostrado que esas y otras cuestiones han influido en innumerables investigaciones policiales en todo el mundo, y que están en el origen de graves errores. 

La bibliografía sobre el tema de los errores judiciales y policiales crece día a día (ver, por ejemplo, un libro bastante conocido y citado, Criminal Investigative Failures, de Kim Rossmo, que aunque se contradice en varios extremos y está más dedicado a las fallas lógicas, resulta muy instructivo sobre el tipo de errores que pueden cometer, y de hecho cometen, los investigadores). Para explicar esos errores no hace falta recurrir a  una hipótesis tan provocadora, y no del todo convincente, como la de Anderson & Scott (Three False Convictions, Many Lessons: The Psychopathology of Unjust Prosecutions), en la que plantean que buena parte de la los errores judiciales y policiales son debidos a la presencia en puestos clave de la policía, la fiscalía o la judicatura, de psicópatas. De la versión no violenta, ni siquiera agresiva, pero psicópatas al fin y al cabo. Resulta interesante, pero no hace falta recurrir a ella para explicar la mayoría de los errores judiciales y policiales.

El conocido caso en España de Dolores Vázquez; el caso tratado en este mismo blog del asesinato de Jill Dando; el de la catastrófica investigación del asesinato de Rachel Nickell, también en Gran Bretaña; la vergonzosa investigación y encarcelamiento de Amanda Knox y Raffaele Sollecito en Italia, ...Todos casos diferentes pero con un denominador común: En determinado momento, y por causas diversas, en cada uno de estos casos los investigadores decidieron que una persona era culpable en base a evidencia más que discutible, y pese a ello construyeron una acusación sobre ese convencimiento. 

Aunque es seguro que los errores conocidos son tan solo una parte del total, de la mayoría nunca habrá demostración definitiva. Y es que sabemos con seguridad que Dolores Vázquez o Colin Stagg son inocentes porque se encontró al verdadero culpable de los crímenes que les achacaban, pero no siempre hay tanta suerte, y en ocasiones, pese a que la evidencia indica claramente que los acusados no fueron quienes cometieron el crimen (Knox y Sollecito, Barry George, …) mientras no aparezca prueba exculpatoria, siempre habrá personas dispuestas a seguir acusando. Sobre todo los que más tienen que perder a nivel profesional y de imagen personal si se demuestra el error cometido.

TENTACIONES

Sospecho que la argumentación que manejaron los agentes de la UCO, de forma explícita o implícita, debió ser bastante similar a la utilizada por el equipo que investigó el asesinato de Jill Dando (mucho más numeroso, y al menos igual de capaz que el equipo de la UCO). Cuando después de más de una año de investigación estéril, y cuando ya no sabían por donde seguir, de repente apareció algo que señalaba a una persona en concreto, y entonces se dijeron: ¡Tiene que ser él!, no puede ser una casualidad. 

Ian Horrocks lo expresó perfectamente, refiriéndose a Barry George, el sospechoso del asesinato de Jill Dando, cuando ante las acusaciones de que habían culpado al chalado del pueblo, respondió que se había realizado una exhaustiva investigación, eliminando a todos los sospechosos menos uno. Si no era Barry George el culpable, protestaba, ¿quién era entonces?

Considero muy probable que esa misma argumentación, o una muy similar, fuera utilizada por algunos miembros de la UCO para autoconvencerse y convencer a los demás. Llevaban más de un año investigando, innumerables horas día y noche, comiendo, cenando y durmiendo fuera de casa, con sacrificio personal y familiar en algunos casos (no en otros), sin resultados. Y de repente se les presenta la posibilidad de resolver el caso con una prueba, confusa y que no entendían demasiado bien, pero con un nombre que resulta sinónimo de culpabilidad: ADN.

Al igual que les había ocurrido a Hamish Campbell y sus hombres, los agentes de la UCO se encontraron ante dos posibilidades a la hora de interpretar la confusa evidencia genética:

1) Podían estudiarla con cierto escepticismo, reconociendo la disparidad de resultados entre ambos laboratorios, y haber solicitado, probablemente a través del juzgado, la opinión imparcial de los mejores expertos en el campo. Teniendo en cuenta que existía evidencia que exoneraba al sospechoso, y que no era de esperar una respuesta clara y decisiva de los expertos, este camino no parecía llevar muy lejos.

2) Podían interpretarla partiendo del supuesto de que el sospechoso era culpable, lo que significaría que no hacían falta expertos para determinar que ese ADN había sido depositado mientras se cometía el crimen, y que la evidencia exculpatoria tenía que ser errónea.

Si su sensación de que Medina era culpable era cierta, podría significar el éxito, las felicitaciones, las condecoraciones, los ascensos… Si no era cierta, tan solo tenían el vacío ante ellos. En el mejor de los casos, un fracaso sin consecuencias; en el peor, un frenazo profesional, tal vez definitivo. Una interpretación llevaba al optimismo y a una buena posibilidad de éxito, la otra interpretación regresaba al punto donde estaban, a más de un año de investigación sin sospechosos ni pruebas, a la nada. En este tipo de circunstancias se presentan fuertes incentivos para que personas sometidas a presión tiendan a tomar un camino y no el otro.

Pero había un problema, ese ADN era lo único que señalaba a Francisco Javier Medina. No solo no había otras pruebas que lo incriminaran, sino que había pruebas en contrario, que lo exoneraban. Generalmente se había venido considerando el ADN una prueba muy potente en dos tipos de situaciones:

A) Cuando aparecía en lugares y circunstancias que hacían extremadamente improbable una alternativa a la hipótesis de que el rastro genético había sido dejado por el sospechoso en el momento de cometer el crimen, o en circunstancias estrechamente relacionadas con este.

B) Cuando el lugar o las circunstancias del hallazgo del ADN no eran tan decisivas como en el punto A, pero existía otro tipo de evidencia incriminatoria que asociada con la prueba de ADN proporcionaba un conjunto probatorio robusto y convincente.

Para el caso que nos ocupa, un ejemplo de A habría sido que el ADN de Medina se hubiera hallado bajo las uñas de Miguel Ángel o María, o en un soporte biológico identificable y asociado al crimen, como una mancha de sangre. Para el caso de un ADN que pudo haber llegado a las toallas de distintas formas, algunas no asociadas al crimen, estamos en B, y entonces habría hecho falta un conjunto de pruebas de otro tipo que incriminaran al sospechoso. Por ejemplo que alguien lo hubiera visto junto al portal de las víctimas, o al menos en las cercanías, en horario aproximado al del crimen. Esa evidencia, que no sería concluyente en sí misma, podría convertirse en una fuerte prueba en conjunción con el ADN en las toallas o en otro lugar no crítico.

Hoy en día ya ni siquiera se considera que la situación A sea suficiente por sí misma para decidir la culpabilidad de alguien, porque hay ya bastantes ejemplos de errores en esas condiciones, como mostraron Lorente y Álvarez en su informe. Hay una tendencia creciente a exigir que la evidencia genética, por determinante que parezca, sea complementada por otro tipo de evidencia.

Para la UCO el problema era grave porque se hallaban en la situación B. El lugar donde se había hallado el ADN del sospechoso no cumplía con los requisitos para considerar improbable una alternativa a su asociación con el crimen, y no había otras pruebas de soporte que pudieran unirse al ADN en las toallas para formar una prueba convincente. Por no tener, no tenían ni un motivo para el crimen.

Pese a la dudosa prueba genética, pese a la falta de otra evidencia incriminatoria, y pese a la existencia de evidencia que exoneraba al sospechoso, se convencieron de que era culpable, porque era lo que necesitaban y deseaban. No solo no había nada que lo implicara, sino que  había un testimonio firme y repetitivo (¡como el ADN!), el de Marianela, que lo situaba sin duda en su lugar de trabajo a la hora que se estaba cometiendo el crimen. 

Sobre el lugar donde apareció el ADN, en elementos limpios y no asociados al crimen, no se podía hacer nada, y sobre el testimonio de Marianela, de momento tampoco. Pero una vez que se parte del supuesto de que alguien es culpable, no hay obstáculo que no se pueda remover. De repente aparecieron pruebas donde antes no las había. De repente tenían clarísimas cosas que no se habían mencionado durante más de un año. Ninguno de los supuestos indicios que se dijo apuntaban hacia Medina, ni uno solo, había sido considerado como relevante por la UCO hasta la detención del sospechoso, como veremos en breve.

En este punto conviene pararse un momento para estudiar el comportamiento de Juez y Fiscal. 

Los agentes de la UCO y otros investigadores que ejercen como policía judicial tienen una buena disculpa ante posibles errores, la limitación de sus funciones. Se limitan a dar su opinión mediante informes, y como mucho detienen a sospechosos y los ponen a disposición del juez. Pero ellos no encarcelan, ni procesan, ni acusan, ni juzgan, ni condenan. Eso son tareas de jueces, fiscales, abogados y jurados, no de ellos. Esto es técnicamente cierto, y en un mundo ideal esa separación de funciones garantizaría contrapesos ante posibles errores de alguno de los otros actores. Pero en la realidad ocurre que los informes y las opiniones de algunos investigadores adquieren una importancia desmesurada que se transmite a lo largo de todo el proceso legal, y que puede condicionar, o incluso servir de guía, al resto de intervinientes.

Es difícil que un Juez (entiéndase también referido a los fiscales) pueda mantener el ritmo y tratar de igual a igual a un grupo de investigadores dedicados en exclusiva a un caso. Los jueces, desbordados de trabajo, y con muchos casos de todo tipo que atender, tan solo pueden dedicar una fracción del tiempo que dedican los investigadores, incluso cuando cuentan con ayudantes, y por tanto su conocimiento del caso es mucho menor y bastante más superficial. Además, los investigadores tan solo trasladan a los jueces una parte de su investigación, lo que unido a lo anterior les proporciona una ventaja decisiva.  Es frecuente que los jueces deleguend de forma tácita en ellos, y que acepten sus recomendaciones, hipótesis o conclusiones. Jueces con personalidad y experiencia mantendrán al mismo tiempo, para compensar, un sano escepticismo, y nunca perderán de vista su papel de actor imparcial. Otros, en cambio, generalmente jóvenes y sin experiencia en este tipo de casos, olvidan ese papel y se arrojan de forma incondicional en brazos de los investigadores (sobre todo cuando estos o su grupo tienen prestigio y fama), sintiéndose parte del mismo equipo, bajando sus defensas y su capacidad para detectar problemas. 


LA RECONSTRUCCIÓN DE LA EVIDENCIA

Una vez que los investigadores decidieron que Francisco Javier Medina era culpable, tenían ante ellos una tarea nada sencilla:

1) Encontrar evidencia contra el sospechoso. Como el rastro genético no se podía relacionar directamente con el crimen, era imprescindible encontrar algo para intentar colar la idea de que el ADN era una prueba más entre varias. No había nada, ni pelos ni sangre en el lugar del crimen, ni testigos que lo hubieran visto entrar o salir, ni siquiera en las cercanías, ni motivo, ni historial de que resolviera sus problemas con violencia, nada…

2) Ignorar o cambiar la evidencia que exoneraba al sospechoso. Se ignoró el testimonio de Marianela de que había salido junto con los demás, en espera de que la persuasión la hiciera cambiar su declaración. No se preguntó a los compañeros de trabajo si lo habían visto allí en el momento en que se estaba cometiendo el crimen. Cuando supieron que una testigo afirmaba haberlo visto, la ignoraron. Lo que no podían ignorar, como el horario en que se había cometido el crimen, lo cambiaron de forma arbitraria, pese a que había registros del momento en que habían tenido lugar los asesinatos.

3) Encontrar un motivo, y para ello era imprescindible contar con Marianela. Tras asustarla con una posible imputación (palo y zanahoria), se la convenció de que había sido la víctima de una persona hiper celosa, controladora y manipuladora, un monstruo que la tenía anulada. Una vez conseguido esto, con la colaboración y guía de siniestros personajes de los que habrá que hablar algún día, no debió ser muy complicado pasar a la segunda fase: ese personaje terrible era el asesino de su hija, y ella era la única que le daba coartada, y si ella no cambiaba su declaración, quedaría libre. La cambió, claro. Hay situaciones emocionales que no me atrevo a valorar, pero sí valoro, y con mucha dureza, a los que se aprovechan de ese tipo de vulnerabilidad extrema para manipular y tratar de conseguir sus objetivos.


EL CRIMEN PASIONAL

Ahora parece que estamos ante un axioma, el del crimen pasional, y que así se consideró por los investigadores desde el primer momento. Se ha planteado que es un indicio contra el sospechoso, por razones evidentes. El problema para la UCO y sus palmeros es que los documentos y los actos de los investigadores no soportan ese planteamiento. Lo que yo afirmo es que la catalogación de este crimen como claramente pasional tan solo se produjo después de hallar el ADN de Medina en las toallas, nunca antes.

Durante más de un año no se encuentra ni una sola referencia, ni de la UCO, ni de nadie, a que este crimen fuera de tipo pasional, no solo como afirmación, tampoco como conjetura o simple posibilidad. No se dice, ni se comenta, en ninguno de los informes de la UCO, ni en las autopsias, ni en ningún lugar, no hasta que se quiere culpar a Medina. En cuanto detuvieron a este, comenzaron a decirle a todo el mundo que siempre habían considerado este crimen como pasional, pero no es cierto, es una invención destinada a que ciertas personas interiorizaran eso como un hecho. 

Pero hay más, los mismos informes de la UCO en los que ni siquiera se utiliza el término pasional, que ni siquiera lo insinúan, dejan claro que casi todos sus sospechosos, y casi toda su labor investigadora, excluyen el crimen pasional. Prácticamente toda su labor investigadora implica que su hipótesis principal durante un año fue el robo (pese a que no hubiera indicios), o la venganza, o la confusión de identidad, y que la hipótesis pasional o sentimental fue en todo momento una más, probablemente secundaria. (NOTA: Por desgracia, porque hay algunas personas convencidas de que si se hubiera estudiado el ángulo pasional desde el principio con vigor y decisión, se podría haber resuelto realmente el caso hace ya mucho tiempo)

En su gran informe de 30 de octubre de 2013, la UCO pasa revista a los primeros 6 meses de investigación. Durante más de 40 páginas exponen, comunican, conjeturan y explican, y pasan revista a los sospechosos, a los que dedican 20 de las páginas del informe. Estos son:

1. Ionut, el rumano que amenazó de muerte a Miguel Ángel cuando este lo sorprendió robando en el Mercadona.

2. Zotouni, el magrebí que fue atendido el 27 de abril, poco después de las diez de la noche, de una profunda herida en una mano.

3. Marianela Olmedo y Francisco Javier Medina. Son sospechosos en conjunto, no por separado, aunque el 90 % del texto y las sospechas se dedican a ella.

4. La familia de vecinos ecuatorianos, que escucharon la agresión, o parte de ella.

5. Manuel, el propietario del inmueble contiguo, arrendado a la familia ecuatoriana. Mantenía deudas importantes, y se sospechaba de su implicación en actividades ilícitas, lo que llevó a pensar que él pudiera haber sido el verdadero objetivo del crimen.

Y ya está. No aparecen otras líneas que se investigaron al principio y fueron probablemente descartadas, como la de Francis C, que fue el último en ver a las víctimas, o la de los otros amigos que comieron con Miguel Ángel, y probablemente alguna más. Estas 5 son las que quedan 6 meses después del crimen, y ya no se trata solo de que no se haga referencia en todo el informe al crimen pasional, es que ¡cuatro de esas cinco líneas de investigación lo descartan!. 

En el caso del rumano el motivo sería la venganza, en el del magrebí y algún miembro de la familia ecuatoriana, probablemente el robo. En el de Manuel, una confusión del asesino al entrar en el piso equivocado. Y ni siquiera está claro que en la línea de Marianela y Francisco Javier el móvil sentimental o pasional sea lo único que se está considerando, sino probablemente también alguna motivación económica o de otro tipo.

Esto son hechos, no opiniones. No solo no hay referencias a un crimen pasional, sino que las líneas de investigación seguidas indican que esa opción, estando presente, no era la dominante… Pero hay más, posteriormente los miembros de la UCO remitieron un nuevo informe al juzgado con una extensa investigación de una pista que les había proporcionado Aníbal Dóminguez, el hermano y tío de las víctimas, y esa pista ¡también excluía la hipótesis pasional!

Durante más de un año ni investigadores de la UCO ni forenses insinuaron que dos erosiones que cruzaban la espalda de Miguel Ángel pudieran tener algún significado simbólico, de victoria o de ninguna otra cosa. Nada, ni una palabra. Pero cuando se va a detener a Medina, esos cortes en forma de aspa, adquieren gran significado. En el juicio, los investigadores y los forenses repitieron y ampliaron esas afirmaciones, pese a que no aparecía en ninguno de los informes policiales, ni en las más de 100 páginas de los informes de las autopsias. De nuevo, una prueba inventada exclusivamente para un destinatario concreto. Los forenses, concretamente, se refirieron en el juicio a un supuesto, misterioso y no explicado carácter simbólico de esas lesiones, 


PRUEBAS DE SALDO

Ya hemos visto en otras ocasiones como se fueron alterando de forma arbitraria las horas de comienzo y final de los sucesos para intentar encajar los tiempos. Además, se presentaron como “pruebas” contra el sospechoso cuestiones como la del acento almonteño del asesino, o el que la cerradura no fuera forzada, que no aguantan ni el análisis más superficial.

1) El acento almonteño. Se basa en una de las varias declaraciones de uno de los vecinos ecuatorianos, y se pretende que tiene alguna importancia, cuando no jugó ningún papel en la investigación. La UCO se refirió a ello en uno de sus informes, pero ni lo tenía por un elemento importante, ni se tuvo en consideración durante las pesquisas. Tres de las cinco líneas de investigación excluyen que el asesino tuviera acento almonteño o siquiera español de España (los mismos ecuatorianos, el rumano, el magrebí), pero es que además se puede poner en duda la existencia de un acento almonteño diferenciado del de lugares cercanos. A preguntas de la defensa, el vecino que se había declarado lo del acento almonteño tuvo que reconocer que se refería realmente a acento andaluz de la zona.

Pero incluso aceptando que el asesino tuviera acento almonteño, eso tampoco significaría nada, ya que hay varios miles de almonteños que podrían ser sospechosos en base a ese criterio. Lo cierto es que la UCO nunca consideró eso como un elemento que ayudara a reducir el campo de sospechosos, y nunca lo refirió como una prueba importante ni influyó en su consideración de los posibles sospechosos. Como otras muchas cosas, solo adquirió relevancia una vez que Medina se convirtió en el principal sospechoso.


2) La cerradura no forzada y el acceso a una llave. De nuevo, otra consideración que solo se volvió relevante cuando hacían falta pruebas contra Medina. Durante más de un año la posibilidad de que el asesino hubiera tenido acceso a una llave para abrir el portal fue una más. No solo no se la consideró en ningún momento como la hipótesis principal, sino que, de nuevo, los propios informes de la UCO desmienten que fuera así. De los cinco sospechosos, tan solo uno (Marianela-Medina) podría encajar en la hipótesis de que el asesino se valiera de una llave. .

Pero la llave no es la única hipótesis de como podría haber accedido Medina a la casa. Según la UCO, ¡podría haber tocado el timbre!. Provoca sonrojo el planteamiento de que un plan digno de una película de Colombo se tenga que basar en tocar al timbre a ver si sus víctimas franquean el paso. Incluso si aceptáramos la propuesta, no apuntaría hacia Medina, no más que hacia muchas otras personas, familiares, amigos y amigas de su madre y su padre, a los que la niña también conocía.

A pesar que que los peritos de la Guardia Civil ya habían declarado que no había signos de que la cerradura hubiera sido forzada, Hellín tuvo que realizar un informe para decir esencialmente lo mismo, además de plantear algunas consideraciones difícilmente sostenibles. 

Una vez detenido Medina, se llegó al punto de intentar considerar una prueba contra el detenido lo que en realidad era una prueba exculpatoria, las huellas del asesino. En confusas y tramposas aseveraciones, pretendieron que podían relacionar a Medina con esas huellas, y aunque es evidente que eso no puede ser, lo cierto es que lograron su objetivo. No solo consiguieron que la Juez les comprara su astuta argumentación, es que consiguieron desvirtuar la única prueba con la que contamos sobre la naturaleza del asesino, y es que sabemos que tiene los pies grandes. En este caso también Hellín presentó posteriormente su propia hipótesis, también difícilmente sostenible.


REBUSCANDO EN LA PAPELERA

En su búsqueda desesperada de evidencia contra el sospechoso no tuvieron empacho en agacharse y buscar en la papelera, que es donde habían arrojado el testimonio de un testigo, magro, más de 6 meses antes. Este les había hablado a los agentes, el 15 de septiembre de 2013, acerca de su supuesto avistamiento de Medina, pero desde la UCO consideraron su historia increíble y no le dieron ninguna importancia. Lo demuestran los hechos, que nos dicen mucho más que las palabras y las justificaciones a posteriori. El hecho es que la UCO consideró tan poco fiable el testimonio de magro que ni le tomaron declaración oficial, ni siquiera comunicaron su existencia al juzgado, cuando comunicaban hasta las pistas e investigaciones más improbables. En el ya citado informe de octubre de 2013, más de un mes después de recibir esa información, ni siquiera la tuvieron en cuenta en su más que breve comentario acerca de Francisco Javier Medina, y no consideraron que aportara nada contra él. 

Es bastante natural, porque como habían comprendido los investigadores en septiembre, cuando entrevistaron a magro, lo que este contaba era completamente absurdo. No solo la circunstancias del encuentro eran improbables, con Medina llamando a voces su atención, es que a la hora en que magro afirmaba haberlo visto, sobre las 20:30, Medina estaba trabajando en el supermercado, como dejaban claro las grabaciones de vídeo. Su afirmación de que había llegado a su corral antes de las 21:00 horas no dejaba margen alguno para la duda, estaban ante un error del testigo, uno de tantos que existen en cada caso, y de  los que nunca nos enteramos.

Pero cuando hizo falta acusar a Francisco Javier Medina no había prueba débil ni obstáculo que no se pudiera saltar. Lo primero era tomar declaración, a él y a poti, eliminado cualquier referencia horaria concreta en cuanto al momento en que habían visto al sospechoso, porque si declaraban haberlo visto sobre o antes de las 20:30, nadie iba a creer su testimonio.

Francisco Javier Medina a las 20:30

Así que las horas desaparecieron, y en su lugar nos encontramos con un vago sin poder precisar la hora en la que sucedió este encuentro, que probablemente es la interpretación del agente a que magro no fuera capaz de concretar el horario con menos de media hora de margen. Lo antecede un siendo todavía de día, que pretendía reforzar la impresión de que magro no estaba seguro de la hora, pero sí de la diferencia día/noche. Esto a su vez servía para enfrentarlo a la afirmación de Medina de que había visto a magro y poti ese sábado, pero de noche, en lo que es seguramente otra confusión.

De la misma forma se ocultó inicialmente el momento en que magro afirmaba haber llegado a su solar. Y en la declaración de poti viene un sobrio no recordando la hora exacta, una fórmula para ocultar que sí recordaba la hora aproximada. Aunque hay que puntualizar que utilizar el término recordar con poti es un poco excesivo, ya que ni estaba seguro del día. En su informe de mayo de 2014 la UCO obvió por completo el horario en que magro pudo ver a Medina, y en cuanto a poti, señalaron que no aportó datos sustanciales que pudieran fijar la data del avistamiento de Francisco Javier MEDINA RODRÍGUEZ, de nuevo una versión muy particular del entrevistador.

Los entrevistadores interpretan a su gusto, quitan y ponen según su parecer y entender, y el resultado son unas declaraciones que hay que interpretar con mucha precaución. Toda la labor investigadora sobre este asunto se centró en entrevistar a los que habían intervenido en la compra del caballo e interrogarlos sobre sus llamadas de aquel día, intentando establecer una secuencia de los hechos que pudiera, más o menos, encajar con su hipótesis. Por supuesto, como se hizo durante todo el caso, se seleccionó lo que podía servir y se apartó el resto, pero dejemos ahora esto, que es tema para un tratamiento más detallado.

Supongo que ya le habrá surgido la duda al lector, ¿cómo podemos saber que esto es así, que magro y poti declararon inicialmente la hora en que decían haber visto a Medina y que se ocultó Lo podemos saber porque hay dos pruebas que lo demuestran:

1) La actitud de fiscal y abogados de la acusación ante la declaración de magro y poti en el juicio.

2) Al menos dos personas se referían,  muy poco después de la detención de Medina, a que este había sido visto por los caballistas a las 20:30. Pero esa hora no aparece en ningún documento oficial. Posiblemente la fuente fuera el mismo magro, o su mujer, trabajadora del Mercadona.

En el juzgado poti no recordaba la hora, y se llevó una bronca de la juez porque vaciló en el momento de asegurar que el avistamiento hubiera sido ese sábado. Magro, por su parte, afirmó que había visto a Medina antes de las nueve de la noche, pero da la impresión de que no es una respuesta espontánea, sino la respuesta a preguntas concretas: 

QUE ESTO ERA ANTES DE LAS VEINTIUNA HORAS PORQUE HABÍA TODAVÍA BASTANTE LUZ Y PORQUE A LAS VEINTIUNA HORAS HABÍA QUEDADO EN EL SOLAR, LLEGANDO ALLÍ A ESA HORA.

En esta respuesta hay un elemento que tira por tierra toda la hipótesis de la UCO, que explica porqué el testimonio no se había considerado fiable meses antes, y que es un magnífico ejemplo de como manejó la UCO todo el caso. Ellos sabían perfectamente (posiblemente en ese momento ni Juez, ni Fiscal ni defensa lo sabían, al menos con la precisión necesaria) que había una grabación de Medina en el Mercadona a las 21:01. Si magro ya estaba en su solar a las 21:00, como afirmó con gran seguridad, no podía haber visto a Medina saliendo del Supermercado, ni a esa hora ni posteriormente. 

Cuando llegó el juicio, y para sorpresa (agradable) de la defensa, magro y poti establecieron unos horarios razonablemente precisos para los sucesos que estaban narrando. Magro indicó que había visto a Medina entre las 20:00 y las 20:25, y poti señaló que a las 20:30 había dejado el caballo. Era algo sorprendente, porque era la primera vez que se podía escuchar algo así. No constaba en ninguna declaración de los caballistas, ni en ningún informe de la UCO. 

Pero lo más sorprendente de todo fue precisamente la falta de sorpresa del fiscal y de los abogados de la acusación. Ante esas asombrosas afirmaciones que les destruían la prueba, deberían haber saltado como un resorte, preguntando a los testigos porque no habían declarado antes eso. No lo hicieron, no mostraron ninguna sorpresa, demostrando de forma concluyente que sabían previamente que los testigos sí podían datar de forma razonablemente precisa el supuesto avistamiento, y que lo habían hecho ya hacía más de 4 años.

¿Por qué ni fiscal ni abogados de la acusación les preguntaron a los testigos por esa imprevista data horaria? Para mí resulta evidente, por si contestaban que ya lo habían dicho en su momento, que es lo que ocurrió. 

La tramposa interpretación de la UCO tuvo, sin embargo, éxito inicial. El testimonio imposible y manipulado de los caballistas fue decisivo a la hora de enviar a prisión a Francisco Javier Medina.


RECAPITULANDO

-No encajaban los horarios, así que se cambiaron de forma arbitraria.  

-No había móvil, así que se fabricó uno.

-No había testigos que hubieran visto al sospechoso cerca del lugar del crimen, así que se sustituyó por el testimonio anteriormente desechado de dos caballistas.

-No querían que algún testigo les fastidiara el caso, así que antes de detenerlo no preguntaron (y si lo hicieron no quedó rastro) a ninguno de sus compañeros de trabajo si lo habían visto.

-Había huellas que indicaban que el asesino calzaba dos o tres números más que Medina, así que se inventaron dos explicaciones, a cada cual más chusca.

-Se presentó un plan barroco, más adecuado para una novela de misterio o una película de Colombo.

-Se pasó por alto que una testigo, la novia del sospechoso, había afirmado, de forma reiterada, haber visto al sospechoso saliendo del trabajo a la hora en que se estaba cometiendo el crimen.

LA TRACA FINAL

Ese testimonio, el de Marianela, se dejó de lado, y tras unas semanas de persuasión (Por ejemplo, el día 26 de junio por la tarde dos o más guardias civiles visitaron a Marianela en su habitación, sin permitir la presencia de otras personas. No se sabe lo que hablaron, ni con qué objetivo o autoridad. No se sabe tampoco si hubo más visitas de ese tipo durante las siguientes semanas), consiguieron que la atribulada madre de la niña interiorizara una historia increíble de celos, maltrato psicológico y anulación de personalidad. A través de esa historia la convencieron definitivamente de que era culpable, lo que además de darles el motivo, les permitió iniciar un fantástico trabajo de bricolaje testifical. 

Dejando de lado la sorprendente tolerancia de la Juez ante esos radicales cambios de versión, la pretensión de la acusación de que Marianela creyó ver, o que como lo veía todos los días supuso que… o que por alguna extraña razón estaba confundida… no se sostiene. Ella es la mejor prueba de que Francisco Javier Medina es inocente, porque durante más de un año declaro que lo había visto salir con los demás. Lo declaró ante la UCO y en el juzgado, se lo dijo a su abogada, a su psicóloga y a sus amigas, lo hizo llorando y serena, antes y después de la detención.

Previamente a su súbita conversión, dejó más que claro que Francisco Javier Medina, la persona de la que estaba enamorada, salió del trabajo junto con ella y los demás, y no se trata de una o dos referencias oblicuas o de algún comentario ambiguo. Comprueben. Lo he puesto de colores, para resaltar la variedad y cantidad: 

-Francisco Javier si bien no iba junto a ella, si iba en el mismo grupo y tras llegar cada uno a su vehículo que tenían estacionados en El Chaparral, ella se marchó directamente a su vivienda de alquiler en la calle Cabañeros y Francisco se dirigió a la calle Cristo, al domicilio de sus padres.

-QUE LA DECLARANTE SE DIRIGIÓ HACIA SU VEHÍCULO QUE TENIA EN LA ZONA DEL CHAPARRAL. QUE FRAN SALIO AL MISMO TIEMPO DE LA DECLARANTE Y SE MONTO EN SU COCHE GOLF AZUL OSCURO. QUE EL COCHE DE FRAN ESTABA APARCADO EN LA ACERA DE ENFRENTE UN POCO MAS ATRÁS.

-QUE RECUERDA QUE SE MONTARON LOS DOS EN EL COCHE A LA PAR.

-Marianela dice que es imposible porque a esa hora estaba con ella.

-QUE A LAS DIEZ Y CINCO CUANDO SALIERON POR LA PUERTA SI QUE ESTABA SEGURA QUE ESTABA ALLÍ FRAN.

-...digo que no, que salió conmigo, que yo lo estoy viendo ahora mismo, me acuerdo ahora de yo montarme en mi coche y él montarse en el suyo.

-DICE QUE SÍ, QUE FRAN SALIÓ CON ELLA.

-Sí, salió con nosotros. Yo me monté en mi coche el se montó en el suyo. 

-PREGUNTADA QUE CUANDO LLEGA LA HORA DEL CIERRE Y VAN A LA PUERTA PARA QUE LES ABRA EL GERENTE SI RECUERDA HABER VISTO A FRAN O DONDE ESTABA FRAN DICE QUE SÍ, QUE FRAN ESTABA EN EL ALMACÉN CUANDO LA DECLARANTE LLEGA.

-...salimos a las diez y cinco, diez y seis minutos aproximadamente, porque los sábados salimos un poquito más tarde. Nos montamos en los coches y fuimos hablando hasta casa, pues mira yo me voy a duchar, pues me voy a duchar.

-(Una amiga) PREGUNTADA SI MARIANELA LE HA REFERIDO LO QUE RECUERDA EN CUANTO A LA SALIDA DEL TRABAJO DEL DÍA 27, DICE QUE LO ÚNICO QUE LE HA DICHO ES QUE SE ACUERDA DE FRAN Y DE QUE SALIERON TODOS JUNTOS

-Que te digo yo que él salió conmigo a las diez y cinco, o diez y seis de Mercadona. Él me ha insistido que salió solo, digo no, él salió conmigo. En la troupe, todos junto, bien detrás, bien delante. Yo me monté en mi coche y él se montó en el suyo.


Estimado lector, debe usted tomar una decisión. 

- O bien sostiene usted que todo lo que acaba de leer son imaginaciones o equivocaciones de Marianela, en cuyo caso todavía tendrá que sortear todo el resto de evidencia que exonera a Medina,

- O bien admite que tras esas declaraciones subyace el hecho de que Marianela realmente vio al que entonces era su novio a la hora de salir del supermercado.

En este segundo caso, no le quedará más remedio que reconocer que Francisco Javier Medina es inocente. Puede olvidarse del ADN o de otros testimonios o de otras pruebas, porque si Medina estaba saliendo del Mercadona sobre las 22:05, hora a la que se estaba cometiendo el crimen, no puede ser el asesino.

EPÍLOGO

Esta es la última entrada del blog antes de la ya próxima decisión del Tribunal Supremo. Hace un año que empecé a escribir sobre este caso, y creo que he conseguido presentar la información suficiente para que los lectores puedan decidir por sí mismos. No pretendo que me sigan o me crean, y les animo a buscar otras fuentes de información sobre el caso y otras opiniones. Lean, procedan a analizar toda la evidencia presentada, y decidan con libertad.



jueves, 8 de noviembre de 2018

El crimen de Almonte (XIII): Las declaraciones de Raquel

INTRODUCCIÓN

Raquel G. es el objetivo de algunos de los más feroces ataques desde el entorno de la acusación. La difaman con mentiras e infundios, animando además a sus esbirros para que la confronten en su lugar de trabajo, algo realmente abyecto, pero acorde con los personajes que están detrás de esa campaña.

Según difaman, Raquel habría mentido al declarar que vio a Medina en el supermercado en momentos muy cercanos a la hora de salida, algo que de ser cierto implica la imposibilidad de que él fuera el autor del doble crimen. Sobre la motivación para esa supuesta mentira han estado dando palos de ciego y mintiendo, a partes iguales. Han señalado que Raquel y Medina habían sido novios durante diez años, olvidando informar de que habían roto definitivamente dos años antes del crimen, y que cuando ella declaró en el juicio llevaban seis separados.

Posteriormente, y como lo anterior tan solo parecía convencer a los más sectarios, optaron por la patraña directa, afirmando que Raquel y Medina habían retomado su relación a partir de octubre de 2017. Esto, que es una invención pura, fue difundido por periodistas tontorrones y otros personajes con pocas luces, que creyeron así obtener una motivación para el sentido de la declaración de la testigo. Porque ese ha sido siempre el talón de Aquiles de los que afirman que Raquel ha mentido, la falta de un móvil. Han sido incapaces de presentar una razón creíble para ese alegado perjurio, y de ahí las mentiras e invenciones.

El análisis de las declaraciones de Raquel nos proporcionará una excelente panorámica de como se construyó el caso contra Francisco Javier Medina, y en último término quedará claro que quien tiene que dar explicaciones no es ella, sino la UCO, la fiscalía y la Juez de Instrucción.

Trataré por separado las dos cuestiones más polémicas (la estancia de Medina en el supermercado, por un lado, y su comportamiento y carácter, por otro), pero trataré de seguir un orden cronológico en cada una de ellas. He colocado al final del escrito, en forma de apéndice, unos breves apuntes que tratan de explicar como funcionan y se reflejan en papel los interrogatorios verbales, policiales y judiciales. Iba a ser una introducción, pero me han convencido de que es aburrido y espantaría a muchos lectores, así que lo dejo para el final. De todos modos, recomiendo su lectura antes de continuar.

1ª PARTE: ¿DÓNDE ESTABA MEDINA A LA HORA DEL CRIMEN?


Es el punto decisivo de este caso. Si Francisco Javier Medina estaba en el supermercado a la hora de salida, sobre las diez de la noche, es evidente que no pudo ser el autor del crimen, cometido aproximadamente a esa hora.

Los agentes de la UCO verificaron muy pronto (se supone que son muy buenos y que hacen bien su trabajo) que Medina había estado en su lugar de trabajo y ya no fue considerado seriamente como sospechoso. Pero cuando los resultados del laboratorio indicaron que había ADN suyo en tres toallas, decidieron que él era el culpable, y a intentar persuadir de eso a los demás dedicaron todo su esfuerzo, aunque ello significara poner en duda su trabajo anterior.

Y es que no se puede sostener a la vez que la UCO investigó muy bien el caso y que Medina no estaba trabajando. Si se afirma que Medina no estaba en su lugar de trabajo, entonces hay que admitir que la UCO se equivocó gravemente a la hora de verificarlo, y podemos dudar de todas las verificaciones realizadas sobre donde estaban otros posibles sospechosos. Si queremos sostener que son grandes investigadores, entonces verificaron correctamente en su momento el paradero del Francisco Javier Medina, y lo que hay que explicar es el cambio posterior. Pero hay que elegir, las dos cosas a la vez no pueden ser.

Algunos desde el entorno de la acusación están afirmando, en fechas recientes, que Medina fue el principal sospechoso de la UCO desde el primer momento. Es rotundamente falso, y además contradice a la propia UCO, pero de todos modos es muy fácil de demostrar la falsedad de la afirmación, una mas, y lo haré de forma contundente en un próximo escrito.

Podemos ya intentar analizar lo declarado por la testigo Raquel G. Esta prestó declaración antes del juicio en tres ocasiones, las dos primeras ante la Guardia Civil, y la tercera ante la Juez de Instrucción.

1) Declaración ante la UCO, el 4 de mayo de 2013, una semana después del crimen.

2) Declaración ante la UCO el 18 de junio de 2014, una semana antes de la detención de Francisco Javier Medina.

3) Declaración en el juzgado el 26 de septiembre de 2014, cuando Medina llevaba 3 meses encarcelado.



Primera declaración ante la UCO. 4 de mayo de 2013

Transcurrida una semana desde el crimen, la UCO realizó una entrevista bastante corta y centrada en otros asuntos, y ya al final de la misma:

PREGUNTADA por el turno de trabajo en el que desarrollo su labor en Mercadona.

MANIFIESTA que como debía una tarde de sábado a una compañera con la cual había hecho un cambio anteriormente, comenzó su jornada ese día a las 19:00 horas, coincidiendo por lo tanto con Marianela y Francisco Javier. Finalizo su jornada a las 22:00 horas al igual que todos sus compañeros, no marchándose nadie anteriormente a esa hora, que esto lo suele controlar el coordinador de empleados, José Luís Araixa. Ella se fue la última junto con otros dos compañeros, Alfonso y Josefi, marchándose sobre las 22: 15 horas. Ella no se percató del momento en el que se fueron Marianela y Francisco Javier, pero seguro que no pudo ser antes de las 22:00 horas. 

Parece evidente que todas estas respuestas no corresponden a la única pregunta que las antecede, sino a varias preguntas encadenadas, cuyo formato real tan solo puede ser conjeturado a partir de las citadas respuestas. (ver Apéndice)

En algún momento le preguntaron a Raquel si se marchó alguien antes de la hora, y ante su respuesta negativa, parece que le preguntaron sobre quien controlaba eso. Su respuesta es errónea, ya que el jefe de la tienda se marchaba casi siempre antes de la hora de salida del resto. Casi al final le preguntaron si se había fijado en el momento en que habían salido Marianela y Francisco Javier, respondiendo ella que no, añadiendo a continuación un sorprendente: pero seguro que no pudo ser antes de las 22:00 horas, que da la impresión de que es una añadido final, cuando es casi seguro que fue la respuesta a una nueva pregunta: Pero, ¿pudieron haberse marchado antes de las diez?, o algo similar. Y falta la pregunta que cualquiera haría a continuación, ¿cómo lo sabe?, o bien, ¿por qué está tan segura? Nos falta el contexto, y Raquel no recordaba, más de un año después, a que se debía esa respuesta, sin descartar que su seguridad fuera porque los había visto poco antes de salir. 

Hay que señalar algo determinante para la correcta comprensión del asunto, y es que Raquel estuvo trabajando en la carnicería desde algún momento posterior a las 21:30, hasta el momento en que salió, sobre las 22:15 horas. Como desde la carnicería no se podía ver la salida, no pudo ver salir a nadie más que los que salieron junto a ella. Ni a Medina, ni a Marianela, ni al resto. Pero que no los viera salir no significa que no los viera justo antes de salir.

Y es que, y debemos tenerlo en cuenta para más adelante, los investigadores no le preguntaron si había visto a Medina o a Marianela entre las 9 y las 10 de la noche, seguramente porque daban por hecho que los había visto. Considero bastante probable que de algunos comentarios durante la entrevista extrajeran la conclusión de que ella los había visto allí dentro poco antes de salir. En caso contrario, no tiene sentido que no le preguntaran directamente por ello.

Declaración ante la UCO. 18 de junio de 2014

A diferencia de la primera entrevista, en la que estaban dando palos de ciego, en el momento de esta segunda entrevista con Raquel, los miembros de la UCO ya tenían un objetivo único: Francisco Javier Medina. La declaración de la testigo se enmarca en una ronda de entrevistas previa a la detención del sospechoso, en la que los agentes trataban de obtener información que confirmase su caso, pero, y esto es lo más importante de todo, sin que apareciese información que lo pudiera echar a perder. 

Las preguntas que realizaban estaban dirigidas a obtener ciertas respuestas, y además a no obtener otras que serían, digamos, peligrosas. Debemos tener esto siempre presenta a la hora de analizar las declaraciones de Raquel y los demás testigos que prestaron declaración en los días previos a la detención.

Esta segunda declaración se centró en su relación con Medina, y en sus relaciones y conflictos con Miguel Ángel y Marianela. Tan solo al final, y tras repetir prácticamente lo mismo que en la primera en cuanto a su trabajo de última hora en la carnicería, y la hora a la que salió y con quien salió, se le preguntó:

PREGUNTADA: Si recuerda qué personas se encontraban con ella cuando finalizó su turno en Mercadona el día 27/04/13 y como se fueron cada una, así como si observó a alguna persona merodeando por las inmediaciones.

MANIFIESTA: Que como ha dicho, salió la última en unión de Josefi y de Alfonso, saliendo por la puerta del almacén, junto con el Gerente B, desconociendo quienes salieron antes y en qué orden. Del mismo modo, no vio a nadie merodeando por las inmediaciones del supermercado.

Esta es la gran polémica sobre las declaraciones de Raquel. Responde que no sabe quien salió antes que ella, cuando por respuestas anteriores debería estar claro para sus entrevistadores: ¡Todos los demás! Por la misma razón, la pregunta en cuanto al orden de salida está de más. Incluso obviando la respuesta a la pregunta anterior, ya ha declarado más de una vez que estuvo todo el tiempo en la carnicería, y desde allí no se puede ver la salida, por lo que es imposible que viera a nadie salir, y por tanto, que supiera en que orden lo habían hecho. Parecen preguntas preparadas expresamente para evitar respuestas no deseadas. En ese momento ya no es una investigación para descubrir la verdad. 

Es muy fácil de entender cuando se quiere entender. Raquel no vio salir a nadie porque no podía ver salir a nadie, y nunca pretendió tal cosa, ni antes ni después de esta declaración. Lo más importante no son las preguntas efectuadas, o las respuestas que ofreció ella, lo más importante son las preguntas que NO se hicieron. De nuevo, no se le preguntó si había visto a Francisco Javier Medina en el supermercado, algo realmente notable. Está claro que temían la respuesta, y que como sospechaban que no les iba a gustar, decidieron no hacerla, al menos oficialmente (ver Nota). No es un caso aislado, porque a ninguno de los testigos se les preguntó, pero este es un caso especialmente llamativo, porque ella era una testigo clave. 

(Nota: Estoy suponiendo que realmente no se le preguntó a Raquel si había visto a Medina y Marianela a última hora, porque no está reflejado en el acta de la entrevista. Ella cree que sí se le preguntó, o que al menos se habló de ello, pero como no quedó reflejado en las actas y no hay pruebas, ahí lo dejamos)

La posible excusa de que de hacerlo podrían haber dado pistas sobre detrás de quien iban, y poner en peligro su caso, no se sostiene. En primer lugar porque podrían haber preguntado si había visto a Medina junto con preguntas sobre si había visto a otras personas, lo que eliminaría ese peligro, y en segundo lugar porque no tuvieron inconveniente en hacerle a Raquel multitud de preguntas sobre su ex novio, lo que ya la habría podido poner en guardia.

No, la razón es que habían decidido culpar a Medina, y no querían que alguien dijera haberlo visto allí cuando no debía estar. Ya tenían el problema de Marianela, que afirmaba haberlo visto salir, así que como apareciesen una o dos personas más, el caso se les podía venir abajo. Para evitar riesgos, mejor no preguntar; ojos que no ven, corazón que no siente. Me imagino el estupor de muchos lectores al darse cuenta de que decidieron detener y culpar a una persona sin preguntar a ninguno de los posibles testigos si lo habían visto, pero es lo que se hizo, ni más ni menos.

Pero esa ronda de entrevistas permitió a los investigadores de la UCO conocer, o intuir, quienes podían ser un problema y quienes podían jugar a su favor. Así que cuando se efectuaron las nuevas entrevistas tras la detención del sospechoso, se eligió cuidadosamente a quien llamar. No a alguien como Raquel, que junto con Marianela era la persona que con más probabilidad podría dar cuenta del paradero de Medina esa noche. No a ella, o a otros posibles testigos que podrían dar respuesta inconvenientes, se eligió a unos pocos trabajadores del Mercadona, entre los más de veinte que trabajaron en aquel turno. Seguramente aquellos que sabían, o intuían, que no iban a decir nada que los pusiera en aprietos. 

La acusación pretende que esa segunda declaración de Raquel implica que no vio a Medina dentro del supermercado durante esa última media hora crítica, pero si eso fuera cierto, carece de sentido que no la llamaran de nuevo a declarar, y que tuviera que hacerlo meses después a petición de la defensa. Si de su entrevista hubieran deducido que no lo vio, no habrían dudado en llamarla, porque era el único testimonio que podría contrarrestar el del Marianela. ¿Por qué no lo hicieron entonces? Creo que es muy fácil de explicar, porque o bien les había dicho que lo había visto, o bien lo dedujeron de algunas de sus respuestas. En cualquier caso, es seguro que no entendieron que su testimonio perjudicara a Medina.

No fue hasta su tercera declaración, ya en septiembre de 2014, 17 meses después del crimen, y cuando el sospechoso llevaba 3 meses en la cárcel, cuando alguien le preguntó por primera vez, de forma oficial, si había visto a Francisco Javier Medina en los momentos previos a la salida del supermercado. Una de las testigos clave, y se les había olvidado hacerle la pregunta decisiva.


Declaración en el Juzgado. 26 de septiembre de 2014

Finalmente alguien le preguntó a Raquel si había visto a Marianela y Fran esa tarde entre las 19:00 y las 22:15, horario en el que estuvo en la tienda. A Marianela la vio al entrar, pero después ya no la vio mientras estuvo en la caja, hasta aproximadamente las 21:25, ya que ambas estuvieron en líneas de caja distintas. A Medina lo vio pasar varias veces.

Cuando cerraron las cajas le preguntó al encargado si iba a su sección habitual (panadería), pero este le dijo que fuera a carnicería, que allí necesitaban ayuda. Afirmó que llegó a carnicería sobre las 21:40 o 21:45, 

Desde allí pudo ver claramente, en varias ocasiones, tanto a Medina como a Marianela, trabajando en las estanterías, entre las 21:40 y las 22:00. Desde su posición se veía todo el pasillo que llegaba hasta la puerta que daba acceso a los dos almacenes. Afirmó que la limpieza de las bandejas de carnicería la efectuaba de espaldas al pasillo, pero añadió enseguida que para colocarlas se tenía que girar continuamente, pudiendo ver por tanto a quien pasaba por el pasillo, o a quien estaba trabajando en las estanterías. 

La clave es pudiendo. Podía ver a cualquiera si en ese momento estaba mirando hacia la tienda, o podía no ver a alguien si cuando pasaba estaba de espaldas. Ella afirmó haber visto pasar a Medina por el pasillo muy poco después de las 22:00 horas. Es importante insistir en que Raquel no vio salir, o sea, abandonar el supermercado, ni a Medina ni a nadie. Ella tan solo pudo ver como pasaba por el pasillo que daba acceso a los almacenes, desde donde se salía. 

Resumiendo, Raquel pudo ver claramente a Francisco Javier Medina poco antes de las diez de la noche, trabajando en las estanterías, y lo pudo ver claramente poco después de las diez, atravesando el pasillo que llevaba a los almacenes. Cuando finalmente se le efectuaron las preguntas adecuadas, pudo responder con claridad, al menos con toda la claridad posible después de 17 meses.

El Juicio

La declaración de Raquel durante el juicio fue muy similar a esta última en el juzgado. El fiscal y los abogados de la acusación trataron de poner en duda su testimonio, pero no resultó del todo bien. El Fiscal, sobre todo, fue especialmente tímido, probablemente porque no quería que saliera a relucir que nunca le habían llegado a preguntar oficialmente a una testigo clave por el paradero del sospechoso, y que había tenido que hacerlo la defensa. Las acusaciones trataron de desacreditar su testimonio, incidiendo en el hecho de que ella no recordara a otras personas, aparte de Marianela, Medina y los que habían salido con ella. 

Pero eso era una estrategia endeble, porque el jurado, y cualquier observador imparcial, podía entender la razón por la que se había fijado en ellos y no en otras personas. La absurda hipótesis, tímidamente propuesta, de que ella podría cometer perjurio debido a su relación de diez años con el acusado no se sostiene, y el jurado no se la creyó. En primer lugar porque habían roto definitivamente más de dos años antes, y en segundo lugar porque no tenían ninguna relación, ni siquiera se hablaban. 

Una vez que los miembros del jurado se hicieron cargo de la relación que unía a la testigo con Marianela y Medina, entendieron enseguida la razón por la que su testimonio era fiable en cuanto a ver al acusado. Marianela y Raquel eran las dos testigos a las que no se les habría pasado donde estaba la otra, y donde estaba Francisco Javier Medina.

Raquel insistió durante el juicio en que ella no controlaba donde estaban ella o él, pero lo cierto es que todos, incluidos los jurados, entendieron lo que ocurría: 

Yo no lo controlaba, pero para mí no era agradable…

Aunque yo no la controlara. Pero se las daba de “aquí estoy yo” (refiriéndose a Marianela)

Estaba temiendo un enfrentamiento, como los que habían ocurrido ya, y por eso no dejaba de fijarse en ellos. De hecho, Marianela era perfectamente consciente de la presencia de Raquel, y no dejó pasar la ocasión de hacerse notar.

Hay que señalar que hubo bastante confusión en las preguntas de los abogados y las respuestas de Raquel, y a veces parecían estar hablando de cosas distintas. La culpa fue, en este caso, de la Magistrado Presidente, que negó una pretensión más que razonable de la defensa, la de que se mostrara un plano del supermercado durante la declaración de Raquel, para que pudiera ir indicando dónde estaba ella trabajando, dónde vio a Medina, dónde estaba Marianela, ...etc. Porque ella conocía bien la distribución del supermercado, pero los jurados y algunos abogados no, y eso explica algunas preguntas y respuestas. 

Además, hubo cierta confusión en cuanto a lo que le estaban preguntado a Raquel durante el juicio, ya que en ocasiones no se distinguía bien entre tres momentos claramente definidos: 

-La salida, que ella no pudo ver desde su posición.

-El intervalo inmediatamente anterior a la salida, entre las 22:00 y las 22:05.

-Entre las 21:40 y las 22:00, mientras podía ver desde la carnicería a sus compañeros trabajando.

Algunos abogados, cuando preguntaban, no precisaban correctamente a cual de estos momentos se estaban refiriendo, y ella respondía a lo que interpretaba que le preguntaban. Si unimos a esta confusión la confusión de fiscal y abogados al no tener un conocimiento adecuado sobre la distribución del supermercado, el resultado fue el previsible, un interrogatorio confuso.


MEDINA ESTABA EN EL SUPERMERCADO A LA HORA DEL CRIMEN

No hay contradicción entre las distintas declaraciones de Raquel G. No le hicieron las preguntas adecuadas, en un caso, y evitaron hacérselas, de forma deliberada, en otro. Vio claramente a Francisco Javier Medina en el supermercado, en varios momentos entre las 21:40 y probablemente las 22:00, y finalmente en algún momento cercano a las 22:05, dirigiéndose al almacén de salida.

Sus declaraciones se complementan con las de Marianela, que lo vio en dicho almacén de salida, lo vio saliendo, lo vio delante de ella, y lo vio subirse a su coche. Las dos únicas personas con motivo para recordar la situación de Medina lo recordaban con claridad, y lo vieron varias veces, en varios lugares, dentro y fuera del supermercado, entre las 21:40 y las 22:09. 

Que después convencieran a Marianela para que cambiara su testimonio, y que  quieran poner en duda el de Raquel, no oscurece el hecho de que, para cualquier persona imparcial, la evidencia que sitúa a Francisco Javier Medina dentro del Mercadona a la hora del crimen es concluyente y definitiva.


EL PERIODO INTERMEDIO

No quiero dejar de referirme a lo sucedido entre el 18 de junio (declaración ante la UCO) y el 26 de septiembre (declaración en el juzgado), porque resulta muy instructivo. Hemos visto como no volvieron a llamar a declarar a Raquel tras la detención de Medina, probablemente porque sabían, o sospechaban, lo que iba a decir.

El problema para la fiscalía y la Juez de Instrucción es que supieron muy pronto que Raquel afirmaba haber visto a Medina en la tienda en el horario crítico, y a pesar de ello, decidieron no hacer nada, demostrando así que el objetivo no era hallar la verdad.

Pocos días después de la detención de Medina, el 8 de julio, Marianela declaró en el juzgado y le dijo a la Juez que le habían dicho que Raquel afirmaba haber visto a Medina en el Mercadona. Marianela no sabía a qué franja horaria se refería Raquel, pero cualquiera podía entender que tenía que tratarse de una hora crítica, ya que casi todo el mundo había visto a Medina en el supermercado esa tarde.

¿Qué hizo la Juez ante esa información decisiva? Nada. Con el sospechoso en la cárcel, no hizo nada durante más de dos meses y medio. Solo ante la insistencia de la defensa, y a finales de septiembre, se dignó por fin a permitir que la testigo hablara. Eso sí, para entonces Marianela se había puesto en formato donde dije digo, digo Diego, y comenzaron a convencerla de que tal vez no lo había visto en tal sitio, y después tal vez tampoco en este otro… Ya se sabe el resultado: de nuevo quedaba un solo testigo del paradero de Medina a las diez de la noche.

Póngase el lector en la situación de un juez y un fiscal que buscan la verdad ante todo. Hay unas pruebas de ADN confusas, pero que sirven para mandar a prisión a una persona, pese a que hay una testigo que lo sitúa en otro lugar en el momento en que se cometía el crimen. Y unos días después de enviarlo a prisión, durante los interrogatorios, un testigo ofrece información de que Raquel G está afirmando haber visto al encarcelado en su lugar de trabajo, probablemente cerca de la hora de salida. ¿Que harían ustedes? Supongo que llamarla a declarar de inmediato para aclarar el tema y encontrar la verdad, tratar de averiguar si la persona encarcelada pudo cometer el crimen. Dos testimonios, claramente independientes y no relacionados, de que Francisco Javier Medina estaba en su lugar de trabajo, habrían sido demasiado, así que se supone que era del máximo interés llamarla a prestar declaración.

Pues no. Juez y fiscalía no la llamaron, algo realmente inaudito. Lo que hicieron fue dejar pasar el tiempo mientras tenía lugar el trabajo de zapa psicológica sobre Marianela. Y resultó, porque para cuando por fin le tomaron declaración a Raquel, Marianela ya había cambiado su versión.


2ª PARTE:. EL CELOSO


Al igual que se puede afirmar que no hay contradicción en las declaraciones de Raquel sobre si vio a Medina en los momentos previos a la salida, hay que reconocer que sí la hay respecto a un tema en concreto. No sobre el carácter de su ex-novio, al que siempre ha descrito como tranquilo y nada celoso. Sin embargo, hay algunas contradicciones entre lo que refleja la segunda declaración ante la UCO, y la efectuada en el juzgado. Concretamente, ante la UCO:

… y las discusiones entre la dicente y MEDINA eran más intensas, llegando MEDINA a dar portazos y puñetazos a las paredes, rompiendo la relación· definitivamente hace 3 años.

Sin embargo, en el juzgado, negó lo anterior, reflejando únicamente que alguna vez, cuando estaban comiendo y discutiendo, Fran había dado un puñetazo en la mesa. Durante el juicio se trató de resaltar esa discrepancia, y posteriormente, desde el entorno de la acusación se le ha dado una importancia desmesurada. 

Durante el juicio, y cuando se le planteó que había declarado eso ante la UCO, Raquel pidió permiso para explicarlo. Una sorprendida y dubitativa Juez le concedió inicialmente permiso, pero la cortó de inmediato, sin siquiera dejarla terminar ni la primera frase. Dijo la Juez, para justificar dicha interrupción, que la testigo había declarado lo mismo en sede judicial que en aquella declaración ante la UCO. Se equivocaba, porque en sede judicial había negado lo dicho ante la UCO, y tan solo se había referido al puñetazo en la mesa, pero el caso es que a Raquel no se le permitió contar lo ocurrido, y la versión que quedó es que ella declaró una cosa y después se retractó.

Bueno, hemos visto en este caso retractaciones muchísimo más grandes e importantes, y cambios de versión radicales, al lado de las cuales esta parece ridícula, pero no está de más explicarla, para no dejar ni un cabo suelto.

LA DECLARACIÓN

Esa declaración de Raquel ante la UCO, el 18 de junio de 2014, fue una pesadilla para ella. Durante más de una hora le insistieron, de forma vehemente, para que describiera a Medina como una persona celosa y violenta. Como ella no lo hacía, aumento la frustración de ellos, que con no muy buenos modales le hacían multitud de preguntas, ofreciendo a veces también las respuestas. Ella estaba incómoda, nerviosa, y tan solo quería salir de allí como fuera. Sin embargo, cuando por fin le trajeron la declaración para que la firmara, pudo leer que se afirmaba que ella había dicho que cuando Medina se enfadaba, rompía paredes y puertas a puñetazos.

Pese a su estado, dijo que eso no lo firmaba, que ella no lo había dicho. Los agentes modificaron la declaración, dejando claro que no estaban nada contentos, y cuando le presentaron una declaración en la que simplemente daba puñetazos y portazos, sin romper nada, acabó firmando, pese a que la interpretación de los agentes no se correspondía con lo que ella había contado. Agobiada, decidió que era hora de finalizar aquello. No le quedó buen cuerpo por haber firmado, pero tampoco creyó que fuera tan importante. Hoy nos parece evidente el significado, pero en aquel momento nadie sabía que en unos días iban a detener a Medina.


EN RESUMEN

-Raquel no se contradijo en sus declaraciones. Simplemente, no le hicieron las preguntas apropiadas, y no fue algo casual, sino deliberado para no obtener una respuesta no deseada.

-Fue sometida a un intenso interrogatorio de una hora, en la que los mismos agentes que no tuvieron ocasión para preguntarle si había visto al sospechoso, se empeñaban una y otra vez en que describiera a su antiguo novio como celoso y violento. Ese parecía ser su único objetivo.

-No se la llamó a declarar tras la detención del sospechoso, probablemente porque sabían que iba a declarar haber visto a Medina.

-En cuanto se enteró de que decían que Medina se había marchado antes de hora del supermercado, empezó a contar, de inmediato, que lo había visto dentro a última hora.

-La Juez, pese a tener noticia de ello, decidió no llamarla a declarar hasta diez semanas después.

-Sus declaraciones coinciden y se complementan con las de Marianela.

-Cuando por fin se le preguntó correctamente, pudo responder sin problemas y de forma convincente. 


Resulta evidente el porqué de los ataques contra Raquel, y los pocos disimulados intentos para tratar de asustarla e intimidarla. Pero no es ella quien debe dar explicaciones, como hemos visto. Debe ser la UCO quien explique por qué nunca le preguntó a Raquel por el paradero de Francisco Javier Medina. Debe ser la Juez de Instrucción la que explique por qué no la llamó a declarar cuando tuvo noticia de que afirmaba haber visto a Medina.

El caso de Raquel y como se trataron sus declaraciones nos muestra perfectamente como se desarrolló la investigación y el encarcelamiento de un inocente. 

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APÉNDICE

Una muy breve introducción sobre como interpretar el formato en que se nos presentan las declaraciones policiales y judiciales. Si alguien cree que las preguntas y respuestas que constan en los documentos son transcripciones fieles de las preguntas y respuestas de testigos, acusados, detectives y abogados, se equivoca. Nunca, o casi nunca, ocurre eso.

Lo que encontramos casi siempre es la versión del redactor sobre lo que se ha preguntado y respondido. Algunas veces, las menos, el redactor utiliza un formato que trata de aproximarse al intercambio real entre interrogador e interrogado, pero habitualmente no se toma tantas molestias, reflejando la entrevista según su entender. Generalmente fusionan las respuestas a varias preguntas en una sola respuesta a una sola pregunta, que es a su vez la unión de varias preguntas o una pregunta y varias subpreguntas. 

Algunos llevan el laconismo al extremo de apenas reflejar preguntas, y ofrecer tan solo su versión de las respuestas, mientras que otros se limitan a reflejar preguntas concisas y a concentrar las respuestas. En algunas declaraciones judiciales, a continuación de un genérico A preguntas del letrado xxxx manifiesta: se puede enlazar diez o quince respuestas en un sólo párrafo, sin que se refleje ni una sola de las preguntas correspondientes.

A veces encontramos que ante una pregunta simple de un investigador el interrogado responde con una larga parrafada donde trata varios temas. En ese caso estamos ante una redactor que refleja tan solo la pregunta inicial, o una versión de ella, y omite todas las preguntas que van surgiendo, dando la falsa impresión de que el entrevistado está respondiendo por su cuenta a cuestiones que no se le han planteado. Por otra parte, hay expresiones y frases que difícilmente son utilizadas por la mayoría de los testigos, y que son la versión del redactor de lo que ha respondido el testigo, o, y esto es importante, de su interpretación personal de una o varias respuestas. Esa interpretación personal puede ser totalmente honesta y estar condicionada únicamente por la capacidad y la habilidad de la persona que la efectúa. Pero puede ser bastante tentador utilizar esa autoridad para para proporcionar cierto sesgo, un empuje direccional, a la redacción. 

Omitir ciertas preguntas realizadas, dar una versión estilizada de la, o las respuestas ofrecidas, ocultarlas incluso, … son muchas las oportunidades, y las tentaciones, para resaltar algunas preguntas o respuestas y oscurecer otras. Por otra parte, el hecho de apenas reflejar preguntas, o incluso no hacerlo, provoca que no exista una relación unívoca  entre una respuesta y su presumible pregunta. Así, para determinadas respuestas, son posibles varias preguntas, dejándonos en ocasiones con la duda de a qué pregunta ha respondido realmente un testigo. 

Hay casos donde incluso lo que parecen preguntas y respuestas reales, nos engaña. Un ejemplo:

PREGUNTADO: Si conoce los motivos por los cuales se están instruyendo las Diligencias Previas antes citadas. 
MANIFIESTA: Sí, que son con ocasión de la muerte de Miguel Ángel y su hija María. 

Aquí tenemos un modelo que intenta reflejar una estructura formal de pregunta respuesta, pero no es más que una ilusión. La misma pregunta y respuesta consta en decenas de declaraciones, y salvo que supongamos que se les hizo a todos la misma pregunta (posible) y que todos dieron exactamente la misma respuesta (imposible), tenemos que concluir que la respuesta es un modelo prefabricado que se coloca en lugar de las respuestas reales de los testigos.

Esta variedad de formatos provocan que resulte difícil interpretar correctamente una declaración sin un conocimiento adecuado del contexto, de las circunstancias del caso, e incluso de las declaraciones de otros testigos.