NO ERA EL FINAL
Intuía que la última entrada sobre el crimen de Almonte no iba a ser el final, y como evidencia este escrito, no estaba equivocado. He recibido algunas comunicaciones muy interesantes, y alguna de ellas me ha indicado que no iba muy desencaminado en mis apreciaciones sobre el caso. Reproduzco a continuación uno de los correos recibidos, del que tan solo he eliminado los datos que identifican al remitente.
Esta y posteriores comunicaciones me han demostrado que, a pesar de algunos errores poco importantes, mi aproximación es razonablemente correcta en sus elementos esenciales. Eso ha reforzado mi deseo de profundizar en el caso y tengo decidido dedicar más tiempo y esfuerzo al tema. Me gustaría hablar con las partes implicadas, sobre todo con los abogados, tanto de la defensa como de las acusaciones. Aunque seguramente intentaré establecer contacto en las próximas semanas, si alguno de ellos quiere comunicarse conmigo para darme su opinión o matizar algún dato, puede hacerlo con libertad. Esté de acuerdo o no, publicaré su opinión si así lo prefiere. Hago esta invitación extensible a familiares o amigos tanto de las víctimas como del acusado. Si así lo desean, sus comunicaciones se tratarán de forma confidencial.
Por otro lado, creo que la probabilidad de que alguno de los investigadores de la UCO quiera ofrecerme su opinión o comentar algo sobre el caso es muy reducida, ya que me han dicho que suelen ser muy selectivos en relación con quien hablan y a quien ofrecen información y datos, pero para que no se diga que no lo he intentado, aquí está la invitación.
No oculto que mi opinión sobre este caso es bastante firme, pero no tengo inconveniente en conocer nuevos detalles que puedan matizar o modificar mi punto de vista. Siempre estoy abierto a escuchar y valorar otras hipótesis o interpretaciones de la evidencia.
Desde el último escrito he accedido a nueva información, y a partir de ello quiero comentar algunas cuestiones.
MARIANELA Y LA SALIDA DEL MERCADONA
Yo tenía la impresión de que Marianela había sido mucho más vaga en cuanto a la salida del Mercadona y donde situaba ella a Medina. Lo cierto es que, incluso ya con su novio detenido, ella repitió de forma constante que Francisco Javier Medina había salido con los demás, que estaba allí a la salida, que lo vio, que está segura, que salió junto a ella, que lo vio subirse a su coche en el mismo momento en que ella se subía al suyo. Eso ya lo había dicho poco después del crimen, y en todas las entrevistas con los investigadores, así como en las declaraciones ante la juez de instrucción al poco de la detención.
Existe una grabación entre Marianela y su abogada, del día antes de su primera declaración, que anticipa sus dos declaraciones posteriores ante la luez. Marianela le dice a su abogada (que se queja de que los investigadores le han contado más a Marianela que a ella) que uno de los miembros de la UCO le ha dicho que Medina tuvo tiempo de cometer el crimen después de salir del Mercadona. Su abogada duda, diciendo que ha visto en un informe que el crimen ocurrió a las diez de la noche, y Marianela la corta enseguida y le dice que entonces no puede ser, que Francisco Javier salió junto con ella y los demás, y está muy segura de eso.
Es curioso, porque Marianela no se quiere creer que su novio sea el asesino, pero tampoco lo descarta. Resulta extrañamente racional, y no es una mujer enamorada que defienda la inocencia de Francisco Javier contra viento y marea. Duda. No está del todo segura de lo que ocurrió tras separarse de Medina, recuerda claramente que le extrañó lo que había tardado en llegar a su casa, pero indica claramente que si el crimen ocurrió a las 10 de la noche, entonces no pudo ser él, y es tajante en ello. Vacila constantemente entre las dudas que le provoca la seguridad de los investigadores, que le ha dicho estar completamente seguros de que él es el culpable, y su propia experiencia de convivencia con Medina. No le notó nada raro, ni el día del crimen, ni después, jamás sospechó de él, y la enerva la posibilidad de que la pudiera tener engañada durante más de un año. Duda, duda, duda… salvo en un extremo: Francisco Javier Medina salió con ella y los demás esa noche sobre las 22:05, y es de lo único de lo que está completamente segura.
En ese momento ella no sabe que la hora de la muerte se ha fijado con bastante precisión para poco antes de ese momento. Le han dicho, o al menos insinuado, que el crimen tuvo lugar después de salir del Mercadona, tras separarse de Francisco Javier. Esto resulta crítico, porque posteriormente se ha intentado explicar esa seguridad inicial de Marianela como la declaración de una mujer ciega y enamorada que estaba tratando, tal vez de forma inconsciente, de proporcionar una coartada a la persona de la que dependía emocionalmente.
Pero resulta evidente que eso no es cierto. No solo no le proporciona una coartada para el momento en que le han dicho que tuvo lugar el crimen, sino que declara algo que puede perjudicar y provocar sospechas sobre Francisco Javier, que cuando llegó esa noche con la película y la cena le hizo notar lo mucho que había tardado. En ese contexto, que nunca debemos perder de vista, insistir en que él salió del trabajo junto con ella y los demás, no le aporta ninguna ventaja ni alivio a Medina, y por eso resulta tan importante. La explicación para que ella declare eso con tanta seguridad resulta bastante simple: es lo que ocurrió. Lo que necesita de otro tipo de explicación más compleja es el cambio posterior.
Cuando su abogada le pregunta quien más salió con ellos esa noche, ella le contesta: Pues la gente del turno, pero yo que coño se la gente que estaba conmigo en el turno esa tarde. ¿Pero tu te crees que yo me voy a acordar quien estaba conmigo en el turno? Después intenta recordar, y ofrece algunos nombres de forma tentativa. Francisco Javier Medina era la persona de la que estaba enamorada, por la que había abandonado a su marido y su casa, y de la que estaba pendiente. Ella sabía donde estaba él, y si estaba siempre atenta, ese día más, con Raquel en su turno. Marianela estaba dispuesta a aceptar que Medina era el asesino, y le dijo a su abogada que en ese caso sería la primera en ir contra él.
La firmeza de Marianela en cuanto a que Medina salió con los demás garantizaba una absolución en el juicio en caso se seguir adelante, así que solo quedaban tres opciones.
1) Retirar la acusación contra él.
2) Detener a Marianela como cómplice o encubridora.
3) Conseguir que Marianela cambie su declaración.
Seguramente se barajó la segunda opción, pero finalmente, y tras mucho trabajo y un constante asedio desde varios puntos, lograron la tercera. Resulta notable la habilidad de los miembros de la UCO para este tipo de cosas. Como Marianela era más que firme en su declaración de que Francisco Javier había salido junto a ella, le dijeron que este había tenido tiempo de cometer el crimen tras salir del trabajo, haciéndola creer que este se había cometido más tarde, cuando los agentes sabían perfectamente que este había tenido lugar sobre las diez de la noche. Dejo a juicio del lector la calificación de este proceder, si es un engaño, una mentira, o una artimaña, pero no me negarán que resulta hábil.
La iban a intentar convencer de la culpabilidad de su novio orillando el espinoso asunto de la hora. Como ella estaba completamente segura y se cerraba en banda sobre la salida del Mercadona, la convencieron con otros elementos, y una vez que ella aceptó la culpabilidad, ya se la podía persuadir de que realmente no lo había visto salir. No se podía eliminar de repente la parte más detallada, en la que ella recordaba verlo subir a su coche a la vez que ella subía al suyo, pero si la parte de la salida, en que no sabía si él iba delante o detrás, ni con cuantos compañeros habían salido, ni quienes eran.
El procedimiento es muy interesante. Había dos elementos principales para decidir sobre la posible culpabilidad de su novio, el ADN (que Marianela no entiende, y sobre el que tiene que fiarse de la opinión de terceros), y el paradero de Medina, ¡para el cual ella es la principal prueba! Lo que hacen los miembros de la UCO es convencerla de que Medina es culpable sin utilizar la hora del crimen, persuadiéndola de que en realidad era la víctima de un sujeto celoso y controlador, y de que había asesinado a su hija y al padre de esta. Una vez que ella acepto eso como un hecho, ya se podía volver a la hora.
Resultaba evidente que si:
1) Francisco Javier Medina era culpable
y
2) El crimen se cometió sobre las diez de la noche,
entonces:
Francisco Javier Medina no podía estar dentro del Mercadona a esa hora, y no pudo salir con los demás y con ella.
La conclusión resulta inevitable a partir de las premisas. El problema es que se ha tergiversado totalmente el análisis, y se ha convertido la conclusión (la culpabilidad o no de Medina), en una premisa, y una de las premisas (la estancia o no del acusado dentro del lugar del trabajo a cierta hora) en la conclusión. Ciertamente brillante, y algo diabólico también.
IMPARCIAL
Me han reprochado que no soy imparcial, o que he tomado partido claramente. No pretendo ser imparcial, y no tengo porque serlo. Lo era cuando empecé a estudiar el caso, pero el análisis me llevó a una conclusión bastante firme. Yo trato los casos según mi parecer, y no pretendo realizar una exposición aséptica y neutral, sino dar mi opinión. Lo único que puedo garantizar es que en la formación de mi opinión he intentado analizar la evidencia disponible sin prejuicios, y he tratado de estudiar todos los ángulos. No me liga ningún interés profesional, económico, o emocional, con ninguna de las partes, y analizo este caso con el mismo interés que los otros que he tratado.
De todos modos, soy sensible a esta crítica, y por eso ofrezco la oportunidad de escuchar, analizar y publicar otras interpretaciones.
Otra persona me ha hecho notar algo muy interesante, y es cuando cuando tiene lugar un crimen y hay un triángulo amoroso por medio, el agresor suele ser el marido abandonado, y las víctimas la esposa o el amante de esta. Pero en este caso se nos dice que ha ocurrido justo al revés.
MERCADONA
Hay supermercados Mercadona por toda España, con los mismos, o muy similares, procedimientos y sistemas. Hay más de 70.000 personas trabajando en ellos, lo que significa seguramente más de un millón de familiares y amigos de esos trabajadores. Cualquiera de esos amigos o familiares puede preguntarles sobre sus sistemas de trabajo y si ellos pueden escaparse una hora antes de terminar sin que nadie note su falta. Como en casi todos los trabajos, resultaría algo extremadamente difícil para un trabajador de base que efectúa su tarea a la vista de todos.
LA SENTENCIA Y EL RECURSO
La fiscalía y la acusación (ahora conjunta de Marianela y la familia de Miguel Angel) han recurrido la sentencia. Hay ciertas cuestiones puramente jurídicas que no me siento capaz de valorar, pero la argumentación en los medios de los abogados (los antiguos y el nuevo) y del propio Aníbal Domínguez, hermano de Miguel Angel, me parecen poco convincentes.
Es lícito poner en duda la misma institución del jurado, pero hacerlo tras el veredicto, solo porque este no es el deseado, parece más una pataleta que una argumentación seria.
Tampoco parece un argumento de peso quejarse de que el jurado haya dado igual validez a las opiniones de los peritos de la defensa que de los oficiales. O pretender que el jurado tuviera que aceptar como prueba de cargo las decisiones de jueces o tribunales previas al juicio, o las opiniones de los investigadores afirmando que están seguros de la culpabilidad del acusado.
En tal caso, sobrarían los juicios, y bastaría para dictar sentencia un informe policial, o como mucho, la valoración de un juez instructor.
La queja acerca de la poca motivación del veredicto obvia la propia naturaleza del jurado. Antes de nada, aclarar que yo opino que la obligación que tiene el jurado de motivar el veredicto significa una falta de confianza, bastante contradictoria con la misma institución, pero el hecho es que la ley obliga a la motivación sucinta, y la juez consideró que el veredicto estaba suficientemente motivado, y ella misma, en la redacción de la sentencia, razonó y argumentó de forma convincente.
Porque en realidad, el caso contra Francisco Javier Medina se puede plantear en términos muy simples. Parece que el jurado captó esto bastante mejor que las acusaciones, que se quejan de que en el veredicto tan solo tienen en cuenta cuatro o cinco pruebas o testimonios, entre más de cien. Pero ellos, el jurado, parecieron entender que casi todos esos testimonios no eran más que fuegos artificiales.
Todas las declaraciones dirigidas a mostrar el carácter del acusado, tanto por parte de la acusación como de la defensa podrían ser eliminadas sin que cambiara mucho. En todo el caso contra Medina hay dos elementos críticos, el ADN y la localización del acusado a la hora del crimen. Todo lo demás es de importancia secundaria.
Los jurados consideraron las dos posibilidades (hay otras) que se les plantearon sobre como llegó el ADN del acusado a las toallas, y decidieron que no había forma de elegir entre las dos. Un muy prestigioso experto en ADN defendió la tesis de que la cantidad de ADN hallado en las tollas y la falta de otros restos reconocibles (pelos, sangre, piel, saliva, …) hacían más probable una transferencia indirecta. Los peritos del Instituto Nacional de Toxicología, por su parte, estimaron que los resultados eran compatibles con una transferencia directa, pero sin descartar una transferencia secundaria. Es decir, no se puede determinar con un grado de certeza razonable la forma en que el ADN del acusado llegó a las toallas.
Con ese empate en el ADN, el elemento decisivo para decidir sobre la culpabilidad de Francisco Javier Medina es su paradero en el momento de los asesinatos, y ahí la defensa ganó de forma nítida. No hay ningún testimonio que sitúe a Medina en el lugar del crimen o sus inmediaciones a las hora en que se cometió este, aproximadamente las 22:00 horas. Por contra, hay varios testimonios contundentes que lo sitúan a esa hora en su lugar de trabajo, y el más contundente de todos es el de Marianela Olmedo. Desde el primer momento, y durante 15 meses, Marianela declaró muchas veces que su novio había salido del Mercadona junto a ella y los demás, y que estaba segura de ello. Que más tarde, sometida a un lavado de cerebro y a un asedio emocional, cambiara su declaración, no puede hacernos olvidar su constante seguridad sobre el asunto.
Raquel y otra compañera de trabajo confirmaron ese extremo, y el testimonio de la primera, sobre todo, es decisivo. Si se hubieran presentado testimonios contradictorios que situaran a Medina cerca del lugar del crimen a esa hora, sería una tarea difícil dilucidar donde está la verdad, pero no los hay, no hay nada
Esa imposibilidad de situar al acusado cerca del lugar del crimen hizo que los investigadores utilizaran el más que dudoso testimonio de dos hombres, que incluso en el caso de ser verídico tan solo situaría al acusado fuera de su lugar de trabajo (pero lejos del lugar del crimen) entre hora y media y dos horas antes de los asesinatos. Pero ni eso puede ser, ya que a la hora que ellos indicaron para el encuentro con el acusado, este estaba en su trabajo, como demuestran las cámaras de forma irrebatible.
De modo que hay varios testimonios que indican que Francisco Javier Medina estaba en su lugar de trabajo a la hora del crimen, y no hay ninguno que lo contradiga. Si las dos opciones que se le plantearon al jurado respecto al ADN son posibles, y no hay un criterio evidente para decidir entre ellas, y a la vez hay testimonios que sitúan al acusado lejos del lugar del crimen a la hora de este, y ninguno de lo contrario, es más que razonable el veredicto de no culpabilidad. Y no sé porque la fiscalía y la acusación creen que en un nuevo juicio un nuevo jurado decidiría de otra forma con la misma evidencia.
Salvo que se pretenda convertir este en uno de esos casos mediáticos en los que se condena en los programas de televisión durante meses o años, para que los posibles jurados ya lleguen predispuestos. Algo de esto ya se ha visto tras el juicio. Periodistas y criminólogos pontifican sobre el caso a partir de cuatro datos o simplemente siguiendo lo que les filtran desde la acusación, y en algunos casos no conocen ni siquiera los elementos más básicos. En un programa de televisión tras el juicio, con varios expertos y un familiar de las víctimas presente (este por vía telefónica), la presentadora dijo dos veces que el ADN de Medina se encontró en la toalla ensangrentada, sin que ninguno de los presentes la corrigiera. Ese es el nivel.
Tengo la intención de volver a escribir sobre este caso en no mucho tiempo. Estén pendientes.