jueves, 8 de noviembre de 2018

El crimen de Almonte (XIII): Las declaraciones de Raquel

INTRODUCCIÓN

Raquel G. es el objetivo de algunos de los más feroces ataques desde el entorno de la acusación. La difaman con mentiras e infundios, animando además a sus esbirros para que la confronten en su lugar de trabajo, algo realmente abyecto, pero acorde con los personajes que están detrás de esa campaña.

Según difaman, Raquel habría mentido al declarar que vio a Medina en el supermercado en momentos muy cercanos a la hora de salida, algo que de ser cierto implica la imposibilidad de que él fuera el autor del doble crimen. Sobre la motivación para esa supuesta mentira han estado dando palos de ciego y mintiendo, a partes iguales. Han señalado que Raquel y Medina habían sido novios durante diez años, olvidando informar de que habían roto definitivamente dos años antes del crimen, y que cuando ella declaró en el juicio llevaban seis separados.

Posteriormente, y como lo anterior tan solo parecía convencer a los más sectarios, optaron por la patraña directa, afirmando que Raquel y Medina habían retomado su relación a partir de octubre de 2017. Esto, que es una invención pura, fue difundido por periodistas tontorrones y otros personajes con pocas luces, que creyeron así obtener una motivación para el sentido de la declaración de la testigo. Porque ese ha sido siempre el talón de Aquiles de los que afirman que Raquel ha mentido, la falta de un móvil. Han sido incapaces de presentar una razón creíble para ese alegado perjurio, y de ahí las mentiras e invenciones.

El análisis de las declaraciones de Raquel nos proporcionará una excelente panorámica de como se construyó el caso contra Francisco Javier Medina, y en último término quedará claro que quien tiene que dar explicaciones no es ella, sino la UCO, la fiscalía y la Juez de Instrucción.

Trataré por separado las dos cuestiones más polémicas (la estancia de Medina en el supermercado, por un lado, y su comportamiento y carácter, por otro), pero trataré de seguir un orden cronológico en cada una de ellas. He colocado al final del escrito, en forma de apéndice, unos breves apuntes que tratan de explicar como funcionan y se reflejan en papel los interrogatorios verbales, policiales y judiciales. Iba a ser una introducción, pero me han convencido de que es aburrido y espantaría a muchos lectores, así que lo dejo para el final. De todos modos, recomiendo su lectura antes de continuar.

1ª PARTE: ¿DÓNDE ESTABA MEDINA A LA HORA DEL CRIMEN?


Es el punto decisivo de este caso. Si Francisco Javier Medina estaba en el supermercado a la hora de salida, sobre las diez de la noche, es evidente que no pudo ser el autor del crimen, cometido aproximadamente a esa hora.

Los agentes de la UCO verificaron muy pronto (se supone que son muy buenos y que hacen bien su trabajo) que Medina había estado en su lugar de trabajo y ya no fue considerado seriamente como sospechoso. Pero cuando los resultados del laboratorio indicaron que había ADN suyo en tres toallas, decidieron que él era el culpable, y a intentar persuadir de eso a los demás dedicaron todo su esfuerzo, aunque ello significara poner en duda su trabajo anterior.

Y es que no se puede sostener a la vez que la UCO investigó muy bien el caso y que Medina no estaba trabajando. Si se afirma que Medina no estaba en su lugar de trabajo, entonces hay que admitir que la UCO se equivocó gravemente a la hora de verificarlo, y podemos dudar de todas las verificaciones realizadas sobre donde estaban otros posibles sospechosos. Si queremos sostener que son grandes investigadores, entonces verificaron correctamente en su momento el paradero del Francisco Javier Medina, y lo que hay que explicar es el cambio posterior. Pero hay que elegir, las dos cosas a la vez no pueden ser.

Algunos desde el entorno de la acusación están afirmando, en fechas recientes, que Medina fue el principal sospechoso de la UCO desde el primer momento. Es rotundamente falso, y además contradice a la propia UCO, pero de todos modos es muy fácil de demostrar la falsedad de la afirmación, una mas, y lo haré de forma contundente en un próximo escrito.

Podemos ya intentar analizar lo declarado por la testigo Raquel G. Esta prestó declaración antes del juicio en tres ocasiones, las dos primeras ante la Guardia Civil, y la tercera ante la Juez de Instrucción.

1) Declaración ante la UCO, el 4 de mayo de 2013, una semana después del crimen.

2) Declaración ante la UCO el 18 de junio de 2014, una semana antes de la detención de Francisco Javier Medina.

3) Declaración en el juzgado el 26 de septiembre de 2014, cuando Medina llevaba 3 meses encarcelado.



Primera declaración ante la UCO. 4 de mayo de 2013

Transcurrida una semana desde el crimen, la UCO realizó una entrevista bastante corta y centrada en otros asuntos, y ya al final de la misma:

PREGUNTADA por el turno de trabajo en el que desarrollo su labor en Mercadona.

MANIFIESTA que como debía una tarde de sábado a una compañera con la cual había hecho un cambio anteriormente, comenzó su jornada ese día a las 19:00 horas, coincidiendo por lo tanto con Marianela y Francisco Javier. Finalizo su jornada a las 22:00 horas al igual que todos sus compañeros, no marchándose nadie anteriormente a esa hora, que esto lo suele controlar el coordinador de empleados, José Luís Araixa. Ella se fue la última junto con otros dos compañeros, Alfonso y Josefi, marchándose sobre las 22: 15 horas. Ella no se percató del momento en el que se fueron Marianela y Francisco Javier, pero seguro que no pudo ser antes de las 22:00 horas. 

Parece evidente que todas estas respuestas no corresponden a la única pregunta que las antecede, sino a varias preguntas encadenadas, cuyo formato real tan solo puede ser conjeturado a partir de las citadas respuestas. (ver Apéndice)

En algún momento le preguntaron a Raquel si se marchó alguien antes de la hora, y ante su respuesta negativa, parece que le preguntaron sobre quien controlaba eso. Su respuesta es errónea, ya que el jefe de la tienda se marchaba casi siempre antes de la hora de salida del resto. Casi al final le preguntaron si se había fijado en el momento en que habían salido Marianela y Francisco Javier, respondiendo ella que no, añadiendo a continuación un sorprendente: pero seguro que no pudo ser antes de las 22:00 horas, que da la impresión de que es una añadido final, cuando es casi seguro que fue la respuesta a una nueva pregunta: Pero, ¿pudieron haberse marchado antes de las diez?, o algo similar. Y falta la pregunta que cualquiera haría a continuación, ¿cómo lo sabe?, o bien, ¿por qué está tan segura? Nos falta el contexto, y Raquel no recordaba, más de un año después, a que se debía esa respuesta, sin descartar que su seguridad fuera porque los había visto poco antes de salir. 

Hay que señalar algo determinante para la correcta comprensión del asunto, y es que Raquel estuvo trabajando en la carnicería desde algún momento posterior a las 21:30, hasta el momento en que salió, sobre las 22:15 horas. Como desde la carnicería no se podía ver la salida, no pudo ver salir a nadie más que los que salieron junto a ella. Ni a Medina, ni a Marianela, ni al resto. Pero que no los viera salir no significa que no los viera justo antes de salir.

Y es que, y debemos tenerlo en cuenta para más adelante, los investigadores no le preguntaron si había visto a Medina o a Marianela entre las 9 y las 10 de la noche, seguramente porque daban por hecho que los había visto. Considero bastante probable que de algunos comentarios durante la entrevista extrajeran la conclusión de que ella los había visto allí dentro poco antes de salir. En caso contrario, no tiene sentido que no le preguntaran directamente por ello.

Declaración ante la UCO. 18 de junio de 2014

A diferencia de la primera entrevista, en la que estaban dando palos de ciego, en el momento de esta segunda entrevista con Raquel, los miembros de la UCO ya tenían un objetivo único: Francisco Javier Medina. La declaración de la testigo se enmarca en una ronda de entrevistas previa a la detención del sospechoso, en la que los agentes trataban de obtener información que confirmase su caso, pero, y esto es lo más importante de todo, sin que apareciese información que lo pudiera echar a perder. 

Las preguntas que realizaban estaban dirigidas a obtener ciertas respuestas, y además a no obtener otras que serían, digamos, peligrosas. Debemos tener esto siempre presenta a la hora de analizar las declaraciones de Raquel y los demás testigos que prestaron declaración en los días previos a la detención.

Esta segunda declaración se centró en su relación con Medina, y en sus relaciones y conflictos con Miguel Ángel y Marianela. Tan solo al final, y tras repetir prácticamente lo mismo que en la primera en cuanto a su trabajo de última hora en la carnicería, y la hora a la que salió y con quien salió, se le preguntó:

PREGUNTADA: Si recuerda qué personas se encontraban con ella cuando finalizó su turno en Mercadona el día 27/04/13 y como se fueron cada una, así como si observó a alguna persona merodeando por las inmediaciones.

MANIFIESTA: Que como ha dicho, salió la última en unión de Josefi y de Alfonso, saliendo por la puerta del almacén, junto con el Gerente B, desconociendo quienes salieron antes y en qué orden. Del mismo modo, no vio a nadie merodeando por las inmediaciones del supermercado.

Esta es la gran polémica sobre las declaraciones de Raquel. Responde que no sabe quien salió antes que ella, cuando por respuestas anteriores debería estar claro para sus entrevistadores: ¡Todos los demás! Por la misma razón, la pregunta en cuanto al orden de salida está de más. Incluso obviando la respuesta a la pregunta anterior, ya ha declarado más de una vez que estuvo todo el tiempo en la carnicería, y desde allí no se puede ver la salida, por lo que es imposible que viera a nadie salir, y por tanto, que supiera en que orden lo habían hecho. Parecen preguntas preparadas expresamente para evitar respuestas no deseadas. En ese momento ya no es una investigación para descubrir la verdad. 

Es muy fácil de entender cuando se quiere entender. Raquel no vio salir a nadie porque no podía ver salir a nadie, y nunca pretendió tal cosa, ni antes ni después de esta declaración. Lo más importante no son las preguntas efectuadas, o las respuestas que ofreció ella, lo más importante son las preguntas que NO se hicieron. De nuevo, no se le preguntó si había visto a Francisco Javier Medina en el supermercado, algo realmente notable. Está claro que temían la respuesta, y que como sospechaban que no les iba a gustar, decidieron no hacerla, al menos oficialmente (ver Nota). No es un caso aislado, porque a ninguno de los testigos se les preguntó, pero este es un caso especialmente llamativo, porque ella era una testigo clave. 

(Nota: Estoy suponiendo que realmente no se le preguntó a Raquel si había visto a Medina y Marianela a última hora, porque no está reflejado en el acta de la entrevista. Ella cree que sí se le preguntó, o que al menos se habló de ello, pero como no quedó reflejado en las actas y no hay pruebas, ahí lo dejamos)

La posible excusa de que de hacerlo podrían haber dado pistas sobre detrás de quien iban, y poner en peligro su caso, no se sostiene. En primer lugar porque podrían haber preguntado si había visto a Medina junto con preguntas sobre si había visto a otras personas, lo que eliminaría ese peligro, y en segundo lugar porque no tuvieron inconveniente en hacerle a Raquel multitud de preguntas sobre su ex novio, lo que ya la habría podido poner en guardia.

No, la razón es que habían decidido culpar a Medina, y no querían que alguien dijera haberlo visto allí cuando no debía estar. Ya tenían el problema de Marianela, que afirmaba haberlo visto salir, así que como apareciesen una o dos personas más, el caso se les podía venir abajo. Para evitar riesgos, mejor no preguntar; ojos que no ven, corazón que no siente. Me imagino el estupor de muchos lectores al darse cuenta de que decidieron detener y culpar a una persona sin preguntar a ninguno de los posibles testigos si lo habían visto, pero es lo que se hizo, ni más ni menos.

Pero esa ronda de entrevistas permitió a los investigadores de la UCO conocer, o intuir, quienes podían ser un problema y quienes podían jugar a su favor. Así que cuando se efectuaron las nuevas entrevistas tras la detención del sospechoso, se eligió cuidadosamente a quien llamar. No a alguien como Raquel, que junto con Marianela era la persona que con más probabilidad podría dar cuenta del paradero de Medina esa noche. No a ella, o a otros posibles testigos que podrían dar respuesta inconvenientes, se eligió a unos pocos trabajadores del Mercadona, entre los más de veinte que trabajaron en aquel turno. Seguramente aquellos que sabían, o intuían, que no iban a decir nada que los pusiera en aprietos. 

La acusación pretende que esa segunda declaración de Raquel implica que no vio a Medina dentro del supermercado durante esa última media hora crítica, pero si eso fuera cierto, carece de sentido que no la llamaran de nuevo a declarar, y que tuviera que hacerlo meses después a petición de la defensa. Si de su entrevista hubieran deducido que no lo vio, no habrían dudado en llamarla, porque era el único testimonio que podría contrarrestar el del Marianela. ¿Por qué no lo hicieron entonces? Creo que es muy fácil de explicar, porque o bien les había dicho que lo había visto, o bien lo dedujeron de algunas de sus respuestas. En cualquier caso, es seguro que no entendieron que su testimonio perjudicara a Medina.

No fue hasta su tercera declaración, ya en septiembre de 2014, 17 meses después del crimen, y cuando el sospechoso llevaba 3 meses en la cárcel, cuando alguien le preguntó por primera vez, de forma oficial, si había visto a Francisco Javier Medina en los momentos previos a la salida del supermercado. Una de las testigos clave, y se les había olvidado hacerle la pregunta decisiva.


Declaración en el Juzgado. 26 de septiembre de 2014

Finalmente alguien le preguntó a Raquel si había visto a Marianela y Fran esa tarde entre las 19:00 y las 22:15, horario en el que estuvo en la tienda. A Marianela la vio al entrar, pero después ya no la vio mientras estuvo en la caja, hasta aproximadamente las 21:25, ya que ambas estuvieron en líneas de caja distintas. A Medina lo vio pasar varias veces.

Cuando cerraron las cajas le preguntó al encargado si iba a su sección habitual (panadería), pero este le dijo que fuera a carnicería, que allí necesitaban ayuda. Afirmó que llegó a carnicería sobre las 21:40 o 21:45, 

Desde allí pudo ver claramente, en varias ocasiones, tanto a Medina como a Marianela, trabajando en las estanterías, entre las 21:40 y las 22:00. Desde su posición se veía todo el pasillo que llegaba hasta la puerta que daba acceso a los dos almacenes. Afirmó que la limpieza de las bandejas de carnicería la efectuaba de espaldas al pasillo, pero añadió enseguida que para colocarlas se tenía que girar continuamente, pudiendo ver por tanto a quien pasaba por el pasillo, o a quien estaba trabajando en las estanterías. 

La clave es pudiendo. Podía ver a cualquiera si en ese momento estaba mirando hacia la tienda, o podía no ver a alguien si cuando pasaba estaba de espaldas. Ella afirmó haber visto pasar a Medina por el pasillo muy poco después de las 22:00 horas. Es importante insistir en que Raquel no vio salir, o sea, abandonar el supermercado, ni a Medina ni a nadie. Ella tan solo pudo ver como pasaba por el pasillo que daba acceso a los almacenes, desde donde se salía. 

Resumiendo, Raquel pudo ver claramente a Francisco Javier Medina poco antes de las diez de la noche, trabajando en las estanterías, y lo pudo ver claramente poco después de las diez, atravesando el pasillo que llevaba a los almacenes. Cuando finalmente se le efectuaron las preguntas adecuadas, pudo responder con claridad, al menos con toda la claridad posible después de 17 meses.

El Juicio

La declaración de Raquel durante el juicio fue muy similar a esta última en el juzgado. El fiscal y los abogados de la acusación trataron de poner en duda su testimonio, pero no resultó del todo bien. El Fiscal, sobre todo, fue especialmente tímido, probablemente porque no quería que saliera a relucir que nunca le habían llegado a preguntar oficialmente a una testigo clave por el paradero del sospechoso, y que había tenido que hacerlo la defensa. Las acusaciones trataron de desacreditar su testimonio, incidiendo en el hecho de que ella no recordara a otras personas, aparte de Marianela, Medina y los que habían salido con ella. 

Pero eso era una estrategia endeble, porque el jurado, y cualquier observador imparcial, podía entender la razón por la que se había fijado en ellos y no en otras personas. La absurda hipótesis, tímidamente propuesta, de que ella podría cometer perjurio debido a su relación de diez años con el acusado no se sostiene, y el jurado no se la creyó. En primer lugar porque habían roto definitivamente más de dos años antes, y en segundo lugar porque no tenían ninguna relación, ni siquiera se hablaban. 

Una vez que los miembros del jurado se hicieron cargo de la relación que unía a la testigo con Marianela y Medina, entendieron enseguida la razón por la que su testimonio era fiable en cuanto a ver al acusado. Marianela y Raquel eran las dos testigos a las que no se les habría pasado donde estaba la otra, y donde estaba Francisco Javier Medina.

Raquel insistió durante el juicio en que ella no controlaba donde estaban ella o él, pero lo cierto es que todos, incluidos los jurados, entendieron lo que ocurría: 

Yo no lo controlaba, pero para mí no era agradable…

Aunque yo no la controlara. Pero se las daba de “aquí estoy yo” (refiriéndose a Marianela)

Estaba temiendo un enfrentamiento, como los que habían ocurrido ya, y por eso no dejaba de fijarse en ellos. De hecho, Marianela era perfectamente consciente de la presencia de Raquel, y no dejó pasar la ocasión de hacerse notar.

Hay que señalar que hubo bastante confusión en las preguntas de los abogados y las respuestas de Raquel, y a veces parecían estar hablando de cosas distintas. La culpa fue, en este caso, de la Magistrado Presidente, que negó una pretensión más que razonable de la defensa, la de que se mostrara un plano del supermercado durante la declaración de Raquel, para que pudiera ir indicando dónde estaba ella trabajando, dónde vio a Medina, dónde estaba Marianela, ...etc. Porque ella conocía bien la distribución del supermercado, pero los jurados y algunos abogados no, y eso explica algunas preguntas y respuestas. 

Además, hubo cierta confusión en cuanto a lo que le estaban preguntado a Raquel durante el juicio, ya que en ocasiones no se distinguía bien entre tres momentos claramente definidos: 

-La salida, que ella no pudo ver desde su posición.

-El intervalo inmediatamente anterior a la salida, entre las 22:00 y las 22:05.

-Entre las 21:40 y las 22:00, mientras podía ver desde la carnicería a sus compañeros trabajando.

Algunos abogados, cuando preguntaban, no precisaban correctamente a cual de estos momentos se estaban refiriendo, y ella respondía a lo que interpretaba que le preguntaban. Si unimos a esta confusión la confusión de fiscal y abogados al no tener un conocimiento adecuado sobre la distribución del supermercado, el resultado fue el previsible, un interrogatorio confuso.


MEDINA ESTABA EN EL SUPERMERCADO A LA HORA DEL CRIMEN

No hay contradicción entre las distintas declaraciones de Raquel G. No le hicieron las preguntas adecuadas, en un caso, y evitaron hacérselas, de forma deliberada, en otro. Vio claramente a Francisco Javier Medina en el supermercado, en varios momentos entre las 21:40 y probablemente las 22:00, y finalmente en algún momento cercano a las 22:05, dirigiéndose al almacén de salida.

Sus declaraciones se complementan con las de Marianela, que lo vio en dicho almacén de salida, lo vio saliendo, lo vio delante de ella, y lo vio subirse a su coche. Las dos únicas personas con motivo para recordar la situación de Medina lo recordaban con claridad, y lo vieron varias veces, en varios lugares, dentro y fuera del supermercado, entre las 21:40 y las 22:09. 

Que después convencieran a Marianela para que cambiara su testimonio, y que  quieran poner en duda el de Raquel, no oscurece el hecho de que, para cualquier persona imparcial, la evidencia que sitúa a Francisco Javier Medina dentro del Mercadona a la hora del crimen es concluyente y definitiva.


EL PERIODO INTERMEDIO

No quiero dejar de referirme a lo sucedido entre el 18 de junio (declaración ante la UCO) y el 26 de septiembre (declaración en el juzgado), porque resulta muy instructivo. Hemos visto como no volvieron a llamar a declarar a Raquel tras la detención de Medina, probablemente porque sabían, o sospechaban, lo que iba a decir.

El problema para la fiscalía y la Juez de Instrucción es que supieron muy pronto que Raquel afirmaba haber visto a Medina en la tienda en el horario crítico, y a pesar de ello, decidieron no hacer nada, demostrando así que el objetivo no era hallar la verdad.

Pocos días después de la detención de Medina, el 8 de julio, Marianela declaró en el juzgado y le dijo a la Juez que le habían dicho que Raquel afirmaba haber visto a Medina en el Mercadona. Marianela no sabía a qué franja horaria se refería Raquel, pero cualquiera podía entender que tenía que tratarse de una hora crítica, ya que casi todo el mundo había visto a Medina en el supermercado esa tarde.

¿Qué hizo la Juez ante esa información decisiva? Nada. Con el sospechoso en la cárcel, no hizo nada durante más de dos meses y medio. Solo ante la insistencia de la defensa, y a finales de septiembre, se dignó por fin a permitir que la testigo hablara. Eso sí, para entonces Marianela se había puesto en formato donde dije digo, digo Diego, y comenzaron a convencerla de que tal vez no lo había visto en tal sitio, y después tal vez tampoco en este otro… Ya se sabe el resultado: de nuevo quedaba un solo testigo del paradero de Medina a las diez de la noche.

Póngase el lector en la situación de un juez y un fiscal que buscan la verdad ante todo. Hay unas pruebas de ADN confusas, pero que sirven para mandar a prisión a una persona, pese a que hay una testigo que lo sitúa en otro lugar en el momento en que se cometía el crimen. Y unos días después de enviarlo a prisión, durante los interrogatorios, un testigo ofrece información de que Raquel G está afirmando haber visto al encarcelado en su lugar de trabajo, probablemente cerca de la hora de salida. ¿Que harían ustedes? Supongo que llamarla a declarar de inmediato para aclarar el tema y encontrar la verdad, tratar de averiguar si la persona encarcelada pudo cometer el crimen. Dos testimonios, claramente independientes y no relacionados, de que Francisco Javier Medina estaba en su lugar de trabajo, habrían sido demasiado, así que se supone que era del máximo interés llamarla a prestar declaración.

Pues no. Juez y fiscalía no la llamaron, algo realmente inaudito. Lo que hicieron fue dejar pasar el tiempo mientras tenía lugar el trabajo de zapa psicológica sobre Marianela. Y resultó, porque para cuando por fin le tomaron declaración a Raquel, Marianela ya había cambiado su versión.


2ª PARTE:. EL CELOSO


Al igual que se puede afirmar que no hay contradicción en las declaraciones de Raquel sobre si vio a Medina en los momentos previos a la salida, hay que reconocer que sí la hay respecto a un tema en concreto. No sobre el carácter de su ex-novio, al que siempre ha descrito como tranquilo y nada celoso. Sin embargo, hay algunas contradicciones entre lo que refleja la segunda declaración ante la UCO, y la efectuada en el juzgado. Concretamente, ante la UCO:

… y las discusiones entre la dicente y MEDINA eran más intensas, llegando MEDINA a dar portazos y puñetazos a las paredes, rompiendo la relación· definitivamente hace 3 años.

Sin embargo, en el juzgado, negó lo anterior, reflejando únicamente que alguna vez, cuando estaban comiendo y discutiendo, Fran había dado un puñetazo en la mesa. Durante el juicio se trató de resaltar esa discrepancia, y posteriormente, desde el entorno de la acusación se le ha dado una importancia desmesurada. 

Durante el juicio, y cuando se le planteó que había declarado eso ante la UCO, Raquel pidió permiso para explicarlo. Una sorprendida y dubitativa Juez le concedió inicialmente permiso, pero la cortó de inmediato, sin siquiera dejarla terminar ni la primera frase. Dijo la Juez, para justificar dicha interrupción, que la testigo había declarado lo mismo en sede judicial que en aquella declaración ante la UCO. Se equivocaba, porque en sede judicial había negado lo dicho ante la UCO, y tan solo se había referido al puñetazo en la mesa, pero el caso es que a Raquel no se le permitió contar lo ocurrido, y la versión que quedó es que ella declaró una cosa y después se retractó.

Bueno, hemos visto en este caso retractaciones muchísimo más grandes e importantes, y cambios de versión radicales, al lado de las cuales esta parece ridícula, pero no está de más explicarla, para no dejar ni un cabo suelto.

LA DECLARACIÓN

Esa declaración de Raquel ante la UCO, el 18 de junio de 2014, fue una pesadilla para ella. Durante más de una hora le insistieron, de forma vehemente, para que describiera a Medina como una persona celosa y violenta. Como ella no lo hacía, aumento la frustración de ellos, que con no muy buenos modales le hacían multitud de preguntas, ofreciendo a veces también las respuestas. Ella estaba incómoda, nerviosa, y tan solo quería salir de allí como fuera. Sin embargo, cuando por fin le trajeron la declaración para que la firmara, pudo leer que se afirmaba que ella había dicho que cuando Medina se enfadaba, rompía paredes y puertas a puñetazos.

Pese a su estado, dijo que eso no lo firmaba, que ella no lo había dicho. Los agentes modificaron la declaración, dejando claro que no estaban nada contentos, y cuando le presentaron una declaración en la que simplemente daba puñetazos y portazos, sin romper nada, acabó firmando, pese a que la interpretación de los agentes no se correspondía con lo que ella había contado. Agobiada, decidió que era hora de finalizar aquello. No le quedó buen cuerpo por haber firmado, pero tampoco creyó que fuera tan importante. Hoy nos parece evidente el significado, pero en aquel momento nadie sabía que en unos días iban a detener a Medina.


EN RESUMEN

-Raquel no se contradijo en sus declaraciones. Simplemente, no le hicieron las preguntas apropiadas, y no fue algo casual, sino deliberado para no obtener una respuesta no deseada.

-Fue sometida a un intenso interrogatorio de una hora, en la que los mismos agentes que no tuvieron ocasión para preguntarle si había visto al sospechoso, se empeñaban una y otra vez en que describiera a su antiguo novio como celoso y violento. Ese parecía ser su único objetivo.

-No se la llamó a declarar tras la detención del sospechoso, probablemente porque sabían que iba a declarar haber visto a Medina.

-En cuanto se enteró de que decían que Medina se había marchado antes de hora del supermercado, empezó a contar, de inmediato, que lo había visto dentro a última hora.

-La Juez, pese a tener noticia de ello, decidió no llamarla a declarar hasta diez semanas después.

-Sus declaraciones coinciden y se complementan con las de Marianela.

-Cuando por fin se le preguntó correctamente, pudo responder sin problemas y de forma convincente. 


Resulta evidente el porqué de los ataques contra Raquel, y los pocos disimulados intentos para tratar de asustarla e intimidarla. Pero no es ella quien debe dar explicaciones, como hemos visto. Debe ser la UCO quien explique por qué nunca le preguntó a Raquel por el paradero de Francisco Javier Medina. Debe ser la Juez de Instrucción la que explique por qué no la llamó a declarar cuando tuvo noticia de que afirmaba haber visto a Medina.

El caso de Raquel y como se trataron sus declaraciones nos muestra perfectamente como se desarrolló la investigación y el encarcelamiento de un inocente. 

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APÉNDICE

Una muy breve introducción sobre como interpretar el formato en que se nos presentan las declaraciones policiales y judiciales. Si alguien cree que las preguntas y respuestas que constan en los documentos son transcripciones fieles de las preguntas y respuestas de testigos, acusados, detectives y abogados, se equivoca. Nunca, o casi nunca, ocurre eso.

Lo que encontramos casi siempre es la versión del redactor sobre lo que se ha preguntado y respondido. Algunas veces, las menos, el redactor utiliza un formato que trata de aproximarse al intercambio real entre interrogador e interrogado, pero habitualmente no se toma tantas molestias, reflejando la entrevista según su entender. Generalmente fusionan las respuestas a varias preguntas en una sola respuesta a una sola pregunta, que es a su vez la unión de varias preguntas o una pregunta y varias subpreguntas. 

Algunos llevan el laconismo al extremo de apenas reflejar preguntas, y ofrecer tan solo su versión de las respuestas, mientras que otros se limitan a reflejar preguntas concisas y a concentrar las respuestas. En algunas declaraciones judiciales, a continuación de un genérico A preguntas del letrado xxxx manifiesta: se puede enlazar diez o quince respuestas en un sólo párrafo, sin que se refleje ni una sola de las preguntas correspondientes.

A veces encontramos que ante una pregunta simple de un investigador el interrogado responde con una larga parrafada donde trata varios temas. En ese caso estamos ante una redactor que refleja tan solo la pregunta inicial, o una versión de ella, y omite todas las preguntas que van surgiendo, dando la falsa impresión de que el entrevistado está respondiendo por su cuenta a cuestiones que no se le han planteado. Por otra parte, hay expresiones y frases que difícilmente son utilizadas por la mayoría de los testigos, y que son la versión del redactor de lo que ha respondido el testigo, o, y esto es importante, de su interpretación personal de una o varias respuestas. Esa interpretación personal puede ser totalmente honesta y estar condicionada únicamente por la capacidad y la habilidad de la persona que la efectúa. Pero puede ser bastante tentador utilizar esa autoridad para para proporcionar cierto sesgo, un empuje direccional, a la redacción. 

Omitir ciertas preguntas realizadas, dar una versión estilizada de la, o las respuestas ofrecidas, ocultarlas incluso, … son muchas las oportunidades, y las tentaciones, para resaltar algunas preguntas o respuestas y oscurecer otras. Por otra parte, el hecho de apenas reflejar preguntas, o incluso no hacerlo, provoca que no exista una relación unívoca  entre una respuesta y su presumible pregunta. Así, para determinadas respuestas, son posibles varias preguntas, dejándonos en ocasiones con la duda de a qué pregunta ha respondido realmente un testigo. 

Hay casos donde incluso lo que parecen preguntas y respuestas reales, nos engaña. Un ejemplo:

PREGUNTADO: Si conoce los motivos por los cuales se están instruyendo las Diligencias Previas antes citadas. 
MANIFIESTA: Sí, que son con ocasión de la muerte de Miguel Ángel y su hija María. 

Aquí tenemos un modelo que intenta reflejar una estructura formal de pregunta respuesta, pero no es más que una ilusión. La misma pregunta y respuesta consta en decenas de declaraciones, y salvo que supongamos que se les hizo a todos la misma pregunta (posible) y que todos dieron exactamente la misma respuesta (imposible), tenemos que concluir que la respuesta es un modelo prefabricado que se coloca en lugar de las respuestas reales de los testigos.

Esta variedad de formatos provocan que resulte difícil interpretar correctamente una declaración sin un conocimiento adecuado del contexto, de las circunstancias del caso, e incluso de las declaraciones de otros testigos.


domingo, 30 de septiembre de 2018

El crimen de Almonte (XII): Trileros del tiempo

EL TIMING DEL CRIMEN

Entre los muchos problemas que afronta la acusación contra Francisco Javier Medina destaca el de la falta de tiempo, el fracasado intento de encajar los hechos en un intervalo temporal reducido y la vez creíble. Esa necesidad de ajustar el horario en el que fueron cometidos los crímenes tan solo surgió a partir del momento en que necesitaron acusar a Medina, ya que durante más de un año los investigadores se habían sentido cómodos datando el crimen entre las 22:00 y las 22:15, que era lo que indicaba la evidencia.

La vecina que le iba comentando en directo a su novio la pelea que estaba escuchando al otro lado de la pared, declaró de forma explícita que el incidente había comenzado a las 22:03 de la noche, teniendo como referencia la hora que indicaban los mensajes de WhatsApp que enviaba narrando lo que estaba sucediendo. Como señaló de forma acertada la defensa durante el juicio, los tiempos verbales utilizados por la testigo en esos mensajes (están peleando; gritando, ...) no dejan lugar a dudas en cuanto a que no escribía sobre algo sucedido minutos antes, sino sobre algo que estaba en marcha en ese mismo momento.

Las autopsias y los análisis a ella asociados no permiten datar una muerte con precisión de unos pocos minutos, pese a que esa creencia está bastante extendida, y muchos forenses contribuyen a ella no aclarando de forma suficiente que estimaciones corresponden exclusivamente a su pericia y las que utilizan información ajena a esta. Lo más que pueden hacer los forenses es establecer un intervalo, generalmente bastante amplio, con una hora central que puede servir como aproximación. En este caso, ningún forense puede afirmar, basándose únicamente en las autopsias, si las muertes se produjeron a las 21:00 o las 23:00. Es otro tipo de evidencia el que otorga un notable grado de precisión a la hora de inferir a que hora fueron cometidos estos crímenes.

-Los abuelos dijeron haber entregaron a la niña a su padre aproximadamente a las 21:30. Francisco C, el amigo que vio el partido con Miguel Ángel, declaró haber salido de la casa sobre las 21:45. Por otra parte, Marianela comenzó a llamar al teléfono de Miguel Ángel, sin respuesta, a las 22:18 horas. También está el hecho de que padre e hija estaban preparándose para salir a cenar y no llegaron a hacerlo.

-Los miembros de la familia ecuatoriana que escucharon la pelea desde la casa vecina situaron generalmente el comienzo de los hechos sobre las diez de la noche.

La evidencia citada sitúa la agresión aproximadamente a las diez de la noche, lo que coincide con la apreciación de la testigo que narró en directo la pelea, y con la hora que registran los mensajes a su novio. 

De un informe de la UCO sobre la testigo Dayse G:

Pudo fijar la hora a la que pudieron ocurrir los hechos narrados debido al mensaje de WhatsApp que mandó a su pareja sentimental, en el cual le comentaba los ruidos que estaba escuchando, según ella los ruidos comenzaron a las 22:03 horas y duraron entre cinco y siete minutos, no pudiendo concretar mas. Pero si antes de las 22:25 horas, ya que este es el momento en el que ella salió de su casa para ir a ver a su novio. 

La testigo señaló claramente la hora de inicio, y que estaba enviado mensajes a la vez que continuaba escuchado los ruidos de la pelea en la casa vecina. Los investigadores no dudaron de su testimonio, ni tuvieron nada que oponer al mismo… hasta que se convirtió en una molestia para sus objetivos. Parece evidente que esos mensajes de WhatsApp eran un gran estorbo para construir un caso contra Medina, ya que acotaba los sucesos aproximadamente entre las 22:03 y las 22:10, al menos, y era sabido que Marianela situaba a su novio saliendo del supermercado en ese intervalo. Resulta increíble que la Juez enviara a prisión al sospechoso con esa evidencia exculpatoria, pero fue lo que sucedió. 

Puedo transformar los minutos en segundos
A partir de ese momento comenzó un fantástico ejercicio de distorsión de la evidencia. Como los hechos no coincidían con su teoría, los investigadores de la UCO, la Juez y los fiscales decidieron cambiar los hechos en vez de la teoría. El primer paso era convencer a Marianela para que modificara su testimonio. Se concentraron en la parte más imprecisa del mismo, el momento de la salida del Mercadona. Ella había declarado muchas veces, a los investigadores, a su abogada, a sus amigas, a la Juez, ... que Medina había salido junto con ella y los demás, pero no pudo precisar su situación exacta, si iba delante o detrás, o al lado de quien iba. Algo totalmente normal y que cualquiera puede comprender, pero los investigadores se aferraron a ello y de alguna forma la persuadieron de que en realidad no lo había visto, que habría supuesto que estaba allí porque era lo que pasaba habitualmente. 

La segunda parte de lo declarado por Marianela no se podía cambiar así como así, porque en esa segunda parte sí era precisa y sí había podido situar espacial y temporalmente a su novio. Declaró de forma explícita haberlo visto fuera, en determinado lugar, y ver como subía a su coche, a la vez que la llamaba por teléfono. Como esa llamada quedó registrada a las 22:09, ese era el nuevo límite. Para la UCO iba a ser todo un desafío incrustar los hechos en un intervalo temporal tan estrecho, pero ya habían ganado algún tiempo, y sobre todo sacaban a Medina del Mercadona, algo imprescindible para intentar que su fantástica reconstrucción tuviera alguna apariencia de credibilidad.

Pero todavía quedaba lo más importante, adelantar la hora a la que finalizó el incidente. Con el sospechoso situado a las 22:09 fuera de su lugar de trabajo, a cuatro o cinco minutos en coche, al menos, de la casa de las víctimas, resultaba esencial darle tiempo para cometer el crimen.

La testigo había declarado que tras hablar por teléfono con su novio comenzó a preparase, y que al oír los ruidos empezó a enviar los mensajes. Esa llamada telefónica a su novio había terminado a las 21:52, así que los investigadores de la UCO establecieron ese instante como el primero en el que podría haberse iniciado la agresión y decidieron, de forma totalmente arbitraria y tramposa, finalizar el intervalo un minuto antes del comienzo de los mensajes. En contra de lo declarado por la testigo, sin ninguna evidencia o razón que lo justificara, decidieron que los sucesos habían finalizado a las 22:02, un minuto antes del primer mensaje de WhatsApp. 

Mediante esta astucia conseguían abrir una pequeña ventana de posibilidad para su débil teoría, un intervalo muy estrecho, pero que podían comprar periodistas poco exigentes, casi todos, que suelen aceptar de forma ciega lo que les cuentan o filtran desde la UCO. Jueces y fiscales, en el mismo barco desde el mismo momento en que se decidió ir a por Medina, lo aceptaron sin demasiados escrúpulos.

Y pese a todo, sigue resultando inverosímil. Ni con los cambios arbitrarios, ni con las interpretaciones forzadas, ni retorciendo los argumentos hasta el mismo límite de torsión, consiguen que resulte creíble su historia. Colocar en siete minutos toda la actividad que supuestamente habría realizado el asesino es una imposibilidad manifiesta a poco que se moleste uno en informarse un poco y en razonar otro poco.

El tiempo empleado en coche por los investigadores para viajar entre el lugar del crimen y el Mercadona fue de 3 minutos 59 segundos (no 3 minutos 20 segundos, como se dijo, incluido yo, de forma errónea; esos 3 minutos 20 segundos es el tiempo para la ruta inversa). Informaron que no se contaba el tiempo del semáforo que había (ya no está) cerca del lugar del crimen, que podía alargar ese tiempo hasta unos eternos 99 segundos.

No es por desconfiar de la UCO, pero preferí efectuar mi propio cálculo. Ya había realizado ese trayecto algunas veces tomando nota del tiempo, pero en esta ocasión decidí hacer algunos cambios:

1. Como no iba a poder reproducir las condiciones de ese 27 de abril, decidí eliminar cualquier interferencia y tratar de calcular el tiempo mínimo. Ya sin semáforo, los únicos retrasos podrían ser provocados por otros coches, circulando o aparcando, o por peatones cruzando. Para tratar de evitar en lo posible esas circunstancias, cronometré el viaje muy temprano por la mañana, cuando apenas había tráfico ni gente por la calle.

2. Aunque no lo explicitan, los investigadores dan a entender que iniciaron su viaje desde la puerta de la casa, algo que difícilmente habría ocurrido en la realidad. No parece muy probable que el asesino aparcara su coche justo debajo de la casa de sus víctimas. En primer lugar porque habría tenido que tener mucha suerte para encontrar aparcamiento (Mariano Olmedo afirmó que como nunca había sitio para aparcar cuando llevaban a la niña, era su mujer la que se bajaba del coche con María mientras él esperaba más adelante), y tampoco parece buena idea aparcar justo donde se va a cometer el crimen, porque alguien podía fijarse en el coche y reconocerlo. Por lo mismo, tampoco parece buena idea dejar el coche en doble fila o delante de una salida de parking. El lugar más probable y discreto, y esto se aplica fuera quien fuera el asesino, si este hubiera acudido en coche, es una zona de aparcamientos que hay unos metros más adelante de la casa de Miguel Ángel. 

El lugar donde aparqué el coche está a unos 45 metros de la casa. Me coloqué junto al portal y puse en marcha el cronómetro, a la vez que empezaba a caminar hacia el coche, a buen paso pero sin ir tan rápido como para llamar la atención. Tras entrar en el coche y salir del aparcamiento, giré a la izquierda por la calle Sacristán, girando de nuevo a la izquierda por Avenida los Cabezudos. Pasé sin detenerme por la rotonda que sustituye al semáforo que había en 2013 y continué hasta cambiar a la calle Triana. Pasé por delante de una de las puertas del Mercadona y llegué al monumento a las Yeguas, desde donde ya pude girar hacia calle la Feria. No encontré un lugar para aparcar donde Medina tenía aparcado su coche aquella noche, pero unos 15 o 20 metros más adelante, tras pasar el cruce con calle La Cierva, había bastante sitio a la izquierda, y metí el coche de cabeza, teniendo que hacer poca maniobra. En ese momento miré el cronómetro por primera vez. 4 minutos 50 segundos. Tras apagar el contacto y salir del coche me dirigí caminando rápidamente la escasa distancia hasta el esquina de calle La Cierva. Otros 14 segundos.

En total 5 minutos y 4 segundos. Estaba dispuesto a repetirlo si era necesario, pero no lo fue. No encontré ningún coche cerca que me hiciera variar la velocidad, no apareció ningún peatón cruzando un paso de peatones, no tuve que esperar en la rotonda. Hice el trayecto a buen ritmo, pero sin conducir de forma temeraria. Supongo que se pueden ganar unos cuantos segundos viajando un poco más rápido en ciertas zonas, pero no muchos, salvo que se quiera llamar la atención.

Esos 5 minutos son el lapso mínimo. A partir de ahí cualquier imprevisto suma tiempo. Estaba el irritante semáforo, que podía tener a la gente esperando más de un minuto y medio, y había bastante más tráfico del normal por ser la última sabatina. Cualquier peatón cruzando, cualquier coche en doble fila, cualquier pequeño atasco o, no digamos ya, un coche aparcando en la calle Triana, que cortaría el tráfico un buen rato. Uno, dos, tres, cuatro minutos más, dependiendo de muchos factores, a sumar a los cinco minutos mínimos.

Ese minuto y poco de diferencia entre mi cronometraje y el de los investigadores se explica por que ellos comenzaron y finalizaron dentro del vehículo, en los puntos de inicio y fin de ruta. De todos modos, el tiempo tan escaso que emplearon me hace pensar que escogieron de entre varias pruebas la que tuvo mejores condiciones, y menos interrupciones.

Sea como fuere, si restamos esos 5 minutos a las 22:09, nos da las 22:04, que es la hora a la que el asesino debería haber salido del portal. Por lo tanto, incluso en la arbitraria historia de la UCO, el acusado tan solo habría tenido dos minutos para desarrollar una gran actividad. Tras finalizar el crimen completamente empapado en sangre, a la inventada hora de las 22:02, y sin asegurar el orden:

- Se habría lavado las zapatillas y/o los bajos del pantalón en la ducha.

- Habría limpiado el cuchillo en una toalla.

- Se habría quitado los guantes, la ropa ensangrentada, y las zapatillas. 

- Se habría duchado o lavado el cuerpo o la cara, teniendo cuidado de no dejar ni una mota de sangre.

- Se habría secado con gran vigor en tres toallas de dos baños.

- Habría abierto al menos un cajón en la habitación de la niña y cogido pañuelos de papel.

- Se habría limpiado él o algún objeto con esos pañuelos de papel.

- Habría abierto un armario de un baño.

-Habría abierto una ventana y se habría asomado a observar.

-Se habría vestido con la ropa y el calzado del Mercadona, que llevaría en una bolsa tras haberse cambiado en algún lugar antes de llegar a la casa.

- Habría recogido la ropa ensangrentada, los guantes y el cuchillo y los habría introducido en una bolsa llevada al efecto, probablemente donde llevaba la ropa limpia.

- Habría vuelto a la habitación de la niña y le habría realizado varios cortes en una pierna.

- Habría efectuado una excursión a la terraza, saliendo al patio por la puerta de la cocina.

- Habría dejado el domicilio y bajado por la escalera, sin dejar ningún rastro, hasta salir a la calle.

-Otras actividades o acciones que no dejaron rastro o no se pueden deducir de otros elementos.

No parece posible que todo esto pueda ser realizado en menos de cuatro minutos (más bien algunos más), y sumando los al menos cinco minutos del viaje, tenemos un total mínimo de nueve minutos. Si preferimos el viaje de cuatro minutos cronometrado por la UCO, deberemos sumar el tiempo de ir hasta el coche, subirse, arrancar e iniciar la marcha, y posteriormente aparcar e ir hasta la esquina. Sea como fuere, un total de al menos nueve minutos, que sumados a las 22:02 nos dan las 22:11, que la hora más temprana a la que Medina, de ser el asesino, podría haber sido visto fuera del Mercadona, cuando la misma UCO admite que estaba allí a las 21:09.

Si alguien es capaz de sostener que toda esa actividad se puede efectuar en dos minutos justos, que nos explique cómo, y nos detalle las operaciones realizadas. Animo a los lectores a que expongan sus propios cálculos sobre tiempo necesario para hacer todas esas cosas.

Lo cierto es que todos estos cálculos se efectúan partiendo de las arbitrarias estimaciones de la UCO, y ni así les salen las cuentas, incluso aunque haya que suponer que el sospechoso se encontró el semáforo en verde, o que, pese a estar las calles cercanas al Mercadona llenas de fieles y turistas, ningún vehículo, ningún peatón, ningún coche aparcando, retrasaron el viaje. Por suerte para la justicia, los ciudadanos que ejercieron de jurado efectuaron sus propias estimaciones y llegaron a la única conclusión posible, que no hay manera de encajar a Medina en la hipótesis de la UCO.

La excursión a la terraza, particularmente, es un dolor de cabeza enorme para la acusación, y evitan el tema siempre que pueden. Es comprensible, porque es imposible de explicar si el asesino hubiera sido Francisco Javier Medina. Según la acusación, y pese a que pretendía tener una coartada, estaba todavía asesinando a la hora en que tendría que estar saliendo del trabajo. Y en vez de marcharse a toda prisa, cuando ya iba tarde, habría subido a la terraza de la casa. ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Cómo lo explican? No lo explican, no pueden, y por eso lo meten bajo la alfombra, a ver si pasa desapercibido, porque aparte de la falta de un motivo, no hay tiempo para esa subida.

No hay ninguna duda de que el asesino subió por las escaleras que conducen a la terraza, ya que se encontró una mancha de sangre en un azulejo de la pared de la escalera. Analizada la sangre, se descubrió que era una mezcla de padre e hija. La forma de la mancha y la altura a la que está situada indican que probablemente se produjo por roce de la parte superior del cuerpo del asesino, seguramente el antebrazo o el codo. Eso indica que llevaba una prenda manchada de sangre, y que por tanto, o no se había cambiado toda la ropa o se había manchado la ropa limpia. No dejó ninguna huella sobre los peldaños de la escalera, así que o bien se había cambiado de calzado, o bien había eliminado toda la sangre de las suelas en la ducha.

(De paso, como inciso, ¿por qué iba a lavarse el asesino los bajos de los pantalones o las zapatillas si llevaba ropa y calzado de repuesto?)

Otro problema para la acusación surge de la necesidad de que el asesino utilizara las tres toallas donde apareció el ADN. Como no se halló en ellas ni una partícula de sangre, hace necesario que el asesino tuviera un cuidado exquisito antes de utilizarlas, quitándose la ropa ensangrentada lejos de ellas para evitar salpicaduras, y lavándose de forma concienzuda al menos las manos, la cara y probablemente el pelo para eliminar toda la sangre. No hay tiempo para esa limpieza a fondo, y sobre todo, no hay motivo, cuando el asesino podría haberse llevado las toallas como hizo con el cuchillo y la ropa ensangrentada.

Notar que salvo que supongamos que el asesino se quitara la ropa con los guantes puestos (mucho más lento y difícil), se habría manchado de sangre las manos al quitarse las prendas ensangrentadas y por tanto debería habérselas lavado muy bien, a conciencia, para eliminar todo rastro de sangre.


EL TIEMPO QUE EL ASESINO PERMANECIÓ EN LA CASA

Dejemos ya de lado los insostenibles e interesados cálculos de la UCO, y veamos lo que nos depara un análisis riguroso de la evidencia disponible. En primer lugar, no hay ninguna razón para dudar del testimonio de Dayse G. de que comenzó a enviar los mensajes muy poco después de comenzar la agresión. Por supuesto, eso no implica que el incidente comenzara a las 22:02 o 22:03, tan solo que ella comenzó a oírlo en ese momento. Salvo por una frase suelta, está ausente la discusión que escuchó su hermano desde la terraza, y que de haber existido, dataría el inicio tal vez uno o dos minutos antes.

El ruido de pelea duró poco, unos minutos, tal vez de cinco a siete, calculó ella sin mucho convencimiento. Seguro que antes de las 22:25, hora a la que salió de casa. Ese margen temporal tan grande debería haber llamado más la atención, y es que ha pasado desapercibido algo en lo que coinciden ella y su hermano, que tras finalizar la pelea, y transcurrido un tiempo de silencio, volvieron a escuchar ruidos al otro lado de la pared.

Dayse declaró que minutos después de cesar el ruido en la casa vecina, y cuando tras acabar de vestirse estaba a punto de salir, o sea, cerca de las 20:25, volvió a oír a la niña diciendo papi, papi, papi, con volumen decreciente, y ruido de alguien caminando, pero como si arrastrara los pies. Por su parte, su hermano Fredy afirmó que tras dejar de oír el incidente desde la terraza, bajó a la cocina a por un vaso de agua y allí pudo oír de nuevo ruidos al otro lado, estimando que habían transcurrido unos diez minutos tras el final de la pelea.

Este doble testimonio parece indicar que el asesino permaneció un tiempo considerable en la casa tras la pelea, y no un par de minutos, como pretende por pura necesidad la acusación. 

Los medios reprodujeron la declaración de los especialistas en criminalística sobre la sangre hallada en la cama de la niña. La sangre cubría buena parte de la mitad  superior de la colcha de la cama, indicando que allí estuvo María sangrando en algún momento de la agresión. Hasta el colchón caló una gran mancha central, casi circular, que los técnicos interpretaron correctamente como una mancha de depósito, y afirmaron que la niña estuvo un tiempo considerable sangrando y que pasó un tiempo prolongado en la cama. Creo que se puede añadir que es casi seguro que estuvo inmóvil buena parte de ese tiempo, probablemente inconsciente, si atendemos a la forma de la mancha. 

En cualquier caso, las expresiones tiempo prolongado y tiempo considerable, pese a las irritante imprecisión de los técnicos, no parecen referirse a márgenes temporales de dos o tres minutos, sino a bastante más tiempo. 

Sea el tiempo que sea, hay algo que resulta evidente, y es que el incidente de la cama no estuvo al principio ni al final de la agresión contra María, ya que la niña sufrió otra agresión posteriormente, en el suelo, donde se encontró otra gran mancha de sangre, y donde apareció el cadáver. Estas heridas que se le produjeron en el suelo, fueran las que fueran, tenían señales de vitalidad, lo que indica que fueron realizadas antes que las de la pierna. Los técnicos declararon en el juicio que en el suelo, al contrario que en la cama, hay señales de lucha, señales de que la niña se resistió, indicando que estaba viva y consciente: En el suelo sí había signos de pataleo de la niña, de más lucha.

Es decir, la pequeña María, tras ser apuñalada, estuvo un tiempo considerable sangrando en la cama, seguramente inconsciente. Posteriormente fue apuñalada de nuevo en el suelo, y más tarde, cuando probablemente acababa de fallecer, el asesino le efectuó varios cortes en una pierna. 

A diferencia de Miguel Ángel, hay indicios de que la pequeña estuvo en varios lugares de la casa durante la agresión. Hay señales suyas en la habitación donde halló la muerte su padre, y donde ella misma fue herida. Hay huellas suyas en la cocina, los dos baños (estas sin explicación) y en su propia habitación, además de en los pasillos. 

De todos modos, nadie ha explicado de donde sale el tiempo para el prolongado sangrado en la cama y como se puede encajar eso con la tesis de que el asesino fue Francisco Javier Medina.


Sea como fuere, tenemos las declaraciones de dos testigos y dos resultados de las autopsias, en total cuatro piezas de evidencia, que indican de forma clara y consistente que el asesino tuvo que permanecer en la casa un tiempo considerable tras la agresión en que dio muerte a Miguel Ángel, no unos pocos minutos. Por contra, la tesis de la acusación implica necesariamente que el asesino tuvo que permanecer en la casa muy poco tiempo, aproximadamente un par de minutos, algo para lo que no presentan ni un solo fragmento de prueba, y que está en contradicción con toda la evidencia.

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lunes, 20 de agosto de 2018

El crimen de Almonte (XI): El embuste como estrategia defensiva.

Una mentira no tendría ningún sentido a menos que sintiéramos la verdad como algo peligroso. (Alfred Adler)

Vamos a encontrar unas cuantas

La lectura del último artículo de Pérez Abellán sobre el crimen de Almonte tan solo me reafirmó en lo que ya sabía, que él y otros periodistas pueden escribir sobre el caso durante meses y meses sin hacer otra cosa que repetir lo que les dictan desde el entorno de la acusación. Francisco Pérez Abellán, Natalio Blanco, Raquel Rendón y alguno más, son todos ellos altavoces de una determinada versión, sin aportar ni una sola idea propia. 

Lo más notable es que entre las cosas que dicen o escriben hay varias mentiras. Ellos y algún otro personaje, como Blanca Estrella Ruiz, presidenta de la Asociación Clara Campoamor, no tienen empacho en repetir y difundir embustes. ¿Mienten? Bueno, para ello deberían saber que lo que están diciendo es mentira, y en este caso dudo que lo sepan. No creo que haga falta acudir a otras hipótesis cuando determinado comportamiento puede ser explicado mediante la ignorancia y la irresponsabilidad, como creo que es el caso. Los que mienten como bellacos son los que proporcionan la información. Mienten a sus periodistas amigos, y mienten durante sus propias apariciones en los medios, aunque las falsedades más groseras las suelen dejar para los despistados que les compran la mercancía sin comprobar que sea buena.

Esas mentiras me tuvieron perplejo durante algún tiempo. ¿Por qué incluso en breves resúmenes adaptados al formato de un artículo, o de una intervención en televisión, se dicen mentiras? No entendía el motivo de esos embustes, que podían dañar el caso de la acusación. No mucha gente se da cuenta de que se están contando mentiras, y los afines, periodistas y otros, no tienen el interés ni las ganas de comprobarlo, pero basta con que alguien señale lo evidente para que una persona neutral e inteligente pueda poner en duda todo lo que le cuentan desde la acusación. Un artículo como el del señor Pérez Abellán, por ejemplo, que contiene falsedades evidentes, es extremadamente vulnerable a la crítica, y puede comprometer su caso cuando quedan al descubierto esas mentiras, tergiversaciones, medias verdades y manipulaciones que vertebran todo el argumentario de la acusación.

Hay que aclarar que no considero mentira todo lo que no sea cierto. Aunque sea falso que apuñalaran a las víctimas 150 veces, o a la niña más de 100 veces, no lo considero en este contexto como una mentira, sino como una exageración destinada a atraer al público. Tampoco considero una mentira afirmar, por ejemplo, que el ADN de Medina llegó a las toallas de forma directa cuando se lavó tras cometer los crímenes. Es una interpretación, errónea en mi opinión, pero no una mentira. 

Mentira es, siguiendo el ejemplo, cuando se oculta que esa afirmación es una interpretación particular y se dice que ha sido certificada por algún organismo prestigioso. 

La clave, acabé por comprender, es la debilidad extrema del caso de la acusación. Es tan flojo, tiene tantos agujeros, que no se atreven a presentarlo tal cual, y necesita trufarlo de mentiras para tratar de que resulte convincente ante una audiencia no cautiva. Para algunos de sus sus fieles suele servir con la simple apelación a la UCO, pero incluso periodistas y personajes no especialmente sagaces, como los ya citados, pueden plantear preguntas incómodas si se les presenta la verdad desnuda. Desde la acusación se sienten débiles e indecisos, y confían tan poco en ese supuesto arsenal probatorio que necesitan engañar y mentir como método de defensa. Si tuvieran tantas pruebas, tanta evidencia para probar su tesis, ¿por qué necesitan mentir varias veces en un resumen de tres párrafos del caso? Vamos a verlo.

1) EL ADN

La mentira más persistente es la que se refiere a la prueba de ADN. La versión de Pérez Abellán es de lo más exagerado, ya que según él los técnicos del Instituto Nacional de Toxicología (INT) determinaron en su peritaje que el acusado había estado en la escena del crimen (se entiende que el día en que fue cometido este), algo que no es cierto. Pérez Abellán lo escribe porque no sabe nada del caso, pero los que se lo han contado saben que es una mentira.

Las versiones menos extremas de la patraña afirman que el INT determinó que el ADN de Medina había llegado a las toallas por transferencia directa, y no indirecta. Falso de nuevo. En este caso, como en el primero, sería fácil demostrar que no mienten, sin más que indicar en que parte de que informe del INT se afirman esas cosas. No lo harán porque no pueden, porque es una mentira que desde el INT se haya afirmado algo así. 

Otra derivada del embuste es la que plantea dos opiniones enfrentadas, por un lado la de un organismo oficial e imparcial, como el INT, y por otra la de los peritos de parte. Es otra falsedad, ya que los peritos de parte, Lorente y Álvarez, aceptaron en su totalidad y sin reservas los resultados ofrecidos por el INT, y ofrecieron su interpretación partiendo de esos resultados.

Este último punto es el que nos da la clave del porqué de las mentiras. Y es que lo que se enfrenta no es la interpretación del INT, casi inexistente, con la de los peritos. Lo que se enfrenta en este caso es la opinión de dos grupos sobre unos mismos informes del INT. Uno de los grupos está formado por miembros de la UCO, fiscalía y Juez de Instrucción, todos ellos legos, y por otro lado el grupo formado por los científicos Jose Antonio Lorente y Juan Carlos Álvarez, con prestigio a nivel mundial.

Es decir, la interpretación de unas personas sin formación en el tema contra la de dos prestigiosos científicos. El principio de autoridad es bastante peligroso, y personas informadas pueden discutir la interpretación de unos científicos, pero poca confianza se puede tener en quienes se escudan en imaginarios informes, y mienten sobre la procedencia de su hipótesis.

Esa es la verdad, y como no pueden asumirla, tienen que mentir, y asignar al INT una interpretación que puede ser más o menos acertada, pero que en realidad han efectuado personas legas y que, en algún caso, demuestran bastante poco conocimiento sobre el tema. A los periodistas no les pueden contar eso, porque incluso los menos espabilados captarían enseguida la debilidad estructural del caso de la acusación. Así que les mienten, y esos periodistas, por ignorancia o irresponsablidad, o por las dos cosas, propagan la mentira. 


2) LA TESTIGO INCÓMODA

Otra mentira recurrente, y bastante evidente, se centra en la testigo Raquel G, a la que acusan de mentir en el juicio y proporcionar a su exnovio una coartada, al declarar que lo vio salir del supermercado con los demás trabajadores. Aparte de una campaña de acoso y de amenazas de un futuro procesamiento por falso testimonio (alguno debería dejar de fantasear y preocuparse más por su propio horizonte penal) se afirma que ha retomado su relación con Francisco Javier Medina. Hay que aclarar que si fuera cierto, si hubieran recuperado el contacto, o incluso la relación, sería legítimo y no estarían haciendo nada malo, pero el hecho, la verdad, es que no han recuperado nada, ni siquiera el contacto, y los periodistas y personajes que difunden alegremente el infundio deberían tener en cuenta que no se puede mentir y acusar de delitos a las personas sin consecuencias.

Esa mentira se la cuentan a todos, así como la de que visitó en el hospital de la cárcel a Medina. ¿Por qué mienten de esa forma? En este caso la respuesta es bastante fácil, porque si no mienten nadie se traga su historia. 

Raquel G y Medina habían roto definitivamente un par de años antes del crimen, y desde entonces su relación no había sido buena, con su exnovio ignorándola por completo, incluso en el trabajo. Tras la detención de Medina, ella no lo visitó en el hospital de la prisión, como sí hicieron otros compañeros del Mercadona, y nunca lo ha vuelto a ver. No solo es mentira que hayan retomado la relación, es que ni siquiera se han vuelto a ver ni a hablar desde hace 4 años. No han coincidido, ni por casualidad, desde que Fran salió de la cárcel, y no hay relación alguna entre ellos.

Esta es la verdad, pero claro, si esta es la verdad y se cuenta así, ¿cómo explicarían entonces las acusaciones de falso testimonio? ¿Por qué iba una persona que tiene su propia vida, que apenas se relacionaba con su ex, y que no lo ha vuelto a ver desde hace más de cuatro años, a mentir para proporcionarle una coartada? No hay explicación, y casi nadie aceptaría la tesis del falso testimonio si se presenta la verdad desnuda, y por eso hay que mentir y difamar.


3) LAS TOALLAS ¿CON SANGRE?

El tema las toallas donde se halló el ADN de Medina también suele dar lugar a sus tergiversaciones y medias verdades. Como la información correcta ha aparecido en prensa, desde el entorno de la acusación no se atreven a decir directamente que el ADN de Medina se halló en toallas ensangrentadas, pero sí que presentan la información a sus interlocutores de tal modo que muchos de ellos interpretan eso, y no los sacan de su error. Hay una grabación de un programa de televisión donde interviene Aníbal, hermano y tío de las víctimas, y donde se dice dos veces que el ADN de Medina se encontró en la toalla manchada de sangre hallada encima del lavabo, sin que él pusiera objeción o aclarara la cuestión. Alguno de los periodistas afines, haciendo gala de su monumental ignorancia, sigue afirmando, casi un año después del juicio, que el ADN apareció en toallas con sangre.

De nuevo la verdad les resulta tóxica, y no se atreven a plantearla abiertamente, porque si se le dice a una persona neutral que:

1) El ADN del acusado se encontró en tres toallas limpias, perfectamente colocadas en su sitio, sin una sola gota de sangre ni señal de haber sido usadas por el asesino.

2) El ADN del acusado no se halló en las dos toallas ensangrentadas (una toalla de baño y un utilizada como alfombrilla) y que sí fueron usadas por el criminal.

Esa persona neutral puede empezar a sospechar que hay algo que no funciona bien en la tesis de la acusación. Así que hay mentir de nuevo, o al menos confundir y tergiversar.

Por eso rehuyen el debate y la confrontación de hipótesis. Ellos necesitan mentir, porque la debilidad de su caso lo exige, y para ello deben conseguir ser la única fuente de sus interlocutores, las víctimas de sus mentiras, y tratar de evitar que pueden acceder a otra información. Por eso yo no tengo inconveniente en enlazar lo que ellos escriben y que el lector pueda comparar y juzgar por sí mismo.

OTROS

Hay más mentiras, y también medias verdades y tergiversaciones. Una relativamente novedosa, como podemos ver en el artículo, es la de que entre los jurados había uno con discapacidad intelectual. ¿Creen ustedes que uno de los jurados que dictaminó sobre la culpabilidad o inocencia de Medina era discapacitado intelectual? Pues no, no es cierto.

Mediado el juicio, uno de los jurados suplentes dijo padecer una discapacidad intelectual, algo que había ocultado durante la selección del jurado, y presentó pruebas de ello. Fue eximido de inmediato, y fiscal y acusaciones rechazaron que se suspendiera el juicio. De forma sorprendente, el jurado con discapacidad fue una de las razones que alegaron ante el TSJA para solicitar la repetición del juicio. El Tribunal dictaminó, de forma contundente, que el jurado era suplente, y no había participado en ningún momento en las deliberaciones, por lo que no había provocado ningún perjuicio a ninguna de las partes.

¿Qué interés puede tener plantear a estas alturas la deficiencia del jurado si no es para engañar y confundir? 

Lo cierto es que cuando un grupo de personas sin prejuicios pudo escuchar las versiones de acusación y defensa, el resultado fue contundente. Cuando no pueden presentar sus mentiras con impunidad, y cuando se pueden contrarrestar sus tergiversaciones, su caso acaba quedando en nada. 

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Vamos a finalizar con un tema totalmente alejado del anterior, sobre el que me gustaría obtener algunas opiniones.

EL TROZO DE PAPEL

Un pequeño trozo de papel de posiblemente 2 x 1,5 centímetros fue hallado en la mano derecha de Miguel Ángel, pegado a uno de los dedos, y recogido durante la autopsia. En principio no parece nada fuera de lo habitual, ya que se encontraron trozos de papel, pañuelos o papel higiénico en varios lugares de la casa, y parece evidente que el asesino los utilizó para limpiarse, o limpiar algo. 

Al final del pasillo principal se halló un papel (que se identifica como papel higiénico una vez, mientras que en el resto de ocasiones de denomina de forma genérica como papel) con sangre y con un pequeño trozo desgajado a unos centímetros. Ese trozo es similar al encontrado en la mano de Miguel Ángel, así que ese papel hallado en el pasillo podría ser su origen, o podría serlo otro. En cualquier caso, hay algo que no acaba de encajar.

Podemos suponer que el papel del que procede el trozo hallado en la mano de la víctima intervino en al pelea de alguna forma. Que en algún momento se rompió, quedando un pequeño trozo adherido a un dedo de Miguel Ángel, y que el resto se cayó al suelo, o fue arrojado por el asesino, o este se lo llevó a otro lugar. 

Pero si ocurrió así, si ese papel se rompió durante la agresión, no podemos proponer que fue utilizado para limpiar algo, como se supone de todos los demás. Si no era para limpiar algo, ¿para qué llevaba el asesino un papel en una de sus manos mientras apuñalaba? O tal vez, se puede suponer, el papel lo llevaba Miguel Ángel y se rompió igualmente durante la pelea.

En cualquier caso me gustaría saber su opinión sobre el tema, y lo que les sugiere, si les sugiere algo, o si simplemente lo consideran algo poco importante. Pueden dar su opinión en comentarios, o escribirme al email, y en una o dos semanas volveremos sobre el tema aquí mismo.



lunes, 23 de julio de 2018

El crimen de Almonte (X): La confusa evidencia genética




El discurso de la acusación respecto a la prueba de ADN se va adaptando al tipo de interlocutor, cambiando o modificando dicho discurso cuando sus manipulaciones se van haciendo cada vez más evidentes. Llevan meses insistiendo en que Jose Antonio Lorente y Juan Carlos Álvarez, peritos de parte, contradecían al Instituto Nacional de Toxicología (I.N.T), formado al parecer por imparciales y angélicos representantes públicos. Por supuesto, es falso, como quedó acreditado por los informes y por lo declarado en el juicio. Los profesores Lorente y Álvarez (expertos reconocidos a nivel mundial) aceptaron los informes del I.N.T (alabando su profesionalidad, por cierto) y redactaron su propio informe a partir del de ellos. Curiosamente, esa es otra de las críticas que plantea el abogado acusador, que los peritos de la defensa no efectuaron sus propios análisis, sino que se basaron en los del I.N.T. Queda una vez más de manifiesto que contradecirse nunca ha sido un problema en el entorno de la acusación.

Algo que parece no entenderse es que entre las funciones del I.N.T no está la de dar su opinión sobre como ha llegado un rastro genético a determinado lugar. Su trabajo es descubrir si hay ADN en una muestra, y si es así tratar de relacionarlo con algún perfil genético conocido, o introducirlo en un una base de datos automatizada tratando de identificarlo. Pueden también informar sobre la cantidad de ADN hallado, su soporte biológico, su integridad o degradación, y algunas características más. Pero no sobre como llegó ese ADN a la muestra, como el propio I.N.T informó a la Juez de Instrucción dos veces. 

Esto tiene mucho sentido, ya que los técnicos no tienen porque tener acceso a información relevante sobre el caso, y en la mayoría de las ocasiones tienen poca o ninguna. Decidir si un perfil de ADN ha llegado a determinado lugar depositado directamente por un sospechoso o a través de una tercera persona, de forma voluntaria o casual, está más allá de las funciones y capacidades de los técnicos del Instituto, y no tienen, o no deberían tener, toda la información necesaria para emitir una opinión. En sus informes, y pese a las apremiantes cuestiones que les plantaba la Juez, se negaron, correctamente, a dar su opinión sobre algo que no les correspondía.

Extrañamente, en el juicio dijeron más de lo que debían, afirmando que el ADN encontrado era compatible con una trasmisión directa, sin descartar una trasmisión indirecta. Esto, que sin ser falso podría haber llevado fácilmente a confusión a los jurados, no era, a pesar de todo, lo que pretendían y necesitaban la fiscalía y la acusación, pero al menos les ofreció combustible para seguir manipulando la información. Resulta preocupante cuando la Guardia Civil, por ejemplo, condecora a técnicos del Instituto Nacional de Toxicología o a periodistas, estableciendo relaciones y alimentando lealtades que pueden provocar una nube de sospecha (probablemente injusta en la mayoría de los casos) sobre determinadas actuaciones, declaraciones o informaciones. Ya se sabe, la mujer de César…

Creo haber demostrado en un escrito anterior que ni la UCO ni la Juez de Instrucción ni el Fiscal comprendían bien toda la prueba relacionada con el ADN, y que se equivocaron gravemente cuando afirmaron que no se había encontrado en la casa otro ADN distinto al de la familia o Medina. Resulta especialmente chocante el comportamiento de la Juez de Instrucción: 

1) En mayo de 2014 recibió el informe del Instituto Nacional de Toxicología en el que se informaba del hallazgo del ADN de Francisco Javier Medina en tres toallas.

2) El 16 de junio la Juez preguntó por escrito al Instituto, entre otras cosas, si ese ADN había llegado a las toallas por trasmisión directa o pudo haberlo hecho por trasmisión indirecta.

3) El 18 de junio, el I.N.T respondió con una larga explicación, en la que casi al inicio se daba respuesta a esa pregunta en concreto:

Los análisis genéticos permiten establecer, en la mayoría de los casos, la identificación de restos celulares depositados sobre una muestra, y no así establecer la forma ni la data en la que dichos restos fueron depositados. (Subrayado mío)

4) A pesar de ello, la Juez, animada por la fiscalía, decidió que los restos celulares habían llegado a las toallas por trasmisión directa del donante. Al poco detuvieron a Francisco Javier Medina, y tres días después la Juez lo envió a prisión.

5) Varios meses después, y tras un nuevo informe del I.N.T que advertía del hallazgo de ADN del acusado en nuevos análisis de las toallas, la Juez volvió a preguntar si el ADN pudo haber llegado a dichas toallas a través de una tercera persona o tuvo que producirse por transferencia directa del donante.  

A estas alturas, Francisco Javier Medina llevaba 5 meses en prisión, basándose sobre todo en la interpretación que la Juez había dado a la respuesta a la misma pregunta que ahora volvía a plantear.

6) Desde el  INT contestaron indicando que ya habían respondido a esa pregunta meses atrás:

Como ya se describió en nuestro oficio de fecha 18/06/14 los análisis genéticos permiten establecer, en la mayoría de los casos, la identificación de los restos celulares depositados sobre una muestra, pero no permiten establecer ni la forma ni la data en la que dichos restos fueron depositados
(Subrayado mío)

Este sorprendente intercambio nos muestra como se gestionó todo el asunto del ADN, y que la acusación, procesamiento y encarcelamiento de Francisco Javier Medina lo llevaron a cabo personas que no entendían bien la prueba sobre la que estaban sustentando sus actuaciones. Si bien parece una broma, nos impide tomarlo como tal el hecho de que una persona pasó tres años en la cárcel a causa de ello.

Lo que el Instituto Nacional de Toxicología indicó es que la cantidad de ADN que había en las toallas indicaba que no se estaba ante un hallazgo casual, alguna partícula suelta que se habría hallado tan solo en una sola muestra y que pudo llegar allí de muchas formas. Lo que apareció fue mucha cantidad de ADN de Medina, sobre todo en dos de las toallas, en las que se encuentra por todas partes. La cantidad de ADN hallada por el I.N.T provocó que UCO y Juez concluyeran que como no podía haber llegado allí casualmente, tan solo lo podía haber hecho por transferencia directa, algo que no es cierto, y que no había dicho el I.N.T. Interpretaron, de forma incorrecta, que el que un depósito de restos celulares se puede catalogar como casual o no casual puede determinar la identidad del agente que depositó esos restos en la muestra.

LA HIPÓTESIS DE LA DEFENSA

Lorente y Álvarez utilizaron precisamente la gran cantidad de ADN de Medina que se halló en las toallas para señalar una gran incongruencia de la acusación: Si había tanto ADN del acusado presente y se debía, como se pretendía, a que el acusado se había secado tras ducharse, o a que se había secado el sudor, no era creíble que no hubieran aparecido rastros identificables. Un secado tan vigoroso como para dejar tanta cantidad de AND en un único uso debía necesariamente haber dejado, al menos, pelos. Como no se habían encontrado pelos del acusado en las toallas, los peritos concluyeron que un secado difícilmente podía ser el origen de ese ADN. 

Este podría haber encontrado su camino hacia las toallas a través de Marianela, que mantenía frecuentes relaciones sexuales con su novio en el coche. Bien directamente, por tener rastros de semen en sus ropas o manos al manipular las toallas, bien indirectamente, al lavar sus prendas conteniendo ADN de su novio con las toallas, ejerciendo la lavadora como distribuidor. Esta segunda opción tenía además la virtud de superar un argumento de la acusación, el de que los análisis de las toallas habían dado negativo para sangre y semen, indicando que las células origen del ADN encontrado tan solo podían ser epiteliales. El lavado en la lavadora puede romper las células seminales dejando ADN puro flotando, sin los elementos biológicos que señalarían la presencia de semen. Volveremos sobre este argumento al final, porque hay otra posibilidad para explicar la ausencia de positivos a la prueba de semen.

La acusación plantea últimamente como algo significativo que el ADN de Medina no se halló en ninguna otra prenda, donde debería estar si se hubiera transferido en la lavadora o a través de Marianela. Este argumento tiene muy poco recorrido, ya que se quedaron sin analizar la inmensa mayoría de prendas que había en el domicilio. Por no analizar, no se analizaron ni siquiera el resto de toallas de la casa, limpias o usadas, tan solo las cuatro que estaban a la vista en los dos baños y la utilizada como alfombrilla.

Algo más consistente parece el argumento de que el ADN de Medina no apareció en la toalla donde el asesino limpió el cuchillo, donde debería estar si los rastros genéticos llegaron a las toallas a través de la lavadora. Ese argumento se lo leí por primera vez a Hellín en Facebook poco después del juicio. Hellín afirmó que esa toalla la cogió el asesino del armario bajo el lavabo del otro baño, y la llevó al del pasillo para limpiar el cuchillo.

Esa hipótesis en realidad debilita mucho la crítica contra la hipótesis de la transferencia, ya que si la toalla estaba en el mueble bajo el lavabo, limpia, seguramente no habría sido lavada y manipulada con las demás, con lo que pierde fuerza el posible significado de la ausencia del ADN de Medina en ella. Lo cierto es que estamos ante otra ocurrencia del perito Juan Hellín, que propone hipótesis tras hipótesis, sin analizarlas apenas, y sin importar lo flojas que puedan ser o que se contradigan con otras anteriores.

La hipótesis de que esa toalla donde el asesino limpió el cuchillo la recogió del mueble bajo el lavabo se basa en que en los pomos de dicho mueble había manchas de sangre, que indicarían que el asesino lo había abierto, y de ahí se concluye que cogió una toalla, que sería la utilizada para limpiar el arma del crimen. Es una hipótesis posible, pero innecesaria y totalmente prescindible, porque obliga a proponer otra hipótesis auxiliar, la de que el asesino tuvo que llevarse una toalla al marcharse. Efectivamente, si la toalla de baño con manchas de sangre hallada encima del lavabo del pasillo la hubiera cogido el asesino del armario del otro baño, el de la habitación de matrimonio, entonces nos faltaría la toalla con la que iba a secarse, o se había secado, Miguel Ángel. 

Es mucho más sencillo suponer que esa toalla era la que el padre utilizaba para secarse cuando se duchaba, y que incluso la habría dejado sobre el lavabo para tenerla a mano al salir de la ducha. El asesino podría haber abierto el mueble del otro baño buscando algo, y podría haberlo encontrado, o no, pero es muy improbable que de allí saliera la toalla donde limpió el cuchillo.

Algo que se opone a eso es que en los análisis de ADN de esa toalla se encontró el de Miguel Ángel en todas las muestras, 47 en total, sumando las analizadas por la Guardia Civil y por el I.N.T, lo que indica que la había usado de forma repetida y no era una tolla limpia. Es más, aparte de su perfil genético, tan solo apareció una mezcla del mismo y del de su hija. Esa mezcla de ADN de Miguel Ángel y María únicamente apareció en las muestras de la toalla donde habiá manchas de  sangre. En los recortes sin manchas de sangre tan solo se encontró el ADN del padre, y se encontró en todas y cada una de las muestras. Era una toalla usada durante un tiempo considerable, y solo por Miguel Ángel.

Pero volvamos a la pregunta de la acusación. ¿Por qué en esa toalla no se encontró ADN  de Medina, cuando debería haberlo si el mecanismo de transferencia del ADN hubiera sido el lavado o la manipulación de Marianela? Puede responderse que tal vez esa toalla en concreto no se lavó con las otras, y que por tanto podría haberse librado de la transferencia. Pero la pregunta da lugar a una fuerte contrapregunta: ¿Por qué no se halló tampoco el ADN de Marianela?


UNA CURIOSA CORRELACIÓN

El ADN de Marianela es el gran olvidado de este caso, porque todos se han centrado en el del acusado, pero se ha pasado por alto el que puede ser un elemento clave para la interpretación de toda la evidencia genética. Y es que el ADN de Marianela se encontró en las mismas toallas donde fue encontrado el de Francisco Javier Medina, pero no en las toallas donde no se encontró el de él. Es más, en una de las tres toallas, donde había poco ADN de Medina, había poco ADN de Marianela. En las dos toallas donde había mucho ADN de Medina, había mucho ADN de Marianela. Esta correlación resulta demasiado evidente como para ser soslayada, pero eso precisamente hizo la Juez, que pareció basarse en que no en todas las muestras el ADN de Medina y Marianela estaba mezclado, algo que no es necesario para la hipótesis de la transferencia indirecta, pero que ella, con su poca comprensión de la prueba, consideró muy significativo. Afirmó que se halló ADN de Marianela en solitario, cierto, y que también se halló ADN de Medina en solitario, que no es cierto. Este hecho también debería llamar la atención: No se encontró en ninguna de las muestras ADN de Medina en solitario, siempre se encontró mezclado con el de otros. Sí se halló en las toallas ADN en solitario de Miguel Ángel, Marianela y María, pero nunca el de Francisco Javier Medina.

¿Cómo explica la acusación esa evidente correlación entre los lugares donde se  encontró el  ADN de Medina y el de Marianela? No la explican, la obvian por completo, ya que es un torpedo en la línea de flotación de su argumentación. Durante el juicio la acusación trató a toda costa de demostrar que el ADN del acusado no pudo llegar a las toallas de forma indirecta, apoyándose sobre todo en la sorprendente (y sospechosa) memoria de Marianela, que dijo recordar que lavaba las toallas solas, con temperaturas y productos poco creíbles, y que además ni siquiera bastarían, de ser ciertas esas condiciones, para descartar la trasmisión indirecta. 

Pero el gran problema que se trata de escamotear, y que hay que responder independientemente de cuando y como hiciera la colada Marianela, es cómo llegó su ADN a esas toallas. Fiscal y acusaciones trataron por todos los medios de demostrar que el ADN del acusado no podía haber llegado a las toallas a través de su novia, y para ello hicieron recordar a Marianela  que había dejado las toallas limpias y que no las volvió a tocar más, en ninguna ocasión, lo que eliminaba, en su opinión, la posibilidad de la trasmisión indirecta. Si esos rastros de ADN hallados en varias toallas se debieran exclusivamente a su manipulación normal tras el lavado, para recogerlas, tenderlas, doblarlas y guardarlas, sería de esperar menos disparidad. Se pueden plantear de inmediato dos preguntas:

1) ¿Por qué entonces el ADN de ella aparece en unas toallas en gran cantidad y en otras no aparece en absoluto?

2) ¿Por qué el ADN de Marianela aparece en gran cantidad donde hay gran cantidad de ADN de Medina (dos toallas de lavabo), escasamente donde hay escaso ADN de Medina (toalla de baño salmón), y está ausente donde no hay ADN de Medina (toallas con sangre)?

En la toalla de baño no había ADN de Marianela en ninguna de las 47 muestras. En las tres famosas toallas aparece en 27 de 42 muestras, y en dos de las toallas en 24 de 28 muestras. Si ese ADN se debe a la manipulación normal de recogida y doblado, ¿cómo es posible que esa manipulación no deje ni un solo rastro en algunas toallas y deje rastros por prácticamente toda la superficie de otras?

No parece aventurado suponer que el ADN de Francisco Javier Medina podría haber llegado a esas toallas junto con el de Marianela, fuese cual fuese la forma en que ella dejó su ADN en esas toallas.  Si Marianela dejó tantas de sus células epiteliales en las toallas, pudo dejar igualmente las de su entonces novio. Pero todos estos análisis, hipótesis y posibilidades deberían haber esperado a que se resolviera el principal problema con la prueba de ADN en este caso, el misterio del ADN que no aparecía en unos análisis.

EL ADN AUSENTE

Es una de las claves para analizar la prueba genética, y parece haber pasado desapercibida para todo el mundo, incluyendo a la defensa y sus peritos. UCO, fiscalía y Juez de Instrucción no lo explicaron, y los mismos técnicos de los laboratorios fueron bastante tímidos, probablemente para no comprometer el caso. Pero el hecho cierto, indiscutible, importante, muy importante, es que el Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil no encontró ADN extraño en las toallas. Es decir, halló ADN de Miguel Ángel, María y Marianela, pero de nadie más, lo que significa que el ADN de Francisco Javier Medina no estaba en las muestras analizadas.

Esto, que no necesitaría de explicación si el ADN del sospechoso se hubiera hallado posteriormente en una o dos muestras por el Instituto Nacional de Toxicología, la necesita de forma apremiante desde el momento en que el ADN de Medina fue hallado de forma masiva en las toallas, en la mayoría de las muestras.

Durante la segunda inspección ocular, en la  cual se recogieron la toalla sobre el lavabo y la utilizada como alfombrilla de baño, ambas ensangrentadas, los técnicos no se llevaron las otras tres toallas, una de baño y otras dos de lavabo. Estaban colocadas correctamente en sus respectivos lugares, sin manchas de sangre ni señal alguna de haber sido utilizadas por el asesino, así que las dejaron en su sitio. No fue hasta varios días más tarde, durante la tercera inspección ocular, que fueron recogidas para proceder a su análisis. Es decir, ya desde el comienzo las toallas formaron dos grupos separados, por un lado las dos ensangrentadas, y por otro las tres toallas sin señales.

El Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil (L.C.G.C) analizó las cinco toallas en busca de ADN y lo halló en todas ellas, pero todos los perfiles genéticos correspondían a miembros de la familia, Miguel Ángel, María y Marianela, sin que apareciese ningún otro extraño. El análisis realizado por el L.C.G.C fue uno estandarizado, de perfil genético de STRs autosómicos, que es usado en laboratorios de todo el mundo de forma habitual. 

Posteriormente, las toallas fueron enviadas al Instituto Nacional de Toxicologia y Ciencias Forenses, donde recortaron más trozos de las toallas (en dos análisis diferentes) y los sometieron al mismo procedimiento en busca de ADN. En su caso encontraron los mismos perfiles  que había encontrado el L.C.G.C, pero hallaron además otros tres rastros genéticos. Uno de ellos correspondía a un miembro de criminalística de la Guardia Civil, lo que indica una contaminación. Otro es un perfil que no se pudo identificar, pero como tan solo se halló en una de las muestras, se pueden extraer pocas conclusiones a partir de el. El tercer perfil genético hallado era otra cuestión, ya que apareció en las tres toallas sin sangre, en dos de ellas en casi todas las muestras.

El Instituto Nacional de Toxicología volvió a analizar las toallas, recortando nuevos trozos, y obtuvo resultados muy similares. No podía haber duda, había en las tres toallas gran cantidad de ADN de una persona ajena a la familia. Se tomaron muestras de ADN a decenas de personas, y una vez analizadas se encontró que el perfil genético correspondía a Francisco Javier Medina Rodríguez. A partir de este punto, y sin consultar  a verdaderos expertos, personas bastante ignorantes en el tema comenzaron a extraer sus propias conclusiones, lo que acabó llevando a la detención y encarcelamiento de Medina.

Hay algo que pasó desapercibido para casi todo el mundo, pero que me preocupó de inmediato, y es la evidente disparidad ente los resultados del Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil y el Instituto Nacional del Toxicología. Todo el mundo se fijó en que el I.N.T había  encontrado rastros genéticos de Medina, pero pocos repararon en que Criminalística no los había encontrado. Resulta insólito, porque el I.N.T encontró el ADN de Francisco Javier Medina de forma masiva, en la mayoría de las muestras, y Criminalística ni en una sola de ellas. Durante el juicio, el encargado de la investigación achacó los resultados diferentes a que el I.N.T había utilizado otras técnicas, se supone que más avanzadas. Yo sospeché de inmediato que esa no podía ser la respuesta, y ahora sé que no lo es.

La analítica efectuada por el I.N.T difería del la del L.C.G.C en dos elementos:

-Un análisis de STRs autosómicos que incluía unos pocos marcadores más que los 17 que ya había analizado el L.C.G.C . Es un análisis más preciso, pero en este caso resulta redundante y esos  marcadores extra no aportan nada significativo. Pueden ser útiles para asegurarse si debido a la mutación hay uno o dos alelos que no coinciden, pero no es el caso. En las mezclas aparecen todos los alelos de Medina en los 17 marcadores, por lo que no hacen falta más comparaciones.

-Un análisis de STRs de cromosoma Y (que solo detecta rastros genéticos de hombres), que no había sido realizado por el L.C.G.C. En este caso sí aportan algo, aunque de importancia muy limitada. Este análisis hace aflorar rastros genéticos de Miguel Ángel en 3 muestras, y de Medina en 2, rastros que no aparecían en los análisis de STRs autosómicos. En el total de resultados tiene una importancia escasa. Hay que indicar que fue este análisis el que encontró el rastro genético de un desconocido en una de las muestras de la toalla usada como alfombrilla de baño. Como este análisis no fue efectuado por el L.C.G.C, lo eliminé de mis cálculos, ya que si no sería imposible la comparación.

El análisis de STRs de cromosoma Y podría haber sido importante si todos, o casi todos los perfiles genéticos de Medina se hubieran encontrado con el, lo que explicaría que no hubiera sido hallado en el laboratorio de criminalística, que no realizó ese análisis. Pero no, casi todo el ADN de Medina se encontró con el análisis de STRs autosómicos, el mismo efectuado por el L.C.G.C. Que en este análisis se estudien 17 o más marcadores resulta irrelevante, ya que los rastros genéticos encontrados aparecieron claramente. Las técnicas empleadas por ambos laboratorios no son, con certeza, la causa de la disparidad de resultados.

Había que considerar otras opciones. Al principio se me había ocurrido que podría haberse producido algún tipo de contaminación en un laboratorio, o tal vez algún fallo en el etiquetado de muestras, o algún error de interpretación. Sí, era demasiado atrevido suponer que alguno de esos dos laboratorios de élite podría haber cometido algún error de ese tipo, pero esos extraños resultados necesitaban de hipótesis atrevidas. Los errores ocurren incluso en los laboratorios de élite, aunque no los reconozcan, y no hace falta más que recordar el caso del asesinato de la niña Asunta Basterra y el penoso papel del laboratorio en el análisis del ADN.

Tal vez, conjeturé, los técnicos del I.N.T habían dejado la muestra de ADN de Medina muy cerca de las toallas, o tal vez habían utilizado los mismos instrumentos para manipular las muestras. Hipótesis errónea, porque la recogida de una muestra del ADN de Medina (y de decenas de personas más) no se efectuó hasta bastante después de haberse efectuado los análisis en el laboratorio. Es decir, primero apareció un perfil genético no identificado, que no correspondía a los conocidos de Miguel Ángel, María y Marianela, y posteriormente se requirió ADN de varias personas para la comparación.

¿Podría ser que hubiera habido alguna confusión en el etiquetado, la manipulación o la identificación, y que ese ADN no fuera el de Francisco Javier Medina. No, porque más tarde se analizaron prendas del detenido en busca de ADN y apareció el mismo perfil que había sido hallado en las toallas. No hay duda de que se trataba de su ADN.

Pudiera ser que, tal vez, los técnicos del laboratorio hubieran sobrevalorado algunos resultados poco claros y sujetos a discusión. Tampoco. En las distintas mezclas aparecía claramente el perfil genético completo de Medina, con bastante cantidad de ADN en algunas muestras. Los electroferogramas son bastante claros. 
Electroferograma similar a los utilizados en este caso

No hay duda: El Instituto Nacional de Toxicología halló ADN de Francisco Javier Medina en tres toallas, en dos de ellas de forma abundante y en muchas muestras.

Había que volver la vista al Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil. ¿Tal vez se les podría haber escapado un ADN no identificado en las muestra analizadas? Tampoco, los perfiles genéticos mezcla contenían exclusivamente los perfiles genéticos de los tres miembros de la familia y no había posibilidad de confusión o de que hubiera algún ADN extraño oculto tras los resultados. Ni un solo alelo extraño que pudiera señalar en otra dirección.

No hay duda: No había ADN de Francisco Javier Medina en las muestras analizadas por el Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil.

Si no había ADN en ninguna de las 17 muestras de las tres toallas analizadas por el L.C.G.C, y se encontró en 14 de las 25 muestras analizadas por el I.N.T, y considerando las hipótesis ya descartadas, tan solo nos quedan dos, y solo dos, posibilidades:

1) Todo se debe al puro azar, a una gran casualidad.

2) El ADN de Francisco Javier Medina llegó a las toallas con posterioridad al análisis del Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil, y antes de su envío al Instituto Nacional de Toxicología.

CASUALIDAD

Consideremos el resultado del I.N.T, y supongamos por un momento que ese resultado representa el número de muestras de las toallas en el que hay ADN de Medina, es decir, un 56 % (14/25). En ese caso, la probabilidad de analizar 17 muestras sin encontrar al menos un rastro de ADN de esa misma persona es de una entre 1.151.608. Una entre un millón. Si suponemos que la distribución del ADN en las toallas era menor, y que ese 56 % era un resultado casualmente alto, la probabilidad de no encontrar ni un positivo en 17 muestras aumentará, pero a costa de la disminución de encontrar el 56 %. Lo único que estaríamos cambiando sería una muy alta improbabilidad por dos altas improbabilidades.

Estos números también cambiarán si tan solo utilizamos las muestras donde se obtuvieron resultados, o si vamos analizando toalla por toalla, pero hagamos como hagamos, el resultado que obtendremos indicará que dado uno de los resultados obtenidos, el otro resulta extremadamente improbable. Y eso independientemente de si el ADN llegó a las toallas por transferencia directa, a través de un tercero o de una lavadora. (Nota: La probabilidad entre un millón se usa por su rotundo significado, pero soy consciente de que otro tipo de cálculos, por ejemplo tomando en consideración tan solo las muestras donde apareció ADN identificado de alguien, resultan en una probabilidad de uno entre 200.000. En cualquier caso, más que las cantidades, importa la consideración del resultado como muy improbable. Para entendernos con un ejemplo, la probabilidad de sacar 20 caras seguidas lanzando una moneda es de aproximadamente una entre un millón, y la de sacar 18 caras es tan solo de una entre 260.000. Más allá del cálculo, resulta muy improbable obtener 18 o 20 caras)

Muy improbable no significa que sea imposible, pero sí que estamos ante una anomalía que debería haber sido considerada con mucha precaución. Las grandes casualidades, cuando aparecen en la prueba usada para detener y acusar a una persona, necesitan de un estudio profundo y completo, para garantizar que realmente se está ante una casualidad, y no ante una situación de otro tipo.

LA OPCIÓN DE LA CONTAMINACIÓN

Esa situación de otro tipo es la otra única explicación para los resultados obtenidos. Una vez descartadas las demás opciones, y aparte del resultado improbable, tan solo nos queda suponer que el ADN de Francisco Javier Medina llegó a las toallas después de ser estas analizadas. Esto sería muy difícil de probar, ya que los implicados en la manipulación y custodia de las toallas negarán siempre que haya podido ocurrir (como ocurrió en el caso de Asunta Basterra), pero no es imposible. Es cierto que la muestra de Medina no se obtuvo hasta que el I.N.T efectuó el análisis de las toallas, pero eso no elimina la posibilidad de una contaminación.

Depende de quien y como custodiara esas toallas entre unos y otros análisis, y quien las manipulara. En el Juicio se pudo presenciar (ver el capítulo 2 de esta serie) como se manipulaban las toallas con muy poco cuidado, delante de Juez, Fiscal y abogados, sin que nadie pusiera objeción. Sí, las personas que las manipulaban llevaban guantes, y las toallas estaban guardadas en bolsas, pero en algunos momentos se depositaron, sin protección, en lugares donde podrían haberse contaminado.

Una vez que el Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil terminó sus análisis, devolvió las toallas, y seguramente estuvieron custodiadas en el juzgado de La Palma del Condado hasta su remisión al Instituto Nacional de Toxicología. Allí pudieron ser manipuladas por personas que habrían podido estar en contacto poco antes con Francisco Javier Medina o Marianela Olmedo, bien directamente, bien a través de un agente intermedio. Si un investigador entrevistó a Medina o Marianela, y les dio la mano o se sentó donde ellos se habían sentado poco antes, podría haber recogido ADN de uno o de los dos. Si después entró en contacto con las muestras, podría haberlas contaminado. 

O podría haber entrado en contacto con otra persona que trabajara en el juzgado (que algunos investigadores visitaban con frecuencia) traspasándole el ADN de Medina, que esa persona posteriormente habría dejado en las muestras al manipularlas. Ese tipo de transferencias (y más complejas todavía) están documentadas, así que no hay duda de que pueden tener lugar. La pregunta es si había alguna persona en el juzgado con acceso a las muestras que pudiera haberse contaminado a través de alguno de los investigadores. Es una cuestión interesante.

Improbable, sí, pero mucho menos improbable que el que por puro azar un laboratorio obtenga cero positivos de 17 muestras y otro 14 positivos en 25 muestras de las mismas toallas. En este caso no podemos escapar de la improbabilidad y eso debería haber provocado que todos los que intervinieron fueran mucho más prudentes.

Recupero ahora algo mencionado anteriormente. La acusación alega que el ADN de Medina hallado en las toallas proviene de células epiteliales, ya que no se halló ni sangre ni semen en las muestras. Aparte de que la hipótesis de la lavadora puede explicar eso, hay que señalar que las pruebas de detección de fluidos no son del todo fiables, y sobre todo, que no se efectúan sobre toda la muestra, tan solo sobre una pequeña parte de esta. Eso significa que se puede realizar la prueba en una parte de la muestra donde no está, por ejemplo, una partícula de semen, resultando negativo al semen, pero positivo en ADN. Esto necesitaría de una explicación más extensa, pero sirva de momento que es una explicación perfectamente válida.

Resulta improbable, hay que reconocerlo, que en todas las muestras ocurra eso, pero no tan improbable como el citado resultado divergente de dos laboratorios. No se puede desechar una hipótesis como incorrecta por ser improbable, a la vez que aceptamos algo mucho más improbable. Hay que ser consecuente.


RESUMEN

En resumen, el ADN de Francisco Javier Medina fue encontrado en tres toallas que no habían sido analizadas inicialmente, que no tenían manchas se sangre ni ninguna señal de haber sido utilizadas durante el crimen, y que estaban perfectamente colgadas en su lugar habitual. El análisis del Laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil no encontró ADN de Medina en ninguna de las 17 muestras analizadas de las tres toallas, obteniendo el de Miguel Ángel, María y Marianela (9, 9 y 10 muestras).

El Instituto Nacional de Toxicología halló ADN de Medina en esas tres toallas, pero no en las que sin duda había utilizado el asesino, que estaban manchadas de sangre, y donde además se encontró un perfil de ADN de un desconocido. El ADN de Medina en las toallas guardaba una correlación bastante evidente con el de Marianela, ya que los dos estaban ausentes de las toallas con sangre, y presentes en las otras tres, guardando incluso la proporción: En una toalla donde el ADN de Medina apareció en pocas muestras, lo mismo ocurrió en el de Marianela, y en las otras dos toallas el ADN de los dos apareció en casi todas las muestras. Tan solo esto ya debería haber frenado el ímpetu de los que querían procesar al entonces sospechoso.

Para rematar, los resultados de ambos laboratorios implican un resultado muy improbable, una improbabilidad difícil de aceptar por algunos, o una contaminación posterior al primer análisis, que resulta una improbabilidad difícil de aceptar por otros. En cualquier caso una improbabilidad que no se puede soslayar.

Investigadores de la UCO, fiscalía y Juez de Instrucción, ansiosos por resolver el caso, y con poco entendimiento sobre la prueba, decidieron, de forma imprudente, interpretarla por sí mismos. Ante lo confuso de los resultados, la Juez debería de haber solicitado la opinión de varios expertos contrastados antes de tomar ninguna decisión. No lo hizo, y una vez encarcelado Medina y plasmada por escrito su opinión de que se estaba ante una transferencia directa, ya no había marcha atrás, a riesgo de quedar en evidencia.

Así se encarcela a un inocente en la España del siglo XXI.