domingo, 12 de mayo de 2019

El crimen de Almonte (XVIII): 151 Cuchilladas


INTRODUCCIÓN

Lo primero que llama la atención del libro de Rocío Castrillo, 151 Cuchilladas (Pábilo, 2019) es el título, porque como ya he señalado en otras ocasiones, no es cierto que las víctimas sufrieran 151 cuchilladas, ni puñaladas, ni heridas de arma blanca. Parece toda una declaración de intenciones, la de sacrificar el rigor a un título de impacto. A partir de ahí, hay que reconocer el considerable trabajo que hay detrás del libro. Aunque la verdad es que la autora interviene muy poco, sobre todo en la primera parte, limitándose a dar la palabra a unos y a otros, sé que no es tarea fácil ir seleccionando testimonios y lograr que encajen. Se hace notar la falta de una introducción, y no tengo claro si los lectores que sepan poco o nada del caso van a encontrar su ritmo aceptable. Dejo la valoración de esas cuestiones y de la calidad literaria para otras personas. 


La portada resulta poco discreta


Un problema importante, en mi opinión, es que se dedica mucho espacio a las cuestiones sentimentales y accesorias, y poco a los elementos básicos del crimen, que se trata muy superficialmente, sin ningún tipo de análisis serio. Me ha parecido lo más decepcionante del libro. Más allá de lo que consideren Francisco Javier Medina y sus abogados sobre las referencias que se hacen sobre su persona, me da la impresión de que al libro le sobran unas cuantas cosas, como la burla y el desprecio que se destilan varias veces (la OCU…), y sobre todo, una serie de insultos totalmente gratuitos que se vierten sobre el abogado Baena Bocanegra. La autora los asigna a una no identificada pariente o amiga de los afectados, pero parece evidente que eso no da derecho a publicarlos (si no, se podría insultar con impunidad a cualquier persona sin más que adjudicar dichos insultos a personas no identificadas), y no sé como se lo tomará Baena. Tampoco me parecen adecuadas las consideraciones sobre los miembros del jurado, ni algunas calificaciones fuera de tono, como cuando Rocío Castrillo describe a Mariano Olmedo como asilvestrado. Sobra también, hay que decirlo, la actitud insultante y desafiante del alférez del puesto de Almonte, algo preocupante en quien debería ser, precisamente, el encargado de templar los ánimos y desarrollar un papel neutral entre las distintas opiniones que hay en el pueblo.

El libro está completamente sesgado, y no se hace ningún intento para ocultarlo. Las versiones de los hechos descansan casi por completo en las opiniones de los investigadores, Marianela, Aníbal, y amigos suyos. La autora puede protestar que ni Medina ni su familia quisieron hablar con ella, pero eso no la eximía del intento de buscar el equilibrio por otros medios. Habría resultado indispensable cierto alejamiento, un poco de escepticismo, y no limitarse a reproducir lo que le contaban, tuviera sentido o no, fuera verdad o no, hubiera contradicción con lo que esas personas habían dicho anteriormente o no. La autora está en su derecho de apoyarse de forma desproporcionada en una versión, pero me parece que eso no favorece al libro, sino todo lo contrario. Eso sí, al final le da unas cuantas páginas al alegato final de Francisco Baena, pero tampoco sirven de contrapeso a 500 páginas claramente inclinadas hacia el otro lado.

No entiendo la razón por la que utiliza los nombres y apellidos reales de los testigos y oculta otros que aparecieron en prensa, como los de los investigadores. Por ejemplo, siempre se refiere al teniente como Félix, que no es su verdadero nombre. De todos modos, yo seguiré su criterio, y si quiere que se llame Félix, así me referiré a él.

En cuanto a las fuentes, la autora asistió a las sesiones del juicio en Huelva, donde se la pudo ver en primera fila del público tomando notas con mucha frecuencia. Entrevistó en profundidad a muchos protagonistas, y ha tenido acceso al sumario del caso, porque cita en bastantes ocasiones declaraciones e informes del mismo. Y para rematar, ha contado con las confidencias de los investigadores. Es decir, ha tenido a su disposición prácticamente toda la información relevante. Otra cosa es la profundidad de su estudio, la atención que le prestara, o como le aprovecharan esas lecturas.

Y es que hay clamorosas omisiones. Por ejemplo, no se dice nada de la misteriosa subida del asesino a la terraza, ni se menciona. La autora tampoco dice ni palabra sobre la conversación telefónica que indicaba que Miguel Ángel habría mantenido relaciones con al menos dos mujeres, y como los agentes de la UCO eliminaron de las declaraciones de esas mujeres, a petición de ellas, esas referencias. Y hay más, bastantes más olvidos.

REGRESO AL PASADO

Florent Brayard, en su reciente y polémica obra sobre el Holocausto, cita a Peter Longerich advirtiendo del peligro para el historiador de apoyarse demasiado en los recuerdos de los entrevistados:

Décadas después de los hechos, una toma de posiciones respecto a lo que sabíamos en esa época puede estar sesgada de muchas maneras: lagunas en la memoria, mecanismos de negación, falta de sinceridad, pero también proyección retroactiva sobre el pasado de las informaciones adquiridas posteriormente.

y concluye que para un análisis imparcial ...debemos remitirnos a los documentos estrictamente contemporáneos, como los diarios íntimos.

Tan solo tenemos que cambiar diarios íntimos por declaraciones e informes para que la cita se adapte como un guante al conocido como doble crimen de Almonte. Y en cuanto al tiempo, no han hecho falta décadas; en apenas 5 años se han alterado los recuerdos de forma radical, grotesca en ocasiones. Todos y cada uno de los sesgos sobre los que advertía Longerich están presentes en los testimonios que recopila Rocío Castrillo para su obra: lagunas en la memoria, mecanismos de negación, falta de sinceridad, y sobre todo, el traslado al pasado de informaciones adquiridas a posteriori

No estoy aludiendo a un puñado de situaciones o expresiones que se pueden desplazar de forma inadvertida, me refiero a una traslación masiva en el tiempo de hechos, opiniones, consideraciones y conjeturas, con un objetivo muy concreto: Dar la impresión de que lo que realmente se dijo e hizo a partir de mayo-junio de 2014, se había hecho y dicho durante los doce meses anteriores.

Evidentemente, yo no puedo saber lo que se dijo en determinada conversación privada entre Marianela y Francisco Javier, o lo que pensaba el teniente a finales de 2013. Tampoco de quién sospechaba realmente Aníbal, o si las amigas de Marianela de verdad estaban convencidas de la culpabilidad de Medina. Lo que si puedo saber es si una declaración contradice a otra u otras anteriores de la misma persona, o si un informe dice lo contrario de lo que ahora afirma un investigador, o si determinada afirmación tiene soporte documental o lo tiene la afirmación contraria.

El libro de Rocío Castrillo contiene más de cien afirmaciones que no se pueden sostener con apoyo de documentos, y que cuentan con evidencia que las refuta. Exponer todos y cada uno de los errores, tergiversaciones o manipulaciones que se manifiestan en la obra supondría en la práctica escribir con extensión semejante, algo inviable. Así que he decidido comenzar refutando las afirmaciones más generales, tratando posteriormente tres ejemplos con algún detenimiento. Dejaré para el final de este escrito una sugerencia de como podemos tratar con el resto. 

En esa aparatosa proyección al pasado de las opiniones de 2014 participan con vigor y entusiasmo los principales interlocutores de la autora: Marianela, su hermana, sus padres, sus amigas, Aníbal, el teniente de la UCO, otros investigadores, … Estoy dando por supuesto, como es evidente, que Rocío Castrillo reflejó con razonable fidelidad lo que le iban contando todas estas personas. Sé que buena parte de lo que viene en el libro no son las palabras textuales, algo evidente sin más que comparar las citas con los originales, pero le supongo al menos apego al espíritu de lo que le iban contando todas esas personas. 

Todos los citados participan en esta espectacular distorsión temporal de forma relacionada, aunque probablemente no coordinada, porque todos tienen el mismo objetivo común, que no es otro que dar la impresión de que:

-Medina se convirtió en el principal y prácticamente único sospechoso rápidamente, tras eliminar los investigadores muy pronto el resto de las pistas.

-Estuvo muy claro desde el primer momento que se trataba de un crimen de tipo pasional.

-Todos parecían sospechar de Francisco Javier Medina durante los casi 14 meses transcurridos entre el crimen y la detención.

-La UCO fue recopilando durante meses pistas sobre este sospechoso, y trabajó sobre ellas hasta construir un caso.

-Todos parecían saber que Medina era un celoso machista y dominador.


Estos cinco planteamientos son en la práctica el 80 % del libro. Se van repitiendo una y otra vez, con ligeras variantes y adaptaciones a cada situación, pero manteniendo su esencia. El problema para todos los que los sostienen, investigadores o testigos, es que no solo no hay evidencia que sostenga sus afirmaciones, es que hay evidencia que las refuta.


CRIMEN PASIONAL

En la página 298 la autora acaba reconociendo que los dos pilares fundamentales sobre los que se sustentaba la acusación eran el ADN en las toallas, y la naturaleza pasional del crimen. Se comprende, a la luz de este reconocimiento, la insistencia, página tras página, en tratar de dejar bien establecido que dicha naturaleza pasional fue evidente desde el primer momento, y que así lo entendieron investigadores, forenses, ciudadanos, … todo el mundo. Los mismos miembros de la UCO así lo pretendieron… a posteriori. Porque por desgracia para todos ellos y la autora, esa pretensión no  cuenta con soporte documental. 

El hecho es que el carácter pasional del crimen ni siquiera fue considerado evidente tras identificar el ADN como perteneciente a Francisco Javier Medina, como veremos en breve. Como ya he señalado en otro escrito, durante un año no hay ni una sola referencia a la naturaleza pasional de los asesinatos, ni una sola. Los forenses, en sus informes de más de 100 páginas, no hacen tampoco ninguna referencia al crimen pasional, ni interpretan de ninguna forma las heridas en la espalda. Los investigadores no se refirieron en ninguno de sus varios informes a la naturaleza pasional del crimen, ni una sola vez, ni de pasada. 

¿Como es posible que algo que se pretende tan notorio, tan evidente, no haya dejado ni una sola referencia escrita? Además de esa ausencia de referencias, las investigaciones de la UCO, que durante un año se centraron en pistas y personajes que excluían el crimen pasional, acaban por desmentir la extemporánea pretensión. Estamos ante lo que se nos advertía en la cita de Longerich, la proyección hacia el pasado de lo que solo fue evidente a mediados de 2014. Pero antes de continuar con el supuesto carácter pasional del crimen, voy a referirme brevemente el asunto del ADN, que ya he tratado por extenso en otros escritos.

El segundo pilar de la acusación, en palabras de la autora, se desmonta con similar facilidad. En varias ocasiones a lo largo del libro se nos dice que la transferencia directa del ADN está avalada por informe técnicos, pero en ninguna ocasión se nos citan esos misteriosos informes, ni se nos reproducen las expresiones que indicarían lo que se pretende. El INT afirmó de forma explícita que no podían determinar la forma en que llegó el ADN a las toallas, y lo que se trata de ocultar es que fueron los miembros de la UCO, la fiscalía y la Juez quienes interpretaron esos informes y quienes determinaron que la transferencia había sido directa. 

Pese a todo, pese al juicio celebrado, se sigue insistiendo en que los técnicos del INT validaban la transferencia directa del ADN a las toallas. Resulta notable, porque la autora asistió a las sesiones del juicio, pero se le debieron pasar algunas cosas por alto, como por ejemplo cuando los peritos del INT refutaron la pretensión de la UCO de estar ante un ADN fresco, o cuando el perito principal, en contestación al fiscal, dejó bien claro que el ADN de las toallas era compatible con una transferencia directa si se admitían las suposiciones que planteaba el fiscal, para añadir de inmediato que también era compatible con una transferencia indirecta si se aceptaban otras suposiciones. 

Estas afirmaciones del perito jefe son demoledoras, y desmienten totalmente las pretensiones de la UCO, la fiscalía y la Juez de Instrucción (que son los verdaderos expertos que valoraron la evidencia genética), de apoyarse en los informes y valoraciones del los técnicos del INT. Estos dejaron siempre muy claro, desde el primer momento, que ellos no podían determinar como había llegado el ADN a las toallas.

Pero volvamos con el carácter pasional del crimen, que según se afirma repetidamente en el libro, fue evidente desde el principio para casi todos. Se nos dice que el teniente Félix y los investigadores lo tuvieron muy claro en todo momento, algo que, insisto, no solo no cuenta con evidencia, sino que esta lo refuta claramente. Pero hay más. Mucho más. Yo había sostenido que el carácter pasional del crimen se convirtió en evidente al encontrarse el ADN en las toallas, pero tengo que reconocer que estaba equivocado. El carácter pasional del crimen solo fue evidente cuando los investigadores decidieron (si por convencimiento o por necesidad es otra cuestión) dejar a Marianela fuera de la ecuación, y eso no sucedió de inmediato tras la aparición del ADN en las toallas.

Toda la evidencia que nos falta sobre que los investigadores sospecharan en algún momento de Medina como autor de un crimen individual nos sobra de que consideraban como sospechoso al dúo Marianela-Medina, y más a ella que él. Rocío Castrillo pretende, de nuevo a lo largo del todo el libro, que los investigadores sospechaban de Medina y no de Marianela, pero en realidad fue más bien al revés. El hecho es que no dejaron de sospechar de ella ni siquiera tras la aparición del ADN de Medina en las toallas. Y podemos entender, por fin, la razón por la que el carácter pasional del crimen no aparece nunca en los informes hasta finales de junio de 2014, porque si los sospechosos eran Marianela y Medina, entonces el crimen no podía ser pasional, no tenía ningún sentido. Si ellos dos eran culpables, el motivo podía ser económico, o de otro tipo, pero nunca pasional.

Solo cuando se aparta a Marianela y queda Medina como único sospechoso es necesario exponer un motivo para el crimen, y con ella fuera de la ecuación, entonces sí, solo puede tratarse de un motivo pasional. Pero, ¿hay pruebas de lo que afirmo? Al fin y al cabo, podría tratarse de una conjetura, una suposición más. Pues sí hay pruebas, y de tipo documental. En un informe de 28 de mayo de 2014, casi tres semanas después de recibir el informe que comunicaba la aparición del ADN de Francisco Javier Medina en las toallas, los investigadores comunicaron al juzgado sus impresiones a partir de dicho descubrimiento (las comas son del original):

Se considera necesario a juicio de los investigadores, retomar la línea de investigación, al objeto de determinar o descartar la presunta participación en los hechos investigados de Francisco Javier Medina Rodríguez y Marianela Olmedo Martínez dada la existencia del perfil genético... 

Es decir, la aparición del ADN provoca que se investigue a los dos, a Medina y a Marianela, y además se utiliza el término retomar, lo que implica que hasta la aparición de dicho ADN esa línea de investigación no estaba activa. Algo que, por otra parte, ya habían comunicado los mismos investigadores en octubre de 2013. En este informe de 28 de mayo de 2014 no se menciona siquiera la posibilidad de que el crimen pueda ser de tipo pasional. Algo lógico, ya que la posible implicación de Marianela lo descartaría. Pero hay ya algunos cambios sutiles en la dirección de lo que poco después se convertirá en la versión canónica, como por ejemplo que el nombre de Medina aparezca antes que el de Marianela en la dupla de sospechosos, cuando en los informes anteriores siempre había sido al revés. También aparecen por primera vez referencias a los celos de Medina, todavía sin un contexto nítido, pero ya presentes. Es un informe que hace de puente entre la situación pre-ADN, en la que Medina nunca es considerado sospechoso de forma individual y la consideración de Medina como sospechoso único.

A finales de junio, ya detenido el sospechoso, la misma situación se narra de una forma un poco distinta:

Conocida la obtención del perfil genético INDUBITADO de Francisco Javier Medina Rodríguez en las muestras detalladas en el punto 5 de la presente diligencia, se retomó nuevamente la práctica de gestiones sobre el investigado, a fin de poder establecer fehacientemente su grado de participación en las comisión de los hechos.

Un mes después Marianela ha desaparecido de la narración. Donde antes decían que la aparición del ADN hacía necesario retomar la investigación sobre los dos, ahora se pretende que tan solo había hecho retomar la investigación sobre él. Comparen los dos párrafos citados y extraigan sus conclusiones.

Es en este informe, por fin, cuando los investigadores afirman por primera vez que se trata de un crimen pasional. Han tenido que pasar 14 meses y cientos de páginas de informes para que afirmen lo que según nos dicen ahora, habían tenido más que claro desde el primer día. De nuevo, que valore el lector. 


MÁS CAMBIOS

151 Cuchilladas sigue una línea temporal razonablemente ordenada, aunque se trasladan de forma continua hechos y opiniones adelante y atrás en el tiempo. Resulta particularmente confusa la historia de la relación entre Marianela y Medina entre 2009 y 2013, ya que pese a la pretensión cronológica, las historias que le cuenta Marianela a la autora se cruzan y no siguen dicha línea, por lo que carecen del contexto adecuado. 

Aparte de eso, el problema fundamental es que se adelantan a 2013 hechos y opiniones que no tuvieron lugar hasta 2014. Esto, que no resulta inocente, tiene un objetivo evidente, cristalino, el de hacer creer que las sospechas e indicios contra Medina se fueron desarrollando desde el primer momento, y no que se establecieron de forma apresurada en mayo-junio de 2014, como realmente ocurrió.

Una y otra vez se colocan a finales de agosto, primeros de septiembre, finales de septiembre…, de 2013, opiniones de los investigadores que no se manifestaron hasta muchos meses después. Se afirma que todas las líneas alternativas a Medina se abandonaron bastante pronto, en algunos casos asegurando de forma incorrecta que se habían comprobado las coartadas, como en el caso del magrebí que sufrió un corte en la mano o el rumano que amenazó a Miguel Ángel. En realidad, las líneas de investigación más evidentes, incluyendo la de Marianela-Medina, se dieron por agotadas (provisionalmente) en octubre de 2013, bastante más tarde de lo que pretende la autora. Y más por haber agotado la capacidad de comprobación que por haber confirmado coartadas.

En el intento desesperado por hacer creer que nada más abandonarse esas líneas, muy pronto, empezaron a sospechar de Medina, se acaba cayendo en el disparate. Y es que claro, se afirma que a finales del verano ya sospechaban de  Medina, pero tampoco pueden justificar que hicieran nada para investigarlo, así  que durante páginas y páginas el libro es un sí pero no. Dicen los investigadores, les cree la autora, que sospechaban, pero sin poder aportar ni la más mínima evidencia de que eso fuera cierto, ni aclarar como se sustanciaban esas sospechas. Ni siquiera se puede pretender que se hizo algo con el testimonio de magro, del que tuvieron noticia el 15 de septiembre, y sobre el que no se investigó ni se realizaron gestiones. El capitán dice que se les encendió una lucecita con lo de magro, pero no se sabe lo que ocurrió con esa lucecita. La autora sitúa en septiembre-octubre unas entrevistas y comprobaciones sobre las afirmaciones de magro, que en realidad no tuvieron lugar hasta muchos meses después, tras la aparición del ADN. Así que da la impresión de que los miembros de la UCO no hicieron nada durante meses y más meses, limitándose a sospechar, pero sin comunicar de forma oficial esas sospechas, y sin hacer nada para probarlas o no probarlas.

Resulta grotesco. Lo que ocultan los investigadores y la autora es que lejos de sospechar de Medina, durante esos meses se dedicaron en cuerpo y alma a dos nuevas líneas de investigación que, de nuevo, excluían el crimen pasional. Una de ellas fue iniciada a resultas de una pista proporcionada por Aníbal Domínguez, y versaba sobre el dudoso testimonio de una pareja, que decía haber visto a alguien sospechoso pasando por la calle esa noche, y sobre las andanzas de un sujeto de mal vivir que efectuó un comentario en un pub. La otra, basándose en informaciones bastante fiables que afirmaban que el día del crimen y el anterior a este había algún vagabundo durmiendo en la entrada del garaje que hay justo frente el portal del lugar del crimen, rastreó a un par de vagabundos bastante inquietantes, cuyos enseres (entre ellos un cuchillo jamonero) aparecieron en ese lugar meses después. 

La primera vía era objetivamente débil, y la segunda, pese a resultar más interesante, dudo que se enfocara correctamente, porque no hay evidencia de que las personas investigadas fueran las que estuvieron en Avenida de los Reyes el 26-27 de abril de 2013. En cualquier caso, fueron investigaciones profundas, con decenas de entrevistas, y en el segundo caso, cientos de análisis genéticos, y que se comunicaron al juzgado mediante extensos y completos informes. Por supuesto, estas dos investigaciones, y alguna más de nivel mas bajo, fue lo que estuvieron haciendo los miembros de la UCO durante esos meses fantasmas, en los que, si nos fiamos de la autora, habrían estado meditando o sospechando. Desconozco si ella sabe de esas investigaciones y decidió no hablar de ellas, o simplemente se limitó a ir poniendo lo que le iban contando el teniente y otros investigadores, sin preguntarse ni cuestionarse nada. 

Para resumir y dejarlo claro de una vez: El crimen pasional nunca fue evidente hasta que se consideró a Medina como sospechoso individual, separado de Marianela, y eso no ocurrió hasta mayo-junio de 2014. Nunca hasta ese momento se había considerado la hipótesis de que Francisco Javier Medina hubiera asesinado por su cuenta a Miguel Ángel, y por tanto todavía no era evidente que el crimen fuera pasional, no podía serlo.

Para finalizar esta sección, quiero llamar la atención sobre una paradoja. Los investigadores pretenden que siempre consideraron evidente que se trataba de un crimen pasional, pero se les puede acusar precisamente de no seguir esa línea de investigación con el vigor suficiente. Sí, se nos dice que el teniente planteaba a veces la hipótesis de que el asesino pudiera estar relacionado con alguna relación sentimental oculta (da la impresión de que no se enfocó tampoco de forma correcta) de Miguel Ángel. Pero en realidad no hay rastros de que esa línea se haya seguido con el mismo interés que otras bastante menos prometedoras. Si nos fijamos, se dedicaron a investigar en profundidad las hipótesis que excluían el crimen pasional. Tan solo cuando ya tenían un sospechoso y debían asignarle un motivo, se tomaron en serio la motivación pasional, pero tan solo para colocársela a Medina. 

Sin descartar ninguna hipótesis, considero que la línea de investigación más prometedora es la búsqueda de algún novio o marido celoso. Con razón o sin ella.


SOSPECHOSO O SOSPECHOSA

Las sospechas que albergaban los miembros de la UCO sobre Medina, poco importantes, lo eran siempre como secundario de Marianela. Tal vez un posible ejecutor, pero nunca por su cuenta, sino como cómplice o colaborador de ella, y por eso eso siempre aparecen como sospechosos juntos. Por lo mismo, en ese contexto, el móvil no serían los celos, que nunca se mencionan ni como posibilidad. 

La autora trata de mostrar a lo largo de todo el libro que en realidad todos sospechaban de Medina antes de que apareciese su ADN, algo que es rotundamente falso. Ya se sabe, todos sospechaban, pero a todos se les olvido decirlo, y a los miembros de la UCO reseñarlo en sus informes. De quienes sospechaban realmente, Aníbal sobre todo, y también los miembros de la UCO, era de Marianela (con poca evidencia, todo hay que decirlo), y así quedó reflejado en sus declaraciones e informes. 

Resulta especialmente patético el intento de convertir a Aníbal en un astuto sabueso que siempre tuvo claro que el autor era Medina, y el motivo los celos. Es una mentira muy grosera, que la autora disemina numerosas veces a lo largo del libro. Asimismo, se ocultan las profundas sospechas que Aníbal manifestaba sobre Marianela, y de las que sí hay registro documental. 

En sus dos declaraciones ante la Guardia Civil, Aníbal no menciona a Medina, pero sí a Marianela. Sus padres también la mencionan a ella, en no muy buenos términos. La UCO refiere en sus informes que tanto Aníbal como sus padres sospechaban de Marianela como la impulsora del crimen, y no reflejaron que se hubiera mencionado siquiera a Francisco Javier Medina.

Pese a los torpes intentos por ocultarlo, lo cierto es que Aníbal siguió sospechando de Marianela hasta el final.. y posiblemente más allá. Tenía clarísimo que ella era la inductora, y que Medina podía ser el ejecutor o cómplice, pero esto era una posibilidad entre otras. Sospechaba muchísimo de las amigas de Marianela, sobre todo de una de ellas, de la que creía que podía estar implicada en el crimen. A veces sospechaba que Marianela, Medina, y una o más amigas de Marianela habían confabulado para cometer el crimen.

Estos disparates y absurdos ocurrían mientras Rocío Castrillo trata de hacernos creer que Aníbal estaba segurísimo de que Medina era él único culpable, por un asunto de celos. Las sospechas sobre Marianela y sus amigas no cesaron ni siquiera tras la detención del sospechoso, y Aníbal creía que habría más detenciones, incluyendo a Marianela y esa amiga.

Esto es la verdad, lo otro son fantasías, reconstrucciones a posteriori. El hecho es que al mismo Aníbal que en un párrafo está seguro de la culpabilidad de Medina, nos lo muestran en el párrafo siguiente investigando por su cuenta pistas que no guardan ninguna relación con su supuesto sospechoso único. A quien nunca perdió de vista, ni por un momento, fue a Marianela. Su novio podía ser tal vez un cómplice o colaborador, pero sus sospechas tenían una destinataria evidente.

SESGOS Y OLVIDOS

La autora nos informa acerca del conflicto entre Marianela y Raquel, pero el sesgo es evidente, porque todos los que opinan son de la cuerda de Marianela. Por ejemplo, varias testigos refieren que Raquel insultaba a Marianela por lo bajini cuando se cruzaban, o cuando nadie la podía oír. Parece evidente que si nadie la podía oír, la única fuente para esa acusación es la propia Marianela. Que esa versión la compren sus amigas tiene un pase, pero que lo haga la autora, sin un atisbo de escepticismo, nos da bastante información sobre el tipo de libro ante el que estamos. Ya que la autora no está por la labor, espero que algunos lectores se pregunten por qué si Raquel era quien provocaba y atacaba, fue precisamente ella quien solicitó el cambio de de centro de trabajo, y al no serle concedido, el cambio de turno. Curioso.

Por cierto, y aprovechando el tema, Rocío Castrillo no tiene empacho en hacerse eco de los bulos más toscos y repite la grosera mentira de que Raquel y Medina retomaron su relación tras salir este de la cárcel, reproduciendo incluso una ridícula historia en la que ambos paseaban de la mano por el pueblo, con los padres de él caminando detrás, en lo que con un par de escopetas casi parecería una escena de El Padrino. Este tipo de historietas socavan cualquier pretensión de seriedad, y son una evidente calumnia. 

Se intenta blanquear constantemente la relación entre Marianela y Miguel Ángel, con Marianela fabulando a cada paso, tratando de dar la impresión de una relación razonablemente buena con su esposo, a pesar de su infidelidad. La autora no nos cuenta nada de los gravísimos insultos que algunos testigos escucharon que le dirigía Marianela a su esposo, ni de las vejaciones y malos tratos psicológicos, a lo largo de varios años, que denunciaron antes y después del crimen los familiares de Miguel Ángel. Nada, silencio. Se silencian también las referencias a Miguel Ángel llegando desesperado a casa de sus padres o de como la niña le contó a sus abuelos que su madre le había tirado un plato a la cabeza a su padre. Nada de esto se menciona en el libro.

Se blanquea también la denuncia que intentó poner la madre de Miguel Ángel en el cuartel de la Guardia Civil de Almonte poco antes de crimen. Lo que en su momento declaró la señora María Espinosa que era un intento de denuncia pro los malos tratos psicológicos de Marianela hacia su hijo, lo convierte Rocío Castrillo en una amable visita y cordial charla de la señora con la Guardia Civil, en poco más que una preocupación por si  Marianela quería quedarse con todo. ¡A la una de la madrugada!

MEDINA EL MALO MALÍSIMO

Por boca de la Marianela post junio de 2014, tiene lugar un notorio character assassination en la persona de Francisco Javier Medina, a quien se nos presenta como un monstruo demoníaco, un celoso obsesivo que de alguna manera habría logrado dominar y controlar el espíritu de su amante. Casi se nos describe como una posesión diabólica, en la que una Marianela robótica se limitaba a seguir las órdenes de su dominador.

Por supuesto, ese personaje es una construcción tardía de la que no hay rastros antes de que su ADN apareciera en las toallas. Esa supuesta naturaleza hipercelosa de Medina no aparece en ninguno de los informes de la UCO en 2013, ni refieren que nadie les haya hablado de ello antes de encontrar su ADN. Marianela no habló de ello ni con los investigadores, ni con su psicóloga, ni con su psiquiatra. Supuestamente, según le van contando los testigos a la autora, todos estaban al tanto, pero… 

¿Era celoso Medina? Es posible. Es posible que como otros muchos, casi todos, los hombres y mujeres. Es probable que menos celoso que Marianela. Porque, hay que señalarlo, dejaron más rastro los celos de Marianela que los de Medina. De ella sí que hay rastros de que la definieran como celosa (la madre de Miguel Ángel), y hay testigos de un par de escenas que montó por celos, una de ellas años antes del crimen, y contada por Aníbal, y la otra unas semanas antes de los asesinatos, cuando estando todavía con su marido, le echó una bronca a una compañera de trabajo por atreverse a ir al cine con Francisco Javier Medina. Faltan testigos de ese tipo de manifestaciones celosas por parte de este, y prácticamente todo lo que tenemos es la versión de ella. 

Pero creo que además no se enfoca bien el asunto. La pregunta correcta no es si tal o cual persona es celosa. Se debe preguntar si es especialmente celosa, o si manifiesta celos anormales. Porque salvo raras excepciones, todo el mundo es celoso en mayor o menor medida, y si no se trata el asunto con rigor, se podrían utilizar las preguntas genéricas para calificar como celoso a cualquiera. Los hechos que demostrarían la naturaleza de Medina están contados sin orden cronológico, con lo que aparte de las dudas sobre su veracidad, o sobre si están o no exagerados, provocan gran confusión. 

Lo cierto es que pese a toda la verborrea posterior de Aníbal, Marianela, sus amigas, los investigadores, … nunca se planteó que los celos de Medina pudieran haber sido un motivo para el crimen, sobre todo porque nadie podía imaginarse una razón por la que Medina pudiera estar celoso. Todos parecían saber a posteriori de los tremebundos celos de Francisco Javier Medina, pero por desgracia a ninguno se le ocurrió expresarlo. Ni a Marianela, ni a sus amigas, ni a sus padres, ni a nadie. La UCO, en sus informes, no refiere que ni uno solo de esos famosos 700 entrevistados les hablara de esos celos patológicos, y ni siquiera lo mencionan… hasta que apareció su ADN en las toallas. Entonces, como por arte de magia, de no haber rastro, los celos son la clave de todo. 

La relación entre Francisco Javier Medina y Marianela Olmedo no es difícil de comprender, es muy sencillo describirla. Pasa todos los días en todos los lugares, y ha venido pasando desde siempre. Dos personas con pareja estable de varios años comienzan una relación clandestina. Los descubren, cortan, vuelven otra vez. En un momento determinado Francisco Javier le dice a Marianela que no quiere seguir con una relación oculta, que ella debe decidir entre dejar a su esposo para formar una pareja estable y oficial con él, o cortar definitivamente y que cada uno siga su vida. Ella duda. Reconoce que ya hace mucho tiempo que no ama a su marido, pero se resiste a dejar su vida familiar y estructurada para lanzarse a lo desconocido. 

Finalmente se decide. Dejará a su esposo y formará una nueva pareja con Medina, con el que hace planes para tener hijos y formar una familia que incluya a la pequeña María. Pero le dice a Francisco Javier que no lo hará de una vez, sino por tiempos, y este acepta. Para evitar un golpe muy duro para Miguel Ángel y que la niña se pueda ver afectada, lo hará poco a poco. En primer lugar se marchará del domicilio familiar a vivir a un piso de alquiler, algo que hizo a primeros de abril. Tras el verano estaba previsto que iniciara los trámites para la separación, y tras eso ya podrían ella y Francisco hacer oficial su relación. Hasta entonces tendrían que seguir manteniendo las apariencias y ocultando sus encuentros, aunque fueran conocidos por unas cuantas personas. Medina estuvo de acuerdo con estos plazos, aunque le dijo que tendría que ir cortando las amarras con su esposo.

Pese a toda la retórica, toda la fabulación y todas las invenciones, lo cierto es que no hay ni rastros de esos celos patológicos. La misma Marianela reconoció que cuando ella dejaba a Francisco Javier para volver con su esposo, su amante respetaba su decisión. No solo no la amenazaba, es que ni siquiera se lo reprochaba. No la llamaba para que volviera con él, no la perseguía ni la acosaba. Ese no es el comportamiento que cabría esperar de un celoso patológico.

La autora, siguiendo las fantasías de Marianela, monta una película de terror, convirtiendo en villano a un Medina que tan solo quería mantener una relación estable y oficial, y en víctima a una Marianela que había pretendido seguir con su vida pública de madre y esposa y darse ocasionales escapadas con su amante. Cada uno puede actuar como considere oportuno, y valorar como quiera la postura de ambos, pero convertir en víctima a quien pretendía mantener la fachada y seguir engañando a su marido, y en el malo a quien no quería seguir con el engaño y buscaba una relación oficial y pública es llevar las cosas demasiado lejos. Claro que si como nos cuenta la autora nada menos que el Fiscal manifestó en su alegato final: Dijo también que no era celoso, pero a la vez reconoció haber pedido a doña Marianela que eligiera entre su marido y él, podemos entender muchas cosas. Lo consideraba celoso por no querer compartir la persona de la que estaba enamorado. Asombroso. 

Interesa ocultar la naturaleza real de la relación entre ambos bajo un manto de retórica y un puñado de cuentos y versiones interesadas de Marianela para evitar que la comprensión de esa naturaleza deje al descubierto lo evidente, que no había ningún motivo para el asesinato. Marianela reconoció en todas sus declaraciones, incluso en las que acusaba a Medina, que nunca dudó de su decisión de separarse, y que nunca dijo o hizo nada que hiciera pensar a Medina que tenía dudas. Si todo era cuestión de plazos, ¿por qué iba a matar Francisco Javier Medina a Miguel Ángel? No tenía más que esperar unos meses para que comenzaran los trámites de divorcio. Si había esperado 4 años, ¿no podía esperar 4 meses?

Tal vez lo hizo para cortar definitivamente esas pequeñas amarras que mantenía todavía Marianela con Miguel Ángel, generalmente por cuestiones de la niña. ¿De verdad se cree que asesinó a dos personas para acelerar una desconexión, para restringir unos contactos que en unos meses iban a ser ya mínimos? No tiene sentido, nunca lo ha tenido, y por eso la UCO no lo consideró durante más de un año.

Lo cierto es que la misma Marianela, sin darse cuenta, refuta su tardía e interesada versión de que Medina pretendiese un corte radical e inmediato de toda su relación con Miguel Ángel. Recordemos que en su historia de terror contaba que su novio le impedía incluso saludar a su marido, y que tenía que borrar las llamadas y mensajes del teléfono, para que la bestia celosa no se enterara.

Pues bien, la misma noche de los crímenes le contó sin ningún problema a Medina que había llamado a Miguel Ángel y que este no le cogía el teléfono. Repitió las llamadas en sus presencia, sin que él pusiera objeción alguna ni ella se tuviera que ocultar. Al día siguiente llegó incluso a pedirle a su novio que pasara por delante de la casa para ver si veía rastro de padre e hija, sin objeción alguna por su parte. Esa misma tarde, ella fue hasta Avenida de los Reyes acompañada de nuevo por Medina, sin que este se quejara tampoco. ¿Cómo encaja todo esto con la versión de Marianela?


TRES EJEMPLOS

Hay más de cien afirmaciones en el libro que contradicen declaraciones o informes anteriores, o que necesitan al menos una explicación o aclaración. De hecho, acabaríamos mucho antes si comentáramos las cosas que se cuentan en 151 Cuchilladas y que se pueden aceptar tal cual vienen.

Voy a poner tres ejemplos, y proceder a su análisis con cierto detalle, para que se entienda la magnitud de la tarea. No es que no pueda hacerlo; de hecho, puedo hacerlo. Puedo refutar todas y cada una de las falacias, inexactitudes, tergiversaciones, falsedades y medias verdades que le cuentan a Rocío Castrillo sus interlocutores. Todas. Pero esa no es tarea para un solo escrito, ni para unos días. Al final veremos lo que podemos hacer. De momento, con estos tres ejemplos servirá para darnos cuenta del problema, y sobre todo, de la fiabilidad de lo que le cuentan a la autora sus amigos.


La última vez que Aníbal vio a las víctimas

Uno de los varios momentos emotivos del libro es la descripción que se pone en boca de Aníbal Domínguez del último momento en que vio a su sobrina María. Tras bañarla y cenar junto con la niña, su hermano y sus padres, Aníbal cuenta que Marianela llegó a buscar a su hija, y en ese momento: Mi sobrina y yo nos dimos un abrazo muy fuerte antes de que se marchara. ¿Cómo iba a imaginarme que sería el último? Mi hermano salió para su casa poco después. Nos despedimos… y fue para siempre – relató, asaltado por la emoción.

El problema de esta emocionante escena es que parece totalmente inventada. Como es inventado que la decisión de que Aníbal bañara a María fuera de su sobrina, o que Miguel Ángel estuviera charlando con sus padres en el salón durante dicho baño.

Se trata de historias que los protagonistas se inventan porque se sienten más cómodos con ellas que con la realidad, porque las consideran más adecuadas, más emocionantes o menos áridas. Contamos con la suficiente información, proporcionada años antes por los mismos protagonistas, como para tener una imagen bastante fiel de lo ocurrido a primera hora de la noche de ese 26 de abril, aún con sus contradicciones.

Hasta tres testimonios anteriores de Aníbal contradicen esta almibarada versión que nos reproduce Rocío Castrillo. Dos veces en declaraciones oficiales, cuatro y diez días después de los crímenes, y una vez en una entrevista de prensa, poco antes de comenzar el juicio, declaró de forma explícita que se había marchado de la casa bastante antes de que lo hiciera la niña. En concreto, relacionaba su marcha con una tensa conversación telefónica entre su hermano y Marianela (interpretó que la que había llamado era Marianela, pero fue Miguel Ángel quien llamó, devolviendo una llamada anterior de ella), y daba a entender que se marchó de forma apresurada, posiblemente indignado. 

Por resumir: Marianela, que estaba en el centro de salud acompañada por su madre, quería que Miguel Ángel le llevara a la niña para que aprovechando su presencia allí le vieran un problema que la niña tenía en la piel. Miguel Ángel se negaba, entre molesto y sorprendido. Ofuscado, lo definió Aníbal. No consideraba adecuado llevar a la niña al médico a esas horas, ya en pijama, y sobre todo, él no tenía coche, ni sabía conducir, para trasladarla. ¿Cómo pretendía ella que le llevara a la niña al centro de salud?

Posiblemente Marianela estaba pensando en su suegro o en su cuñado, pero Aníbal ni se lo planteó, y se marchó en ese momento, posiblemente enfadado con su cuñada por como trataba a su hermano, y sin la menor intención de llevarle a la niña. Así que no hubo abrazo cuando la pequeña María se marchaba con su madre, en todo caso cuando se marchaba él, y no está nada claro que llegara a despedirse de su hermano. 

Y es que en su segunda declaración Aníbal afirmó que se fue justo al terminar la conversación entre Marianela y su hermano. En la entrevista de prensa dijo que lo hizo en ese momento, en relación a la conversación telefónica, pero en su primera declaración ante la Guardia Civil, la madrugada del 30 de abril, daba muchos más detalles. Afirmó de forma explícita que se marchó a su casa mientras se desarrollaba la conversación, que no llegó a escuchar su final, y que fueron sus padres posteriormente quienes le contaron el resto. Es decir, que difícilmente se habría despedido de su hermano si este estaba en medio de una conversación discutiendo con Marianela. Y su marcha apresurada, posiblemente indignado, no casa demasiado bien con un tranquilo y tierno abrazo de despedida con su sobrina. Cuando llegó su madre a buscar a la niña, hacía ya casi media hora que Aníbal no estaba allí.

Podemos intuir la motivación que subyace tras el cambio de versión. Que la última vez que vio con vida a su hermano y su sobrina se hubiera marchado de la casa de forma apresurada, sin despedirse en condiciones, o sin hacerlo en absoluto, no es emocionalmente aceptable. Así que se sustituye por otra versión más aceptable y adecuada, se cambia un recuerdo gris, tal vez no desagradable, pero tampoco agradable, por uno más luminoso, más presentable. Se transforma lo que fue en lo que debería haber sido.

El baño a la niña por parte de Aníbal no fue un capricho de la pequeña, como se quiera dar a entender, sino una necesidad ante la ausencia de su padre y su abuela. Miguel Ángel no estaba en el salón charlando con sus padres mientras el tío bañaba a su sobrina, como dice la autora, porque ni Miguel Ángel ni su madre estaban en la casa. Es una historia nueva, más agradable, más normal, más bonita. Pero falsa, si atendemos a las declaraciones anteriores de la misma persona.

Supongo que muchos lectores se preguntarán por qué tanta atención y tanto detalle en algo de tan poca importancia, y que no parece guardar ninguna relación directa con el crimen que se cometería al día siguiente. Pues he querido tratar en extenso este tema precisamente por su nimiedad y falta de relación con los hechos criminales. Porque esa naturaleza periférica implica que no hay otro tipo de motivaciones interesadas detrás, que la alteración de la realidad no se produce para culpar, o exculpar, o para favorecer una determinada hipótesis sobre la naturaleza del crimen o su autoría. Es simplemente que los hechos reales no resultan psicológica y emocionalmente aceptables, y por eso se cambian por otros.

Y esto nos servirá para darnos cuenta de lo que ocurrirá cuando sí haya otros intereses en juego, cuando un cambio de versión implique una hipótesis sobre el tipo de crimen o su autor. Si se cambia con tanta facilidad la historia acerca de un hecho inocente, ¡qué no pasará cuando estén en juego sospechas, culpabilidades o condenas!


El teniente y la nueva hipótesis

Existe a lo largo del libro una tensión evidente entre dos hipótesis que se tratan de mantener de forma simultánea, aunque sean bastante contradictorias. Por un lado se sostiene que la hipótesis que se planteó durante la investigación y el juicio es la correcta, que tras finalizar el crimen sobre las 22:02, el sospechoso habría efectuado un rapidísimo regreso hasta el puerta del Mercadona para dejarse ver allí sobre las 22:09 y tener una coartada. 

Pero claro, el juicio demostró lo que ya algunos se temían: no cuela. Pese a la interpretación sesgada de las declaraciones de los vecinos, y al cambio injustificado y arbitrario de los horarios que ellos mismos habían dado por buenos durante un año, pese a ignorar los testimonios que situaban a Medina dentro del supermercado, ni siquiera así se consiguió que la historia resultara creíble. No hay forma de convencer a un grupo de personas imparciales de que es posible lo que los investigadores pretenden, no hay manera de que se pueda creer de forma racional que en 7 minutos da tiempo a hacer ni siquiera parte de lo que la UCO  y la fiscalía pretendían.

Pese a todo, lo siguen defendiendo y dicen que es posible. Pero a la vez, de forma simultánea, nos intentan colar por la puerta de atrás una nueva versión. Marianela, en su enésimo cambio de versión, y tras hipnosis y no se sabe qué otras influencias (no comentaré de momento una asombrosa afirmación de Marianela que viene al final del libro), dijo que en realidad no vio a su novio fuera, que se lo imaginó. Y lo mismo sostiene ahora, sin ruborizarse, el que era teniente del grupo de investigadores de la UCO. Que en realidad no lo vio porque no estaba allí. Según la nueva versión, Medina no habría vuelto al Mercadona, sino que se habría quedado bastante tiempo en el lugar del crimen.

A la vez insiste en sostener elementos de la vieja versión, como el muy particular análisis sobre los mensajes de WhatsApp que envió Dayse a su novio. Según su peculiar interpretación, el hecho de que la testigo use  todo el rato el gerundio en sus mensajes no significa nada. Lo importante, sostiene, es su primera expresión, a las 22:03: Qué miedo niño. Eso indicaría que la pelea ya ha terminado, porque, nos dice el teniente Félix:  No se siente miedo de algo que todavía no había sucedido. Eso significa que el crimen ya había finalizado, uno o varios minutos antes. 

Me imagino el estupor de los lectores. Nadie ha sostenido que la testigo empezara a escribir exactamente en el mismo instante en que comenzó la agresión. Es evidente que pasarían unos segundos, tal vez hasta un minuto, que es el tiempo necesario para empezar a escuchar, coger el móvil, abrir la aplicación y comenzar a escribir. Pero ella declaró de forma explícita que comenzó a escribir al escuchar la pelea, que lo siguió haciendo mientras duraba esta, y que incluso dejó de escribir antes de que finalizara para apoyar su oído en la pared e intentar grabar, sin éxito, los ruidos que estaba escuchando. También afirmó que tras varios minutos volvió a escuchar ruidos de nuevo, algo que el teniente Félix pasa por alto, como hace siempre con lo que no le interesa. Los investigadores también escogen una parte muy determinada de uno de los testimonios de Fredy, el hermano de Dayse, para intentar demostrar que el incidente finalizó antes de las 22:02, pero para ello tienen que obviar otras declaraciones donde afirma que cuando empezó el incidente ya había finalizado una conversación telefónica que había mantenido (que finalizó precisamente a las 22:02) y que en el momento de empezar la agresión estaba escuchando música. Como siempre, se coge lo que interesa y lo que no se esconde bajo la alfombra.

Lo curioso es que el teniente defiende, de forma poco creíble, que la agresión terminó sobre las 22:02 o antes, cuando eso ya no es necesario para su nueva hipótesis. En efecto, si su sospechoso no regresó al supermercado, da igual que la pelea terminara a las 22:02 o a las 22:06. Parece que los días pares toca defender una versión y los impares otra, y a veces se lían.  

Pero llegamos al asombro cuando el teniente no solo sostiene que Medina no regresó al supermercado, sino que afirma que no hay prueba de su paradero entre las 21:15, en que lo ven los caballistas y las 22:55, en que saca una película de un dispensador de un videoclub. 

No olvides el otro aspecto clave: el acusado no tenía coartada. No puede demostrar qué hizo ni dónde estuvo desde las 21:15, hora en que lo vieron los caballistas, hasta las 22:55, cuando sacó una película de la máquina de un videoclub. ¡Claro que tuvo tiempo! Casi dos horas para asesinar a padre e hija, asearse, vestirse y llegar impoluto a casa de Marianela, donde se habían citado.

Ni grabación ni registro técnico que demuestre que fue a su casa a ducharse cuando terminó de trabajar, salvo el testimonio de su madre, que es su madre, no va a culpar a su propio hijo…  

Asimismo, se resalta que hay una contradicción objetiva en la declaración de la madre de Raquel, que declaró haber visto a Medina bajarse de un coche blanco frente a si casa, cuando en realidad conducía el Golf azul. (Lo más probable es que fuera una interpretación de la señora, que en realidad vio a Medina caminando hacia su casa. La UCO, en su resumen de la entrevista dice textualmente que la señora creía que era el coche blanco, no que lo afirmara con seguridad)

Es asombroso que se de por bueno el testimonio de los caballistas, con múltiples contradicciones, y se intente anular en base a un detalle menor, el color de un coche, un testimonio que es de hierro, y que está avalado por otros testimonios múltiples. Por otra parte, le adjudica un perjurio a la madre de Medina simplemente por ser su madre. La autora también acusa a la madre de Raquel de mentir. Y para colmo, el teniente Félix dice que Raquel mintió porque estaba enamorada, o encoñada, de Medina.

Bien, voy a mostrarles a ustedes, queridos lectores, en manos de quien estamos. El paradero de Francisco Javier Medina entre las nueve y las once de la noche queda acreditado por los siguientes testigos, directos e indirectos:

-Marianela. Lo vio al salir del supermercado y lo vio fuera. Entre las 22:06 y las 22:09, aunque más tarde cambió de versión.

-Raquel. Lo vio reponiendo, sobre las 21:40, y otra vez sobre las 22:05, cuando pasó delante de la carnicería, probablemente en dirección a la salida.

-Maite. Lo vio dentro del Mercadona, reponiendo, a una hora indeterminada, pero probablemente hacia las 21:45.

-Concepción. La madre de Raquel. Cuando paseaba por Almonte con unos amigos de Huelva, vio llegar a Medina a su casa, sobre las 22:20.

-Luisa: Amiga de Concepción. Iba caminando a su lado cuando esta le señaló a Medina y le dijo que era el antiguo novio de su hija. Lo vio con las llaves en la mano disponiéndose a entrar en casa.

-Jorge: Esposo de Luisa. Esta le comentó, cuando ya regresaban a Huelva esa madrugada, que Concepción le había señalado al ex novio de su hija.

-Manuel: Esposo de Concepción y padre de Raquel. Su esposa le comentó en la ermita, esa misma noche, que había visto a Medina.

-Raquel. Su madre le comentó por teléfono que acaba de ver a Medina. Sobre las 22:23

.-Mercedes: Madre de Medina. Dijo que estaba en casa cuando llegó su hijo, sobre las 22:10 o 22:20, como todos los días. Que se duchó y salió.

-Manuel Jesús: Cuando iba acompañado de su mujer y su hijo se encontró con su amigo Francisco Javier Medina, que salía de su casa, y estuvo charlando con él unos instantes. Sería entre las 22:30 y las 23:00. Una pareja de amigos suyos le dijeron posteriormente que lo habían visto esa noche hablando con Medina.

-Mari Carmen. Esposa Manuel Jesús. Vio a Medina y se saludaron a las diez y pico de la noche.


Es decir hay ocho testigos directos, de los que siete conocían a Medina, que dan cuenta de su paradero en las horas en que el teniente le supone desaparecido. No uno o dos, ocho. Además, hay otros 4 testimonios que validan una declaración clave, la de la madre de Raquel, y otros dos testigos que afirmaron haber visto a Francisco Javier Medina saliendo de su casa y no fueron llamados a declarar.

Incluso si descontamos los numerosos y repetitivos testimonios de Marianela que sitúan a Medina dentro y fuera del supermercado, contamos con dos testigos que lo ven varias veces entre las 21:40 y las 22:05.

Hay un testimonio contundente que lo sitúa entrando en su casa sobre las 22:20, vestido con la ropa del Mercadona. Su madre lo situá llegando a casa a la hora en que lo hacía habitualmente, entre las 22:10 y las 22:20. Una pareja de amigos, que iba paseando con su hijo, se encuentra con él cuando salía de su casa, vestido de calle… No sé que más hace falta. 

Se intenta desactivar el testimonio de Concepción porque se equivocó con el color del coche con el que había llegado su ex-yerno, pero no pueden, porque resulta que el que Concepción viera a Medina entrando en su casa está atestiguado, a su vez, por hasta 4 testigos indirectos, de los que ni el teniente, ni la autora, que acusa con todo descaro a Concepción de mentir, nos dicen nada. Ni los mencionan.

Los padres de Raquel, Manuel y Concepción, recibieron ese día la visita de tres parejas de fuera de Almonte, a los que habían invitado para la última sabatina.  Iban caminando por la calle Cristo, con Concepción y su amiga Luisa por delante, y los demás caminando detrás, cuando Concepción le indicó a su amiga: ¿Ves ese muchacho? Es el que fue novio de Raquel durante diez años.

Concepción les había contado a sus amigos que su hija Raquel, a quien sí conocían, había tenido un novio durante diez años, y que habían roto por una infidelidad de él. Luisa, la amiga, miró hacia donde señalaba Concepción y vio a un joven con las llaves en la mano entrando en una casa, mientras les devolvía la mirada. Pocos minutos después, seguramente no más de 5 o 6, y mientras seguían hacia la ermita, Concepción recibió varias llamadas seguidas de su hija Raquel (se cortaba por problemas de cobertura) y aprovechó para comentarle que acababa de ver a su exnovio. Poco después fue Manuel, su marido, quien fue informado por ella de que había visto a Medina. 

Y por último, ya de madrugada, cuando regresaban a Huelva, Luisa le contó a su esposo que esa noche Concepción le había mostrado al exnovio de Raquel. Resulta particularmente potente el testimonio de Luisa, porque no pretende recordar a Medina, e incluso afirmó que no lo recordaría de haberlo visto otra vez. Pero sí recordaba perfectamente la escena. En este contexto, ¿qué importancia tiene que Concepción confundiera el color del coche? Declaró que lo vio y que se lo señaló a su amiga Luisa. Esta lo confirma, y a su vez declara que se lo contó esa noche a su esposo, el cual también confirma que su esposa se lo contó. Raquel confirma que su madre se lo dijo cuando hablaron por teléfono, y el esposo de Concepción confirma que esta se lo contó más tarde, esa misma noche. 

¿Alguien supone que había una conspiración de todas estas personas para mentir? ¿Qué motivo podían tener Luisa y su esposo Jorge para cometer un delito dando falso testimonio? 

Nunca se dudó de estos avistamientos de Medina al llegar y marcharse de su casa, hasta el punto de que cuando sus abogados los señalaron en sus recursos, la Juez lo ventiló de inmediato, con el argumento de que eran superfluos, ya que no se dudaba de dichos testimonios, y que no afectaban al momento en que se había cometido el crimen. Asimismo, se negó a llamar a declarar al resto de amigos que habían estado esa noche en Huelva, con el argumento de que serían repetitivos, y que con los de Jorge y Luisa bastaba. Tampoco fue llamada a declarar la pareja que le contó posteriormente a Manuel y Mari Carmen que lo habían visto esa noche hablando con Medina, y que este se marchó cuando ellos llegaban. No hacía falta más. La evidencia que situaba a Medina en su domicilio entre poco antes y poco después de las 22:30 era aplastante. 

Y ahora, 6 años después, viene el teniente Félix a decirnos que no, que no hay pruebas de que estuviera allí, y que el cree que en realidad estaba todavía en el lugar del crimen. Para argumentar que no se sabe de su paradero entre las 9 y las 11 de la noche borra de un plumazo a 4 testigos que le molestan (Raquel, Maite, Manuel y Mari Carmen), sin siquiera comentar porque lo hace, y ni siquiera menciona a Luisa o Jorge. Lo que estorba, se aparta.

La clave es que Concepción le mostró a su amiga Luisa a Medina, y se lo contó a otros esa misma noche, cuando nadie, excepto el asesino, sabía de lo ocurrido en Avenida de los Reyes. ¿Qué interés podía tener Concepción en mentir en ese momento, en afirmar que estaba viendo a Medina si no era cierto? ¿Y en contárselo a su hija, su esposo y su amiga?

Dejo en manos del lector la valoración de lo que afirma el famoso teniente Félix. Pero sea cual sea su valoración, convendrán conmigo en que si se puede ir variando la versión cuando se desea, si se pueden cambiar las horas de los sucesos de forma arbitraria, y si vamos eliminando los testigos que nos estorban, se podrá acabar demostrando cualquier cosa y culpando a cualquier persona. A esta testigo la quito porque esta confundida y se imaginó cosas, a esta otra porque era la exnovia del acusado, a esta de más allá porque era amiga de la anterior. A su madre porque es su madre, y ya se sabe que las madres… A su exsuegra porque era su exsuegra, y ya se sabe que las exsuegras… A esta pareja porque eran amigos del sospechoso. A otros 4 ni los tengo en cuenta, y así, claro, no hay testigos del paradero de Medina. ¡A que es fácil!

Que algunas de las personas encargadas de investigar muchos de los casos más importantes tengan esa forma de razonar y de tratar las declaraciones de los testigos y la evidencia resulta inquietante. 

Eso sí, el teniente se ofende mucho cuando se cuestiona su trabajo y profesionalidad. ´Él y otros investigadores se pasan el libro acusando de hipócritas, perjuros y mentirosos a un buen número de personas, y dudan abiertamente de sus intenciones, pero no les gustan las críticas que les hacen a ellos. El mismo teniente Félix que se permite decir de una respetable mujer de Almonte que estaba encoñada, se molesta si los abogados cuestionan su trabajo y actuación.

Una última reflexión. La afirmación del teniente de que en dos horas habría tenido tiempo para asesinar, asearse y vestirse es un reconocimiento implícito de que eso no es posible en siete minutos, que es lo que sostuvieron durante el juicio. Está reconociendo que el caso que presentaron era insostenible. 

Antonio Castro

Hay una supuesta evidencia de la que se habla algunas veces en el libro, y a la que parecen dar ahora cierta importancia, cuando nunca se le había asignado ninguna. Al parecer el Fiscal consiguió que Antonio Castro, que era el encargado esa noche a la hora de salir, le dijera durante el juicio que no había visto a Medina a la salida, que le había intentado dar la llave para que abriera el lunes, y que no lo encontró. El teniente lo expresa así, según Rocío Castrillo:

… Antonio Castro, que esa noche debía entregar a Medina unas llaves de la tienda y no pudo hacerlo porque no estaba en la salida junto a los demás empleados. 

Es un ejemplo clarísimo de recuerdo sobrevenido, y servirá como magnifico ejemplo de los pocos escrúpulos a la hora de utilizar testimonios a la carta. Se quejan de supuestos cambios en declaraciones, en todo caso menores, cuando todo su caso está construido sobre cambios radicales. 

Vamos a ponerlo en contexto. Los encargados de abrir el supermercado a primera hora debían intercambiarse una llave. Castañeda, que lo había hecho el viernes, debía entregársela a Medina, que lo tendría que hacer el lunes. Cuando no coincidían en el cambio de turno, la llave se le entregaba al gerente B, y este era el encargado de dársela a quien correspondiera. Ese día Castañeda salió a las dos de la tarde, y le dio la llave a Antonio Castro, que debía entregársela a Medina, que entraba a las tres. Pero se le olvidó hacerlo, y a Medina se le olvidó pedírsela. Cuando ya se había marchado casi todo el mundo y estaba a punto de cerrar, parece ser que  el gerente B encontró la llave y llamó a Medina para recordarle que le haría falta la llave para el lunes. Al parecer este le dijo que no iba a regresar a buscarla (ya debía estar llegando a su casa), y que pasaría el domingo por la casa de Castro a recogerla, cosa que hizo. Y Antonio Castro no se acordó más del tema hasta un año después.

En junio de 2014, un par de semanas antes de la detención del sospechoso, Antonio Castro declaró ante la Guardia Civil que se le había olvidado entregarle la llave a Medina, y que lo hizo el domingo, tras llamarlo este. Es decir, que habría sido Medina quien se habría acordado, no él. No recordaba ni de la hora a la que había abierto la puerta, ni el orden en que salieron los trabajadores. En su informe de finales de mes, la UCO lo reflejó exactamente así. 

A finales de septiembre fue llamado a declarar al juzgado, y allí, a preguntas de Juan Ángel Rivera, abogado de la defensa, respondió que no sabía exactamente lo que había pasado con las llaves, pero que lo cierto es que se las había llevado a su casa. En ese momento la Juez interrumpió el interrogatorio del abogado para preguntarle ella directamente al testigo cuándo se había dado cuenta de que se había llevado las llaves, el testigo respondió que él no se había dado ni cuenta, que fue Medina quien lo llamó para recordárselo, y que recibió esa llamada mientras todavía estaba en el supermercado. A una nueva pregunta de la Juez, respondió que estaba seguro de que había sido Medina quien lo había llamado a él. 

Al retomar el abogado las preguntas, le informa que la primera llamada que consta es suya hacia Medina, y entonces Castro responde que es posible, que no lo recuerda bien, y cuenta una confusa historia de como los agentes de la Guardia Civil le hablaron de esa llamada de Medina, pero que no recuerda la suya, que si consta será cierta, pero que no la recuerda. (Parece ser que el gerente B llamó a Medina, pero como este estaba hablando con Marianela pudo devolverle la llamada poco después).

Es el turno de Inmaculada Moreno, la abogada de Marianela, que le pregunta si cuando abre la puerta a las 22:00 horas se queda controlando quien sale. Y Castro responde que no, que una vez que abre la puerta se marcha y sigue realizando sus tareas, sin controlar quien sale. Le pregunta si recuerda a Medina esa tarde, dice que no, y aclara, a preguntas del abogado Rivera, que no se acuerda de Medina ni de nadie, que ha pasado mucho tiempo. 

Vuelvan a leer lo declarado por el gerente B. Eso es de lo que se acordaba, o no se acordaba, en 2014. Y lo que diga ahora, o digan el teniente o el fiscal, deberá dar cuenta de esas declaraciones anteriores, o se estará tratando de tergiversar la información. Esto no es un caso aislado, mediante este tipo de manipulaciones y tergiversaciones se construyó todo el caso contra Francisco Javier Medina. De principio a fin.


EPÍLOGO

He tratado con cierto detalle tres ejemplos de los más de cien errores o falsedades que se afirman en el libro de Rocío Castrillo. Parece que sus protagonistas no han sido nada tímidos para hablar con la autora, incluyendo a los miembros de la UCO. Me he dejado muchísimas cosas sin tratar, como la decena escasa de novedades que aporta el libro, y otras cuestiones no relacionadas directamente con el crimen, como la insistencia de muchos testigos en que ellos no se habían creído el suicidio-asesinato, para que un párrafo después se nos cuenten cosa que implican que eso no es cierto. 

Lo que yo afirmo debería ser muy fácil de refutar. No tienen más que decirnos en que páginas de que informes anteriores a la identificación del ADN (de la UCO, de las autopsias, …) están las referencias al evidente carácter pasional del crimen. Si era tan evidente, tan conocido por todos, debería ser posible presentar un buen grupo de citas. A ver.

Mientras tanto, se me ocurre que se puede utilizar la sección de comentarios para ir respondiendo a preguntas concretas de los lectores sobre detalles específicos del libro. Es decir, la sección de comentarios de este escrito se usará únicamente para este fin, y no publicaré nada que no tenga relación directa con ello. Para otro tipo de comentarios están el resto de entradas. 

Las preguntas no deben ser generales, sino tratar detalles muy concretos, y preferiría el formato: Se dice en tal página del libro esto y aquello, y preguntar mi opinión. O algo parecido, pero en esa línea, y a ser posible, una sola pregunta cada vez. En espera del documental de Movistar, intentaré ir respondiendo todo lo que pueda.


viernes, 15 de marzo de 2019

El crimen de Almonte (XVII): La nueva investigación

La reciente noticia de que la UCO ha creado un equipo de investigación para analizar los hechos y “los registros técnicos” ha provocado reacciones de esperanza, escepticismo y cierta sorpresa. La sorpresa viene dada porque hace muy pocas semanas una periodista bastante cercana ponía en boca de miembros de ese grupo que no se reabriría el caso, que no podían trabajar sobre nada, y que no había líneas de trabajo alternativas. Asimismo, Aníbal y Marianela se han cansado de repetir que los miembros de la UCO les confirmaban en comunicaciones personales que estaban 100 % seguros de sus conclusiones, y que no había nada que investigar.

Nadie ha explicado, y los periodistas afines ni preguntan ni comentan, ese radical cambio de criterio. Se afirma que es el Comandante de delitos contra las personas quien le ha comunicado directamente a la Juez la formación de ese grupo, al parecer a petición de esta, y quien se habría encargado de formarlo, o al menos de supervisar su formación. 

No se ha informado, y es muy importante, si alguno de los miembros de la UCO que investigaron originalmente el caso forma parte de ese grupo de revisión. Yo supongo que no, quiero creer que no, porque lo contrario supondría una decepción enorme. La situación no es la ideal, hay que decirlo. Una revisión del caso debería ser llevada a cabo por un equipo de investigadores lo más alejado que se pueda del original. Si fuera posible de otro cuerpo policial, y si no, al menos, de otro grupo distinto dentro del mismo cuerpo.

Que Juez y Fiscal sean los mismos que procesaron y encarcelaron a Medina ya es suficiente anomalía. Legal, sí, y ajustado a reglamento, pero anomalía. Porque a ambos, Juez y Fiscal, se los ha colocado en una situación imposible, en la que se les pide que demuestren que se han equivocado anteriormente. Lo ideal sería que otro Juez y otro Fiscal se encargaran de esta tarea, pero como parece ser que nuestras leyes no contemplan esa posibilidad, pues hay que aceptarlo tal como es. De momento, parece que ninguno de los dos va a participar de forma activa en esa nueva investigación, o revisión, o lo que sea realmente, y que le han trasladado la responsabilidad a la UCO. 

Y en este punto pueden empezar a surgir las dudas. ¿Por qué esa nueva investigación, por qué ahora? Es muy probable que la motivación está sustentada en un conjunto de consideraciones de distinto signo, pero creo que podemos representarlas agrupadas en dos visiones que representan extremos que parecen incompatibles, la visión optimista y la visión pesimista.

La visión optimista

Según esta forma de considerar el asunto,  altos mandos de la UCO se habrían dado cuenta de que hay algo que no funciona correctamente en la tesis que han mantenido hasta ahora. El efecto acumulativo de las sentencias que exculpan a Medina, el documental de la Sexta, el libro de Caraballo, la contundente rueda de prensa de Medina y sus abogados…, habrían convencido a las más altas instancias del grupo de que su defensa de la investigación inicial no resulta convincente. Pese al riesgo reputacional para la UCO, consideran que es preferible afrontarlo y que si hay algo que encontrar, mejor lo encuentran ellos que otros. Si finalmente se demuestra que se cometió un error, se subsanará en parte por ellos mismos, y si tras una nueva investigación no se encuentra nada que refute la primera investigación, la reputación quedará a salvo. 

Para Juez y Fiscal nos encontraríamos ante una situación parecida. Prácticamente forzados, a riesgo de que sean obligados por instancias superiores, asumen que una nueva investigación pueda demostrar su error inicial, y dejan en manos de la UCO la labor de descubrirlo. Según esta visión optimista, se investigará de forma activa y se revisará todo el caso y se seguirán todas las pistas que puedan apuntar en otras direcciones distintas a la original. Finalmente, Juez y Fiscal tomarán sus decisiones con la única consideración de la búsqueda de justicia, sin consideraciones de tipo personal y de reputación.

La visión pesimista

Según esta forma de ver las cosas, no hay demasiados motivos para la esperanza. Los actores son los mismos que en la investigación original, y en el caso de Juez y Fiscal incluso las mismas personas, quedando pendiente de saber si en el equipo formado por la UCO participan los mismos agentes, o algunos de ellos. El problema de esta situación, obvio para cualquiera que no sea totalmente obtuso en la comprensión de la naturaleza humana, se agrava porque los mismos actores han sido también los participantes en el asunto del cuchillo.

Si utilizamos como guía lo ocurrido con este tema, no quedarían muchas esperanzas. A partir de la denuncia de un particular, y casualmente cuando el Tribunal Supremo se disponía a considerar la repetición del juicio, UCO, Fiscal y Juez abrieron una investigación más que extravagante. Se investigó (no se sabe el qué) durante dos meses, para descubrir lo que era obvio para todos desde el primer momento. Y a día de hoy sigue abierto el tema.

Esta forma de actuar genera muchas dudas en cuanto a que estos mismos actores sean capaces de llevar adelante una revisión profunda o una nueva investigación. ¿Van a revisar e investigar de nuevo todo el caso los mismos que han tardado dos meses en concluir lo evidente?

Según esta versión pesimista, la nueva investigación sería una fórmula para retener el control. Los altos mandos de la UCO se habrían dado cuenta de que la línea de defensa adoptada ya no aguantaba. Las sentencias, documentales, libro, rueda de prensa,…etc., les habrían hecho darse cuenta de que su planeada postura de no hacer nada (que fue lo que le contaron a su amiga periodista, y durante un año a familiares de las víctimas) ya no es suficiente, y que lo que está calando a la opinión pública es que su investigación fue errónea y fallida. Además, su anunciada negativa a revisar lo investigado podría provocar consecuencias inesperadas.  La nueva investigación sería una forma de protección, efectuarla ellos para atajar la posibilidad de que la pudieran hacer otros ante su inacción.

En este contexto resulta importante señalar que el actual Coronel de Huelva dejará su puesto en muy pocas semanas por razón de edad. Es en último término el encargado de la investigación policial y quien solicita, o no, la intervención de la UCO en sus casos. Existía la posibilidad de que el nuevo Coronel que llegara pudiera encargar una investigación o revisión del caso a un grupo de investigadores no pertenecientes a la UCO. Si ya se les ha encargado a ellos, pueden retener la investigación muchos meses, un año, o más, sin mucho riesgo de interferencias.

Según esta visión pesimista, no se va a descubrir nada que contradiga su investigación original, y pasado el tiempo (con el antecedente del cuchillo cualquiera hace una estimación), lo harán público y presentarán un informe que servirá de base para cerrar el caso en el juzgado.

Una alternativa, la visión pragmática

Es una especia de escepticismo moderadamente optimista. La motivación para reabrir el caso podría ser mixta, conteniendo elementos de ambas visiones. Podría ser a la vez un intento de retener la investigación y un deseo genuino de averiguar si se cometieron errores. Sea cual sea el motivo para revisar el caso, el hecho es que por primera vez en cinco años existe una investigación abierta, y por tanto una oportunidad. Siempre que los encargados en la UCO de la revisión no sean los mismos que investigaron inicialmente (sería algo lamentable, y se podría abandonar toda esperanza), tengo confianza en que su orgullo profesional se imponga a otras posibles consideraciones, como el compañerismo o la lealtad al grupo. 

Además, ellos serán conscientes de que no se puede descartar que en el futuro puedan ser revisadas por ajenos al grupo tanto la investigación original como su propia revisión, y querrán dejar claro que han estudiado todos los ángulos y agotado todas las posibilidades. Por supuesto, no soy tan inocente como para pensar que van a saltar unos encima de otros para encontrar sospechosos alternativos, ni que Fiscal o Juez los presionen para hacerlo, pero una vez abierto el caso no será fácil dominarlo y conducirlo, y podría tomar vida propia. No se pueden exigir resultados, porque sería posible que una investigación impecable no llegara a una solución satisfactoria, pero si se puede exigir interés y voluntad. Salvo casos excepcionales, los asesinos no vienen a entregarse, hay que buscarlos de forma activa. 

 Creo que se podrá comprobar en no mucho tiempo la seriedad e interés con la que siguen nuevas pistas y si realmente es una investigación o un repaso superficial. No es la mejor situación, pero hay que reconocer que esto parecía imposible hace tan solo unas semanas. Es lo que hay, y hay que aceptarlo de forma constructiva. Esperemos y confiemos en que harán lo correcto, y si no, ya llegará el momento de protestar y buscar alternativas. 

Hay muchas cosas que no se saben todavía. Queda pendiente conocer cómo se va a llevar a cabo esa revisión. Si simplemente se va a leer lo ya actuado y escuchar las grabaciones, o si se va a efectuar investigación activa, con nuevas entrevistas a los testigos clave y a otros que puedan ir surgiendo. Si se va a buscar activamente a quien o quienes pertenecen las huellas dactilares, o se va a quedar sin aclarar. Si se va a pedir una muestra de ADN a sospechosos a los que no se les tomó en la anterior ocasión. Si se va a solicitar que ese ADN y esas huellas sean buscadas de forma específica en bases de datos de determinados países. Si se van a efectuar pruebas que podrían validar o refutar determinadas declaraciones de testigos. En resumen, si se va a investigar o simplemente se van a limitar a una revisión superficial de lo ya investigado por el otro equipo.

Si al nuevo equipo le interesan pistas, yo tengo una que parece habérseles pasado por alto a los agentes que investigaron originalmente el caso. A ver cómo me arreglo para hacérsela llegar.

domingo, 24 de febrero de 2019

El crimen de Almonte (XVI): El libro de Javier Caraballo

El crimen de Almonte. Cómo fabricar un asesino, por Javier Caraballo

Almuzara, 2019

Confieso que tengo una especial predilección por Javier Caraballo. Me siento en deuda con él, porque cuando me interesé en el caso y me puse a investigar en prensa, tras la noticia de la absolución de Francisco Javier Medina, sus artículos me permitieron un avance veloz, claro y decisivo en la comprensión de lo que había ocurrido durante la instrucción y el juicio.

Por eso aguardaba con impaciencia la publicación de este libro, que se ha hecho esperar hasta el pronunciamiento del Tribunal Supremo. Su escasa extensión hace que sea de lectura fácil y rápida, y procedo a exponer mi opinión tras finalizar la misma.

A primera vista da la impresión de que el precio, 18 euros, es un poco elevado para un libro de estas características: tan solo 160 páginas, tapa blanda, unas pocas fotografías en blanco y negro…, aunque debemos ser comprensivos con la problemática del mundo editorial. Eso sí, durante la lectura se agradece que el tamaño de la letra no obligue a dejarse la vista en el empeño. La titulación es atractiva: El crimen de Almonte. Cómo fabricar un asesino. 

El estilo es directo, sin florituras ni barroquismos, propio de alguien habituado a escribir artículos, y que reconocerán sin dificultad los lectores habituales de Caraballo. Resulta ameno y ágil, y como va tratando muchos temas, uno detrás de otro, dudo que alguien pueda decir, le haya gustado o no, que se ha aburrido con su lectura. Dicho esto, esa agilidad narrativa podría resultar también problemática para lectores con escaso o nulo conocimiento del caso. Habrá que esperar a que se pronuncien algunos de ellos, pero me temo que algunos lectores profanos pueden tener dificultades para poner en contexto el tipo de información secuencial que se les va proporcionando.

La obra está centrada, sobre todo, en denunciar la investigación de la UCO y el comportamiento posterior de fiscales y jueces. Como partiendo de un único dato, el ADN hallado en las toallas, todos ellos se embarcaron en la construcción, en todo el sentido de la palabra, de un caso contra una persona a la que exculpaba el resto de la evidencia.

Señala Caraballo como se fueron cambiando las horas y otro tipo de evidencia para adaptarlas al sospechoso, y lo hace de forma contundente, con citas directas de los informes policiales. Hay que indicar que el autor nunca duda, ni por un momento, de que Francisco Javier Medina sea inocente. En ese sentido es transparente, cristalino. No intenta siquiera dar una apariencia de neutralidad, o de considerar otras alternativas, aunque improbables. Lo tiene muy claro, y esa certeza en la inocencia de Medina recorre todo el libro como un hilo rojo, sin disimulos ni componendas para intentar contentar a todos.

Además de criticar la investigación, el autor expone unas cuantas hipótesis sobre varios elementos del caso. Aunque coincido con él en lo esencial y en buena parte de sus hipótesis, discrepo de otras, algo que trataré de forma breve al final. Proporciona mucha información que no se ha publicado nunca, así que los interesados en el caso tendrán que leer a Caraballo sí o sí. Sin destripar el libro, paso a exponer, a modo de ejemplo, algunas de las cosas que se encontrará el lector:

-¿Qué gravísimos insultos de Marianela contra Miguel Ángel se podían oír desde la calle? Página 47.

-¿Qué opinaban Aníbal y su familia de Marianela? Páginas 49-50

¿Y Marianela y sus amigas de Aníbal? Página 54.

-¿A quién consideraban Aníbal y sus padres autor intelectual del crimen? Página 56

¿Sobre quién expresaban fuertes sospechas los investigadores de la UCO después de varios meses de investigación? Página 59

Una parte especialmente brillante del libro es la explicación sobre las famosas zapatillas de la talla 44,5 que los investigadores encontraron durante el registro en casa de Medina, y que trataron de asociar a las huellas del asesino. Caraballo explica perfectamente lo ocurrido, y lo acompaña de un par de fotografías en la última página del libro que despejan cualquier posible duda. Esas fotografías perseguirán para siempre a la UCO.

Caraballo se refiere a muchos otros temas. Cita, sin nombrarlos, a dos conocidos periodistas de Huelva Información y Diario 16, distinguidos por su estrecha cercanía a la acusación, y nos explica la forma de actuar de Luis Romero y su querencia por los medios de comunicación como instrumento de su actividad. También aparece la psicóloga Mercedes y su papelón.

Su tratamiento del ADN encontrado en las toallas es breve y no se mete en detalles, pero resulta también sólido. Hay bastantes más cosas, pero deberán ustedes descubrirlas por sí mismos. Ahora paso a exponer de forma muy breve algunas de mis diferencias con el autor.

-Crimen pasional y robo. No se puede negar que Caraballo es contundente a la hora de criticar a investigadores, forenses, abogados, fiscales,… etc., pero en ocasiones, de forma sorprendente, acepta algunas de sus consideraciones más dudosas. Varias veces da como buena la pretensión posterior de los investigadores de que la naturaleza pasional del crimen fue considerada evidente desde el comienzo. Digo sorprendente porque el mismo autor nos cita un informe de la UCO de fecha 15 de mayo (dos semanas después del crimen) en el que se afirma de forma explícita que no se descarta el robo como origen del doble crimen, y durante muchos meses la UCO mantuvo como sospechosos a personas cuyo móvil más probable sería el robo. 

No discuto que el móvil del crimen fuera pasional, discuto la pretensión de que eso se considerara evidente desde el principio. Es el mismo autor quien nos advierte en el epílogo del peligro de construir acusaciones con indicios y rellenar los huecos con el móvil genérico del “crimen pasional”.

-Inicio del ataque en el cuarto de baño. Caraballo sitúa el inicio de la agresión contra Miguel Ángel dentro del cuarto de baño donde este se disponía a ducharse. No comparto esa consideración, que no creo soportada por la evidencia. Aprovecho para señalar que el autor repite, como buen periodista, la incorrecta referencia a “151 puñaladas”. Referencia de gran valor periodístico, pero inexacta e imprecisa, y que puede opacar nuestra comprensión de la naturaleza del crimen.

-Pinchazos a la niña. El autor da por buena la tesis de los forenses de que un numeroso grupo de heridas poco profundas que presentaba la niña, poco más que pinchazos, fuera el resultado del intento del asesino de alejarla de él. Según esta hipótesis, mientras el criminal estaba apuñalando a Miguel Ángel, la pequeña María trataba de ayudar a su padre, y al acercarse el asesino la pinchaba continuamente para alejarla.

Los forenses reconocieron que hubo debate entre ellos respecto al significado de esas heridas, es decir, que se consideraron otras hipótesis para explicarlas. Luis Frontela también tenía su propia hipótesis sobre ellas. A mí la hipótesis que plantearon en el juicio no me parece convincente, y creo que se puede argumentar de forma contundente contra ella.

-Hipótesis dudosa. Caraballo incorpora a su reconstrucción del crimen las declaraciones de un testigo que dijo haber visto algo sospechoso la noche del crimen, y que tuvo la sensación de que era observado desde una de las ventanas del domicilio de las víctimas. Yo tengo muchas dudas sobre ese testimonio, y no considero adecuado su uso como constituyente de una hipótesis de más alto rango, o como parte de una reconstrucción de los hechos.

Estas y otras pocas discrepancias, que espero tener ocasión de comentar algún día con el autor, no deben oscurecer el hecho de que comparto el 95 % de sus planteamiento, el cual, ya he comentado al inicio, es el cimiento sobre el que he construido mi propia opinión sobre el caso.

Para finalizar, recomiendo encarecidamente la compra y lectura del libro a todos los interesados en el caso, y a todos aquellos que simplemente quieran entender la génesis y desarrollo de un grave error policial y judicial que mantuvo a un inocente tres años y medio en prisión, que quieran ver como se fabricó un asesino. 

domingo, 20 de enero de 2019

El crimen de Almonte (XV): La novelista entre el centeno

Rocío Castrillo ha escrito una novela sobre el crimen de Almonte. Dice ser escritora y periodista,  y también tiene su blog, donde además de ofrecer “servicios editoriales”, escribe últimamente sobre el caso. Para fundamentar su proceso creativo acudió a las sesiones del juicio contra Francisco Javier Medina, y parece que la cercanía con la acusación provocó que sus opiniones e hipótesis sobre el caso sean indistinguibles de las de esta. Algo, por otra parte, perfectamente legítimo.

No voy a publicar fotos de jurados, porque no lo encuentro oportuno. Pueden ver las que publicó Rocío en su blog:

https://elblogderociocastrillo.blogspot.com/


No sé si los comentarios sobre el jurado durmiente son obra única de Rocío Castrillo, o bien le llegaron sugeridos por alguien y ella se limitó a darles publicidad en su blog. Yo sospecho esto último, que le pasaron las capturas y la interpretación, y que ella se limitó a publicarlas, lo que me parece una irresponsabilidad. Podría equivocarme claro, y le podrían haber pasado las cintas en bruto, y ella habría extraído esas imágenes dándoles su propia interpretación. En este caso sería algo más que irresponsable. Bastante más.

Dice que algunos miembros del jurado dormitaban durante las sesiones del juicio, y nos pone como ejemplo imágenes de las sesiones en las que hablaban los forenses y en las que se exponía la prueba de ADN. Se nos muestra una imagen general, en la que se borran las caras del resto de jurados (de forma chapucera e incompleta) y se deja el rostro del jurado al que se refiere, algo sorprendente y no sé si delictivo. En una segunda imagen se nos muestra a dicho jurado más de cerca, en lo que la señora Castrillo interpreta como dormitar.

En realidad no sería especialmente grave que a lo largo de un juicio de un mes un jurado, o una periodista-escritora, o un abogado, o incluso un Juez, dieran alguna cabezada. Pasa en muchos juicios, y en este en concreto varios testigos afirman haberlo visto entre el público, precisamente a una periodista-escritora. Pero vamos a ver si esto ocurrió con el jurado al que se refieren.

PRIMERO

Las primeras imágenes corresponden a la sesión del juicio del 21 de septiembre de 2019, durante la exposición de los forenses. Fue una sesión muy especial, con la sala casi vacía, en la que se iban a mostrar imágenes de la inspección ocular y de las autopsias. Muchos jurados estaban incómodos, mirando a la pantalla a veces y apartando la vista en otras, ante lo desagradable de lo que estaban viendo. La imagen que se nos muestra corresponde aproximadamente a las 12:01:55 horas de ese 21 de septiembre, y se pretende que su postura adelantada, con la cabeza agachada, significa que el jurado estaba dormido. Lo cierto es que ese jurado en concreto adoptó esa postura para tomar notas en muchísimas ocasiones durante el juicio.

Durante la misma sesión se puede ver claramente como a las 11:50:00 ese jurado adopta la misma postura y toma notas durante unos 45 segundos. Se puede observar en varias ocasiones el movimiento del brazo derecho, y un par de cambios de postura de la cabeza, indicando que estaba escribiendo.
Poco después, el jurado está atento a la explicación sobre las heridas de la niña, pero en cuento el forense menciona “el cuello”, a las 11:54:14,  el jurado aparte la vista de inmediato y se pone en la misma posición que antes, mirando hacia abajo, pero en esta ocasión no se aprecia escritura. A las 11:54:30 levanta la cabeza, pero no mira ni las fotos ni al forense, mira al púbico, al acusado, a los abogados, en lo que parece un intento de evitar las imágenes desagradables. (Hay dos jurados que no miraron ni una vez hacia la pantalla)

A las 11:54:38 mira hacia donde está el forense exponiendo, e inmediatamente, en un segundo, vuelve a apartar la vista, mirando en dirección opuesta, hacia el público o hacia el fondo de la sala. Pocos segundos más tarde vuelve a hacer un nuevo intento de ver las fotos, pero fracasa de nuevo, apartando la mirada de inmediato y agachando la cabeza. En cuanto el forense dice “vale” y se pone a explicar las heridas en otro lugar distinto a la garganta, el jurado vuelve a mirar con atención.

Con estos antecedentes, llegamos al momento clave. Durante varios minutos el jurado ha estado atento a las explicaciones y a las fotos, cambiando de postura incluso para lograr mejor visión por entre sus compañeros. A las 12:01:23 el forense dice “comenzamos con las conclusiones”, e inmediatamente el jurado agacha la cabeza y se pone a escribir, como se puede observar perfectamente en varias ocasiones por los movimientos del brazo, y por como levanta la cabeza una vez para mirar a quien habla, volviendo de nuevo a la toma de notas. Se pueden ver claramente movimientos que indican que está escribiendo.

Sigue tomando notas hasta las 12:02:12, cuando parece tocarse los ojos y vuelve a levantar la cabeza Posteriormente, a las 12:03:05 vuelve a ponerse en la misma postura y toma notas… así durante todo el juicio. Hay que tener muy mala fe para sacar una fotografía de unos de los momentos en que estaba escribiendo y decir que estaba dormido. En ningún momento se puede observar el típico cabeceo de las personas que se están durmiendo, no hay ni el menor rastro. Antes y después del momento en que se nos dice que estaba durmiendo, lo podemos ver atento a la exposición o tomando notas. Eso es todo.

SEGUNDO

En segundo caso es muy similar. Se nos presentan unas fotografías del día 26 de septiembre, a las 12:23:29. El contexto es similar, con el testigo atento y tomando notas de vez en cuando, como por ejemplo, a las 12:09:31. No creo que haga falta un estudio detallado como en el caso anterior.

A las 12:23:13 el testigo se pone a tomar notas, porque una perito está hablando sobre un elemento crítico del caso, el ADN desconocido hallado en la alfombrilla del baño. Se puede ver de forma mucho más clara que en el caso anterior como está escribiendo, y lo sigue haciendo en el momento en que estaría durmiendo, según Rocío Castrillo, y bastantes segundos después, con evidentes movimientos de brazo derecho y cabeza. Del tipo escritura, no del cabeceo de alguien que se está durmiendo.

Yo no sé si la autora ha visto los vídeos o se ha limitado a poner lo que le han contado. Si los ha visto, que lo dudo, debería decirnos si se ha fijado en todos estos detalles. Si no los ha visto, tal vez debería pedirle a quien le ha pasado las capturas que se los muestre, y que después haga honor a la profesionalidad que dice tener y cuente en su blog su nueva opinión.

Por ejemplo, ella misma se pasa gran parte de uno de los vídeos con la cabeza agachada. No costaría nada extraer decenas de imágenes en esa postura y afirmar que estaba dormida, o dormitando, como dice. No lo haré, porque parece evidente al ver el vídeo que está tomando notas, y que continuamente está mirando al frente y agachando la cabeza para escribir, no para dormitar, al menos en este vídeo.

Sería muy poco riguroso y propio de quien tiene mala fe hacer algo así, aunque se podría hacer con exactamente el mismo fundamento con el que ella afirma ver a un jurado durmiendo.

INSULTOS Y AMENAZAS

En cuanto a los comentarios y amenazas en su blog con nombres y apellidos de personas, el tema me supera. Al poco de comenzar a tratar este caso en mi blog, comenzaron los insultos contra mi persona. Los borraba, sin darles más importancia, hasta que un día me avisaron de que alguien había escrito amenazas de muerte contra Medina. Un familiar de este fue a denunciar y contactó conmigo para pedir información. Yo le dije que le ofreciera a la Guardia Civil mi ayuda para encontrar al autor, y decidí dejar los comentarios amenazantes por si les hacían falta, contando con que contactarían conmigo en unas horas. Inocente de mí.

Cuando comprobé que nadie me contactaba, los borré, e inmediatamente puse los comentarios en formato revisión, que significa que no se publica ninguno sin mi aprobación. Me han llegado decenas de amenazas de muerte, incontables insultos contra mí, y muchos contra personas que apoyaban a  Medina. También insultos, amenazas y acusaciones contra familiares de las víctimas, o mensajes de gente que pretendía ser alguno de ellos. Ni uno solo ha sido publicado en el blog. Es muy fácil.

Desconozco la razón por la que Rocío Castrillo no activó la opción de moderar comentarios en cuanto comenzaron a aparecer los insultos y amenazas. Al parecer, alguien está publicando en su blog comentarios con el nombre de otras personas (Nando Fernández, Alfonso Figueroa, Ana Viera,…) y se alternan publicaciones reales de esas personas con insultos o amenazas que parece evidente que son falsos, o con insultos y amenazas dirigidos hacia esas personas.

Algunos de los afectados se dirigieron inicialmente a ella para solicitarle que quitara esos mensajes, algo que me asombra hasta el límite. Deberían haberse dirigido a ella para EXIGIRLE que los quitara y no permitiera que aparecieran otros nuevos, porque es responsabilidad suya que salgan, sobre todo cuando tiene la opción de moderar comentarios. 

A mí me da igual (¡y después todavía tienen algunos la jeta de echarme en cara que siga escribiendo con un pseudónimo!), pero para las personas a las que se está difamando, o que se pretende que están difamando ellas, es algo realmente grave. Cualquiera puede crear una cuenta con el nombre de otra persona y entrar en un blog y poner las barbaridades que se le ocurran. Para eso está la moderación de comentarios, y si no se usa, a lo mejor es que no se quiere usar. Ahora dice que no puede borrarlos, supuestamente se lo habrán pedido quienes están investigando el tema. 

Pero eso no puede ser, porque deja a las víctimas indefensas. ¿Deben estas esperar durante meses a que acabe la investigación para que borren mensajes insultantes contra ellos o mensajes en su nombre amenazando a otros? Supongamos que alguien escribe en mi blog un mensaje amenazante contra Rocío Castrillo, o con su nombre amenazándome a mí, por ejemplo, y que yo lo publico y después denunció el hecho a las autoridades. ¿Tendría que permanecer publicado dicho mensaje mientras se investiga? No creo que fuera razonable.

SI Rocío ha recibido amenazas graves ha hecho bien en denunciarlas, y esperemos que se atrape al responsable o responsables. Tampoco voy a poner en duda su derecho a escribir una novela sobre el caso, con la hipótesis que ella quiera mantener, aunque tengo dudas de cómo podrá hacerlo. Lo que si le pediría es un poco de rigor a la hora de tratar los temas, como el del jurado durmiente, y que nos explique el tema de los comentarios y por qué no activó la moderación en cuento empezó a recibirlos. 

Tal vez tenga una explicación razonable.

domingo, 2 de diciembre de 2018

El crimen de Almonte (XIV): La UCO y las pruebas


ERRORES

Cuando se confirmó que el ADN hallado en tres toallas coincidía con el de Francisco Javier Medina, la primera reacción de la UCO tuvo que ser de frustración y desconcierto, porque Medina no era en esos momentos un sospechoso importante. Sí, debido a su relación con la esposa del asesinado había sido uno de los primeros investigados, y había permanecido siempre en el radar de la UCO, en segundo plano. Pero a partir de la primera semana dejó de estar en los puestos de cabeza de la lista de sospechosos, y pasó a ser uno más, únicamente, y esto hay que dejarlo bien claro desde el principio, como posible cómplice de la esposa y madre de las víctimas, y nunca como posible asesino en solitario. Quien estuvo desde el primer día bajo la sospecha de la UCO fue ella, con o sin Medina. 

Nunca se consideró que Francisco Javier Medina hubiera asesinado a padre e hija por su cuenta, sobre todo porque no tenía motivos. Pese a las afirmaciones posteriores, la UCO no dio demasiada importancia al posible ángulo pasional-celos-sentimental en el triángulo Miguel Ángel-Marianela-Medina. ¿Por qué iba a asesinar Francisco Javier Medina a Miguel Ángel si, por fin, después de varios años, Marianela había abandonado a su esposo? Los investigadores supieron por la misma Marianela y sus amigas que la ruptura era irreversible, que no había marcha atrás, y ella jamás dijo o hizo nada que pudiera hacer sospechar lo contrario a Medina. A este no solo no le estorbaba la niña, sino que quería que la madre obtuviera la custodia y se fuera a vivir con ellos, como declaró la misma Marianela.

Por lo que se ha ido conociendo, es cierto que Medina quería que ella fuera rompiendo sus amarras con Miguel Ángel, y que restringiera su relación con él a los cuidados de la pequeña María. Pero se trataba de un proceso de meses que acabaría finalmente con el divorcio, cuyo procedimiento estaba previsto se iniciara tras el verano. No había ningún motivo por el que Francisco Javier Medina necesitara o deseara asesinar a Miguel Ángel, y así lo entendieron los investigadores desde muy pronto, como lo demuestra el hecho de que en ningún informe aparece Medina como sospechoso de un crimen individual, y tan solo lo hace en relación con Marianela, y en una posición claramente subordinada. 

Así que cuando la UCO expuso su lista de sospechosos, no consideró a Marianela o Medina como sospechosos individuales, sino como un conjunto, aunque tan solo plantearon sus sospechas sobre ella, y nunca sobre él. La familia de Miguel Ángel, que se supone que es quien puso a la Guardia Civil tras la pista de Medina, en realidad puso a los investigadores tras la pista de Marianela, y en los informes policiales en los que se registran esas referencias de la familia hacia ella, ni siquiera se nombra a Francisco Javier Medina. 

Cuando la investigadores de la UCO se encontraron con el resultado de las pruebas de ADN se encontraron también con un problema. Da la impresión de que tenían un conocimiento bastante limitado sobre la prueba y su significado, y para cualquier observador imparcial existía una grave, y no explicada, discrepancia entre los resultados del Laboratorio de la Guardia Civil y los del Instituto Nacional de Toxicología. Decidieron, de forma totalmente arbitraria, quedarse con los resultados de este segundo organismo, sin considerar ni explicar los resultados del primero. 

Es probable que en esos momentos algunos miembros de la UCO, con las anteojeras del fracaso colocadas, tan solo vieran la posibilidad de resolver un caso que pocos días antes parecía irresoluble. La oportunidad de convertir un más que cercano fracaso profesional en un éxito. Algunos parecen indignarse ante la sugerencia de que los investigadores pudieran haber sido influenciados en su actividad y sus decisiones por consideraciones, personales, económicas o profesionales, cuando está más que demostrado que esas y otras cuestiones han influido en innumerables investigaciones policiales en todo el mundo, y que están en el origen de graves errores. 

La bibliografía sobre el tema de los errores judiciales y policiales crece día a día (ver, por ejemplo, un libro bastante conocido y citado, Criminal Investigative Failures, de Kim Rossmo, que aunque se contradice en varios extremos y está más dedicado a las fallas lógicas, resulta muy instructivo sobre el tipo de errores que pueden cometer, y de hecho cometen, los investigadores). Para explicar esos errores no hace falta recurrir a  una hipótesis tan provocadora, y no del todo convincente, como la de Anderson & Scott (Three False Convictions, Many Lessons: The Psychopathology of Unjust Prosecutions), en la que plantean que buena parte de la los errores judiciales y policiales son debidos a la presencia en puestos clave de la policía, la fiscalía o la judicatura, de psicópatas. De la versión no violenta, ni siquiera agresiva, pero psicópatas al fin y al cabo. Resulta interesante, pero no hace falta recurrir a ella para explicar la mayoría de los errores judiciales y policiales.

El conocido caso en España de Dolores Vázquez; el caso tratado en este mismo blog del asesinato de Jill Dando; el de la catastrófica investigación del asesinato de Rachel Nickell, también en Gran Bretaña; la vergonzosa investigación y encarcelamiento de Amanda Knox y Raffaele Sollecito en Italia, ...Todos casos diferentes pero con un denominador común: En determinado momento, y por causas diversas, en cada uno de estos casos los investigadores decidieron que una persona era culpable en base a evidencia más que discutible, y pese a ello construyeron una acusación sobre ese convencimiento. 

Aunque es seguro que los errores conocidos son tan solo una parte del total, de la mayoría nunca habrá demostración definitiva. Y es que sabemos con seguridad que Dolores Vázquez o Colin Stagg son inocentes porque se encontró al verdadero culpable de los crímenes que les achacaban, pero no siempre hay tanta suerte, y en ocasiones, pese a que la evidencia indica claramente que los acusados no fueron quienes cometieron el crimen (Knox y Sollecito, Barry George, …) mientras no aparezca prueba exculpatoria, siempre habrá personas dispuestas a seguir acusando. Sobre todo los que más tienen que perder a nivel profesional y de imagen personal si se demuestra el error cometido.

TENTACIONES

Sospecho que la argumentación que manejaron los agentes de la UCO, de forma explícita o implícita, debió ser bastante similar a la utilizada por el equipo que investigó el asesinato de Jill Dando (mucho más numeroso, y al menos igual de capaz que el equipo de la UCO). Cuando después de más de una año de investigación estéril, y cuando ya no sabían por donde seguir, de repente apareció algo que señalaba a una persona en concreto, y entonces se dijeron: ¡Tiene que ser él!, no puede ser una casualidad. 

Ian Horrocks lo expresó perfectamente, refiriéndose a Barry George, el sospechoso del asesinato de Jill Dando, cuando ante las acusaciones de que habían culpado al chalado del pueblo, respondió que se había realizado una exhaustiva investigación, eliminando a todos los sospechosos menos uno. Si no era Barry George el culpable, protestaba, ¿quién era entonces?

Considero muy probable que esa misma argumentación, o una muy similar, fuera utilizada por algunos miembros de la UCO para autoconvencerse y convencer a los demás. Llevaban más de un año investigando, innumerables horas día y noche, comiendo, cenando y durmiendo fuera de casa, con sacrificio personal y familiar en algunos casos (no en otros), sin resultados. Y de repente se les presenta la posibilidad de resolver el caso con una prueba, confusa y que no entendían demasiado bien, pero con un nombre que resulta sinónimo de culpabilidad: ADN.

Al igual que les había ocurrido a Hamish Campbell y sus hombres, los agentes de la UCO se encontraron ante dos posibilidades a la hora de interpretar la confusa evidencia genética:

1) Podían estudiarla con cierto escepticismo, reconociendo la disparidad de resultados entre ambos laboratorios, y haber solicitado, probablemente a través del juzgado, la opinión imparcial de los mejores expertos en el campo. Teniendo en cuenta que existía evidencia que exoneraba al sospechoso, y que no era de esperar una respuesta clara y decisiva de los expertos, este camino no parecía llevar muy lejos.

2) Podían interpretarla partiendo del supuesto de que el sospechoso era culpable, lo que significaría que no hacían falta expertos para determinar que ese ADN había sido depositado mientras se cometía el crimen, y que la evidencia exculpatoria tenía que ser errónea.

Si su sensación de que Medina era culpable era cierta, podría significar el éxito, las felicitaciones, las condecoraciones, los ascensos… Si no era cierta, tan solo tenían el vacío ante ellos. En el mejor de los casos, un fracaso sin consecuencias; en el peor, un frenazo profesional, tal vez definitivo. Una interpretación llevaba al optimismo y a una buena posibilidad de éxito, la otra interpretación regresaba al punto donde estaban, a más de un año de investigación sin sospechosos ni pruebas, a la nada. En este tipo de circunstancias se presentan fuertes incentivos para que personas sometidas a presión tiendan a tomar un camino y no el otro.

Pero había un problema, ese ADN era lo único que señalaba a Francisco Javier Medina. No solo no había otras pruebas que lo incriminaran, sino que había pruebas en contrario, que lo exoneraban. Generalmente se había venido considerando el ADN una prueba muy potente en dos tipos de situaciones:

A) Cuando aparecía en lugares y circunstancias que hacían extremadamente improbable una alternativa a la hipótesis de que el rastro genético había sido dejado por el sospechoso en el momento de cometer el crimen, o en circunstancias estrechamente relacionadas con este.

B) Cuando el lugar o las circunstancias del hallazgo del ADN no eran tan decisivas como en el punto A, pero existía otro tipo de evidencia incriminatoria que asociada con la prueba de ADN proporcionaba un conjunto probatorio robusto y convincente.

Para el caso que nos ocupa, un ejemplo de A habría sido que el ADN de Medina se hubiera hallado bajo las uñas de Miguel Ángel o María, o en un soporte biológico identificable y asociado al crimen, como una mancha de sangre. Para el caso de un ADN que pudo haber llegado a las toallas de distintas formas, algunas no asociadas al crimen, estamos en B, y entonces habría hecho falta un conjunto de pruebas de otro tipo que incriminaran al sospechoso. Por ejemplo que alguien lo hubiera visto junto al portal de las víctimas, o al menos en las cercanías, en horario aproximado al del crimen. Esa evidencia, que no sería concluyente en sí misma, podría convertirse en una fuerte prueba en conjunción con el ADN en las toallas o en otro lugar no crítico.

Hoy en día ya ni siquiera se considera que la situación A sea suficiente por sí misma para decidir la culpabilidad de alguien, porque hay ya bastantes ejemplos de errores en esas condiciones, como mostraron Lorente y Álvarez en su informe. Hay una tendencia creciente a exigir que la evidencia genética, por determinante que parezca, sea complementada por otro tipo de evidencia.

Para la UCO el problema era grave porque se hallaban en la situación B. El lugar donde se había hallado el ADN del sospechoso no cumplía con los requisitos para considerar improbable una alternativa a su asociación con el crimen, y no había otras pruebas de soporte que pudieran unirse al ADN en las toallas para formar una prueba convincente. Por no tener, no tenían ni un motivo para el crimen.

Pese a la dudosa prueba genética, pese a la falta de otra evidencia incriminatoria, y pese a la existencia de evidencia que exoneraba al sospechoso, se convencieron de que era culpable, porque era lo que necesitaban y deseaban. No solo no había nada que lo implicara, sino que  había un testimonio firme y repetitivo (¡como el ADN!), el de Marianela, que lo situaba sin duda en su lugar de trabajo a la hora que se estaba cometiendo el crimen. 

Sobre el lugar donde apareció el ADN, en elementos limpios y no asociados al crimen, no se podía hacer nada, y sobre el testimonio de Marianela, de momento tampoco. Pero una vez que se parte del supuesto de que alguien es culpable, no hay obstáculo que no se pueda remover. De repente aparecieron pruebas donde antes no las había. De repente tenían clarísimas cosas que no se habían mencionado durante más de un año. Ninguno de los supuestos indicios que se dijo apuntaban hacia Medina, ni uno solo, había sido considerado como relevante por la UCO hasta la detención del sospechoso, como veremos en breve.

En este punto conviene pararse un momento para estudiar el comportamiento de Juez y Fiscal. 

Los agentes de la UCO y otros investigadores que ejercen como policía judicial tienen una buena disculpa ante posibles errores, la limitación de sus funciones. Se limitan a dar su opinión mediante informes, y como mucho detienen a sospechosos y los ponen a disposición del juez. Pero ellos no encarcelan, ni procesan, ni acusan, ni juzgan, ni condenan. Eso son tareas de jueces, fiscales, abogados y jurados, no de ellos. Esto es técnicamente cierto, y en un mundo ideal esa separación de funciones garantizaría contrapesos ante posibles errores de alguno de los otros actores. Pero en la realidad ocurre que los informes y las opiniones de algunos investigadores adquieren una importancia desmesurada que se transmite a lo largo de todo el proceso legal, y que puede condicionar, o incluso servir de guía, al resto de intervinientes.

Es difícil que un Juez (entiéndase también referido a los fiscales) pueda mantener el ritmo y tratar de igual a igual a un grupo de investigadores dedicados en exclusiva a un caso. Los jueces, desbordados de trabajo, y con muchos casos de todo tipo que atender, tan solo pueden dedicar una fracción del tiempo que dedican los investigadores, incluso cuando cuentan con ayudantes, y por tanto su conocimiento del caso es mucho menor y bastante más superficial. Además, los investigadores tan solo trasladan a los jueces una parte de su investigación, lo que unido a lo anterior les proporciona una ventaja decisiva.  Es frecuente que los jueces deleguend de forma tácita en ellos, y que acepten sus recomendaciones, hipótesis o conclusiones. Jueces con personalidad y experiencia mantendrán al mismo tiempo, para compensar, un sano escepticismo, y nunca perderán de vista su papel de actor imparcial. Otros, en cambio, generalmente jóvenes y sin experiencia en este tipo de casos, olvidan ese papel y se arrojan de forma incondicional en brazos de los investigadores (sobre todo cuando estos o su grupo tienen prestigio y fama), sintiéndose parte del mismo equipo, bajando sus defensas y su capacidad para detectar problemas. 


LA RECONSTRUCCIÓN DE LA EVIDENCIA

Una vez que los investigadores decidieron que Francisco Javier Medina era culpable, tenían ante ellos una tarea nada sencilla:

1) Encontrar evidencia contra el sospechoso. Como el rastro genético no se podía relacionar directamente con el crimen, era imprescindible encontrar algo para intentar colar la idea de que el ADN era una prueba más entre varias. No había nada, ni pelos ni sangre en el lugar del crimen, ni testigos que lo hubieran visto entrar o salir, ni siquiera en las cercanías, ni motivo, ni historial de que resolviera sus problemas con violencia, nada…

2) Ignorar o cambiar la evidencia que exoneraba al sospechoso. Se ignoró el testimonio de Marianela de que había salido junto con los demás, en espera de que la persuasión la hiciera cambiar su declaración. No se preguntó a los compañeros de trabajo si lo habían visto allí en el momento en que se estaba cometiendo el crimen. Cuando supieron que una testigo afirmaba haberlo visto, la ignoraron. Lo que no podían ignorar, como el horario en que se había cometido el crimen, lo cambiaron de forma arbitraria, pese a que había registros del momento en que habían tenido lugar los asesinatos.

3) Encontrar un motivo, y para ello era imprescindible contar con Marianela. Tras asustarla con una posible imputación (palo y zanahoria), se la convenció de que había sido la víctima de una persona hiper celosa, controladora y manipuladora, un monstruo que la tenía anulada. Una vez conseguido esto, con la colaboración y guía de siniestros personajes de los que habrá que hablar algún día, no debió ser muy complicado pasar a la segunda fase: ese personaje terrible era el asesino de su hija, y ella era la única que le daba coartada, y si ella no cambiaba su declaración, quedaría libre. La cambió, claro. Hay situaciones emocionales que no me atrevo a valorar, pero sí valoro, y con mucha dureza, a los que se aprovechan de ese tipo de vulnerabilidad extrema para manipular y tratar de conseguir sus objetivos.


EL CRIMEN PASIONAL

Ahora parece que estamos ante un axioma, el del crimen pasional, y que así se consideró por los investigadores desde el primer momento. Se ha planteado que es un indicio contra el sospechoso, por razones evidentes. El problema para la UCO y sus palmeros es que los documentos y los actos de los investigadores no soportan ese planteamiento. Lo que yo afirmo es que la catalogación de este crimen como claramente pasional tan solo se produjo después de hallar el ADN de Medina en las toallas, nunca antes.

Durante más de un año no se encuentra ni una sola referencia, ni de la UCO, ni de nadie, a que este crimen fuera de tipo pasional, no solo como afirmación, tampoco como conjetura o simple posibilidad. No se dice, ni se comenta, en ninguno de los informes de la UCO, ni en las autopsias, ni en ningún lugar, no hasta que se quiere culpar a Medina. En cuanto detuvieron a este, comenzaron a decirle a todo el mundo que siempre habían considerado este crimen como pasional, pero no es cierto, es una invención destinada a que ciertas personas interiorizaran eso como un hecho. 

Pero hay más, los mismos informes de la UCO en los que ni siquiera se utiliza el término pasional, que ni siquiera lo insinúan, dejan claro que casi todos sus sospechosos, y casi toda su labor investigadora, excluyen el crimen pasional. Prácticamente toda su labor investigadora implica que su hipótesis principal durante un año fue el robo (pese a que no hubiera indicios), o la venganza, o la confusión de identidad, y que la hipótesis pasional o sentimental fue en todo momento una más, probablemente secundaria. (NOTA: Por desgracia, porque hay algunas personas convencidas de que si se hubiera estudiado el ángulo pasional desde el principio con vigor y decisión, se podría haber resuelto realmente el caso hace ya mucho tiempo)

En su gran informe de 30 de octubre de 2013, la UCO pasa revista a los primeros 6 meses de investigación. Durante más de 40 páginas exponen, comunican, conjeturan y explican, y pasan revista a los sospechosos, a los que dedican 20 de las páginas del informe. Estos son:

1. Ionut, el rumano que amenazó de muerte a Miguel Ángel cuando este lo sorprendió robando en el Mercadona.

2. Zotouni, el magrebí que fue atendido el 27 de abril, poco después de las diez de la noche, de una profunda herida en una mano.

3. Marianela Olmedo y Francisco Javier Medina. Son sospechosos en conjunto, no por separado, aunque el 90 % del texto y las sospechas se dedican a ella.

4. La familia de vecinos ecuatorianos, que escucharon la agresión, o parte de ella.

5. Manuel, el propietario del inmueble contiguo, arrendado a la familia ecuatoriana. Mantenía deudas importantes, y se sospechaba de su implicación en actividades ilícitas, lo que llevó a pensar que él pudiera haber sido el verdadero objetivo del crimen.

Y ya está. No aparecen otras líneas que se investigaron al principio y fueron probablemente descartadas, como la de Francis C, que fue el último en ver a las víctimas, o la de los otros amigos que comieron con Miguel Ángel, y probablemente alguna más. Estas 5 son las que quedan 6 meses después del crimen, y ya no se trata solo de que no se haga referencia en todo el informe al crimen pasional, es que ¡cuatro de esas cinco líneas de investigación lo descartan!. 

En el caso del rumano el motivo sería la venganza, en el del magrebí y algún miembro de la familia ecuatoriana, probablemente el robo. En el de Manuel, una confusión del asesino al entrar en el piso equivocado. Y ni siquiera está claro que en la línea de Marianela y Francisco Javier el móvil sentimental o pasional sea lo único que se está considerando, sino probablemente también alguna motivación económica o de otro tipo.

Esto son hechos, no opiniones. No solo no hay referencias a un crimen pasional, sino que las líneas de investigación seguidas indican que esa opción, estando presente, no era la dominante… Pero hay más, posteriormente los miembros de la UCO remitieron un nuevo informe al juzgado con una extensa investigación de una pista que les había proporcionado Aníbal Dóminguez, el hermano y tío de las víctimas, y esa pista ¡también excluía la hipótesis pasional!

Durante más de un año ni investigadores de la UCO ni forenses insinuaron que dos erosiones que cruzaban la espalda de Miguel Ángel pudieran tener algún significado simbólico, de victoria o de ninguna otra cosa. Nada, ni una palabra. Pero cuando se va a detener a Medina, esos cortes en forma de aspa, adquieren gran significado. En el juicio, los investigadores y los forenses repitieron y ampliaron esas afirmaciones, pese a que no aparecía en ninguno de los informes policiales, ni en las más de 100 páginas de los informes de las autopsias. De nuevo, una prueba inventada exclusivamente para un destinatario concreto. Los forenses, concretamente, se refirieron en el juicio a un supuesto, misterioso y no explicado carácter simbólico de esas lesiones, 


PRUEBAS DE SALDO

Ya hemos visto en otras ocasiones como se fueron alterando de forma arbitraria las horas de comienzo y final de los sucesos para intentar encajar los tiempos. Además, se presentaron como “pruebas” contra el sospechoso cuestiones como la del acento almonteño del asesino, o el que la cerradura no fuera forzada, que no aguantan ni el análisis más superficial.

1) El acento almonteño. Se basa en una de las varias declaraciones de uno de los vecinos ecuatorianos, y se pretende que tiene alguna importancia, cuando no jugó ningún papel en la investigación. La UCO se refirió a ello en uno de sus informes, pero ni lo tenía por un elemento importante, ni se tuvo en consideración durante las pesquisas. Tres de las cinco líneas de investigación excluyen que el asesino tuviera acento almonteño o siquiera español de España (los mismos ecuatorianos, el rumano, el magrebí), pero es que además se puede poner en duda la existencia de un acento almonteño diferenciado del de lugares cercanos. A preguntas de la defensa, el vecino que se había declarado lo del acento almonteño tuvo que reconocer que se refería realmente a acento andaluz de la zona.

Pero incluso aceptando que el asesino tuviera acento almonteño, eso tampoco significaría nada, ya que hay varios miles de almonteños que podrían ser sospechosos en base a ese criterio. Lo cierto es que la UCO nunca consideró eso como un elemento que ayudara a reducir el campo de sospechosos, y nunca lo refirió como una prueba importante ni influyó en su consideración de los posibles sospechosos. Como otras muchas cosas, solo adquirió relevancia una vez que Medina se convirtió en el principal sospechoso.


2) La cerradura no forzada y el acceso a una llave. De nuevo, otra consideración que solo se volvió relevante cuando hacían falta pruebas contra Medina. Durante más de un año la posibilidad de que el asesino hubiera tenido acceso a una llave para abrir el portal fue una más. No solo no se la consideró en ningún momento como la hipótesis principal, sino que, de nuevo, los propios informes de la UCO desmienten que fuera así. De los cinco sospechosos, tan solo uno (Marianela-Medina) podría encajar en la hipótesis de que el asesino se valiera de una llave. .

Pero la llave no es la única hipótesis de como podría haber accedido Medina a la casa. Según la UCO, ¡podría haber tocado el timbre!. Provoca sonrojo el planteamiento de que un plan digno de una película de Colombo se tenga que basar en tocar al timbre a ver si sus víctimas franquean el paso. Incluso si aceptáramos la propuesta, no apuntaría hacia Medina, no más que hacia muchas otras personas, familiares, amigos y amigas de su madre y su padre, a los que la niña también conocía.

A pesar que que los peritos de la Guardia Civil ya habían declarado que no había signos de que la cerradura hubiera sido forzada, Hellín tuvo que realizar un informe para decir esencialmente lo mismo, además de plantear algunas consideraciones difícilmente sostenibles. 

Una vez detenido Medina, se llegó al punto de intentar considerar una prueba contra el detenido lo que en realidad era una prueba exculpatoria, las huellas del asesino. En confusas y tramposas aseveraciones, pretendieron que podían relacionar a Medina con esas huellas, y aunque es evidente que eso no puede ser, lo cierto es que lograron su objetivo. No solo consiguieron que la Juez les comprara su astuta argumentación, es que consiguieron desvirtuar la única prueba con la que contamos sobre la naturaleza del asesino, y es que sabemos que tiene los pies grandes. En este caso también Hellín presentó posteriormente su propia hipótesis, también difícilmente sostenible.


REBUSCANDO EN LA PAPELERA

En su búsqueda desesperada de evidencia contra el sospechoso no tuvieron empacho en agacharse y buscar en la papelera, que es donde habían arrojado el testimonio de un testigo, magro, más de 6 meses antes. Este les había hablado a los agentes, el 15 de septiembre de 2013, acerca de su supuesto avistamiento de Medina, pero desde la UCO consideraron su historia increíble y no le dieron ninguna importancia. Lo demuestran los hechos, que nos dicen mucho más que las palabras y las justificaciones a posteriori. El hecho es que la UCO consideró tan poco fiable el testimonio de magro que ni le tomaron declaración oficial, ni siquiera comunicaron su existencia al juzgado, cuando comunicaban hasta las pistas e investigaciones más improbables. En el ya citado informe de octubre de 2013, más de un mes después de recibir esa información, ni siquiera la tuvieron en cuenta en su más que breve comentario acerca de Francisco Javier Medina, y no consideraron que aportara nada contra él. 

Es bastante natural, porque como habían comprendido los investigadores en septiembre, cuando entrevistaron a magro, lo que este contaba era completamente absurdo. No solo la circunstancias del encuentro eran improbables, con Medina llamando a voces su atención, es que a la hora en que magro afirmaba haberlo visto, sobre las 20:30, Medina estaba trabajando en el supermercado, como dejaban claro las grabaciones de vídeo. Su afirmación de que había llegado a su corral antes de las 21:00 horas no dejaba margen alguno para la duda, estaban ante un error del testigo, uno de tantos que existen en cada caso, y de  los que nunca nos enteramos.

Pero cuando hizo falta acusar a Francisco Javier Medina no había prueba débil ni obstáculo que no se pudiera saltar. Lo primero era tomar declaración, a él y a poti, eliminado cualquier referencia horaria concreta en cuanto al momento en que habían visto al sospechoso, porque si declaraban haberlo visto sobre o antes de las 20:30, nadie iba a creer su testimonio.

Francisco Javier Medina a las 20:30

Así que las horas desaparecieron, y en su lugar nos encontramos con un vago sin poder precisar la hora en la que sucedió este encuentro, que probablemente es la interpretación del agente a que magro no fuera capaz de concretar el horario con menos de media hora de margen. Lo antecede un siendo todavía de día, que pretendía reforzar la impresión de que magro no estaba seguro de la hora, pero sí de la diferencia día/noche. Esto a su vez servía para enfrentarlo a la afirmación de Medina de que había visto a magro y poti ese sábado, pero de noche, en lo que es seguramente otra confusión.

De la misma forma se ocultó inicialmente el momento en que magro afirmaba haber llegado a su solar. Y en la declaración de poti viene un sobrio no recordando la hora exacta, una fórmula para ocultar que sí recordaba la hora aproximada. Aunque hay que puntualizar que utilizar el término recordar con poti es un poco excesivo, ya que ni estaba seguro del día. En su informe de mayo de 2014 la UCO obvió por completo el horario en que magro pudo ver a Medina, y en cuanto a poti, señalaron que no aportó datos sustanciales que pudieran fijar la data del avistamiento de Francisco Javier MEDINA RODRÍGUEZ, de nuevo una versión muy particular del entrevistador.

Los entrevistadores interpretan a su gusto, quitan y ponen según su parecer y entender, y el resultado son unas declaraciones que hay que interpretar con mucha precaución. Toda la labor investigadora sobre este asunto se centró en entrevistar a los que habían intervenido en la compra del caballo e interrogarlos sobre sus llamadas de aquel día, intentando establecer una secuencia de los hechos que pudiera, más o menos, encajar con su hipótesis. Por supuesto, como se hizo durante todo el caso, se seleccionó lo que podía servir y se apartó el resto, pero dejemos ahora esto, que es tema para un tratamiento más detallado.

Supongo que ya le habrá surgido la duda al lector, ¿cómo podemos saber que esto es así, que magro y poti declararon inicialmente la hora en que decían haber visto a Medina y que se ocultó Lo podemos saber porque hay dos pruebas que lo demuestran:

1) La actitud de fiscal y abogados de la acusación ante la declaración de magro y poti en el juicio.

2) Al menos dos personas se referían,  muy poco después de la detención de Medina, a que este había sido visto por los caballistas a las 20:30. Pero esa hora no aparece en ningún documento oficial. Posiblemente la fuente fuera el mismo magro, o su mujer, trabajadora del Mercadona.

En el juzgado poti no recordaba la hora, y se llevó una bronca de la juez porque vaciló en el momento de asegurar que el avistamiento hubiera sido ese sábado. Magro, por su parte, afirmó que había visto a Medina antes de las nueve de la noche, pero da la impresión de que no es una respuesta espontánea, sino la respuesta a preguntas concretas: 

QUE ESTO ERA ANTES DE LAS VEINTIUNA HORAS PORQUE HABÍA TODAVÍA BASTANTE LUZ Y PORQUE A LAS VEINTIUNA HORAS HABÍA QUEDADO EN EL SOLAR, LLEGANDO ALLÍ A ESA HORA.

En esta respuesta hay un elemento que tira por tierra toda la hipótesis de la UCO, que explica porqué el testimonio no se había considerado fiable meses antes, y que es un magnífico ejemplo de como manejó la UCO todo el caso. Ellos sabían perfectamente (posiblemente en ese momento ni Juez, ni Fiscal ni defensa lo sabían, al menos con la precisión necesaria) que había una grabación de Medina en el Mercadona a las 21:01. Si magro ya estaba en su solar a las 21:00, como afirmó con gran seguridad, no podía haber visto a Medina saliendo del Supermercado, ni a esa hora ni posteriormente. 

Cuando llegó el juicio, y para sorpresa (agradable) de la defensa, magro y poti establecieron unos horarios razonablemente precisos para los sucesos que estaban narrando. Magro indicó que había visto a Medina entre las 20:00 y las 20:25, y poti señaló que a las 20:30 había dejado el caballo. Era algo sorprendente, porque era la primera vez que se podía escuchar algo así. No constaba en ninguna declaración de los caballistas, ni en ningún informe de la UCO. 

Pero lo más sorprendente de todo fue precisamente la falta de sorpresa del fiscal y de los abogados de la acusación. Ante esas asombrosas afirmaciones que les destruían la prueba, deberían haber saltado como un resorte, preguntando a los testigos porque no habían declarado antes eso. No lo hicieron, no mostraron ninguna sorpresa, demostrando de forma concluyente que sabían previamente que los testigos sí podían datar de forma razonablemente precisa el supuesto avistamiento, y que lo habían hecho ya hacía más de 4 años.

¿Por qué ni fiscal ni abogados de la acusación les preguntaron a los testigos por esa imprevista data horaria? Para mí resulta evidente, por si contestaban que ya lo habían dicho en su momento, que es lo que ocurrió. 

La tramposa interpretación de la UCO tuvo, sin embargo, éxito inicial. El testimonio imposible y manipulado de los caballistas fue decisivo a la hora de enviar a prisión a Francisco Javier Medina.


RECAPITULANDO

-No encajaban los horarios, así que se cambiaron de forma arbitraria.  

-No había móvil, así que se fabricó uno.

-No había testigos que hubieran visto al sospechoso cerca del lugar del crimen, así que se sustituyó por el testimonio anteriormente desechado de dos caballistas.

-No querían que algún testigo les fastidiara el caso, así que antes de detenerlo no preguntaron (y si lo hicieron no quedó rastro) a ninguno de sus compañeros de trabajo si lo habían visto.

-Había huellas que indicaban que el asesino calzaba dos o tres números más que Medina, así que se inventaron dos explicaciones, a cada cual más chusca.

-Se presentó un plan barroco, más adecuado para una novela de misterio o una película de Colombo.

-Se pasó por alto que una testigo, la novia del sospechoso, había afirmado, de forma reiterada, haber visto al sospechoso saliendo del trabajo a la hora en que se estaba cometiendo el crimen.

LA TRACA FINAL

Ese testimonio, el de Marianela, se dejó de lado, y tras unas semanas de persuasión (Por ejemplo, el día 26 de junio por la tarde dos o más guardias civiles visitaron a Marianela en su habitación, sin permitir la presencia de otras personas. No se sabe lo que hablaron, ni con qué objetivo o autoridad. No se sabe tampoco si hubo más visitas de ese tipo durante las siguientes semanas), consiguieron que la atribulada madre de la niña interiorizara una historia increíble de celos, maltrato psicológico y anulación de personalidad. A través de esa historia la convencieron definitivamente de que era culpable, lo que además de darles el motivo, les permitió iniciar un fantástico trabajo de bricolaje testifical. 

Dejando de lado la sorprendente tolerancia de la Juez ante esos radicales cambios de versión, la pretensión de la acusación de que Marianela creyó ver, o que como lo veía todos los días supuso que… o que por alguna extraña razón estaba confundida… no se sostiene. Ella es la mejor prueba de que Francisco Javier Medina es inocente, porque durante más de un año declaro que lo había visto salir con los demás. Lo declaró ante la UCO y en el juzgado, se lo dijo a su abogada, a su psicóloga y a sus amigas, lo hizo llorando y serena, antes y después de la detención.

Previamente a su súbita conversión, dejó más que claro que Francisco Javier Medina, la persona de la que estaba enamorada, salió del trabajo junto con ella y los demás, y no se trata de una o dos referencias oblicuas o de algún comentario ambiguo. Comprueben. Lo he puesto de colores, para resaltar la variedad y cantidad: 

-Francisco Javier si bien no iba junto a ella, si iba en el mismo grupo y tras llegar cada uno a su vehículo que tenían estacionados en El Chaparral, ella se marchó directamente a su vivienda de alquiler en la calle Cabañeros y Francisco se dirigió a la calle Cristo, al domicilio de sus padres.

-QUE LA DECLARANTE SE DIRIGIÓ HACIA SU VEHÍCULO QUE TENIA EN LA ZONA DEL CHAPARRAL. QUE FRAN SALIO AL MISMO TIEMPO DE LA DECLARANTE Y SE MONTO EN SU COCHE GOLF AZUL OSCURO. QUE EL COCHE DE FRAN ESTABA APARCADO EN LA ACERA DE ENFRENTE UN POCO MAS ATRÁS.

-QUE RECUERDA QUE SE MONTARON LOS DOS EN EL COCHE A LA PAR.

-Marianela dice que es imposible porque a esa hora estaba con ella.

-QUE A LAS DIEZ Y CINCO CUANDO SALIERON POR LA PUERTA SI QUE ESTABA SEGURA QUE ESTABA ALLÍ FRAN.

-...digo que no, que salió conmigo, que yo lo estoy viendo ahora mismo, me acuerdo ahora de yo montarme en mi coche y él montarse en el suyo.

-DICE QUE SÍ, QUE FRAN SALIÓ CON ELLA.

-Sí, salió con nosotros. Yo me monté en mi coche el se montó en el suyo. 

-PREGUNTADA QUE CUANDO LLEGA LA HORA DEL CIERRE Y VAN A LA PUERTA PARA QUE LES ABRA EL GERENTE SI RECUERDA HABER VISTO A FRAN O DONDE ESTABA FRAN DICE QUE SÍ, QUE FRAN ESTABA EN EL ALMACÉN CUANDO LA DECLARANTE LLEGA.

-...salimos a las diez y cinco, diez y seis minutos aproximadamente, porque los sábados salimos un poquito más tarde. Nos montamos en los coches y fuimos hablando hasta casa, pues mira yo me voy a duchar, pues me voy a duchar.

-(Una amiga) PREGUNTADA SI MARIANELA LE HA REFERIDO LO QUE RECUERDA EN CUANTO A LA SALIDA DEL TRABAJO DEL DÍA 27, DICE QUE LO ÚNICO QUE LE HA DICHO ES QUE SE ACUERDA DE FRAN Y DE QUE SALIERON TODOS JUNTOS

-Que te digo yo que él salió conmigo a las diez y cinco, o diez y seis de Mercadona. Él me ha insistido que salió solo, digo no, él salió conmigo. En la troupe, todos junto, bien detrás, bien delante. Yo me monté en mi coche y él se montó en el suyo.


Estimado lector, debe usted tomar una decisión. 

- O bien sostiene usted que todo lo que acaba de leer son imaginaciones o equivocaciones de Marianela, en cuyo caso todavía tendrá que sortear todo el resto de evidencia que exonera a Medina,

- O bien admite que tras esas declaraciones subyace el hecho de que Marianela realmente vio al que entonces era su novio a la hora de salir del supermercado.

En este segundo caso, no le quedará más remedio que reconocer que Francisco Javier Medina es inocente. Puede olvidarse del ADN o de otros testimonios o de otras pruebas, porque si Medina estaba saliendo del Mercadona sobre las 22:05, hora a la que se estaba cometiendo el crimen, no puede ser el asesino.

EPÍLOGO

Esta es la última entrada del blog antes de la ya próxima decisión del Tribunal Supremo. Hace un año que empecé a escribir sobre este caso, y creo que he conseguido presentar la información suficiente para que los lectores puedan decidir por sí mismos. No pretendo que me sigan o me crean, y les animo a buscar otras fuentes de información sobre el caso y otras opiniones. Lean, procedan a analizar toda la evidencia presentada, y decidan con libertad.