lunes, 26 de febrero de 2018

El crimen de Almonte (VI): El 27 de abril y la víctima colateral

Que una persona esté en un lugar determinado a cierta hora puede deducirse en algunos casos con un grado razonable de certeza a partir de su comportamiento previo, o de condicionantes laborales, familiares o de ocio. Por contra, en otras ocasiones, esa posición espacial y temporal puede ser el resultado de una serie de sucesos encadenados y no previsibles por nadie, incluido el mismo sujeto estudiado.

Intentaré demostrar que el que Miguel Ángel y María estuvieran en su casa a las diez de la noche del 27 de abril fue una circunstancia del segundo tipo, el resultado de una serie de casualidades en la que participaron varias personas. Se puede, por tanto, negar que alguien pudiera conocer con una anticipación razonable dicha situación, incluidos Francisco Javier Medina, Marianela, o los mismos Miguel Ángel y María.

ANTECEDENTES

Pese a su separación, Marianela y Miguel Ángel tenían razonablemente bien organizado el cuidado de su hija. Trabajaban en turnos diferentes en el supermercado, por lo que cada semana era uno de ellos el encargado de llevarla y recogerla de colegio y darle de comer, el que tuviera el turno de tarde. Los dos se apoyaban en sus respectivos padres para las comidas y el cuidado de la niña. Miguel Ángel no sabía conducir, pero tanto el colegio como la casa de sus padres estaban muy cerca de su domicilio, mientras que Marianela utilizaba su vehículo y se encargaba de llevarle la niña a Miguel Ángel a su casa y recogerla de allí.

Cuando Marianela tenía el turno de tarde, la niña dormía en su casa, la llevaba al colegio por la mañana, la recogía a las 2 de la tarde y se la podía entregar a Miguel Ángel en su casa, a la que entre tanto este habría llegado tras salir del trabajo, o podía darle la comida a su hija, en su casa o en la de sus padres, antes de llevársela. Después se dirigía a trabajar, y Miguel Ángel era el encargado de pasar la tarde con María, recogiéndola su madre tras salir del supermercado, pasadas las diez de la noche.

Cuando el que tenía el turno de tarde era él, llevaba a la niña al colegio a pie, y la recogía a las 2 de la tarde. Marianela la iría a buscar en su coche por casa de Miguel Ángel tras salir del supermercado, y pasaría la tarde con ella, llevándosela de nuevo a su ex tras salir este del Mercadona. Los fines de semana se turnaban para el cuidado de la pequeña. En la práctica, la niña comía y cenaba muchas veces con sus abuelos, y podía pasar con ellos algunas tardes, o buena parte de ellas, si sus progenitores tenían algún compromiso, o simplemente querían algo de tiempo libre.

La semana del 27 de abril Miguel Ángel tenía el turno de mañana y Marianela el de tarde, y estaba previsto que el fin de semana lo pasara María con su padre, desde las 2 de la tarde del sábado hasta las 2 de la tarde del lunes.

De ese arreglo sabían los familiares y allegados más cercanos de ambos, incluyendo a Francisco Javier Medina. Es probable que varios compañeros del Mercadona y otros conocidos también lo supieran, bien directamente, por comentarios de algún miembro de la pareja, por medio de un tercero que tuviera esa información, o incluso por simple deducción. Es decir, que la información que tendría alguien interesado sería la de que la niña pasaría ese fin de semana con su padre.

Pero hubo un cambio. Varios amigos del Mercadona iban a salir a comer el sábado, y Miguel Ángel era uno de ellos. Como tenía a su cargo a María, el jueves 25 le pidió a Marianela un favor: ¿Podían sus padres hacerse cargo de la niña durante unas horas, hasta que acabara la comida con sus compañeros? Marianela accedió. Lo que no ha quedado aclarado es la razón por la que Miguel Ángel no dejó a la niña con sus propios padres, como solía hacer muchas veces. Es posible que tuvieran algún compromiso para ese día.


EL DÍA ANTES

Da la impresión de que hubo alguna falta de coordinación el viernes 26, ya que Marianela recogió a la niña a la salida del colegio a las 2 de la tarde, como era de esperar, pero en vez de llevársela a su padre, que estaría a punto de llegar del trabajo, se la llevó a su casa para darle de comer. Según se marchaban la niña le dijo a su madre que se acababan de cruzar con su padre y su tío Aníbal, que iban en un coche conducido por este último. 

A las 14:20 Marianela recibió una llamada de Miguel Ángel, donde este le decía que quería comer con la niña, pero ella le respondió que como estaba en su casa, ya comería allí. Después de la comida le llevó a María a Miguel Ángel en su Citroen Picasso, recogiéndola este frente al portal sobre las 14:50, tras lo que Marianela se marchó a trabajar al supermercado. En algún momento de la tarde María fue llevada por su padre a la casa de sus abuelos.

Según declaró Marianela con cierta confusión, esa tarde del viernes tuvieron lugar dos hechos reseñables. Según dijo, no se encontraba bien, tenía gases, y le pidió permiso al coordinador para ir al centro de salud. En algún momento recibió un mensaje de Miguel Ángel solicitando su ayuda para colocar unas fundas en los sillones del salón, ya que él no sabía hacerlo. Ella le llamó y le dijo que iría con su madre, a la que recogió en algún momento indeterminado, y que entre las dos lo harían.

Miguel Ángel le dijo que la niña estaba en casa de sus padres, y le preguntó si no le importaba recogerla allí. Curiosamente, él no estuvo en su casa mientras Marianela y su madre cambiaban las fundas, y parece ser que tampoco estaba en casa de sus padres con su hija. Es probable que hubiera ido al gimnasio o a correr.

La niña fue bañada por su tío Aníbal, por primera vez, como hizo notar Miguel Ángel cuando llegó a la casa de sus padres. Después le pusieron crema en los brazos y le pusieron el pijama para darle la cena. 

Una vez que Marianela y su madre acabaron de poner las fundas, sobre las 20:20, se dirigieron al centro de salud, que estaba cerca, a menos de 300 metros. Desde allí llamó a Miguel Ángel a las 21:25, solicitándole que le llevara a la niña allí para que le miraran la dermatitis de sus brazos. Él le dijo que estaba en pijama y cenando y que la llamaría en un rato. Lo hizo a las 21:45 y le dijo a Marianela que era muy tarde para llevarla, y que ya estaba en pijama. Parece que Aníbal malinterpretó estas conversaciones, entendiendo que Marianela quería que su hermano le llevara a la niña a casa, y que su hermano estaba ofuscado porque no tenía coche. 

Finalmente, sobre las 22:15, Marianela, acompañada de su madre, llegó frente a la casa de los padres de Miguel Ángel y tocó el claxon, saliendo él y entregándole a la niña, seguramente en pijama. Después de dejar a su madre en su casa, Marianela se dirigió a una farmacia para comprar medicamentos, y por último llegó con su hija a la casa alquilada, donde pasaron la noche.

27 DE ABRIL DE 2013

El sábado, tras levantarse y desayunar, Marianela comenzó a preparar el equipaje para los dos días que María iba a pasar con su padre. Tras vestir a la niña salieron en dirección a la casa de los abuelos maternos, llegando sobre las 14:10 (aunque en otra versión fue bastante antes, sobre las 13:30). Marianela comió en ese momento, ya que entraba a trabajar poco después, pero la niña dijo que no tenía hambre, y que comería más tarde, cuando lo hiciera su abuela. Tras terminar, Marianela se marchó, parando a comprar varias cosas y dirigiéndose posteriormente al Mercadona. Cuando llegó Miguel Ángel ya se había marchado a la comida con sus amigos, y no le pudo entregar algunas cosas que había comprado para la niña. Finalmente, comenzó su jornada laboral a las 15:00.

Aproximadamente a esa misma hora comenzaron a comer María y su abuela Rosario. Después la niña se sentó a ver la tele, comiendo a media tarde una bolsa de patatas. Su abuela declaró que sobre las 18:00 fueron a visitar a una vecina, y que ella tomó un café y la niña jugó con unos perros. Tras regresar a casa, sobre las 19:00 la abuela recibió una llamada de Miguel Ángel (que en realidad se produjo a las 18:19) sobre la que se hablará más adelante. Parece ser que la niña pasó el resto de la tarde viendo la televisión, en espera de que la llevaran con su padre.

Miguel Ángel había sido llevado hasta su casa por una pareja de amigos del Mercadona, y lo dejaron allí sobre las 14:10. Tras cambiarse se marchó, aproximadamente a las 14:30, a un mesón cercano a su casa, donde los cinco compañeros del Mercadona estuvieron comiendo. Dejaron el lugar sobre las 5 de la tarde y se dirigieron a una cafetería situada a menos de 300 metros, donde tomaron varias copas. No había hora establecida para que sus suegros le llevaran a María, y Marianela le había dicho que cuando terminara la comida que llamara a sus padres y estos se la acercarían. 

A las 18:19 Miguel Ángel llamó a la casa de sus suegros, y le dijo a Rosario que ya le podían llevar a la niña. Pero Rosario le dijo que no podía ser en ese momento, que su esposo estaba en un pueblo de Sevilla haciendo unos arreglos en casa de un familiar, y que hasta que no regresara no podrían acercarle a su hija. Su yerno le dijo que no importaba, que se la llevaran cuando pudieran.

Los cinco amigos permanecieron 40 minutos más en la cafetería, hasta que a las 19:00 horas tres de ellos decidieron marcharse para estar con sus familias, quedando en la cafetería tan solo Miguel Ángel y Francisco C. Allí tomaron al menos otra copa más, hasta que a las 19:45 dejaron el local y se dirigieron al domicilio de Miguel Ángel para ver el partido de fútbol entre Real Madrid y Atlético de Madrid, que comenzaba a las 20:00.

Mariano Olmedo se había marchado sobre las 10 de la mañana para el arreglo en la casa de un familiar, y trabajó sin interrupción hasta última hora de la tarde, sin siquiera hacer un alto para comer. Llegó a su casa sobre las 21:10 y su esposa ni siquiera le dejó ducharse, indicándole que tenían que llevarle la niña a Miguel Ángel.

Este recibió una llamada de Rosario a las 21:13, comunicándole esta que su esposo había llegado y que salían con la niña. Aproximadamente a las 21:30 horas el coche se paró delante de Avenida de los Reyes número 3, y mientras Mariano permanecía en el coche, parado en doble fila, Rosario tocó el timbre y Miguel Ángel bajó a recoger a la niña al portal. Delante de su abuela, María le enseñó a su padre el vestido blanco y rosa que llevaba colgado en una percha, y que quería ponerse para cenar en la pizzería. Antes de marcharse, Rosario se aseguró de que la puerta quedaba cerrada, para que no entrara un gato callejero con el que la niña se había encaprichado.

En el salón, Francisco seguía sentado viendo el partido y la niña se sentó también y comenzó a jugar con una maquinita. Miguel Ángel empezó a  prepararse para salir a cenar, y Francisco declaró que se sintió un poco incómodo y que decidió marcharse para no molestar. Quedaban unos cinco minutos para acabar el partido de fútbol, y tras anunciar a Miguel Ángel que se marchaba, dejó la puerta de arriba entreabierta, pero dijo que se aseguró de que la del portal quedaba cerrada. Eran aproximadamente las 21:45, y padre e hija se quedaron solos. En poco más de quince minutos alguien los atacaría con extrema violencia y les causaría la muerte.

No tenemos testimonios de lo ocurrido durante ese escaso tiempo, aunque hay elementos que nos permiten hacer conjeturas con cierto fundamento. La niña se había puesto el vestido que había llevado para la ocasión, aunque no está claro si su padre llegó a bañarla o no. Rosario apresuró a Mariano para llevar a la niña precisamente con la idea de que Miguel Ángel tenía que bañarla antes de salir. Es posible que lo hiciera, aunque no hay pruebas de ello. Podría haber decidido dejarlo para cuando regresaran de la cena. 

Lo que si hizo Miguel Ángel (es muy dudoso que lo hiciera la niña) fue deshacer la maleta que había llevado la pequeña y colocar la ropa cuidadosamente sobre la cama. Sea como fuere, muy poco antes de las 22:00 Miguel Ángel se dispuso a ducharse y se desnudó completamente. No está acreditado si estaba entrando en la ducha, ya duchándose, o justo acababa de terminar de hacerlo, cuando algo lo hizo salir precipitadamente del baño. Tan precipitadamente que ni siquiera tapó su desnudez con una toalla, ni se calzó las chanclas que tenía allí mismo.

VÍCTIMA COLATERAL

En la mayoría de los relatos sobre este caso se nos asegura que Miguel Ángel era el objetivo del criminal, y la pequeña María una víctima colateral, asesinada por haber presenciado la muerte de su padre. Tiene su lógica, ya que resulta difícil plantear que un solo hombre entre en una casa cuando sus moradores no están durmiendo, y pretenda asesinar a dos personas, aunque una de ellas sea una niña de ocho años. Es bastante probable que mientras el asesino ataca al adulto la menor pueda pedir ayuda, bien corriendo hacia la calle, bien gritando desde una ventana. De hecho, podría haber sucedido. Según los datos recogidos en la escena del crimen, la pequeña María entró en la cocina en algún momento, ya iniciada la agresión. La puerta de la calle está a menos de un metro de la de la cocina, y la del salón justo enfrente. La petición de ayuda estaba a unos metros, bajando las escaleras, o asomándose a la ventana y gritando, ya que la ventana está justo encima de la terraza del pub, y todo el plan del asesino se habría venido abajo.

Si ya resulta difícil suponer que alguien entre en una casa para matar a una persona sin conocimiento de lo que estará haciendo su víctima o por cuantas personas puede estar acompañada, resulta más difícil de creer aun si el agresor sabe con certeza que estará acompañada al menos por una niña. Cuando se acusó a Francisco Javier Medina, la hipótesis de la víctima colateral se convirtió  en absurda, aunque se siguió proponiendo y los periodistas la continuaron aceptando y defendiendo. Para ello había que suponer que Medina ignoraba una información que sin duda conocía, y a la vez, había que suponer que conocía una información que sin duda ignoraba. 

Curiosamente, es la misma Marianela quien ha comprendido la falacia implícita en la hipótesis de la víctima colateral, aunque no extrajo la conclusión adecuada: No fue un daño colateral. Él sabía que mi hija estaba allí. Desde el minuto uno. Yo se lo contaba a él todo. Sabía que mi niña estaba allí, lo sabía. Fue a por los dos.

Marianela expresa lo que ya había dicho desde el primer momento, que Francisco Javier Medina sabía que ese fin de semana la niña estaría con su padre y que, por tanto, si él había sido el asesino la niña no podía haber sido una víctima casual. Comete dos errores, el primero es no haber utilizado con él en vez de allí. El segundo es que olvida de que hay otra solución a la paradoja, que si la niña fue una víctima colateral, y como Medina sabía que estaría con su padre, entonces él no pudo ser el asesino.

Pero la declaración de Marianela, que ignoraron investigadores y prensa, nos proporciona una buena guía para aclarar la aparente confusión sobre lo que se podía saber o no. Esa distinción entre con él y allí resulta crítica, ya que establece la diferencia entre una información que podía ser conocida con antelación por varias personas, incluido Medina, y otra que no podía ser conocida por nadie de forma anticipada. La primera (con él) señala el hecho de que la niña iba a pasar el fin de semana con su padre, que conocían familiares y amigos de Marianela y Miguel Ángel de forma directa, y posiblemente otras personas de forma indirecta. La segunda (allí), que es la fórmula utilizada por Marianela, indicaría que había personas que sabían que Miguel Ángel y María iban a estar en su casa solos a las diez de la noche.

Y eso nadie lo podía saber, ni que iban a estar en casa ni que iban a estar solos. No lo podía saber Francisco Javier Medina, ni Marianela, ni siquiera Miguel Ángel y María, porque como hemos visto, esa situación fue el resultado de una serie de eventos imprevisibles. En último término, el agente principal que determinó la situación de padre e hija a la hora del crimen fue el momento en que regresó Mariano Olmedo de un pueblo de Sevilla. Podría haber vuelto una o dos horas antes, o media hora después, y en cualquiera de esas circunstancias habría rsultado muy improbable que Miguel Ángel y María hubieran estado solos en su casa en el momento del crimen.

Según la acusación, Medina planeó el asesinato de Miguel Ángel de forma cuidadosa, y además, esa la única forma en que podría haberlo hecho: Preparar ropa para cometer el crimen y elementos (capucha, guantes) para no dejar rastros, usar calzado de otra talla para despistar a los investigadores, escabullirse del trabajo y regresar para buscar una coartada, el arma del crimen …, nada de eso se improvisa. Pero la coartada implicaba que debía cometer los crímenes y regresar como muy tarde en el momento en que salían sus compañeros, y para ello debía saber donde y con quien estarían las víctimas unos minutos antes de ese regreso apresurado, y eso, por mucho que le pese a la acusación, no podía saberlo, es imposible.

Eso no lo sabía ni siquiera Marianela, que no contactó con su madre después de dejar a la niña, aunque inicialmente había dicho que sí. En su primera declaración, días después del crimen, aturdida, dijo haber llamado a su madre al salir del trabajo y que había sido informada por esta del retraso de su padre, pero no es cierto, no hay registros de esa llamada, ni la recuerda su madre. Más adelante Marianela reconoció que no llamó a su madre, ni siquiera al día siguiente, y que no contactó con ella hasta el lunes. Fue probablemente tras descubrirse el crimen cuando sus padres informaron a Marianela de lo ocurrido el sábado.

De haber regresado el señor Olmedo antes, habría llevado a las niña a las 7 o las 8 de la tarde, y en ese caso es posible que Francisco C. no hubiera ido a ver el partido, y que Miguel Ángel y María  se hubieran preparado y hubieran salido más temprano. El que fueran a cenar a la pizzería sobre las diez de la noche no significa que a esa hora, o minutos antes, estuvieran en casa. La cena en la pizzería podría haber sido el final de una salida de padre e hija, y no el principio.

Eso resulta especialmente significativo para el caso de Medina, ya que de haber sido él el asesino, debería de haber conocido la localización de sus víctimas con antelación, y preparar la coartada precisamente para esa hora. Pero no podía saberlo. Por mucha información que tuviera, ese dato crítico no lo podía conocer, y por tanto, no podía preparar una coartada para eses momento.

Los investigadores interrogaron a los abuelos si ellos sabían lo que hacían padre e hija una vez que dejaban a la niña en la casa de su yerno. Estaban desesperados buscando patrones que pudieran indicar como situó el asesino a su objetivo. Pero no había patrones, entre otras cosas porque no hacía mucho de la separación. Miguel Ángel podría haber ido con la niña a casa de familiares antes de ir a la pizzería, o quedar con amigos que tuvieran niños, para que la pequeña jugara con ellos, o invitarlos a su casa para que jugaran mientras los adultos veían el partido. O simplemente salir a dar un paseo para abrir el apetito. Todo eso y más podría haber sucedido si le hubieran llevado a la niña cuando llamó a sus suegros.

Fijémonos que ese desconocimiento, el que nadie pudiera anticipar que Miguel Ángel y María estuvieran en casa en ese momento, tan solo afecta a la acusación contra Medina. Cualquier otra persona que hubiera querido matar a Miguel Ángel podría haber estado vigilando la casa, durante horas incluso. O podría haber aprovechado un descuido cuando pasaba casualmente por el lugar. Pero nadie podría haber planeado el crimen para ser cometido justo en el momento en que se cometió. Y eso es precisamente de lo que se acusó a Francisco Javier Medina.

El análisis detallado de la evidencia indica que la estancia de ambos en el lugar del crimen a la hora que se cometió este no era razonablemente previsible, y por tanto, el crimen no pudo ser planeado para ser cometido justo en ese momento.

Cualquiera de las personas que conocía total o parcialmente la información sobre a quien correspondía la custodia de la niña ese fin de semana podría saber muchos datos, excepto precisamente el necesario para cometer el crimen en ese instante. Por ejemplo, cualquiera podría concluir de forma razonable que si entraba en la casa a las dos de la madrugada encontraría allí a padre e hija, y además seguramente estarían durmiendo, lo que los convertiría en víctimas más fáciles. Si el asesino tenía llave podría haber entrado de noche. 

Si alguien hubiera planeado matar únicamente a Miguel Ángel, también podría haber actuado cualquier día de esa semana, en la que Marianela recogía a la niña al salir del trabajo, y Miguel Ángel solía quedarse solo en casa poco después de las diez de la noche. El mismo viernes, la víspera del crimen, durmió solo en su casa.

Hay una tendencia novelesca, que ya se trató en el primer escrito sobre este caso, a asignarle al criminal conocimientos que no puede tener, y a dar por hecho que si algo ha sucedido de un manera, tenía que suceder de esa manera, y que además el asesino podía anticiparlo: Si el criminal entró en casa a las diez de la noche y encontró allí a padre de hija, y solo a ellos, debía saber que estarían allí, y solos. Si el asesino sorprendió a Miguel Ángel saliendo de la ducha, desnudo e indefenso, debió ser algo previsible. Pero no, estas cosas no son posibles.

Era frecuente que Miguel Ángel invitara a familiares y amigos a su casa para ver partidos de fútbol. El asesino podría haber entrado y encontrarse con que su objetivo estaba acompañado por varias personas, o por contra, que padre e hija habían salido hacía dos horas. O podría haber encontrado a Miguel Ángel ya vestido, y en la cocina, donde tenía a manos útiles para defenderse, o en el salón o su habitación, donde había ventanas desde donde podía pedir auxilio. 

CONCLUSIONES

Si alguien planeó el crimen, tenía que saber que padre e hija estarían juntos ese fin de semana, y por tanto la niña no fue víctima colateral. Por contra, no podía saber donde se hallarían ni el acceso que tendría a ellos antes de que se fueran a dormir. 

El caso contra Francisco Javier Medina es tan débil, tiene que sortear tanta evidencia de que no pudo cometer el crimen, que no queda más remedio que proponer una serie de condicionantes estrictos, que deben ser necesariamente ciertos si se quiere mantener la acusación.

El principal es la necesidad de que el crimen sea planeado con bastante antelación, y de forma cuidadosa. No puede ser el resultado de un impulso, o de una casualidad, o de una situación de otro tipo que desembocó en una agresión, o de cualquier otra circunstancia que no implique una planificación detallada y minuciosa. Es evidente que no se improvisa llevar ropa para cometer el crimen y no manchar la del trabajo, ni elementos para no dejar huellas, ni zapatillas más grandes para confundir a los investigadores, ni un cuchillo.

Pero por mucho que se planifique un crimen, sus elementos materiales y temporales, y una coartada, es indispensable saber donde estarán las víctimas a una hora determinada, la de la coartada. 

Si alguien insiste en que Medina lo hizo, deberá explicar como podía saber que encontraría a sus víctimas en casa a la hora en que tenía planeado cometer el crimen, y que además estarían solas. 

Es posible que las apelaciones emocionales y las consignas que no son más que un puñado de conjeturas puedan convencer a alguna gente. Conmigo nunca lo harán. Para convencerme a mí haría falta presentarme evidencia real, no suposiciones, pero sobre todo, habría que empezar  por responder a una serie de preguntas (hay más), la que acabo de plantear y otras planteadas en anteriores escritos. 

Si Francisco Javier Medina planeó el crimen y preparó una coartada, como se afirma:

-¿Cómo podía saber que nadie notaría su falta de su lugar de trabajo?

-¿Cómo podía saber que encontraría sitio para aparcar su coche en el mismo lugar o la misma zona de donde se lo había llevado una hora antes?

-¿Cómo podía saber que nadie lo vería llegar, destruyendo su coartada?

-¿Cómo podría saber dónde y con quien estarían Miguel Ángel y María a la hora en que tenía previsto cometer el crimen?

-¿Cómo podía saber que los investigadores fijarían la hora del crimen con tanta precisión como para que su coartada sirviera de algo?

Los que siguen acusando a Medina, y sus abogados, podrían contestar a estas preguntas en vez de hablar en platós de televisión y radios sobre banalidades y tergiversar los hechos. Si ellos no lo hacen, cualquier lector que se anime a contestar a estas preguntas está invitado a hacerlo.